Rémi Carayol
El 17 de marzo de 2009, un golpe de Estado llevó al ex alcalde de Antananarivo, Andry Rajoelina, al poder de Madagascar. Este artículo, escrito antes de ese acontecimiento, analiza las razones políticas y los negocios turbios que llevaron al derrocamiento de Marc Ravalomanana. El nuevo presidente de facto anunció elecciones para octubre de 2010.
Bienvenidos a “Tikolandia”, el país donde todo se compra. Así es como la oposición llamaba a Madagascar, en referencia a Tiko, la empresa que dirige el ex presidente Marc Ravalomanana. “Administra el país como a su empresa. Considera a sus conciudadanos sus empleados. ¡Pero yo no quiero ser un sirviente de Tiko!”, exclamaba recientemente Gisèle Rabesahala, presidenta de la asociación Fifanampiana Malagasy (Comité de Solidaridad de Madagascar), fundada hace casi sesenta años para apoyar a las víctimas de la represión colonial.
Hace unos tres meses, el régimen comenzó a vacilar. A principios de enero, el joven alcalde de Antananarivo (capital del país), y actual presidente de facto, Andry Rajoelina (34 años), se puso a la cabeza de un movimiento de insurrección heteróclito. Al menos 111 personas murieron el 26 y el 27 de enero, quemadas vivas en los saqueos de los negocios, y entre 28 (según el Gobierno de entonces) y 50 (según la Cruz Roja) fueron asesinadas el 7 de febrero por la guardia presidencial cuando los partidarios de Rajoelina intentaban sitiar el palacio presidencial de Ambohitsorohitra.
Lejos quedó la época en que Ravalomanana, apoyado por las poderosas Iglesias malgaches y armado por las instituciones financieras internacionales, reunía a varios cientos de miles de partidarios en las calles de la capital (1). Su toma del poder en 2002, manchada por irregularidades pero legitimada por el apoyo popular, había despertado esperanza después de 27 años de presidencia de Didier Ratsiraka (2). Pero el Presidente que había prometido a cada familia “un Renault 4 y una heladera” fracasó. Mientras los sueldos aumentaron un 4% por año, la inflación alcanzó el 25% anual. Más del 70% de los malgaches viven hoy por debajo de la línea de pobreza.
Conflictos de interés
La oposición al régimen de Ravalomanana congregó a habitantes de los “barrios bajos”, jóvenes estudiantes salidos de la clase media, y también empresarios contrarios a la creciente influencia del grupo Tiko. Esos patrones de empresas mantuvieron financieramente el movimiento, también apoyado por los “dinosaurios”, así llamados porque integran los círculos de poder desde hace décadas. El propio Rajoelina tiene una empresa. Empezó como organizador de eventos de danza. Creador de la primera empresa de impresión digital del país, es también dueño del canal de televisión y señal de radio Viva. De hecho, la gota que rebasó el vaso fue precisamente el cierre de TeleViva, el 17 de diciembre de 2008, como consecuencia de la difusión de un discurso del ex presidente Ratsiraka desde su exilio en Francia calificado de “subversivo” por el Gobierno. “Es un canal de mierda, digámoslo claramente, pero no podíamos aceptar semejante censura”, afirmaba sin vueltas un partidario del alcalde de Antananarivo.
Directora de marketing de la Jabonería Tropical y secretaria del Consejo Nacional Económico y Social (Conecs), una de las organizaciones patronales malgaches, Nadine Ramaroson apoya a Rajoelina. “Ravalomanana es un desastre para el país –opinaba–. Acentuó las desigualdades e hizo del dinero su único objetivo. ¡Es un diablo!” Pero, bajo la pátina de un discurso muy social, a Ramaroson, que nunca sale sin su guardaespaldas y se pasea en una enorme 4x4, le cuesta ocultar sus verdaderas motivaciones. Al abrir las fronteras y seducir a los inversores extranjeros, el ultraliberal Ravalomanana redujo significativamente el peso de las empresas locales. “Salir de una economía poscolonial basada en los monopolios y los productos de renta; algunas de las grandes familias que hicieron su fortuna durante estos últimos cuarenta años no se lo perdonan”, opina Ny Rado Rafalimanana, presidente del grupo Axius, una sociedad de comercio internacional. Este hombre de 30 años, que es también presidente de un grupo de jóvenes malgaches inversores en la energía eólica, atiende en sus flamantes oficinas ubicadas en pleno centro de la capital.
