domingo, 23 de marzo de 2008

EEUU, LA OTAN Y LA NECESIDAD DE UNA NUEVA ESTRATEGIA TRANSATLÁNTICA EN EL “GRAN ASIA CENTRAL”


David García Cantalapiedra

El fin de la Guerra Fría terminó en EEUU con una determinada visión estratégica del Cáucaso y Asia Central. En ciertos círculos políticos y académicos norteamericanos se comenzó a considerar esta área incluida en el llamado Gran Oriente Medio, siendo esta zona un territorio que va desde el norte de África, pasando por Egipto hasta el Golfo Pérsico y que incluía el Cáucaso, el Transcáucaso y Asia Central. Ya el Defense Planning Guidance de 1992-1999 establecía esta área como vital: “Our strategy must now refocus on precluding the emergence of any potential future global competitor. These regions include Western Europe, East Asia, the territory of the former Soviet Union and Southwest Asia”. Esta es una visión geopolítica que se mantenía en todos los documentos estratégicos norteamericanos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y que ha trascendido públicamente en las estrategias de seguridad nacional desde la Administración Reagan hasta hoy. Así, EEUU tomará durante la mitad de los años noventa la decisión de acabar con el monopolio del control ruso sobre la energía en el Transcáucaso, desde el Cáucaso a Asia Central. Esta decisión respondía a dos objetivos: evitar cualquier intento de Rusia por volver a controlar las nuevas repúblicas de la zona (interés geoestratégico) y reconocer la importancia del acceso a ese petróleo, reclamado por las empresas norteamericanas (interés energético y económico). EEUU tenía un interés directo en diversificar y aumentar sus suministros energéticos en el ámbito mundial y en la promoción de un rápido desarrollo de las fuentes energéticas del Caspio para reforzar la seguridad energética occidental. Para ello es fundamental la independencia y estabilidad de las republicas centroasiáticas. Esto produjo un giro hacia una política de cooperación en seguridad y defensa con estos regímenes, incluyendo ayuda militar, adiestramiento e intensificación de los ejercicios conjuntos a través del programa de Asociación para la Paz de la OTAN y con la creación del GUUAM, formado por Georgia, Ucrania, Uzbekistán, Azerbaiyán y Moldavia.

Siguiendo el planteamiento estratégico previo, unido a su presencia anterior en Oriente Medio y a la instalación de bases debido a las operaciones en Afganistán, EEUU ha ido desplegando una presencia estratégica y militar en toda la zona, utilizando diferentes mecanismos durante los últimos 15 años, como la reestructuración del Plan de Mandos Unificado y las modificaciones en las áreas de responsabilidad del Mando Europeo de EEUU (USEUCOM) y el Mando Central de EEUU (USCENTCOM). Por ejemplo, en octubre de 1998 el USEUCOM incluía el Cáucaso (Armenia, Azerbaiyán y Georgia), Bielorrusia, Ucrania y Moldavia, mientras que en octubre de 2002 se incluiría a Rusia en su área de responsabilidad. Kazajistán, Kirguizistán, Turkmenistán y Uzbekistán se incluyeron en el USCENTCOM en octubre de 1999. Como vehículos de la estrategia de integrar a los Estados de esta área en las instituciones políticas, económicas y militares occidentales se encontraban la OSCE, la OTAN y sus diferentes mecanismos de cooperación y ampliación. Uno de los mecanismos fue la creación del Consejo de Cooperación del Atlántico Norte en 1991 y posteriormente el programa de Asociación para la Paz de 1994, que permitía la cooperación militar con los Estados de Europa Oriental, Cáucaso y Asia Central, y facilitaba la relación con EEUU. Desde este punto de vista, y con el desarrollo de la política norteamericana hacia la zona hasta ese momento, podemos observar la racionalidad de la concepción estratégica del Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN en 1999, y la creación de la llamada Área Euroatlántica como área de responsabilidad y actuación para la OTAN, en función de las amenazas crecientes del terrorismo, armas de destrucción masiva y Estados agresores y fallidos, y la creación de estabilidad en la zona euro-atlántica. En este sentido, se habían de entender las sucesivas ampliaciones de la Alianza y los programas de colaboración en el área, incluyendo la instalación de nuevas bases norteamericanas en Rumanía, Bulgaria y Azerbaiyán, reforzando la capacidad de proyección sobre Asia y su presencia en Afganistán, Tayikistán y Kirguizistán.

La política norteamericana desde 2005: el concepto del “Gran Asia Central”

Desgajado del Gran Oriente Medio, el “Gran Asia Central” representa un marco geográfico que incluye desde Turquía y el Cáucaso (Azerbaiyán, Armenia y Georgia) Irán, Asia Central (Kazajistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán) hasta Afganistán y Pakistán. En este sentido, esta concepción responde a una racionalización geográfica de la política de EEUU, más acorde con unas necesidades, intereses y objetivos concretos, sobre todo ante la necesidad de separar los problemas específicos de Oriente Medio, de las lecciones aprendidas en la GWOT, de la competencia energética y las consecuencias de la aparición de “espacios desgobernados” ante posibles Estados fallidos en el Gran Asia Central. Desde 2005 se reevaluó la política hacia la zona por parte del Departamento de Estado, que acabaría significando un enfoque más concreto y claro hacia la franja entre Turquía y China, y los problemas que la aquejaban. Desde este punto de vista también hay que observar la creación de la Oficina para el Centro y Sur de Asia (Bureau for Central and South Asia), absorbiendo la Oficina para Asia Central en febrero de 2006, y que el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes del Congreso norteamericano tras las elecciones de noviembre de 2006 ha establecido un subcomité sobre Oriente Medio y el Sur de Asia. Esta nueva visión se refleja también claramente en que cinco Estados cuya responsabilidad estaba incluida en la Oficina de Asuntos Europeos y Euroasiáticos (Bureau of European and Eurasian Affairs) serán transferidos a la Oficina de Asuntos del Centro y Sur de Asia: Kazajistán, Uzbekistán, Kirguizistán, Tayikistán y Turkmenistán. Estos Estados de Asia Central se unen a Afganistán, Pakistán, la India, Nepal, Bután, Bangladesh, Sri Lanka y Maldivas.

Objetivos del “Gran Asia Central”

Los principales ejes de actuación en esta concepción eran la GWOT, las relaciones con Rusia y con China, la cooperación de las instituciones euro-atlánticas con la zona y la seguridad energética: se espera extraer unos 4 millones de barriles diarios en 2015, manteniendo una serie de oleoductos y gasoductos que unan el área y que suministren a Europa y EEUU. El Departamento de Estado diseñó una aproximación basada en tres pilares que buscaban un reforzamiento mutuo: cooperación en seguridad, intereses energéticos y comerciales, y reforma política y económica. Para ello sus principales objetivos son facilitar la integración del centro y sur de Asia, parar el tráfico de drogas, e impulsar y favorecer la reforma política y económica, y en lo posible, el imperio de la ley y la expansión de la democracia. En gran medida, el núcleo de esta estrategia es integrar Afganistán, como un aliado principal de EEUU, en el “Gran Asia Central” mediante relaciones económicas con Pakistán y la India, incluyéndolo en el CAREC (Central Asia Regional Economic Cooperation) y el SAARC (South Asian Association for Regional Cooperation), y a través de la Conferencia de Donantes de Londres. La prioridad es la integración regional cada vez mayor del centro y sur de Asia para conseguir la estabilidad a largo plazo de Afganistán y sus vecinos, además de conseguir la exportación energética desde el centro al sur de Asia y la aceleración del crecimiento económico a través del comercio en la región. La Administración Bush considera estos componentes como piezas interconectadas de una visión geoestratégica comprehensiva. A través de la Conferencia de Donantes de Londres se esta invirtiendo en capacidades técnicas para la región, incluyendo transporte y comunicaciones, y el presupuesto de EEUU para el año fiscal 2008 financiará la construcción de infraestructuras relativas al transporte energético. Ambos mecanismos buscan crear un corredor que una la India, Karachi y Almati, permitiendo a la India y Pakistán participar en los asuntos de Asia Central. Incluso la India anunció su interés en la construcción de un gasoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán, apoyado por EEUU.

Desde este punto de vista, la relación estratégica que se fue construyendo desde el fin de la Guerra Fría con la India, la cual se hace oficial en 2005, es prioritaria. En este sentido, los intereses norteamericanos e indios convergen en Asia Central, donde la India tiene una base en Tayikistán: la estabilidad de Pakistán, la contención de la influencia de la República Popular China y de la expansión del terrorismo yihadista y el islamismo radical. De igual forma, la India también busca revivir las relaciones económicas tradicionales con esta área y la utilización de Asia Central como vía alternativa energética, ante su excesiva dependencia del Golfo Pérsico. A la vez, EEUU ha seguido favoreciendo las relaciones con Europa a través de la OTAN con la Asociación para la Paz y la OSCE. Por primera vez un Estado de Asia Central, Kazajistán, esta desarrollando un IPAP (Individual Partnership Action Plan), generalmente reservado para los Estados en los primeros estadios de negociación para su incorporación a la Alianza Atlántica. Otro pilar en esta política es la intervención de Japón en la zona, como uno de los donantes principales de la Conferencia de Londres y a través de la llamada Iniciativa Asia Central + Japón, con un montante de unos 2.000 millones de dólares en 2004. Además, no hay que olvidar el gran interés demostrado por Japón tras la creación por parte de la OTAN de los Global Partners.

Problemas en el diseño del “Gran Asia Central” y el nuevo Road Map para Asia Central

EEUU se enfrenta en el diseño de su política a tres problemas. Primero, la expansión de la OTAN, sobre todo en el caso de Ucrania y Georgia, como se hizo evidente en la Cumbre de la OTAN en Riga en 2006. Esto era claro sobre todo por la oposición frontal de Rusia, pero también por la posición de algunos Estados europeos, poco deseosos de enfrentarse a una serie de problemas enquistados en la zona utilizando los mecanismos transatlánticos, o incluso la OSCE, con la que la UE ha tenido ya diferencias a la hora de abordar problemas sobre derechos humanos, por ejemplo en el caso de Serbia-Kosovo. Además, la UE esta desarrollando la Política Europea de Vecindad en el Cáucaso y hacia Asia Central con objetivos y programas propios.[1] De hecho, la cooperación y división de trabajo entre EEUU y la UE hacia el Cáucaso podría conseguir la resolución de conflictos, sobre todo a través del Grupo de Minsk de la OSCE.

