domingo, 10 de febrero de 2008

EVOLUCION HISTORICA DE LA ECONOMIA JAPONESA, I PARTE


Carlos Alvarez Calderón


Japón es una nación sorprendente. Aparte de su importantísimo legado cultural y artístico, de sus bellos y sutiles paisajes, de la tenacidad de sus habitantes que han sorteado toda clase de visicitudes, Japón continua siendo una prospera economía que aún genera el 60% del PIB asiático, aproximadamente.

Como pudo este archipiélago, cerrado al comercio internacional durante varios siglos, convertirse de una economía feudal a una gran potencia industrial y tecnológica en menos de un siglo, es el objetivo del siguiente resumen histórico de la evolución económica japonesa.

1. ERA EDO (1603-1867): El Japón Feudalista bajo el dominio de los Tokugawa

"Un buen campesino es el que no sabe cuanto cuesta el grano"
Gobierno Bakufu

La época más representativa del feudalismo en el Japón se instauró con el gobierno del Shogunato Bakufu de los Tokugawa [1], el cual gobernaba en base a un sistema militar con su representante máximo el shogun. Éste además de ser el jefe supremo de los samurais [2], era la representación del emperador [3], y el enlace entre lo terrenal (shogun) y lo divino (emperador).

Los daimyos [4] de los Tokugawa, que eran los encargados de dar un nuevo sucesor al shogunato, se les otorgaban el 25% de las tierras.

La división de clases durante la Era Edo era muy estricta y caracterizada por la discriminación. Mientras los nobles gozaban de grandes riquezas, los campesinos debían entregar casi la totalidad de la producción agrícola. El arroz era la base de la agricultura, y los campesinos que vivían en calidad de arrendatarios bajo los dominios de los señores feudales tenían que dividir su producción con ellos.

Durante la Era Edo ocurrieron importantes logros económicos; se desarrolló la producción agrícola, ya que durante esta época se debía alimentar a una población que iba en aumento y que para la época sumaba alrededor de 30 millones de habitantes, de las cuales el 85% eran agricultores. No hubo fluctuaciones de precio en los productos agrícolas durante este gobierno debido a la bonanza en la agricultura. Esta bonanza se produjo porque los campesinos mejoraban la calidad de producto abonando la tierra, muchas de las veces con restos de las sardinas u otros fertilizantes. Esto demuestra que hubo un desarrollo considerable en la producción agrícola lo cual era muy elevado para índices premodernos.

El crecimiento interno también pudo explicarse por los importantes intercambios comerciales que se realizaban, ya que los campesinos se iban convirtiendo en comerciantes; prosperaron industrias basadas en el hilo de seda, que vendría a convertirse en un factor elemental para el desarrollo de la economía durante la Era Edo.

Durante este período se modernizó el medio circulante (papel moneda) y se estructuró el poder monetario y comercial conjuntamente con las necesidades de un pueblo que requería una modernización; el oro era el medio circulante, hasta que se emitió el billete del Ministerio de Gobierno que era el papel moneda y este ya en curso causó una agudización en la inflación. La población estaba desconcertada con el cambio tan abrupto y repentino, porque desconocían la correcta conversión, dando como resultado un aumento considerable en los precios. Los clanes más poderosos diferentes a los Tokugawa, como el de Satsuma y Chosu, surgieron de la crisis ya que habían pedido préstamos a los comerciantes obligándolos a no cobrar intereses monopolizando los principales productos como el azúcar y la seda burda.

En lo referente a la demografía, la tasa de natalidad era del 3%, mientras que la tasa de mortalidad era del 2%, dejando al crecimiento de la población con el 1%. Estos índices se asemejan con la sociedad moderna japonesa. Esta sociedad estaba más preocupada en tener una mejor calidad de vida, que en formar una familia. Al principio del siglo XIX y hasta finales del Bakufu, el ritmo de educación mantuvo estándares muy elevados. En 1868 el 43% de la población masculina y el 10% de la femenina sabían leer y escribir.

Este Gobierno cayó debido a las presiones de clanes poderosos que querían formar un país a su conveniencia, tomando provecho de sus han [5], los cuales se convirtieron en la Fuerza Motriz de la Restauración Meiji, debido a que serían los que poseerían el poder en el nuevo régimen.