Al multiplicar los controles fiscales, el ex presidente usó la vía legal para desmantelar varias empresas acostumbradas a prescindir de las reglas. Problema: él mismo parece haberse beneficiado con algunas comodidades. Un día (uno sólo), justo cuando un enorme cargamento “Tiko” llega al puerto de Tamatave, hace bajar las tasas de cambio. Al día siguiente, ya se ha restablecido el precio habitual. Otro día decide bajar los impuestos al aceite del que él es el primer importador; recientemente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le había pedido explicaciones sobre ese tema, así como a propósito de un Boeing comprado en 60 millones de dólares para reemplazar el viejo avión presidencial. “Cuando se puso a importar jabón, también bajó los impuestos para el jabón. Hoy, el jabón importado cuesta más barato que el jabón de producción local”, denuncia Ramaroson, directamente afectada.
La oposición mencionaba –sin aportar pruebas escritas– 60.000 millones de ariary (24 millones de euros) que podrían haberse ganado de no haber sido por las exoneraciones fiscales de la que se habrían beneficiado las empresas de Ravalomanana entre 2005 y 2008. En una década, la sociedad Tiko se convirtió en un conglomerado todo terreno: productos lácteos, importaciones, distribución a gran escala, construcción, hotelería, medios, piedras preciosas…
A mediados de la década del ’90, se creó en Antsirabe, al sur de Antananarivo, una granja de cría de avestruces: Madagascar Avestruces SARL. El negocio anduvo bien hasta el momento en que Ravalomanana mostró interés por el terreno ocupado por la empresa. Aunque en 1995 se había firmado un arrendamiento enfitéutico, el Estado inició todos los trámites para expropiarlo, en el marco de una declaración de utilidad pública. Oficialmente, se suponía que se iba a construir allí un predio para ferias internacionales: una vidriera de la nueva política agrícola del país. Madagascar Avestruces SARL fue desalojada manu militari, pero el predio nunca vio la luz del día. “Hoy en día se encuentran allí los campos de maíz que alimentan las vacas lecheras de Tiko”, señala Jhary Ravaloson, director de un estudio jurídico internacional que trabajó en el caso. Él mismo recuerda que al principio se había elegido otro lugar, más al norte, para ubicar ese predio, pero que finalmente, tras la expropiación, había sido comprado… por Tiko. Hoy está ocupado por un establo.
Extremos obscenos
Ankorondrano Andramaheri es uno de los “barrios bajos” de Antananarivo. Aquellos de sus habitantes que tienen más suerte trabajan en las zonas francas por un salario mensual de 50.000 ariary (20 euros), cuando la bolsa de 50 kilos de arroz cuesta 14 euros. Los demás viven del sector informal: vendedores de frutas y verduras, jornaleros, tiradores de carretas… “Aquí no se come tres veces por día, como hacen los otros malgaches, sino apenas una vez, y a veces ninguna”, indica Joseph Rakotondrasoa, presidente de una asociación de ayuda mutua. La mayoría de los niños no van a la escuela. ¡Demasiado caro! Sólo el 20% llega al bachillerato.