En segundo lugar está el tema energético, siendo uno de los objetivos principales de la política norteamericana es la salida de fuentes energéticas de la zona. Sin embargo, este objetivo tiene dos graves handicaps: la capacidad de explotación y producción es limitada y está dominada por Rusia. Además, gran parte de la infraestructura de oleoductos y gasoductos hacia el sur pasaría por Afganistán y Pakistán. Varios Estados de la zona no desean enemistarse con Rusia derivando parte de sus exportaciones hacia el sur, y están fortaleciendo su participación en la SCO debido al apoyo norteamericano a las “revoluciones de colores”.

Tercero, el problema central del diseño de esta visión estratégica es que se basa en la estabilización de Afganistán y ésta depende de la de Pakistán. El abandono por el ejército paquistaní de las zonas tribales del Waziristán y la Provincia de la Frontera del Noroeste (North-West Frontier o NWF) y la declaración del estado de emergencia convirtieron la ayuda de Musarraf a EEUU en ambigua, por lo que Washington puso sus esperanzas en un gobierno de Benazir Butto como alternativa que acabara con esta situación en la lucha contra elementos yihadistas y talibán. Sin embargo el reforzamiento de esta insurgencia en Afganistán y la progresiva desestabilización de Pakistán tras el asesinato de Butto han terminado con esta posibilidad, incluso contemplándose un empeoramiento progresivo, lo que ha permitido especular con la creación de una confederación de todas las áreas pastunes de Afganistán y Pakistán. Desde este punto de vista, la mejora de las relaciones entre la India y Pakistán sobre Cachemira y los proyectos de infraestructuras conjuntas no parecen suficientes, desde que parece que los servicios de inteligencia paquistaníes está promoviendo movimientos entre la comunidad sij de la India, e Islamabad se enfrenta a una rápida talibanización desde las áreas tribales y la provincia NWF hacia las áreas periféricas pastunes y hacia el propio Punjab. De hecho, hay grupos yihadistas no solo en esas zonas sino en las tres principales ciudades del país: Karachi, Lahore e Islamabad.

Las preferencias en el Departamento de Defensa habían entrado en la llamada Long War desde febrero de 2006, que se refleja en el Quadrennial Defense Review 2006, más acorde con una nueva visión del Departamento de Estado, que daba prioridad en la GWOT a una estrategia más comprehensiva buscando “la disminución de factores como la pobreza, la injusticia y el desgobierno que los terroristas buscan explotar”, tercer objetivo principal de la nueva estrategia nacional contra el terrorismo (US National Strategy for Combating Terrorism). Desde 2001, EEUU ha dotado en seguridad y asistencia a la reconstrucción 14.200 millones de dólares, y para los años fiscales 2007 y 2008 se han pedido 11.800 millones de dólares. Esto significa un aumento significativo comparado con otros años, dando una señal de mayor compromiso por parte de EEUU cuando ha habido muchas críticas sobre el abandono de Afganistán en relación con el enfoque en Irak. Así, la nueva aproximación del Departamento de Estado, aunque había dado sus frutos en Kirguizistán y parcialmente en Tayikistán, empero, no quería decir un pliegue total a la nueva aproximación, ya que la GWOT y ciertos intereses estratégicos de EEUU podían ser incompatibles con ella. Esto se puso de manifiesto en la relación con Uzbekistán y la posición del régimen de Islam Karimov, tras la represión de Andijan en mayo de 2005 y el posterior abandono de EEUU en noviembre de ese año de la base de Kharsi-Khanabad en este Estado.

Estos problemas han hecho que Washington haya estado reconsiderando su política hacia la zona. Esta revisión se vislumbra tras la visita del senador Richard Lugar y del jefe del Mando Central de EEUU, almirante William J. Fallon, a Turkmenistán, Tayikistán, Uzbekistán, Pakistán y Afganistán. En gran medida, la respuesta norteamericana parece que busca reafirmar los lazos bilaterales sobre todo con Uzbekistán en relación a la GWOT y Afganistán, pero también en relación con el objetivo ya establecido a mediados de los noventa de evitar que Rusia mantenga el control de la zona a través de su política energética. Lugar ha visitado Kazajistán, Azerbaiyán, Ucrania y Turkmenistán, donde ha encontrado total sintonía con los intereses norteamericanos en cuanto a “rutas alternativas para los mercados energéticos mundiales”. Sobre todo existe un gran interés en la participación de Turkmenistán en el proyecto de gasoducto Trans-Caspio. Fallon ha buscado restablecer las relaciones con Uzbekistán tras una reunión con el presidente Karimov y la cúpula de seguridad del país, que podrían llevar a reconsiderar la vuelta a la base de Khanabad y mayor cooperación en la lucha contra el tráfico de drogas con el que se financian los talibán. En este sentido, una visión más pragmática y realista de la postura norteamericana parece dirigida a contrarrestar el acercamiento de los Estados de Asia Central a Rusia y China, no tan preocupados por la falta de democracia y derechos humanos en algunos de los regimenes de la zona.

Conclusión

El giro en la política de EEUU parte del cambio en varios parámetros de la visión general del área y sus problemas. El cambio de la estrategia hacia la “Guerra Larga” (Long War) ha afectado primordialmente al “Gran Asia Central”, aceptando la necesidad de estrategias comprehensivas que incluyan iniciativas regionales, con integración y desarrollo social y económico que ataquen los agravios e injusticias de las que se aprovecha al-Qaeda. Sin embargo, la racionalización de la visión general del área en una nueva estructura regional, aunque busca la integración de Asia Central y del Sur, podría llevar a problemas de seguridad en algunos Estados, que podrían verse en situaciones complicadas entre las diferentes potencias de la zona. Aunque la política de construcción de infraestructuras y transporte de energía alternativa podría servir como instrumento destinado a romper la búsqueda del predominio de Rusia y China sobre Asia Central utilizando la alternativa del sur de Asia, los Estados de Asia Central tienen acuerdos e intereses comunes con Rusia y China en términos de desarrollo económico y seguridad, estructurados bilateralmente y a través de la SCO.

Este panorama señala el proceso de reevaluación tanto por parte de la Administración Bush como por parte de la Alianza desde finales de 2007. EEUU se había pronunciado de manera crítica con el compromiso europeo en Afganistán, en concreto con las contribuciones de tropas aliadas y con las limitaciones impuestas a éstas en las operaciones, cuestión ya discutida con escaso éxito en la cumbre de la OTAN en Riga en 2006. Esta situación era señalada claramente por la visita del secretario general De Hoop a Pakistán en mayo de 2007 y las declaraciones del secretario de Defensa norteamericano Robert Gates en la reunión de los ministros de Defensa del Consejo de Europa del Sureste de octubre de 2007 y en el Comité de Servicios Armados del Senado de EEUU el siguiente diciembre. Pero tanto en la Reunión ministerial de la OTAN en Vilna el 7-8 de febrero como en la 44ª Conferencia de Munich sobre seguridad, la posición de algunos aliados europeos sigue apostando por mantenerse involucrados en las operaciones de estabilización pero no de contrainsurgencia. De hecho, tanto el Pentágono como la Alianza se hayan inmersos en un proceso de revisión de su postura en la zona que probablemente se establezca oficialmente en la cumbre de Bucarest de la OTAN el próximo abril. De hecho, el Pentágono y el USCENTCOM han pensado en aumentar su cooperación militar con Pakistán, enviando militares norteamericanos a ese país para entrenar al ejército paquistaní en contrainsurgencia, como sugiere la visita del almirante Fallon a Pakistán y su reunión con su cúpula militar. A ello se le añade el incremento de tropas en el país, preparándose una posible “oleada” para Afganistán: ya la 24ª Unidad Expedicionaria de la 2ª División de Marines, unos 3.200 efectivos, se está preparando para el despliegue en Afganistán para ayudar principalmente a los canadienses en el Mando Regional Sur.

En este sentido, es urgente la necesidad de una nueva estrategia transatlántica hacia el “Gran Asia Central” y en concreto en Afganistán. Dentro del cambio de la postura de EEUU hacia una aproximación regional y en la OTAN hacia una estrategia comprehensiva, está claro que dentro de la serie de iniciativas que ha desarrollado la OTAN –como la Asociación para la Paz, la Iniciativa Mediterránea y la Iniciativa de Estambul–, sería el momento de que la OTAN lanzara oficialmente una Iniciativa Euroasiática o para el “Gran Asia Central”, aprovechando también la colaboración de los Global Partners ya involucrados como Japón y Australia, pero viendo posibles vías de asociación con la India. En el fondo subyace la necesidad de un cambio de visión, misión y objetivos de la OTAN: la Alianza se ve progresivamente impulsada a adoptar en alguna forma un papel global en la seguridad internacional, desde que las amenazas (y no solo el terrorismo) son globales en origen, desarrollo o consecuencias. A esta decisión se deberá aplicar la Alianza en los dos próximos años o quedar progresivamente en la irrelevancia, con lo que ello significaría para las relaciones transatlánticas y, en definitiva, para la seguridad y estabilidad internacional.

OPEP: PRESENTE, PASADO Y FUTURO


Discurso y entrevista al
Jeque Ahmed Zaki Yamani


Me han pedido que les hable, señoras y señores, sobre la OPEP: su pasado, su presente y su futuro. Para hacerlo necesitaría días, no horas, y no tengo semejante privilegio. Cuento con un tiempo limitado, tengo que atenerme a las instrucciones de mis anfitriones. Así que voy a hacer una breve valoración del pasado, presente y futuro, subrayando los puntos principales y permitiré que sean ustedes, el público, quienes me hagan preguntas sobre lo que consideran que son los puntos importantes sobre los que les gustaría que me extendiese.