El Japón durante este régimen se caracterizó por el crecimiento económico interno pero también por la secularización social, que no permitía a los campesinos progresar ya que se encontraban restringidos en todo aspecto. Yoshinobu Tokugawa fue el 15vo y último shogun del Japón, entregando el poder al Emperador Meiji en el año 1868.

2. ERA MEIJI (1868-1912): La Modernización a través de la salida del Sakoku (aislamiento forzoso)

¿Por qué yo voy a tener más comodidad que aquellos que están dando la vida por mi Nación?
Tenno Heika Matsu Hito Meiji

La Restauración o Renovación Meiji se inició tras la caída del Bakufu o el Bakumatsu (en japonés) al arribo del Comodoro Perry [6], la cual duró más de cuatro décadas, caracterizadas por la intensa modernización del país (ferrocarril, apertura de puertos, nueva constitución, etc.). En esta Era, los clanes de Chosu y Satsuma fueron los que tomaron el poder del país tras la posesión al trono del Emperador Matsu Hito Meiji, quien representaba una figura divina para el pueblo. En otras palabras ejercieron el poder tras el emperador.

En lo político se estableció una monarquía constitucional hereditaria y dos cámaras de representantes. El emperador se constituyó en la suprema autoridad. Este proceso de reformas liberales, que duró algunas décadas, le otorgó al Japón un lugar en el mundo capitalista e impidió que se convirtiera en una colonia Occidental.

En lo económico se dio una modernización a través de nuevas tecnologías como el ferrocarril, las flotas marítimas y el telégrafo, en 1869. Además, se incentivó la apertura de bancos para fomentar e implantar el uso de papel moneda. El Gobierno Meiji introdujo el sistema de sociedades anónimas en el Japón, la cual no solo fortaleció los bancos sino que dio apertura al rápido desarrollo del sector secundario.

Adicionalmente, como medidas de modernización en la Era Meiji, se decidió devolver las tierras al emperador por parte de los señores feudales (1869); la abolición de los dominios y el establecimiento de las prefecturas (1871),y la adopción del sistema de servicio militar compulsorio (1863).

Este período fue muy fructífero para la Economía japonesa porque abrió campo a muchas industrias, resaltando especialmente la industria textil, y en específico la producción del hilo de seda, la hilandería del algodón, entre otros.

Esta época fue de vital importancia ya que el Japón pasó de una economía o modo de producción feudalista a una capitalista, logrando que en un poco más de cuatro décadas el país se encontrase en balance comercial con el mundo; esto le permitiría al Japón convertirse en una potencia económica mundial. En esta etapa empieza la modernización del país a través de modelos occidentales.

La educación durante la Restauración Meiji funcionó en base a sus políticas modernizadoras, las cuales crearon un modelo educativo occidental, pero con raíces japonesas. Decidieron que Estados Unidos sería tomado como modelo para el sistema escolar y Francia para el sistema de administración centralizada y el sistema del distrito escolar.

Se fortaleció la educación superior, mediante las Universidades Imperiales (que eran de acceso exclusivo de las élites), y la escuela elemental (escuela primaria, en donde los tutores eran ex - samurais y monjes budistas). En lo referente a estas escuelas, el gobierno no pagaba el costo de la manutención de éstas, y el precio era asumido por las autoridades locales y por los padres de familia. Se contrataron a profesores extranjeros a muy alto precio para el gobierno pero al mismo tiempo se mandó a estudiantes japoneses al extranjero, los cuales regresaron, convirtiéndose a su vez en profesores. La escuela normal era la que se encargaba de dar al país nuevos maestros, y se los educada de forma gratuita, no se les enviaba a la guerra, y se les brindaba alimentación gratis, pero a cambio de todos estos beneficios los maestros graduados debían enseñar gratuitamente durante un cierto tiempo.

El Primer Ministro de Educación del Japón fue Arinori Mori, quien fortaleció y mejoró la educación. Uno de los dictámenes fue que toda la población estudiase mínimo cuatro años en la escuela primaria con el objetivo de eliminar el analfabetismo. Las guerras tales como la Ruso-Japonesa y la Primera Mundial fortalecieron el capitalismo e incrementaron la demanda popular por la reestructuración del país y la facilitación de la educación, para formar futuros líderes que desarrollasen a este país.

3. ERA TAISHO (1912-1926): El inicio de la industrialización

"Sé el primero en aceptar la labor más desagradable, más árida, más dura, más difícil, y más exenta de poder que exista y entrégate a ella con una sonrisa"
Kuniyoshi Obara, devoto maestro de la Era Taisho.