Regularmente, al ritmo de los proyectos industriales u hoteleros, los habitantes de los “barrios bajos” se ven amenazados con la expulsión. “Recientemente el Presidente quiso echarlos sin ofrecerles nada a cambio, pero el tribunal les dio la razón a ellos”, contaba Harimizah Rakotoarimanana, una asistente social que trabaja en las villas miseria. Sin embargo, Ravalomanana no abandonaría su idea: lanzó una nueva operación que, bajo la apariencia de una puesta en regla de las viviendas cercanas al centro de la ciudad, desembocaría en su destrucción. La mayoría de los saqueadores que murieron a fines de enero provienen de esos barrios. De allí también vienen tanto los “partidarios” de Ravalomanana como los de Rajoelina, quienes no dudan en pagar esa carne de cañón. “¿Cómo quiere usted que no lleguen a esos extremos?”, pregunta Lucile Rabearimanana, profesora de historia contemporánea en la universidad de Antananarivo. Enfrente de las chozas de madera de la villa, del otro lado del canal que oficia de frontera con la zona industrial de Ivandry, se erige un inmenso edificio de vidrio. Adentro se exhiben Porsches, Mercedes…
Bajo la I República (1960-1972), la diferencia de salario era de 1 a 8; actualmente ha pasado a ser de 1 a 100. El 70% de los gastos de la mayoría de los hogares se destina a cubrir las necesidades elementales; el resto sirve para pagar la escuela, la salud… En ese contexto, las cifras exhibidas por el gobierno –un crecimiento del 5% anual desde 2003– generaban dudas. Y teniendo en cuenta que son para beneficio exclusivo del mundo de los negocios, el costo de las grandes obras parece indecente: 37.000 millones de ariary (12 millones de euros) para el acondicionamiento del puerto de Tamatave y la ruta que lleva a la capital; 22.000 millones para la extensión del aeropuerto de Antananarivo; 3.300 millones de inversión de parte de un consorcio internacional, Sheritt International Corporation, para explotar las minas de níquel y cobalto de Ambatovy (noreste de Antananarivo)…
“Nadie fue a ver a los campesinos”
El “reformismo” del hoy ex presidente afectó también al mundo rural. Hace tres años lanzó un amplio programa de modernización de la agricultura: la “revolución verde”, que debería desembocar en la triplicación de la producción alimentaria de aquí a 2012. “Pero eso exige un tiempo que la apertura de las fronteras no nos ofrece”, explica Juscelyno Jaonina Mamitiana, director regional de desarrollo rural de la región de Atsinanana. Los campesinos de la región ya tienen alguna experiencia. Por cierto, gozan de toda una serie de programas que teóricamente los ayudan a pasar de una agricultura de subsistencia a una agricultura de mercado: Proyecto de Promoción de los Ingresos Rurales (PPRR); Madagascar Action Plan (MAP), que consiste en ayudar a treinta familias a instalarse y recibir una formación agrícola; Proyecto de Apoyo al Desarrollo Rural (PSDR). Por lo demás, en 2005 el Gobierno votó una ley que apuntaba a permitirles a los campesinos que obtuvieran títulos de propiedad por las tierras que trabajan desde hace varias generaciones y que la tradición oral les adjudica.
No obstante, es difícil que un campesino que no dispone de un euro por día para comer desembolse los 50.000 ariary (20 euros) necesarios para la instrucción del expediente, a los cuales hay que sumarles los gastos de desplazamiento de los inspectores encargados de verificar los hechos. Difícil… e incomprensible. “¿Por qué quiere usted que yo pague por un terreno que me pertenece? –se sorprende un campesino–. Mi padre, mi abuelo trabajaron esta tierra. ¡Aquí están enterrados los dos!” El descontento, en la región de Atsinanana, es más sensible en la medida en que el poder no esperó mucho antes de abrirlo a los inversionistas. Alentados por el gobierno, unos empresarios chinos emprendieron el año pasado un programa experimental para triplicar la producción de arroz en una zona de cien hectáreas. Los campesinos pensaban que parte de la producción iría a parar a sus manos; los inversores esperaban recuperar todo.
Entre otras cosas, es también en esa región donde la firma surcoreana Daewoo Logistics pretende instalarse (3). El caso hizo mucho ruido en noviembre de 2008. Creada luego de la quiebra del grupo Daewoo en 1999, la empresa se especializa en la implementación de grandes proyectos de desarrollo. Una forma de “neocolonialismo” que consiste en cultivar, en un país rico en tierras pero pobre en divisas, los productos que necesitan los habitantes de los países pobres en tierras pero ricos en divisas. En Madagascar, las autoridades calculan que la porción de tierras laborables efectivamente cultivadas es de apenas el 8%. Así fue como, en mayo de 2008, la empresa surcoreana empezó los trámites para alquilarle al Estado malgache 1,3 millón de hectáreas para producir aceite de palma y maíz. El acuerdo estaba casi firmado cuando estalló el escándalo como consecuencia de un artículo de The Financial Times del 19 de noviembre de 2008.