La OPEP, como saben, nació en 1960. En sus 10 primeros años no tuvo impacto sobre el precio del crudo, aunque se había creado con el fin de mantener los precios a los niveles anteriores a agosto de 1960. No pudieron hacerlo. La industria del petróleo estaba en manos de las principales empresas del petróleo y eran ellas las que decidían la producción y los precios. Solíamos llamarlos precios para el pago de impuestos, o precio de referencia (posted price). Durante 10 años lo único que hizo la OPEP fue mejorar sus ingresos por barril por medio de bonificaciones, regalías, etc. Unos pocos centavos aquí, unos pocos centavos allá.

Algo que deben de comprender sobre la OPEP es que no se trata de un frente unido. Sus miembros tienen cada uno distintas políticas e intereses. Algunos disponen de enormes reservas, otros de reservas muy pequeñas. Algunos son políticamente rebeldes y otros se podrían calificar de moderados. En los primeros 10 años fue Venezuela, por un lado, quien pujaba por que aumentasen los ingresos de los gobiernos del Golfo Pérsico para que su petróleo no acabase en Norteamérica compitiendo con el de Venezuela. Por su parte, Irán, durante la era del Sha, se oponía a ello. Arabia Saudí estaba en el medio y lo que quería era acercar las posturas de ambas partes y resolver problemas.

La nueva era del petróleo llegó en 1970 cuando el precio del crudo se decidía conjuntamente entre los productores y las petroleras. Para quienes conocen la historia, hablamos del Tratado de Teherán y del Tratado de Trípoli. Después de estos tratados y durante dos años, una vez que habíamos fijados los precios de forma conjunta y establecido las normas sobre cómo aumentar los precios paso a paso teniendo en cuenta la inflación etc., nos dimos cuenta de que lo que llamábamos el “precio realizado” había subido, por lo que la OPEP merecía una mayor proporción de tal incremento. Queríamos percibir este dinero extra pero Irán se negó. Por entonces, Irán estaba en contra de cualquier aumento de los precios del petróleo. Menciono este hecho para que lo recuerden un poco más adelante durante mi charla. Pero, de pronto, Irán cambió de opinión respecto a un aumento del precio del petróleo, así que fuimos a Viena a negociar con las petroleras. Esto ocurrió sólo tres días después de la Guerra de Octubre. En Viena vimos que las empresas petroleras no querían seguir negociando con nosotros. Querían que fuésemos nosotros quienes decidiésemos el precio del crudo. Así fue como empezó la verdadera vida de la OPEP. Fuimos a Kuwait, esto fue después de la guerra, ¿recuerdan?, y decidimos subir el precio del petróleo de 3,2 dólares por barril para el crudo de referencia, es decir el petróleo arábico ligero, a 5,2 dólares por barril. Luego nos reunimos para decidir sobre medidas –y esta vez sólo se reunieron las compañías petroleras árabes– que permitiesen utilizar el petróleo como arma política en la guerra entre árabes e israelíes. Esto ocurrió hace mucho tiempo.

En fin, lo importante, lo que me gustaría explicarles, es que en la OPEP hay dos factores principales: el factor político y la mala gestión de los precios. Debo ser honesto con ustedes, aunque trabajé en la OPEP durante cierto tiempo –pero no me escucharon– la OPEP estaba mal dirigida y era esto lo que llevaba a una mala gestión de los precios, no los factores políticos. Y los factores políticos no eran las medidas sobre el petróleo tomadas por los árabes y el embargo contra EEUU, aunque pueda parecer así, pero la verdad es que resultaba una afrenta para Norteamérica enfrentarse a un embargo por parte de pequeños países como los del Golfo Pérsico y Libia. Una superpotencia no podía aceptar eso. Era demasiado. La reacción a lo que ocurrió se manifestó por etapas y de distintas formas. Todo ello sería un asunto para otra charla, y en todo caso no voy a hablar de ello hoy. Pero lo que resulta interesante es la mente de ese estratega tan inteligente, Henry Kissinger. Él consideró los distintos modos de hacer frente a la situación pero entonces se dio cuenta de que la subida del precio del petróleo –y esto puede sorprenderles– podría ayudar a restar poder a los productores árabes pues incentivaría la búsqueda de fuentes alternativas al petróleo. Llegó a un acuerdo con el Sha de Irán para ayudarle a subir al máximo los precios del petróleo al tiempo que le facilitaba la compra de armas para que se convirtiera en “el gendarme del Golfo”, tal como se le describió por entonces. El Sha encontró satisfactoria esta solución y así se hizo. Aquí pueden ver el giro de 180 grados en la política de Irán desde no querer un incremento de los precios del petróleo hasta desear una enorme subida de los mismos. Por supuesto, todo esto puede parecerles extraño.

Pero recuerdo que el Rey Faisal de Arabia Saudí estaba convencido de que una fuerte subida de los precios del crudo no era algo positivo para los productores árabes. Se oponía realmente a ello y así comenzó el enfrentamiento entre Arabia Saudí e Irán. El Rey Faisal me envió a hablar con el Sha de Irán para pedirle que detuviese su ofensiva de subida de los precios del petróleo. El Sha le contestó con un mensaje muy interesante. Le preguntó: “¿Por qué estás en contra de una subida del precio del petróleo? ¿Es para complacer a los norteamericanos? Ve a preguntar a Henry Kissinger. Es él quien desea altos precios del petróleo”. Cuando el Rey Faisal leyó este mensaje se dio cuenta de lo que había pasado y dejó de hablar con Henry Kissinger para que aconsejase al Sha de Irán que no subiese los precios del crudo. Les cuento todo esto para ofrecerles el factor político. Probablemente conocían ustedes los factores políticos obvios, pero no éste oculto y confidencial. Hubo varios factores políticos después de aquello. Tenemos la revolución iraní –un factor político–, la guerra entre Irán e Irak, otro factor. Y otros muchos factores políticos que ocurrieron desde entonces en el Golfo, la región del petróleo.

La mala gestión de los precios del petróleo se produjo cuando elevamos el precio del petróleo de la OPEP desde 5,2 dólares por barril a 11,2 dólares en solo cuatro meses. Que EEUU estaba en contra de cualquier descenso brusco de los precios del crudo y que deseaban por el contrario un precio más alto, algo entre ambos extremos, es un hecho conocido por quienes están dentro del negocio del petróleo. Así se demostró en repetidas ocasiones en la historia de la OPEP. Hay un libro, no sé si alguno de ustedes lo ha leído, llamado Un siglo de guerra, escrito por el profesor William Engdahl. Era un hombre sediento de conocimiento. En París se dedicó a recorrer las viejas librerías donde se venden libros viejos. Encontró una caja de papeles y preguntó: “¿Qué es esto?”. Le contestaron que alguien que había muerto había dejado allí sus escritos. Engdahl tomó la caja y la abrió. Allí encontró las actas de una reunión en una isla de Suecia a la que asistieron varias personas, entre ellas Henry Kissinger y la mayor parte de las empresas petroleras, cuando se decidió que el precio del petróleo debería subir un 400%. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. De 3,2 dólares a 11,2 dólares, es decir un 400%.

Bueno, les acabo de dar los factores políticos. La mala gestión de la OPEP no consistió siempre en subir los precios, a veces también en bajarlos. Esto ocurrió en 1997 cuando la economía de los Tigres Asiáticos (los países de Asia Oriental), era fuerte pero comenzaba a debilitarse. La OPEP en lugar de reducir la producción, la incrementó provocando la caída de los precios de 1998. Pero gracias al secretario para la Energía de EEUU, Bill Richardson, quien intervino para resolver el problema entre Arabia Saudí e Irán y consiguió introducir el petróleo mexicano, se detuvo la caída de los precios e incluso estos subieron un poco. Por entonces se soñaba con elevar los precios hasta 18 dólares por barril. Pero este sueño no pudo realizarse hasta principios de los noventa. La OPEP tenía lo que se llamaba una “banda de precios”, de 22 a 28 dólares. Si los precios del crudo bajaban a 22 inmediatamente reducían la producción para subir los precios. Si el precio del petróleo subía entonces a 28 dólares, tras 20 días incrementaban la producción para paliar esta situación. Si recuerdan, en el año 2003, en una reunión que se produjo en el mes de febrero en Argelia, el precio del petróleo subió no sólo a 28 dólares sino que superó los 30. Todo el mundo esperaba una reunión de la OPEP en la que se decidiese un aumento de la producción para bajar los precios. Lo que ocurrió en aquella reunión fue muy significativo. Se reunieron y decidieron disminuir la producción. Y aquello fue el comienzo de unos fuertes incrementos del precio del petróleo.

Desde entonces, la política de la OPEP ha consistido en agotar las existencias comerciales de las empresas del petróleo. La existencia comercial es la reserva que tienen las empresas y de la que quieren deshacerse para que no haya espacio para la denominada “gestión de existencias”. En el negocio del petróleo, las empresas agotan sus existencias durante el invierno para hacer frente a la demanda de esta estación y empiezan a acumular reservas en el segundo trimestre y durante el verano para poder responder a la demanda del siguiente invierno. En ese momento, las empresas del petróleo no pudieron hacer esto. Lo ocurrido el año pasado fue muy significativo. Aunque el nivel de reservas en manos de las empresas era menor de lo que se necesitaba, la OPEP redujo la producción en 1,2 millones de barriles al día, lo que provocó una fuerte subida de los precios del crudo.

Creo que ya he hablado suficientemente del pasado. Pasemos al presente. Esta es la situación actual. Los precios están disparados. De hecho, de hecho, hoy mismo en Asia el precio del WTI ha llegado a casi 100 dólares por barril; 99 coma algo. Esto es alarmante, por supuesto, para los consumidores. Tiene que ser preocupante también para los productores de crudo si miran al futuro, porque los altos precios del petróleo reducirán el consumo y alentarán la inversión en fuentes de energía alternativas. En los años setenta, el elevado precio del petróleo ayudó a crear fuentes alternativas de suministro, como el Mar del Norte, México y otros. Y estas fuentes se llevaron parte de los ingresos de la OPEP. Con anterioridad, la OPEP producía un 70% del total de la demanda mundial. Después de aparecer las fuentes alternativas esa cuota de la OPEP descendió al 30% y los países no OPEP se llevaron el 70%. Hoy en día la amenaza para la OPEP no son las fuentes alternativas de suministro sino las fuentes de energía alternativas. Esto es lo que está ocurriendo ahora.