Esta nueva era empieza con el fallecimiento de su majestad el Emperador Meiji. Su hijo el príncipe heredero Yoshihito (o emperador Taisho, nombre póstumo) le sucedió al trono en el año de 1912. Un hecho que determinará los años siguientes fue la participación del Japón en la Primera Guerra Mundial [7]. No solo se afectaría la economía sino también la mentalidad de los japoneses, los cuales se creerían invencibles.

El inicio de las industrias pesada y química, la industria eléctrica e hidroeléctrica (años 1920), la producción de hierro, acero, químicos (años 1930), colocaron a la nación del Sol Naciente en competitividad con los demás países, ya que contaba con los medios materiales, humanos y tecnológicos para ponerse al nivel de otras potencias de América, Europa y la misma Asia, en una etapa de guerra y post guerra.

Ya fuera del Sakoku, el Japón estaba listo para emprender nuevos tratados con el resto del mundo que optimizarían su economía y darían a conocer nuevas industrias. Entre los tratados más importantes se encontraban la Alianza anglo-japonesa por el Tratado de las Cuatro Potencias, en la cual se comprometían a respetarse los territorios del Océano Pacífico y consultarse si se amenazaban sus derechos territoriales; el Tratado de las Nueve Potencias (Bélgica, Gran Bretaña, Países Bajos, Portugal, Japón, Francia, Italia, China y Estados Unidos), mediante el cual los países signatarios se comprometían a respetar la integridad territorial y la soberanía de China; y un tratado entre Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, Francia e Italia, en el que se acordó limitar los efectivos navales a 315.000 toneladas.

La Era Taisho fue vital para el desarrollo de la educación del Japón ya que en esta etapa el gobierno practicó la fórmula del desarrollo para su país la cual consistía en tener una población sana y educada, además de un ejército poderoso.

Se implementó la universidad, y ya no solamente estas instituciones superiores estaban dirigidas para las élites (como en la Era Meiji), sino más bien se inició una etapa de educación libre. Las escuelas y los colegios eran más acogidos por la sociedad japonesa dándose cuenta que era el único medio para salir de cualquier crisis que pudiera afectarlos en el futuro.

Dentro de lo económico la economía japonesa experimentó varios cambios. La participación del gobierno y del sector privado en la economía se redujo. Por ejemplo el Gasto Nacional Bruto decreció en un 24.5%, el Gasto Privado se redujo en un 29% y de igual forma el Gasto Corriente del Gobierno en un 33.92%. Estos tres elementos tienen un significado casi idéntico. A pesar que el Japón designaba importantes recursos a inversión social, la prioridad era el establecimiento de un ejército fuerte, por el interés de la expansión imperial japonesa en Asia; para ello, se empezó con el fortalecimiento de las industrias. Esto se comprueba al observar que la Formación Bruta de Capital Fijo de las industrias creció en un 3.1% durante el período de 1910 a 1920. De la misma forma se incrementaron las existencias de capital y capital de trabajo en 33.3%, los cuales pueden ser considerados como insumos dentro de un proceso de producción. Lógicamente, todo esfuerzo era dirigido a la producción de material bélico; por ejemplo los gastos militares crecieron en 77.19%, y los egresos de gastos de guerra más egresos extraordinarios por gastos de guerra en 244.57%.

Se puede resaltar que a pesar que todo esfuerzo o política era dirigida a fines bélicos, también se produjeron crecimientos en actividades del sector primario. Las actividades agrícolas, silvícola y pesqueras crecieron en un 7.42%. La mentalidad japonesa se resumía en una palabra: conquista. El Japón se preparó para formar un ejército poderoso que le permitiese conquistarlo todo.

La Era Taisho finalizó con al muerte del Emperador Yoshihito, dejando un país muy culto y con profundas ideologías nacionalistas. Japón se encontraba en un esplendor que pronto perdería su brillo con la llegada de la Segunda Guerra Mundial en la Era Showa.

4. ERA SHOWA (1926-1989), PRIMER PERÍODO (HASTA 1945): La Segunda Guerra Mundial

La era Showa empieza con la sucesión del príncipe Heredero Hirohito a la muerte de su padre el emperador Taisho. Hirohito permitió que la economía japonesa empezara a mostrar un carácter abierto a los mercados extranjeros. Para ello viajó a Occidente para realizar nuevos tratados. Desde el Emperador hasta los ciudadanos, se empezaba a mirar al país de una forma distinta.