Durante mucho tiempo, Daewoo Logistics y el gobierno malgache habían negado la existencia de un acuerdo. El ex ministro de reforma hipotecaria, Marius Ratolojanahary, juraba que se trataba sólo de prospección. Sin embargo, no hay ninguna duda sobre los resultados de esos costosos estudios. “Todo se hizo en la mayor opacidad –afirma un diplomático apostado en Antananarivo que prefiere conservar el anonimato–. Los surcoreanos hicieron sus propios estudios contratando a geómetras y geógrafos. Sobrevolaron esas regiones en helicóptero. Pero nadie fue a ver a los campesinos.” En la región de Atsinanana hay 100.000 hectáreas afectadas, de las cuales 33.000 se encuentran en el distrito de Toamasina II. Sin embargo, ni Jaonina Mamitiana, el director de desarrollo rural local, ni Philibert Randriamaharitra, el jefe del distrito, fueron informados. “¡No sabemos nada de ese proyecto y nos piden que lo hagamos aceptar por la población! A mí solamente me presentaron un plan y me dijeron que lo firme”, denuncia Randriamaharitra.
Oficialmente, los surcoreanos apuestan a la creación de unos 70.000 puestos de trabajo en todo el país y a la construcción de infraestructuras sociales como hospitales y escuelas. Los campesinos, por su parte, afirman que pelearán “hasta la muerte” para defender sus tierras: las de sus ancestros.
Habrá que ver si el cambio de poder en Antananarivo permitirá poner más distancia entre los negocios personales y los del Estado, o si las motivaciones del derrocamiento de Ravalomana se revelan más ambiguas.
Notas:
1 Fanny Pigeaud, “Madagascar, entre el mercado y la cruz”, Informe-Dipló, 27-3-06: www.eldiplo.org.
2 Esos 27 años fueron interrumpidos por los tres años del régimen de Albert Zafy, entre 1993 y 1996.
3 Peuples solidaires y Les Amis de la terre, Appel n° 326, Rennes, 14 de febrero al 1º de junio de 2009: www.peuples-solidaires.org y www.amisdelaterre.org.
El 17 de marzo de 2009, un golpe de Estado llevó al ex alcalde de Antananarivo, Andry Rajoelina, al poder de Madagascar. Este artículo, escrito antes de ese acontecimiento, analiza las razones políticas y los negocios turbios que llevaron al derrocamiento de Marc Ravalomanana. El nuevo presidente de facto anunció elecciones para octubre de 2010.
Bienvenidos a “Tikolandia”, el país donde todo se compra. Así es como la oposición llamaba a Madagascar, en referencia a Tiko, la empresa que dirige el ex presidente Marc Ravalomanana. “Administra el país como a su empresa. Considera a sus conciudadanos sus empleados. ¡Pero yo no quiero ser un sirviente de Tiko!”, exclamaba recientemente Gisèle Rabesahala, presidenta de la asociación Fifanampiana Malagasy (Comité de Solidaridad de Madagascar), fundada hace casi sesenta años para apoyar a las víctimas de la represión colonial.
Hace unos tres meses, el régimen comenzó a vacilar. A principios de enero, el joven alcalde de Antananarivo (capital del país), y actual presidente de facto, Andry Rajoelina (34 años), se puso a la cabeza de un movimiento de insurrección heteróclito. Al menos 111 personas murieron el 26 y el 27 de enero, quemadas vivas en los saqueos de los negocios, y entre 28 (según el Gobierno de entonces) y 50 (según la Cruz Roja) fueron asesinadas el 7 de febrero por la guardia presidencial cuando los partidarios de Rajoelina intentaban sitiar el palacio presidencial de Ambohitsorohitra.
Lejos quedó la época en que Ravalomanana, apoyado por las poderosas Iglesias malgaches y armado por las instituciones financieras internacionales, reunía a varios cientos de miles de partidarios en las calles de la capital (1). Su toma del poder en 2002, manchada por irregularidades pero legitimada por el apoyo popular, había despertado esperanza después de 27 años de presidencia de Didier Ratsiraka (2). Pero el Presidente que había prometido a cada familia “un Renault 4 y una heladera” fracasó. Mientras los sueldos aumentaron un 4% por año, la inflación alcanzó el 25% anual. Más del 70% de los malgaches viven hoy por debajo de la línea de pobreza.