Si me preguntan por el futuro, me resulta más fácil hablarles del futuro a largo plazo. El futuro a largo plazo puedo verlo con claridad, sin duda ni ambigüedad. Será la era de las fuentes alternativas de energía. Esto lleva tiempo, depende de otros factores, pero ya vemos señales. En Norteamérica, por ejemplo, donde la gasolina es el producto más importante en el consumo energético –el 47% del consumo es de gasolina–, cada año se produce un aumento del consumo de gasolina paralelo al aumento de la población. Sin embargo, este año, por primera vez, el consumo de gasolina en EEUU se redujo en lugar de aumentar. En los países de la OCDE, por su parte, en el total de las energías que se utilizan, el consumo del petróleo ha descendido en 400.000 barriles. Etcétera, etcétera. Por supuesto, China y la India son los dos países que están absorbiendo una mayor cantidad de crudo. Aunque en China también se utiliza de forma masiva el carbón licuado. El carbón se transforma en gasolina y en otros líquidos. Y ambos países han optado por el uso de la energía nuclear. Sobre todo en la India y en Oriente. Aquí en Europa, sin embargo, poco se ha hecho respecto a la energía nuclear, si descontamos a Finlandia. Esto es lo que se denomina el “regreso de la energía nuclear”.

Por supuesto, en lo que se refiere al consumo de petróleo, el sector del transporte es el más afectado porque no es fácil sustituir los combustibles tradicionales. Se puede reemplazar la electricidad por energía nuclear o gas. Pero en el transporte esto es algo más difícil. Lo que se está hacienda por ahora es producir bio-combustibles, normalmente metanol, que se añaden a la gasolina. También tenemos coches híbridos, que funcionan con electricidad y con gasolina. Pero el cambio de verdad se producirá el día en que pueda utilizarse el hidrógeno a un precio razonable. Esto ocurrirá en el futuro pero llevará tiempo. Así que ésta es la situación actual. Cuánto tiempo dure depende de cuánto tiempo tengamos el petróleo a precios elevados porque esto permite a las empresas y a los gobiernos de los mayores países consumidores utilizar su enorme superávit para financiar la investigación sobre fuentes alternativas de energía.

Pero estoy seguro de que ustedes están interesados en el futuro inmediato, no tanto en el futuro a largo plazo. En la actualidad tenemos, hasta ayer, una escasez en las reservas, aunque los responsables de la OPEP dirían que son los que dirigen el mercado de futuros quienes tienen la culpa de todo esto. En el mercado de futuros están las empresas, a quienes nosotros llamamos los comerciales, que no se dedican a la especulación porque realizan operaciones de cobertura. Sin embargo, también tenemos los no comerciales, en los mercados de futuros del NYMEX, o de Londres, donde se negocian miles de millones de dólares en petróleo Brent. Ellos sí especulan pero, por supuesto, son inteligentes. No es como ir al casino y apostar por un número, que no sabes si saldrá o no. No, esta gente conoce de antemano el resultado y ahí está el problema. Pero parte del motivo de la escasez de reservas, una buena parte de hecho, es la mala gestión de los precios por parte de la OPEP por haber reducido su producción. Por supuesto esta acción de los no comerciales acelerará el efecto. Hoy en día, en Asia, el precio del WTI en las transacciones electrónicas llega a 99 dólares coma algo. Se acerca a los 100 dólares por barril. Dentro de la OPEP están quienes piensan que 100 dólares es un precio justo para el petróleo. Tan solo hace década y media, 18 dólares era un sueño, algo a lo que aspirar. Por entonces 28 dólares era el máximo en el que podían pensar. Y entonces el precio del crudo subió. No hay límites. Si estás en el gobierno y estás ingresando miles de millones de dólares cada día puede que no veas nada más allá de tus narices. Estás muy contento con el dinero que recibes cada día pero no te das cuenta del precio que tendrás que pagar más adelante.

Pese a todo, vemos algunas señales para 2008. Tan solo en este mes ha habido un aumento en la producción de la OPEP, la producción real; no en el medio millón de barriles decidido por la OPEP, que hemos seguido a través de los movimientos de los buques petroleros. No, se produjeron casi un millón de barriles más. Pero debemos esperar a que los buques lleguen a su destino por lo que la reducción no es inmediata. Hay varias cosas que debemos observar para saber qué ocurrirá en el año 2008. En primer lugar, el invierno: ¿será crudo?, ¿templado? ¿o normal? En segundo lugar, ¿qué hará la OPEP? Se reunirá en diciembre en Abu Dhabi. ¿Van a aumentar la producción como dicen, y como se les está pidiendo desde la AIE (Agencia Internacional de la Energía) y desde EEUU, entre otros? ¿O no? Mucha gente piensa que no elevarán la producción. Si la incrementan y el invierno no es muy crudo, ¿cuál será el efecto? Y algo muy importante, la economía en EEUU. ¿Sufrirá una ralentización debido a la crisis de las hipotecas inmobiliarias? ¿O se va a fortalecer? Estoy seguro de que todo el mundo entre el público está siguiendo estos acontecimientos y sabe lo que está ocurriendo. Si la economía norteamericana sufre un frenazo, China se verá afectada. La relación entre China y EEUU es muy interesante. Es una relación de amor-odio, porque China depende de la economía norteamericana. La mayor parte de las exportaciones de China van a EEUU y, como saben, China es una economía orientada hacia la exportación. EEUU, por su parte, depende de China porque vive con importantes déficit debido a sus ambiciosos gastos en las guerras de Irak y Afganistán. Ocurre lo mismo con otras guerras y con la llamada “guerra contra el terrorismo”. Todo esto exige dinero. Así que piden dinero prestado y la mayoría de estos préstamos proceden de China, quien, en lugar de quedarse con el dinero procedente de ese superávit del déficit comercial que tiene con EEUU, compra bonos del Tesoro y lo invierte en EEUU. Ahora bien, si algo le ocurre a la economía norteamericana y el dólar continúa cayendo, China se encontrará con una situación distinta y con menos dinero para invertir si quieren seguir con su política de inversiones. Norteamérica debe ir al mercado abierto para absorber ese dinero, lo cual no es bueno para la economía norteamericana, ya de por sí en baja forma. Hay que estar atentos a la economía norteamericana. ¿Se producirá una recesión en EEUU? ¿Una desaceleración? Nadie lo sabe realmente.

Por supuesto hay otras preguntas. ¿Atacará EEUU a Irán? Respecto a esta pregunta existen dos escuelas de pensamiento. Todo el mundo puede tener sus propias ideas sobre este asunto. Si EEUU ataca Irán, será un acontecimiento significativo y su efecto –por supuesto aquí tenemos otro “si”– si los iraníes reaccionan, lo cual es lo más probable, será horrible para todo el mundo. Como ha dicho el presidente Hugo Chávez, el precio del petróleo subirá a 200 dólares. Normalmente no presto mucha atención a sus declaraciones pero en esta ocasión creo que tiene razón, porque si Irán cierra el estrecho de Ormuz, estamos perdidos. Que Dios nos ayude a todos. Las primeras economías en colapsar serían la china y la india y, como no, la economía norteamericana iría después. Los estadounidenses pueden vivir sin los 16 millones de barriles diarios procedentes de los productores del Golfo a través del estrecho de Ormuz; ellos cuentan con sus reservas estratégicas y alguna producción autóctona. ¿Pero un precio de 200 dólares el barril? Eso es demasiado, incluso para EEUU.

Por otro lado está Europa. Quizá Alemania tenga una buena reserva estratégica y puede que Gran Bretaña sea capaz de sobrevivir algún tiempo, pero no el resto de los países europeos. Y ¿qué ocurre con los países en desarrollo, unos 75, a menos que la OPEP aumente de inmediato su producción? Así pues, éste es el retrato para 2008. Pero yo estoy convencido de que a medida de que nos adentremos en el futuro, llegarán fuentes alternativas de energía. Ya lo estamos viendo en el mercado y es la política oficial de los principales consumidores, en especial de EEUU.

Turno de preguntas y respuestas

P: ¿Tiene alguna postura o idea sobre cual debería ser el precio del petróleo para que la economía mundial sea sostenible como lo ha sido hasta ahora? Incluso triplicándose este precio la economía no se ha ralentizado en absoluto. Las bolsas están subiendo y a pesar de tener la crisis de las hipotecas basura en EEUU la economía no se está desacelerando. ¿Hasta qué precio se puede mantener la situación?

Mi otra pregunta es: Usted ha indicado que una de las políticas de la OPEP era mantener un precio que fuese la suficientemente bajo para que las fuentes alternativas no resultasen competitivas. En este sentido, ¿hasta qué punto el coste de la energía nuclear es algo que usted ha considerado? Como usted ha dicho el petróleo es necesario para el transporte, por lo que da lo mismo el precio que se le ponga pero podría haber sido sustituido hace 20 años por energía nuclear. ¿Hasta que punto tenían ustedes la energía nuclear en mente cuando intentaban decidir los niveles de precios?