Durante los años 20 los Zaibatsu [8] más influyentes fueron Mitsui, Mitsubishi, Sumimoto y Yasuda (los mismos que poseían el 30.1% de las empresas del Japón). Además, monopolizaron la producción de papel periódico y la fabricación de fertilizantes químicos, controlando la economía Japonesa. Hasta la actualidad estas características perduran. Un ejemplo es la Compañía Mitsubishi que se ha renovado y tiene una corporación que ofrece una variedad de productos y servicios.

A partir de de los años 30 el comercio exterior mostraba un exceso de importaciones, las cuales alcanzaron un valor de 2.439 millones de Yenes. Esto permitió que la producción japonesa pudiera expandirse. Además, se reevaluó el yen, en una época en donde la competencia internacional era más bien baja. Todas estas políticas eran diseñadas para fines bélicos.

La educación en la Era Showa fue profundamente influenciada por el militarismo y las ideas nacionalistas; era de carácter obligatorio que los colegios fuesen militares. Se publicaron libros con pensamientos militaristas totalmente apoyados por el Ministerio de Educación de Japón. No existía inmunidad tanto para estudiantes como para profesores, para que fuesen alistados en el ejército; después de la Segunda Guerra Mundial las escuelas yacían debajo de los escombros.

Aunque Japón había encaminado todos sus esfuerzos hacia el establecimiento de un poderoso ejército, no alcanzó su propósito de conquistarlo todo y lógicamente lo perdió todo. Esta parte del período de la Era Showa es conocida por las cruentas guerras y las horribles muertes que tuvo que enfrentar el Japón durante la Segunda Guerra Mundial, principalmente en el bombardeo a Hiroshima y Nagasaki [9], que dejó alrededor de 450.000 víctimas fatales. En total más de tres millones de muertos y desaparecidos fueron el saldo de la Guerra del Pacífico.

Respecto a lo económico, Japón quedó destruido. El país enfrentó pérdidas monetarias que ascendieron a 64.000.300 millones de Yenes; en la agricultura, las aldeas quedaron abandonadas y empobrecidas debido a que la población que residía allí se mudó a las ciudades como consecuencia de los bombardeos. Además, 23 millones de personas se encontraban desempleados (en su mayoría mujeres y militares), y los vendedores callejeros aumentaron 4 millones más, debido al mismo factor. Escaseó la energía como el carbón de piedra y la generación hidroeléctrica y la demanda de comida no podía ser satisfecha.

El gobierno ya no se preocupaba de las necesidades de la población, al punto que desviaba fondos de todo tipo para continuar la guerra. La educación, la salud o la seguridad no eran siquiera aspectos secundarios. Ni la industria era apoyada como antes (la formación Bruta de Capital Fijo decreció en un 57.31% durante el período de 1940 a 1946).

Así finaliza el primer período de la Era Showa, que deja al país en una profunda recesión, a una población diezmada, desempleada y con una ideología diferente con relación a la economía, a la política y a las relaciones con el mundo entero. En esta época, Japón se encontraba derrotado, pero con una mentalidad de supervivencia, apoyados en el trabajo, la educación y la salud que debían perfeccionar y desarrollar en el futuro con el objetivo de convertirse en una potencia económica mundial. El segundo período de la Era Showa determinará las bases del Japón moderno.


Notas:

[1] ShogunatoBakufu de los Tokugawa, es como se denomina al mandato político y administrativo de un Shogun, o período en el que un Shogun ha ejercido su poder, Bakufu quiere decir Gobierno militar y Tokugawa se refiere al apellido del clan más poderoso que gobernó el Japón durante la Era Edo.

[2] Samurai, un término más adecuado es Bushi , que significa literalmente "hombre de guerra", cuyo uso data de la Era Edo

[3] Emperador, su majestad suprema y divina, se dice que es el representante de los cielos en el mundo terrenal, también conocido como Tenno Heika en japonés, que quiere decir su majestad el Emperador.

[4] Daymio, palabra japonesa que significa Señor Feudal.

[5] Han, señoríos semi-autónomos, dominios

[6] Matthew Perry (1794-1858), oficial naval de Estados Unidos que forzó a Japón a abrirse a los demás países extranjeros e impulsó el tratado de Kanagawa .Este tratado terminaba con el aislamiento de Japón (Sakoku) y permitía a EEUU la exclusividad de abastecimiento armamentístico. Posteriormente, se firmaron tratados similares con otros países.