Conflictos de interés
La oposición al régimen de Ravalomanana congregó a habitantes de los “barrios bajos”, jóvenes estudiantes salidos de la clase media, y también empresarios contrarios a la creciente influencia del grupo Tiko. Esos patrones de empresas mantuvieron financieramente el movimiento, también apoyado por los “dinosaurios”, así llamados porque integran los círculos de poder desde hace décadas. El propio Rajoelina tiene una empresa. Empezó como organizador de eventos de danza. Creador de la primera empresa de impresión digital del país, es también dueño del canal de televisión y señal de radio Viva. De hecho, la gota que rebasó el vaso fue precisamente el cierre de TeleViva, el 17 de diciembre de 2008, como consecuencia de la difusión de un discurso del ex presidente Ratsiraka desde su exilio en Francia calificado de “subversivo” por el Gobierno. “Es un canal de mierda, digámoslo claramente, pero no podíamos aceptar semejante censura”, afirmaba sin vueltas un partidario del alcalde de Antananarivo.
Directora de marketing de la Jabonería Tropical y secretaria del Consejo Nacional Económico y Social (Conecs), una de las organizaciones patronales malgaches, Nadine Ramaroson apoya a Rajoelina. “Ravalomanana es un desastre para el país –opinaba–. Acentuó las desigualdades e hizo del dinero su único objetivo. ¡Es un diablo!” Pero, bajo la pátina de un discurso muy social, a Ramaroson, que nunca sale sin su guardaespaldas y se pasea en una enorme 4x4, le cuesta ocultar sus verdaderas motivaciones. Al abrir las fronteras y seducir a los inversores extranjeros, el ultraliberal Ravalomanana redujo significativamente el peso de las empresas locales. “Salir de una economía poscolonial basada en los monopolios y los productos de renta; algunas de las grandes familias que hicieron su fortuna durante estos últimos cuarenta años no se lo perdonan”, opina Ny Rado Rafalimanana, presidente del grupo Axius, una sociedad de comercio internacional. Este hombre de 30 años, que es también presidente de un grupo de jóvenes malgaches inversores en la energía eólica, atiende en sus flamantes oficinas ubicadas en pleno centro de la capital.
Al multiplicar los controles fiscales, el ex presidente usó la vía legal para desmantelar varias empresas acostumbradas a prescindir de las reglas. Problema: él mismo parece haberse beneficiado con algunas comodidades. Un día (uno sólo), justo cuando un enorme cargamento “Tiko” llega al puerto de Tamatave, hace bajar las tasas de cambio. Al día siguiente, ya se ha restablecido el precio habitual. Otro día decide bajar los impuestos al aceite del que él es el primer importador; recientemente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le había pedido explicaciones sobre ese tema, así como a propósito de un Boeing comprado en 60 millones de dólares para reemplazar el viejo avión presidencial. “Cuando se puso a importar jabón, también bajó los impuestos para el jabón. Hoy, el jabón importado cuesta más barato que el jabón de producción local”, denuncia Ramaroson, directamente afectada.
La oposición mencionaba –sin aportar pruebas escritas– 60.000 millones de ariary (24 millones de euros) que podrían haberse ganado de no haber sido por las exoneraciones fiscales de la que se habrían beneficiado las empresas de Ravalomanana entre 2005 y 2008. En una década, la sociedad Tiko se convirtió en un conglomerado todo terreno: productos lácteos, importaciones, distribución a gran escala, construcción, hotelería, medios, piedras preciosas…
A mediados de la década del ’90, se creó en Antsirabe, al sur de Antananarivo, una granja de cría de avestruces: Madagascar Avestruces SARL. El negocio anduvo bien hasta el momento en que Ravalomanana mostró interés por el terreno ocupado por la empresa. Aunque en 1995 se había firmado un arrendamiento enfitéutico, el Estado inició todos los trámites para expropiarlo, en el marco de una declaración de utilidad pública. Oficialmente, se suponía que se iba a construir allí un predio para ferias internacionales: una vidriera de la nueva política agrícola del país. Madagascar Avestruces SARL fue desalojada manu militari, pero el predio nunca vio la luz del día. “Hoy en día se encuentran allí los campos de maíz que alimentan las vacas lecheras de Tiko”, señala Jhary Ravaloson, director de un estudio jurídico internacional que trabajó en el caso. Él mismo recuerda que al principio se había elegido otro lugar, más al norte, para ubicar ese predio, pero que finalmente, tras la expropiación, había sido comprado… por Tiko. Hoy está ocupado por un establo.