R: Doy gracias a Dios todopoderoso por no ser en este momento el hombre que debe decidir cuál debe ser el precio del petróleo. Si usted habla en la OPEP nada por debajo de 100 dólares les parece justo, al menos a algunos de ellos. Pero no ocurre lo mismo con todos los productores de la OPEP. Sé que Arabia Saudí ha empezado a considerar una bajada de los precios. El mes pasado empezaron a hacer algo muy importante: aumentaron el diferencial del valor. El diferencial del valor es la diferencia entre el precio del crudo ligero y el precio del crudo pesado. El crudo pesado ha sido demasiado caro en los últimos dos o tres años, por lo que las refinerías que no cuentan con instalaciones para realizar el proceso de cracking no podían comprar este tipo de crudo porque era demasiado caro. Y la mayor parte de los excedentes actuales en Arabia Saudí son de crudo pesado. Este país ha aumentado el diferencial del valor, especialmente para EEUU, en las últimas semanas y esto es exactamente lo que necesitan las refinerías que no tienen instalaciones para hacer cracking. Así que han empezado a comprar en EEUU. Esto es un indicio y creo que aceptarán un precio más bajo que el actual. Sin duda, el presupuesto de Arabia Saudí puede vivir fácilmente con un precio de 50 dólares el barril. ¿Hasta qué punto puede Arabia Saudí ejercer su influencia? Tenemos vecinos en Irán, por ejemplo, que desean por lo menos 100 dólares y tenemos un colega en la lejana Sudamérica, en Venezuela; ellos no se conforman con menos de 100 dólares. Como ya he dicho, la OPEP no tiene una única voz. Cada miembro de la organización opina de una forma distinta. Así que si yo pienso, lógicamente, quizá 50 sea suficiente para los países consumidores que están buscando buenos ingresos de las petroleras que pueda invertirse en fuentes alternativas de energía porque es algo imprescindible para ellos. Seguirán en el empeño. El objetivo de estos países es reducir gradualmente su dependencia del petróleo hasta acabar por eliminarla por completo. Así que puede que alcancemos los 50 dólares, pero por favor no me citen como fuente.

Su segunda pregunta se refería a la energía nuclear. El problema de la energía nuclear no es solo una cuestión de seguridad. Pienso que esto es algo que pueden aceptar ahora y que están dispuestos a olvidar Chernobyl, Three Mile Island y todo eso. El problema real es la fuerte inversión de capital. A partir de ese coste inicial el coste operativo es muy pequeño. Se puede producir energía eléctrica a partir de la energía nuclear con muy poco dinero, si se compara con el petróleo o con otras fuentes. Así que lo que están hacienda ahora es realizar fuertes inversiones de capital para lo cual están acudiendo a los bancos. Está ocurriendo ahora mismo, si observamos el número de nuevas plantas nucleares en China, Japón, Corea del Sur y la India. Las plantas nucleares están aumentando sin cesar. Incluso en EEUU están empezando a renovar sus antiguas plantas y ampliar su vida útil. En la actualidad tienen un buen número y hay otras en proyecto. Vuelve lo nuclear. Es un hecho. La inversión se limita al capital inicial. Pero una vez que la cosa está en marcha el coste es inferior a cualquier precio del petróleo. También tenemos el carbón para licuar. Aquí la pionera es China porque dispone de una enorme cantidad de carbón. China ya tiene cuatro plantas terminadas; una de ellas con Shell. También tenemos el gas que es una fuente de energía limpia. Se convierte el gas en líquido. Este proceso ya está demostrado y se está llevando a cabo en Qatar. El gas es también importante en otras zonas. Se puede convertir el gas en líquido y transportarlo. Incluso los aviones pueden volar ya con gas, y eso es lo que ha hecho Qatar. Han comprado aviones capaces de utilizar el gas como combustible. Pero lo nuclear vuelve de todas formas porque, a fin de cuentas, es barato.

En referencia al dólar, es cierto, el dólar ha bajado. Y con su bajada, se redujeron los ingresos reales de los productores de petróleo. Pero si examinamos lo que ha bajado el dólar, el precio del crudo debería situarse en los 80 y muchos dólares. Eso por un lado. A lo largo de la vida de la OPEP ya hemos vivido esta situación de devaluación del dólar, por ello creamos la llamada “cesta de Ginebra 1” que posteriormente pasó a denominarse “Cesta de Ginebra 2”. Esto es algo muy conocido. Después de ello el dólar subió de forma espectacular. En la OPEP nos encanta el dinero, claro. Pero es natural. El dinero gusta a todos los seres humanos. Así que volvimos al dólar. Luego el dólar bajó y quisimos pasar del dólar al DEG (Derechos Especiales de Giro) pero no pudimos por distintas razones.

He dicho que la OPEP no tiene un frente unitario. Hemos abordado ese tema respecto a la energía nuclear. Si queremos analizar la disputa entre Irán y Norteamérica, no se trata en realidad de la energía nuclear únicamente. Por supuesto a EEUU le preocupan los intereses de Israel, quien a su vez no quiere que Irán sea un vecino poderoso. Ya tiene armas convencionales y se está convirtiendo en una auténtica potencia, la mayor potencia del Golfo. Israel no desea esto ni tampoco por supuesto lo desea EEUU porque en los noventa, cuando George Bush padre vino a liberar a Kuwait, en realidad vino también a establecer una presencia militar permanente en el Golfo. Pero cuando llegó su hijo e invadió Irak, lo que hicieron en realidad fue darle un mayor poder a Irán. Este país se convirtió en una gran potencia, les guste o no a los norteamericanos. La invasión de Afganistán y el derrocamiento del régimen talibán también ayudó a Irán. Los talibán son suníes... gente fanática. Luego llegó EEUU e invadió Irak. Y ahora la situación real es que Irák está ocupada por los estadounidenses y gobernada por los iraníes. Esta es la realidad. El problema ahora, amigos míos, no es lo que parece según (el jefe de la política exterior de la UE, Javier) Solana, y otros, es decir la energía nuclear, porque este asunto viene desde los tiempos del Sha. Él introdujo la energía nuclear y quiso que su país fuese una potencia nuclear. Israel se opone a esto porque quiere ser la única potencia nuclear de la región. El problema es más complicado que eso. Puedo darles una conferencia analizando la situación durante dos o tres horas más. Lo que EEUU quiere es negociar con Irán sobre Irak. Cuando miras a EEUU ves que tienen una agenda, un objetivo. Quieren que los iraníes se retiren y les den paz en Irak. La situación de Irak es una baza para los iraníes a la hora de negociar. Si EEUU puede y quiere ceder algo a los iraníes puede que estos accedan a llegar a un acuerdo, pero cualquier acuerdo tendrá que ver con la presencia militar de los norteamericanos en el Golfo. Lo que hizo George Bush padre. Esta situación, amigo mío, es tremendamente complicada. No deberíamos de mirar realmente al precio del petróleo, si es bueno o malo, eso es muy peligroso. Cuando se contempla la situación si ponerse de un lado ni de otro, creo que la respuesta difiere de lo que ustedes creen. Ustedes son productores de petróleo. En mi Centro de Investigación hemos realizado muchos estudios acerca de la necesidad que tiene Irán de energía nuclear. Estuvimos dos días allí, hablamos con altos cargos iraníes y sabemos que necesitan electricidad. Lo entendemos. Pero, amigo mío, tenemos que velar por nuestros intereses a largo plazo y comparar. Vuestro problema con EEUU no se resuelve con un ataque. No nos digan que no van a atacar. Hay algunas personas dentro de la Administración norteamericana que realmente desean atacar, pero este es el último año de George Bush hijo, por lo que quizá no puedan hacerlo. Ahora bien, lo desean. Como saben ustedes, hay quienes dicen que EEUU nunca atacará porque el presidente no tiene el poder constitucional de declarar una guerra. Esto sólo puede hacerlo el Congreso. Pero él puede hacerlo si esgrime motivos de defensa. Así que si EEUU puede provocar a los iraníes, quienes como bien saben ustedes son listos, desean ser provocados. Si se les provoca y ellos pueden hacer cualquier cosa que pueda verse como un ataque contra intereses norteamericanos, actuarán. O harán que actúe Israel, reaccione Irán o no. No se puede descartar ninguna de las dos posibilidades, pero atacar a Irán es un error mayúsculo. Lo sabemos y es además un error que perjudicará al mundo entero. Estoy seguro, por lo tanto, de que los europeos están preocupados, los chinos están asustados, nuestros amigos en Rusia, a lo mejor. Han sido sus amigos hasta ahora, pero esa amistad se basaba en intereses mutuos. Si el precio del crudo sube a 200 dólares, los rusos volverán a ser ricos porque podrán exportar su petróleo y obtener elevados ingresos.

P: Encuentro muy interesante lo que ha dicho sobre los acuerdos secretos entre Henry Kissinger y el Sha de Irán para hacer subir los precios del petróleo. Usted dice que la política de los países consumidores, en especial de los principales países consumidores, sigue siendo el liberarse de la dependencia del petróleo y lo hacen, supongo, manteniendo los precios altos. Y usted dice además que un eventual ataque contra Irán dispararía los precios. Desde ese punto de vista uno puede imaginar que algunas personas en EEUU estarían interesadas en atacar Irán simplemente para provocar una escalada de precios y favorecer su objetivo de acabar con la dependencia del petróleo.

Y una segunda pregunta muy breve: ¿Ve usted algún futuro, digamos en los próximos dos años, para los contratos de petróleo en euros? Es decir que se cambien las denominaciones de los precios del crudo de dólares a euros?

R: En respuesta a la primera pregunta: si nos fijamos en los intereses norteamericanos, hay quien piensa que EEUU, como cualquier otro consumidor, debería estar interesado en una bajada de los precios del petróleo. Esto no es cierto. Desean tener un precio que no sea demasiado bajo ni demasiado alto, excepto si existe una motivación política. EEUU está formada por muchos estados: estados productores como Texas, Oklahoma, California, etc., y estados consumidores como Massachussets, Nueva York y los demás. Así que si nos fijamos en el interés de los estados productores, EEUU necesita precios del crudo altos. Si nos fijamos en los intereses de los estados consumidores se necesitan precios bajos. Un precio intermedio sería el precio adecuado para EEUU. Por ejemplo, cuando en Arabia Saudí se intentó subir el precio en 1985, por otro motivo, se trataba de una decisión política. George Bush se alarmó tanto que vino a hablar con nosotros. Yo tuve una larga conversación con él y él hizo una declaración –pueden buscarla en los archivos– indicando que cualquier precio por debajo de los 18 dólares era contrario a los intereses nacionales de EEUU. Les cuento esto para que puedan entender. Pero cuando Henry Kissinger lo hizo –y tengo pruebas de ello, no me lo estoy inventando– lo hizo con el fin de castigar a los pequeños países árabes que se levantaron contra una superpotencia. Quiso despojarlos de semejante poder y lo consiguió con un precio alto del petróleo. Cuando se trata de examinar estas cuestiones, o te vuelves codicioso y quieres un precio alto del crudo o tienes un punto de vista estratégico a largo plazo y quieres un precio que no sea demasiado alto.