[7] Alemania quería ocupar los territorios de Jiaozhou (Kiaochow), en el noreste de China, para tener mayor amplitud en el comercio con Asia. Cuando este país se negó a cumplirlo, Japón entró en la guerra del lado de los aliados. Las tropas niponas ocuparon las posesiones alemanas de las islas Marshall, Carolinas y Marianas en el Océano Pacífico en el año de 1914.

[8] Zaibatsu, nombre que reciben los grandes combinados de empresas y bancos controlados por familias en Japón.

[9] El 6 y 9 de agosto de 1945 sendos bombarderos estadounidenses lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki en Japón las primeras y únicas bombas atómicas con uso militar no experimental.

JAPON Y SU NUEVA POLITICA DE SEGURIDAD INTERNACIONAL


Félix Arteaga

Los cambios en la política de seguridad de Japón que se describen tienen detrás unas causas estructurales que se describen como las fuerzas del cambio. Por un lado, el cambio del contexto estratégico regional e internacional ha obligado a Japón a dar pequeños pasos que han cambiado de forma irreversible su percepción de la seguridad internacional. Limitado por las reservas constitucionales de posguerra, Japón ha ido asumiendo un mayor protagonismo a la altura de quien aspira a ser un miembro permanente del Consejo de Seguridad. Junto al cambio en la seguridad internacional, la seguridad regional ofrece focos de tensión con China y Corea del Norte principalmente que no encuentran una respuesta multilateral adecuada. Japón ha asumido un papel más autónomo en su acción exterior que pasa página a los complejos de posguerra. A falta de un apoyo estratégico mejor, Japón continúa apoyándose en su alianza con EEUU pero ha diversificado sus relaciones estratégicas.

Como resultado de lo anterior, Japón va normalizando su política de seguridad y ha homologado las estructuras institucionales creando un Estado Mayor Conjunto, un ministro y un Ministerio de Defensa y unos documentos estratégicos –Libro Blanco y Directivas– en los que se describen la situación estratégica y las medidas de respuesta. Estos cambios son el preludio de otros que vendrán después motivados por la dinámica que ahora se crea. El planeamiento estratégico de la seguridad y la defensa obligará a centralizar en el nuevo Ministerio las tareas de planeamiento y coordinarlas con las del resto de los Ministerios. En esta tarea el primer ministro sigue asumiendo un papel más relevante y necesitará contar con un Consejo de Seguridad y con una Agencia de Inteligencia que le apoye. Para concluir la normalización, deberá revisar los principios pacifistas y no nucleares de una constitución cuyo contexto de seguridad original ya ha desaparecido.

Las fuerzas del cambio

La política de defensa de Japón se ha mantenido ligada al contexto estratégico de posguerra. Tradicionalmente, Japón ha formulado su política de defensa nacional (kibantei boueiryoku kousou) desde 1954 en función de los principios de su Constitución, de la Carta de Naciones Unidas y de sus acuerdos de seguridad con EEUU. Su estrategia ha sido defensiva, proclive al aislamiento, contraria a la posesión, producción o introducción de armas nucleares y, por supuesto, renuente a toda intervención militar en el extranjero que pudiera interpretarse como una vuelta al militarismo.

Mientras duró la guerra fría, Japón se mantuvo bajo la protección estratégica de EEUU, confinado a la seguridad regional y dentro de las autolimitaciones de su Constitución, cuyo artículo 9 obliga a renunciar a la guerra y a la posesión de la capacidad militar más allá de la necesaria para su autodefensa. Finalizada la misma, el modelo de comportamiento y la estrategia de seguridad de Japón se han modificado por la proliferación de operaciones de apoyo a la paz, la emergencia de tensiones regionales e internacionales de seguridad y la revisión de las relaciones bilaterales de seguridad con EEUU.