Extremos obscenos
Ankorondrano Andramaheri es uno de los “barrios bajos” de Antananarivo. Aquellos de sus habitantes que tienen más suerte trabajan en las zonas francas por un salario mensual de 50.000 ariary (20 euros), cuando la bolsa de 50 kilos de arroz cuesta 14 euros. Los demás viven del sector informal: vendedores de frutas y verduras, jornaleros, tiradores de carretas… “Aquí no se come tres veces por día, como hacen los otros malgaches, sino apenas una vez, y a veces ninguna”, indica Joseph Rakotondrasoa, presidente de una asociación de ayuda mutua. La mayoría de los niños no van a la escuela. ¡Demasiado caro! Sólo el 20% llega al bachillerato.
Regularmente, al ritmo de los proyectos industriales u hoteleros, los habitantes de los “barrios bajos” se ven amenazados con la expulsión. “Recientemente el Presidente quiso echarlos sin ofrecerles nada a cambio, pero el tribunal les dio la razón a ellos”, contaba Harimizah Rakotoarimanana, una asistente social que trabaja en las villas miseria. Sin embargo, Ravalomanana no abandonaría su idea: lanzó una nueva operación que, bajo la apariencia de una puesta en regla de las viviendas cercanas al centro de la ciudad, desembocaría en su destrucción. La mayoría de los saqueadores que murieron a fines de enero provienen de esos barrios. De allí también vienen tanto los “partidarios” de Ravalomanana como los de Rajoelina, quienes no dudan en pagar esa carne de cañón. “¿Cómo quiere usted que no lleguen a esos extremos?”, pregunta Lucile Rabearimanana, profesora de historia contemporánea en la universidad de Antananarivo. Enfrente de las chozas de madera de la villa, del otro lado del canal que oficia de frontera con la zona industrial de Ivandry, se erige un inmenso edificio de vidrio. Adentro se exhiben Porsches, Mercedes…
Bajo la I República (1960-1972), la diferencia de salario era de 1 a 8; actualmente ha pasado a ser de 1 a 100. El 70% de los gastos de la mayoría de los hogares se destina a cubrir las necesidades elementales; el resto sirve para pagar la escuela, la salud… En ese contexto, las cifras exhibidas por el gobierno –un crecimiento del 5% anual desde 2003– generaban dudas. Y teniendo en cuenta que son para beneficio exclusivo del mundo de los negocios, el costo de las grandes obras parece indecente: 37.000 millones de ariary (12 millones de euros) para el acondicionamiento del puerto de Tamatave y la ruta que lleva a la capital; 22.000 millones para la extensión del aeropuerto de Antananarivo; 3.300 millones de inversión de parte de un consorcio internacional, Sheritt International Corporation, para explotar las minas de níquel y cobalto de Ambatovy (noreste de Antananarivo)…
“Nadie fue a ver a los campesinos”
El “reformismo” del hoy ex presidente afectó también al mundo rural. Hace tres años lanzó un amplio programa de modernización de la agricultura: la “revolución verde”, que debería desembocar en la triplicación de la producción alimentaria de aquí a 2012. “Pero eso exige un tiempo que la apertura de las fronteras no nos ofrece”, explica Juscelyno Jaonina Mamitiana, director regional de desarrollo rural de la región de Atsinanana. Los campesinos de la región ya tienen alguna experiencia. Por cierto, gozan de toda una serie de programas que teóricamente los ayudan a pasar de una agricultura de subsistencia a una agricultura de mercado: Proyecto de Promoción de los Ingresos Rurales (PPRR); Madagascar Action Plan (MAP), que consiste en ayudar a treinta familias a instalarse y recibir una formación agrícola; Proyecto de Apoyo al Desarrollo Rural (PSDR). Por lo demás, en 2005 el Gobierno votó una ley que apuntaba a permitirles a los campesinos que obtuvieran títulos de propiedad por las tierras que trabajan desde hace varias generaciones y que la tradición oral les adjudica.