La segunda pregunta se refiere al euro. Debemos distinguir entre dos cosas distintas al fijar el precio del barril con esta moneda. Como les he dicho, empezamos con el dólar porque era la moneda dominante en el mundo y tenemos lo que se llama el euro-dólar. Es la única moneda que puede expandirse todo lo que se quiera. Tan sólo tiene un límite: el dólar norteamericano. Pero un día la OPEP tomó una decisión –esto es conocido– y establecimos una cesta con seis monedas distintas. Y luego cambiamos aquella cesta por otra con lo que llamamos un promedio ponderado. Después abandonamos esta cesta y volvimos al dólar porque la divisa norteamericana estaba en alza. Queremos dinero. Más tarde algunos países, especialmente Irán, quisieron dejar el dólar y pasar al DEG; otra cesta conocida por parte del público. No funcionó. Ahora tenemos que diferenciar dos cosas: la divisa con la que fijamos el precio –y esto se define por cuánto ganas como productor por tu barril– y la divisa que se utiliza para comprar el barril de crudo. Si ustedes y los países de la OPEP empiezan a utilizar el euro, el valor del euro se dispararía. No sería bueno para los europeos porque para un país como Alemania, también orientado hacia la exportación, sus bienes de consumo no serían competitivos en el mercado si el euro tuviera un valor alto. Los británicos ya están sufriendo por el alto valor de su libra esterlina. Así que debemos distinguir entre cómo fijar los precios y cómo cobrar. Si los pagos se realizan en dólares, significa que quien quiera comprar un barril de crudo debe comprar dólares. Así que hay una demanda de dólares. Cuando dejes de hacer los pagos en dólares, el valor de esta divisa sufrirá una brusca depreciación. Así que estas cosas son muy complicadas. Sé que tanto nuestros amigos de Irán como nuestros amigos de Venezuela prefieren el euro, o cualquier otra moneda, pero aquellos productores de la OPEP que no quieren perjudicar a EEUU, no creo que dejen el dólar. Se quedarán con él. Es un asunto muy complicado. Hay que observarlo desde el punto de vista del mercado del dinero pero también desde un punto de vista político.

P: Hemos hablado desde el lado de los proveedores del mercado. Es lógico porque sabemos que quizá haya restricciones en el suministro e incapacidad para producir lo suficiente. Pero hay un lado de la demanda en la ecuación. Usted ha hablado sobre China. ¿Cree que podría haber cierta lógica en el argumento norteamericano de que China debería permitir una apreciación importante de su moneda porque si se mira desde el punto de vista de reducir el crecimiento de la producción en China, esto quizá podría resolver bastantes problemas porque la situación actual –y esto enlaza de alguna manera con su argumento sobre las divisas– es que China desearía diversificar sus reservas de divisas y no limitarse al dólar, lo que supondría reenviar el problema a algún otro país y tenemos una apreciación general significativa del dólar. Así que esa apreciación a la que China se niega repercute en Europa y en otros países que terminarán por sufrir el problema. ¿Podría ser China una solución general a varios problemas si permitiesen una apreciación?

R: Señor, me huelo por su pregunta que es usted norteamericano (EL INTERPELANTE RESULTA SER DANÉS). ¿Danés? Ah, muy interesante. Mi poder olfativo es... (RISAS).


EEUU desea sobrevalorar la moneda china, sobre todo por el déficit comercial, porque la mayoría de los productos que se fabrican para la exportación en China van a Norteamérica. Y si el valor, o el precio de los productos chinos, sube un poco se reduciría el déficit comercial. Así que hay otro objetivo. En cualquier caso, China necesita energía. Y se trata del país más activo en cuanto a diversificación. Sabe usted que hace dos años construyeron cinco presas. Y ahora están produciendo electricidad, hidroelectricidad, y están embarcados también en este proyecto del carbón licuado, que es muy atractivo, y también la energía nuclear. Se están diversificando enormemente. Están intentando reducir su consumo de petróleo. Las importaciones de petróleo que están haciendo ahora no son para consumo. Han decidido crear una reserva estratégica para 30 días de consumo, están construyendo y comprando para esa reserva estratégica. Así que China no dejará de importar petróleo por culpa de su divisa. China es una gran potencia económica ahora. Pronto será más importante que la economía norteamericana. Por supuesto, Japón ocupa el número dos pero pronto China estará en esa posición. Así que yo no relaciono sobrevaloración o infravaloración de la divisa china con la energía. Lo vinculo a la relación entre los dos socios. Estoy fascinado por la relación de amor-odio entre los dos países, EEUU y China.

OCCIDENTE ANTE EL DESAFÍO DEL ISLAMISMO RADICAL: UN ENSAYO DE INTERPRETACIÓN


Juan Avilés

La percepción de que las relaciones entre Occidente y el Islam van mal ha arraigado en los ciudadanos de ambos mundos, como lo muestra por ejemplo una encuesta del Pew Research Center del año pasado (The Great Divide: How Westerners and Muslims View Each Other, 2006). La gran mayoría de los encuestados, tanto en países occidentales como en países musulmanes, coincidieron en que las relaciones son malas. Esa es la opinión, por ejemplo, del 61% de los españoles, pero llama la atención que de todos los grupos encuestados en 13 países, el más optimista sea el de los musulmanes residentes en España, pues casi la mitad de ellos piensa que las relaciones son buenas. Según la misma encuesta los principales defectos que los musulmanes perciben en los occidentales son los de ser egoístas, violentos e inmorales, mientras que los principales defectos que los occidentales ven en los musulmanes son los de ser fanáticos y violentos.

Respecto a la contraposición en términos estrictamente religiosos, según otra encuesta del año 2005, realizada por el mismo centro, el 63% de los turcos, el 58% de los marroquíes y el 57% de los indonesios declaran tener una imagen desfavorable de los cristianos, por no mencionar las grandes mayorías que en todos los países musulmanes tienen una imagen desfavorable de los judíos (Islamic Extremism, 2005). La opinión que los occidentales tienen de los musulmanes no es tan mala, pero el 51% de los holandeses, el 41% de los alemanes y el 34% de los españoles declaran en dicha encuesta tener de ellos una imagen desfavorable, un porcentaje que en cambio se reduce mucho en el Reino Unido y EEUU.

Por supuesto, contraponer los valores y las percepciones de los países occidentales y los musulmanes en bloque representa una simplificación, porque ciertos valores son comunes a todos ellos, en otros aspectos hay una gran diversidad entre los propios países occidentales y en otros más esa diversidad se da entre los musulmanes. La democracia, por ejemplo, representa un valor compartido, pues aunque muy pocos países musulmanes gozan de ella, la mayoría de sus ciudadanos coinciden con los occidentales en apreciarla. Según las encuestas del World Values Survey, el porcentaje de quienes tienen una opinión favorable de la democracia suele oscilar entre el 85 y el 98 tanto en el mundo islámico como en el occidental. En el tema religioso las diferencias son mayores, pero si bien los musulmanes destacan por su religiosidad no menos notable es la diferencia que se da entre europeos y americanos. A la pregunta de cual es la importancia de Dios en su vida, con un valor 1 para nula y 10 para máxima, las medias de los países musulmanes se sitúan por encima del 9, pero lo mismo ocurre en México y las de Chile, Argentina y Estados Unidos superan el 8, mientras que la de España queda por debajo del 6 y las de Gran Bretaña, Francia y Suecia caen por debajo del 5 (www.worldvaluessurvey.org). Y si queremos comprobar las diferencias entre los países musulmanes, nada mejor que fijarnos en el número de hijos por mujer: más de seis en Afganistán y Yemen, más de cinco en Palestina y más de cuatro en Irak, Pakistán y Arabia Saudí, pero tan sólo dos en Irán y Túnez y poco más de dos en Indonesia, Argelia y Marruecos. A efectos comparativos conviene recordar que la cifra es de 2 en Estados Unidos, 1,9 en Francia y 1,3 en Alemania, Italia y España (World Population Data Sheet 2006, www.prb.org). Así es que, quien lo diría, en un aspecto tan crucial de la vida privada estadounidenses, franceses e iraníes tienen el mismo comportamiento medio.

Pero con todas las matizaciones que exige esta diversidad interna de ambos mundos, hay que reconocer que el desencuentro actual entre Occidente y el Islam representa un problema grave, porque las relaciones entre ambos son cruciales para nuestro futuro. Desde la perspectiva específicamente europea, las relaciones con el Islam tienen una importancia fundamental por al menos cuatro motivos: la conflictividad del mundo islámico, la dependencia energética de Europa, los flujos migratorios y el terrorismo yihadísta.

De todos ellos, el que ha llevado a que el tema de las relaciones entre el Islam y Occidente se convierta en un asunto de máxima relevancia, ha sido el de la internacionalización del terrorismo yihadista, que se ha traducido en atentados indiscriminados contra civiles occidentales. Este factor incide además en los otros tres citados anteriormente. El recurso al terrorismo ha hecho mucho más sangrientos los conflictos palestino-israelí, libanés y argelino y, en estos días, lo mismo ocurre en Irak. La amenaza terrorista representa un peligro potencial para las instalaciones petrolíferas de Oriente Medio. Y la participación de musulmanes europeos en atentados cometidos en Europa y fuera de ella es el elemento más inquietante en relación con las comunidades musulmanas europeas. El terrorismo que llamamos yihadista, es decir, el que pretende actuar en cumplimiento del mandato divino de defender al Islam, representa la manifestación más violenta de un movimiento más amplio, que se suele denominar de distintas maneras: islamismo, fundamentalismo islámico e islamismo radical. Su objetivo es la sumisión de las sociedades musulmanas a la literalidad de los principios proclamados en los textos primigenios del Islam y esta pretensión de retorno a los orígenes implica un rechazo frontal de buena parte de los valores esenciales de la modernidad, que los islamistas radicales presentan como innovaciones venidas de Occidente e incompatibles con el Islam.

Para evaluar la amenaza que para Occidente suponen el islamismo radical, y en especial el terrorismo yihadista, resulta crucial establecer cuál es el paradigma interpretativo que mejor puede explicar el fenómeno. Simplificando un poco se puede decir que se han propuesto tres, que yo denominaría “paradigma del choque de civilizaciones”, “paradigma de la respuesta del Tercer Mundo” y “paradigma de la modernización conflictiva”.

El choque de civilizaciones

Este paradigma interpreta el terrorismo yihadista contra Occidente como una continuación, por otros medios, del expansionismo islámico que comenzó en tiempos de Mahoma. Al-Qaeda reemprendería contra Occidente el combate que en su día protagonizaron omeyas, almorávides, almohades y otomanos. Este paradigma enfatiza que la ideología de Bin Laden tiene sus raíces en el propio Corán, el cual contiene explícitas llamadas a la guerra contra los infieles. Los defensores de este paradigma tienden a considerar que todos los islamistas tienen el mismo objetivo y a ver en los musulmanes de Europa una quinta columna potencial. Estaríamos pues ante un choque entre Occidente y el Islam equiparable al choque que antaño protagonizaron Occidente y el bloque soviético.

La respuesta ante la amenaza debería, por tanto, centrarse en el rearme, en el triple sentido de rearme militar, con fuerzas de intervención apropiadas a las nuevas exigencias, de rearme legal, con nuevas leyes para combatir la nueva amenaza terrorista, y de rearme moral, en el sentido de una reafirmación de los valores de la tradición judeocristiana. Este último punto es importante, porque los defensores de este paradigma suelen a menudo defender también la tesis del declive europeo. Sostienen que una Europa que da la espalda a los valores judeocristianos, que se halla en plena decadencia demográfica, que está perdiendo competitividad económica y que carece de la convicción moral necesaria para defenderse, será vulnerable a la amenaza islamista. Incluso se evoca el espectro de “Eurabia”, es decir, de una Europa sometida al Islam.

La respuesta del Tercer Mundo

Este segundo paradigma refleja la frecuente tendencia de sectores relevantes de la cultura occidental a culpar al propio Occidente de todos los males del mundo. Desde este punto de vista, el islamismo no sería tanto un fenómeno religioso, ni mucho menos una continuación por otros medios del tradicional expansionismo islámico, sino una respuesta al imperialismo occidental. El pecado original estaría en el colonialismo europeo, y el problema se habría agravado con la creación del Estado de Israel, con las intervenciones occidentales en el mundo musulmán y con el apoyo que Occidente presta tanto a Israel como a unos gobiernos árabes reaccionarios y corruptos que impiden el progreso de sus pueblos. En resumen, el islamismo representaría, bajo un discurso religioso, una nueva manifestación de la lucha antiimperialista, y por tanto respondería en último término a la injusticia del orden mundial impuesto por Occidente. Y puesto que este paradigma tiende a asociarse al relativismo cultural, a menudo va asociado a una crítica de la pretensión de que los valores universales defendidos por Occidente sean superiores a los de la tradición islámica.

Los paradigmas que acabo de resumir apuntan a elementos reales del problema. No hay duda de que los islamistas radicales e incluso los terroristas yihadistas basan su doctrina en los textos sagrados del Islam y que las llamadas a la yihad que se hallan en estos son llamadas a la guerra contra los infieles. Por otra parte, también es cierto que las simpatías que despiertan en amplios sectores musulmanes tanto el islamismo radical como incluso el terrorismo antioccidental se explican en parte por un sentimiento de agravio frente a Occidente que no es del todo infundado. Creo, sin embargo, que tales paradigmas son fundamentalmente erróneos y llevarían a resultados perniciosos si se convirtieran en la base de la política occidental. El primero llevaría a inventarse un enemigo y el segundo a una parálisis derivada del sentimiento de culpa.

El paradigma del choque de civilizaciones lleva a convertir en una confrontación irresoluble lo que no son sino un conjunto de dificultades en las relaciones mutuas. No hay de hecho un choque global. Los conflictos que padece el mundo islámico no son en su mayoría resultado de un choque entre el Islam y Occidente, sino conflictos civiles en el seno de las sociedades musulmanas. El actual conflicto de Irak, por ejemplo, se inició sin duda por la desafortunada decisión de intervenir que tomaron el presidente Bush y sus aliados, pero a día de hoy es básicamente un conflicto sectario entre suníes y chíies: basta fijarse en las víctimas de los atentados para comprobarlo. Las comunidades musulmanas de Europa tampoco representan quintas columnas hostiles, aunque en su seno se producen sin duda procesos de radicalización minoritarios. Y, sobre todo, para combatir el terrorismo yihadista, no conviene darle la razón al afirmar que Islam y Occidente son incompatibles. Resulta por el contrario muy útil la cooperación policial con los gobiernos musulmanes.

La cooperación policial con los gobiernos musulmanes resulta, sin embargo, el típico ejemplo de lo que no se debe hacer si se adopta el paradigma tercermundista, pues equivaldría a cooperar en la represión ejercida por unos gobiernos autoritarios y corruptos. El problema es que, de acuerdo con este paradigma, los gobiernos occidentales no podrían hacer casi nada. Fomentar las relaciones económicas con el mundo islámico sería potenciar una globalización que se considera dañina. Intervenir en misiones de paz en lugares en conflicto, Afganistán por ejemplo, sería una forma de imperialismo. Apoyar a los gobiernos musulmanes existentes sería hacerse cómplice de ellos. Y criticar la carga reaccionaria del islamismo radical sería una muestra de etnocentrismo occidental. De ahí que este paradigma se preste más a la crítica intelectual que a la acción de gobierno. El problema es que, en la medida en que alcanza una influencia cultural y mediática, puede deslegitimar cualquier política efectiva.

La modernización conflictiva

En mi opinión, para comprender el problema hay que recurrir al tercer paradigma, según el cual el islamismo radical y el terrorismo yihadista surgen a partir de tensiones internas de las sociedades musulmanas, pero pueden entenderse en el marco de un proceso planetario, el de la modernización. En los dos o tres últimos siglos la humanidad está experimentando un cambio radical en las estructuras básicas que condicionan su vida, lo que lleva necesariamente a una readaptación de los sistemas de valores y las pautas de comportamiento tradicionales. Y, a su vez, esa crisis puede facilitar el éxito de ideologías omnicomprensivas, que pretenden restablecer las certidumbres tradicionales o imponer otras nuevas, mediante el recurso a la violencia y el autoritarismo. En España, el primer franquismo representó un intento de reimponer a una sociedad plural los valores de la España imperial y del catolicismo tridentino. Y en la Europa del siglo XX las utopías que pretendían crear un mundo nuevo en ruptura con la tradición humanista de Occidente condujeron a las aberraciones del estalinismo y el nazismo. Ni en el caso de Europa, ni en el de Asia oriental ha sido el proceso de modernización un camino de progreso pacífico e ininterrumpido, sino que a lo largo del siglo XX fue acompañado de conflictos que se caracterizaron por un extraordinario grado de violencia.

Desde esta perspectiva histórica no resulta sorprendente que también en el caso de muchos países musulmanes, no necesariamente de todos, el proceso de modernización, que sólo ha cobrado ímpetu bien entrado el siglo XX, vaya acompañado de una proliferación de conflictos y del auge de ideologías extremistas. Es cierto que, a diferencia del nazismo, el estalinismo y el maoísmo, el islamismo radical se basa en los principios religiosos tradicionales y su utopía no se emplaza en el futuro sino en un pasado idealizado. Pero conviene recordar que en la Europa de los siglos XVI y XVII fueron los conflictos religiosos los que ensangrentaron el continente, preparando quizá con ello el auge de la secularización que comenzó en el siglo XVIII. En particular, la Ginebra de Calvino representó una experiencia teocrática que, en su afán de controlar la moral privada de los ciudadanos no estaba demasiado lejos de los actuales propósitos islamistas más radicales.

¿Por qué ocurre todo esto? Son muchos los motivos que los estudiosos han aducido para explicar el auge del islamismo y no resulta sencillo evaluar la importancia relativa de cada uno. Son, sin duda, factores importantes el sentimiento de fracaso y la nostalgia de un pasado glorioso, la impopularidad de los gobernantes, el temor a algunas consecuencias de la modernización, la reacción identitaria frente a la hegemonía occidental, la falta de perspectivas de las generaciones jóvenes, la utilización de las nuevas tecnologías de la información y, en el caso de los musulmanes europeos, los sentimientos de desarraigo respecto a la sociedad en la que viven.

Sentimiento de fracaso y nostalgia del pasado

El mundo islámico en general y el mundo árabe en particular tienen pocos motivos, aparte del maná petrolero, para sentirse satisfechos de sus logros en las últimas décadas. El nivel de vida de la mayoría de su población es mediocre, pues los únicos países musulmanes con un índice de desarrollo humano alto son un puñado de pequeños Estados ricos en petróleo (Informe sobre el desarrollo humano, 2005). Sus tasas de crecimiento económico han sido modestas, en contraste con el espectacular desarrollo que se está produciendo en Asia oriental. Además, el mundo islámico carece de potencias que cuenten en el escenario internacional y su relevancia en los campos de la ciencia, la tecnología, la cultura y el deporte es escasa. Por último, el sentimiento de fracaso se acentúa, sobre todo en el caso de los países árabes, por haber sufrido la humillación de que Israel, un pequeño Estado poblado por una comunidad religiosa antaño despreciada en las sociedades árabes, haya logrado consolidarse a expensas de la población palestina. Todo esto genera un sentimiento de frustración colectiva, sobre todo al incidir en una comunidad que se siente depositaria de la verdad religiosa universal y tiene el recuerdo de un pasado glorioso. A ello se une que los grandes triunfadores del mundo de hoy son los herederos de la tradición religiosa rival, el cristianismo.