No obstante, es difícil que un campesino que no dispone de un euro por día para comer desembolse los 50.000 ariary (20 euros) necesarios para la instrucción del expediente, a los cuales hay que sumarles los gastos de desplazamiento de los inspectores encargados de verificar los hechos. Difícil… e incomprensible. “¿Por qué quiere usted que yo pague por un terreno que me pertenece? –se sorprende un campesino–. Mi padre, mi abuelo trabajaron esta tierra. ¡Aquí están enterrados los dos!” El descontento, en la región de Atsinanana, es más sensible en la medida en que el poder no esperó mucho antes de abrirlo a los inversionistas. Alentados por el gobierno, unos empresarios chinos emprendieron el año pasado un programa experimental para triplicar la producción de arroz en una zona de cien hectáreas. Los campesinos pensaban que parte de la producción iría a parar a sus manos; los inversores esperaban recuperar todo.
Entre otras cosas, es también en esa región donde la firma surcoreana Daewoo Logistics pretende instalarse (3). El caso hizo mucho ruido en noviembre de 2008. Creada luego de la quiebra del grupo Daewoo en 1999, la empresa se especializa en la implementación de grandes proyectos de desarrollo. Una forma de “neocolonialismo” que consiste en cultivar, en un país rico en tierras pero pobre en divisas, los productos que necesitan los habitantes de los países pobres en tierras pero ricos en divisas. En Madagascar, las autoridades calculan que la porción de tierras laborables efectivamente cultivadas es de apenas el 8%. Así fue como, en mayo de 2008, la empresa surcoreana empezó los trámites para alquilarle al Estado malgache 1,3 millón de hectáreas para producir aceite de palma y maíz. El acuerdo estaba casi firmado cuando estalló el escándalo como consecuencia de un artículo de The Financial Times del 19 de noviembre de 2008.
Durante mucho tiempo, Daewoo Logistics y el gobierno malgache habían negado la existencia de un acuerdo. El ex ministro de reforma hipotecaria, Marius Ratolojanahary, juraba que se trataba sólo de prospección. Sin embargo, no hay ninguna duda sobre los resultados de esos costosos estudios. “Todo se hizo en la mayor opacidad –afirma un diplomático apostado en Antananarivo que prefiere conservar el anonimato–. Los surcoreanos hicieron sus propios estudios contratando a geómetras y geógrafos. Sobrevolaron esas regiones en helicóptero. Pero nadie fue a ver a los campesinos.” En la región de Atsinanana hay 100.000 hectáreas afectadas, de las cuales 33.000 se encuentran en el distrito de Toamasina II. Sin embargo, ni Jaonina Mamitiana, el director de desarrollo rural local, ni Philibert Randriamaharitra, el jefe del distrito, fueron informados. “¡No sabemos nada de ese proyecto y nos piden que lo hagamos aceptar por la población! A mí solamente me presentaron un plan y me dijeron que lo firme”, denuncia Randriamaharitra.
Oficialmente, los surcoreanos apuestan a la creación de unos 70.000 puestos de trabajo en todo el país y a la construcción de infraestructuras sociales como hospitales y escuelas. Los campesinos, por su parte, afirman que pelearán “hasta la muerte” para defender sus tierras: las de sus ancestros.
Habrá que ver si el cambio de poder en Antananarivo permitirá poner más distancia entre los negocios personales y los del Estado, o si las motivaciones del derrocamiento de Ravalomana se revelan más ambiguas.
Notas:
1 Fanny Pigeaud, “Madagascar, entre el mercado y la cruz”, Informe-Dipló, 27-3-06: www.eldiplo.org.
2 Esos 27 años fueron interrumpidos por los tres años del régimen de Albert Zafy, entre 1993 y 1996.
3 Peuples solidaires y Les Amis de la terre, Appel n° 326, Rennes, 14 de febrero al 1º de junio de 2009: www.peuples-solidaires.org y www.amisdelaterre.org.