Impopularidad de los gobernantes y descrédito de las ideologías rivales

Los gobernantes han tratado siempre de canalizar en su provecho estos sentimientos populares, ya sea por la vía del nacionalismo, como en el Egipto de Nasser, o del integrismo religioso, como en Arabia Saudí. Sin embargo, el atractivo de estas opciones se ha devaluado. Es lógico que, tras décadas en el poder, los regímenes existentes tiendan a verse culpados de todas las dificultades. Los regímenes nacionalistas como el egipcio han cosechado pocos éxitos, mientras que la pureza religiosa de los saudíes se ve comprometida por su alianza con EEUU. Al mismo tiempo, las posibilidades de que se consoliden opciones políticas alternativas es muy limitada, debido al autoritarismo dominante. Según el índice elaborado por Freedom House, el único país musulmán que puede considerarse plenamente libre es Indonesia, mientras que Libia, Arabia Saudí y Siria se hallan entre los países menos libres del mundo (Freedom in the World, 2007). En tales circunstancias, los islamistas, que pueden verse perseguidos o tolerados pero en todo caso cuentan con el respaldo de la legitimidad religiosa, aparecen como una opción de cambio.

Temor a las consecuencias de la modernización

Como en todas partes, la modernización pone en cuestión en los países árabes y musulmanes muchas certidumbres tradicionales. La libertad de costumbres de tipo occidental, por ejemplo, es vista por muchos como contraria no sólo a los principios religiosos, sino a los fundamentos de la vida social. En particular, la emancipación femenina es vista con hostilidad desde una tradición basada en un patriarcado indiscutido. En la medida en que todas estas novedades pueden ser atribuidas a Occidente resulta además más fácil condenarlas en bloque.

Reacción identitaria frente a la hegemonía occidental

Occidente es visto por muchos musulmanes como una doble amenaza. Por un lado, por su poderío económico y militar, sobre todo en el caso de EEUU. Pero también por su influencia cultural, que es vista como un foco de corrupción moral. Es significativo que, de acuerdo con una encuesta del Pew Center, en torno al 60% de los jordanos, los egipcios, los indonesios, los turcos y los musulmanes británicos consideren inmorales a los occidentales, proporción que se reduce al 30% en el caso de los musulmanes españoles, franceses y alemanes (The Great Divide, 2006).

Falta de perspectivas para las nuevas generaciones

El atractivo del islamismo radical e incluso del terrorismo yihadista se incrementa debido a la falta de perspectivas para las nuevas generaciones, que encuentran graves dificultades para acceder a un puesto de trabajo acorde con sus aspiraciones. Esto es consecuencia del mediocre ritmo de desarrollo económico y también de la transición demográfica. Esta se ha producido en los países islámicos, como en el conjunto del Tercer Mundo, de manera mucho más brusca de lo que antaño ocurrió en Occidente. Las tasas de mortalidad han caído muy deprisa y aunque las tasas de fertilidad han empezado a caer a su vez, la situación actual es de sobredimensionamiento de la población joven. Dicho de otra manera, las promociones que cada año se incorporan al mercado laboral son demasiado numerosas en relación a la capacidad del sistema económico para generar empleo. Ahora bien, de acuerdo con un estudio llevado a cabo a nivel mundial, esta sobreabundancia de población joven es el factor que presenta una correlación estadística más fuerte con la aparición de conflictos armados (The Security Demography, 2003).

El desarrollo de los medios de comunicación y en especial de Internet

Por último, hay que destacar que el islamismo radical no rechaza los componentes tecnológicos de la modernidad, sino que por el contrario sabe servirse de ellos, particularmente de las nuevas tecnologías de la información. Internet constituye un medio ideal para llegar a los jóvenes musulmanes que en todo el mundo tratan de dar un sentido a sus vidas.

El caso de los musulmanes europeos

Particularmente preocupante resulta para nosotros el fenómeno, sin duda minoritario, de que musulmanes residentes en Europa y en algunos casos nacidos en Europa, se sumen a las filas del terrorismo yihadista, como continuamente estamos viendo. En este caso, el caldo de cultivo para esta radicalización ha de buscarse en el sentimiento de no pertenecer a la sociedad europea. El 37% de los musulmanes franceses, el 28% de los británicos, el 25% de los españoles y el 19% de los alemanes declararon en la encuesta Pew del año 2006 que habían tenido experiencias personales de hostilidad hacia su condición de musulmanes. Por otra parte, la gran mayoría de ellos se sienten musulmanes antes que ciudadanos de su país, salvo en el caso de Francia, donde el 46% se sienten antes que nada musulmanes, pero el 42% se sienten antes que nada franceses (Muslims in Europe, 2006). A esto contribuye el hecho de que los musulmanes europeos, que mayoritariamente proceden de sucesivos flujos de inmigrantes poco cualificados, tienen un nivel económico medio inferior al de sus conciudadanos. De acuerdo con un reciente informe del Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia, los musulmanes abundan en los barrios con malas condiciones de alojamiento, tienen un nivel escolar más bajo, se concentran en los empleos menos pagados y tienen una tasa de desempleo más alta (Muslims in the European Union, 2006).

El futuro de las relaciones entre el mundo islámico y el occidental depende en gran medida de si el auge del islamismo radical y del terrorismo yihadista se va a mantener o no. Esto, a su vez, depende de muchos otros factores, entre los que cabe destacar las tendencias que se vayan a manifestar respecto al desarrollo económico, la transición demográfica, la democratización, los conflictos armados, la eficacia de la lucha antiterrorista y la integración de los musulmanes europeos.

Desarrollo económico

El desempeño económico de los países musulmanes ha sido en los últimos años decepcionante. Entre 1990 y 2003, la tasa de crecimiento del PIB ha sido del 1,0% anual en el conjunto de los países árabes, del 1,1 en Pakistán, del 1,3% en Turquía, del 2,0% en Indonesia, y del 2,1% en Irán, cifras muy por debajo de las alcanzadas en el conjunto de Asia meridional y oriental (Informe sobre el desarrollo humano, 2005). La explicación es en principio simple: los países islámicos, a diferencia de China, India y los pequeños dragones asiáticos, no se han integrado en la economía global, salvo por la exportación de petróleo y gas. Es, por ejemplo, notable que los países del Magreb no comercien entre ellos. Si no realizan un esfuerzo de apertura, su futuro no es pues nada halagüeño, y a este respecto los factores ideológicos cuentan, porque ese rechazo de la modernidad occidental que hemos mencionado no representa la actitud más adecuada para abrirse a la economía global. Y, a su vez, el estancamiento económico sería un factor de radicalización.

Transición demográfica

Un motivo de optimismo a medio plazo es que la presión demográfica sobre el mercado de trabajo y la consiguiente falta de perspectivas de las jóvenes generaciones están en camino de reducirse. Un hecho importantísimo, al que no se concede habitualmente la atención que merece, es la drástica disminución de la tasa de fertilidad en los países musulmanes. Si hace treinta años las media de hijos por mujer en estos países era de seis o siete, a comienzos del siglo XXI la situación es totalmente distinta, como ya hemos visto, por lo cual cabe esperar que en no muchos años bastantes países musulmanes se encuentren en una situación demográfica mucho más favorable.

Democratización

No es halagüeño en cambio el panorama de la democratización. Con algunas excepciones, las más importantes de las cuales son las de Indonesia y Turquía, el mundo islámico permaneció al margen de la gran oleada democratizadora del último cuarto del siglo XX. El nivel de derechos políticos y de libertades civiles es en general bajo o muy bajo y no parece haber perspectivas próximas de un avance de la democracia. La celebración de elecciones libres podría conducir a la paradoja de un triunfo de los islamistas radicales, doctrinalmente enemigos a la democracia, pero la ausencia de democratización seguirá contribuyendo a que el descontento se canalice por vías no democráticas y hostiles a Occidente.

Conflictos armados

La resolución pacífica de los conflictos es, por supuesto, un factor importante de progreso y es también crucial para la reducción de la hostilidad musulmana hacia Occidente. A corto plazo, sin embargo, es difícil ser optimista. Cabe temer que el conflicto palestino-israelí se prolongue, que Irak tarde en alcanzar un entendimiento que ponga fin al estado de guerra civil que padece y que el programa nuclear iraní genere graves tensiones. Todo ello planteará difíciles decisiones a las potencias occidentales.
Lucha antiterrorista

La eliminación del terrorismo yihadista representa un objetivo de interés común para los países musulmanes y los occidentales y, aunque la cooperación en esta materia no siempre es fácil, resulta muy deseable. Nuevos atentados antioccidentales como los de años pasados hundirían la imagen del Islam en Occidente y provocarían quizá una oleada de islamofobia que dificultaría la deseable integración de los musulmanes europeos. Se trata de un tema en que es difícil hacer valoraciones prospectivas, porque mucho depende de la habilidad policial para abortar un determinado atentado. Con todo, cabe ser cautamente optimista, por dos motivos. En primer lugar, ya sea porque lo intenten menos o porque los intentos se frustran, lo cierto es que la frecuencia de los atentados terroristas antioccidentales parece tender a reducirse. Y, en segundo lugar, porque el apoyo popular al terrorismo yihadista parece estar descendiendo.

Integración de los musulmanes europeos

Los musulmanes europeos, que se encuentran a caballo de ambos mundos, pueden contribuir a tender puentes, pero también existe el peligro de una radicalización minoritaria que dificulte la integración y sirva de caldo de cultivo al terrorismo. Se impone por tanto un esfuerzo que, a mi juicio, debe combinar tres elementos. En primer lugar, la defensa de los valores de la libertad, incluida por supuesto la libertad de las mujeres musulmanas para decidir por si mismas, sin ningún tipo de opresión masculina, y también la plena libertad de expresión, defendida con poco entusiasmo por algunos durante la crisis de las viñetas danesas. En segundo lugar, la promoción educativa, laboral y mediática de los musulmanes europeos, para evitar que la adscripción religiosa se convierta en una rémora para el ascenso social. Y, en tercer lugar, un esfuerzo judicial y policial para cortar de raíz cualquier iniciativa terrorista, como de hecho ya se está haciendo.

Conclusión

Si el diagnóstico expuesto en este ensayo es correcto, cabe afirmar que en el futuro las relaciones entre el mundo islámico y el occidental serán menos conflictivas en la medida en que los países musulmanes logren avanzar en el camino de la modernización. Las dificultades de hoy nacen en buena medida de los sentimientos de frustración de las poblaciones musulmanas, que con demasiada frecuencia tienden a culpar a Occidente de sus problemas. Potenciar el entendimiento y la cooperación entre ambos mundos resulta por tanto de interés mutuo.