Japón había enviado observadores militares a las misiones de paz de Naciones Unidas, pero en 1991 envió sus fuerzas navales al recién acabado conflicto del Golfo. La contribución naval de desminado tuvo un perfil militar y político muy bajo pero sirvió como precedente para abrir las puertas a otras misiones más ambiciosas. En 1992 se aprobó la Ley sobre la Cooperación a la Paz Internacional que permitió enviar las fuerzas de autodefensa japonesas a misiones de paz con la aprobación previa de la Dieta. Incluidas estas misiones en la Ley de la Fuerzas de Autodefensa (art. 100.7), Japón comenzó a contribuir con militares a las misiones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas en Camboya (UNTAC), Mozambique (ONUMUZ), los Altos del Golán (UNDOF), Timor Leste (UNAMET, UNTATE y UNMISET) y un amplio elenco de misiones que discurren por la geografía de varios continentes en Sudán, Sahara Occidental, Haití, Liberia, Costa de Marfil, Burundi, Eritrea, Chipre, Kosovo, Líbano, Georgia y la India, entre otros. Tanto por la diversidad como por el esfuerzo, nadie puede negar a Japón que su contribución a Naciones Unidas está a la altura de un candidato a un asiento permanente en su Consejo de Seguridad.

La progresión continuó tras los atentados del 11-S, cuando Japón aprobó la Ley de Medidas Especiales contra el Terrorismo de 2001 para permitir que sus fuerzas de autodefensa participaran en operaciones de apoyo a la lucha internacional contra el terrorismo, la seguridad internacional o la paliación de desastres naturales. La norma tiene un carácter provisional y debe prorrogarse cada dos años. Cada aplicación de la misma describe los elementos básicos del plan de acción a seguir y también debe renovarse bienalmente. Tanto por la vía explícita de las normas como por la implícita de las aplicaciones se amplía el catálogo de escenarios y misiones de intervención posibles. En la actualidad, las fuerzas japonesas pueden actuar ya en el propio territorio nacional, en las aguas internacionales, en el espacio aéreo internacional y, de ser requeridos para ello, dentro del territorio de terceros países. Las operaciones siguen precisando la autorización de la Dieta, ahora también retroactiva, antes de poder contribuir a las peticiones de Naciones Unidas y, también ahora, a las de otras organizaciones internacionales. Así, cuando el Gobierno ha considerado necesario participar en una operación como la de Irak, ha solicitado a la Dieta la aprobación de una Ley específica sobre las Medidas Especiales de Asistencia Humanitaria y de Reconstrucción (Ley 137 de 2003) en base a la Ley de 2001.

Como resultado de las sucesivas revisiones de las leyes de Medidas Especiales, Japón ha participado en operaciones internacionales de emergencia en Ruanda, Cachemira, Honduras, Turquía, India, Sumatra, Irán, Rusia, Pakistán e Indonesia. Más desconocida, pero no menos importante, ha sido la contribución activa de Japón a los tratados y convenciones de no proliferación de armas nucleares (NPT), de prohibición de ensayos nucleares (CTBT), de armas químicas (CWC), de armas biológicas (BWC), de ciertas armas convencionales (CCW) y de minas antipersona (APC). Además, Japón participa en los regímenes de control de tecnologías y elementos de doble uso biológico y químico (Australia Group), nucleares (Nuclear Suppliers Group y Zangger Committee), misiles (MTRC), armas convencionales (Wassenaar Arrangements) y regímenes sobre armas ligeras de Naciones Unidas.

El segundo factor de cambio en la política de seguridad japonesa ha sido la mutación estratégica de la zona de Asia-Pacífico. Las relaciones bilaterales de Japón con China, que cumplen ahora 35 años desde su normalización, y con las dos Coreas, están diversificadas y presentan más densidad en sus dimensiones económicas y comerciales de cooperación que en las estratégicas de confrontación. Sin embargo, no dejan de existir tensiones latentes que de vez en cuando repuntan amenazando la creciente interdependencia regional. China reivindica las reservas energéticas existentes en torno a la plataforma continental que rodea las islas Senkaku (Diaoyu en chino). Hasta la fecha, China ha rechazado las propuestas japonesas en las sucesivas rondas de consultas que se mantienen desde mayo de 2004 (Japón reivindica la aplicación de la línea media en las distancias inferiores a las 400 millas y la supervisión de las explotaciones en las inmediaciones de la línea divisoria mientras que China reivindica una proyección de su plataforma continental que llega prácticamente hasta Okinawa, 100 millas al este de la línea media solicitada por Japón). A la falta de progresos en las negociaciones diplomáticas hay que añadir que China inició sus extracciones unilateralmente y que ha llevado a cabo un despliegue militar intimidatorio en la zona. La negociación desde una posición de fuerza viene avalada por el incremento exponencial del gasto de defensa chino, que va a crecer un 14,7% durante el período 2006-2010 hasta los 35,3 billones de dólares –una cifra que la metodología del IISS eleva hasta los 45,3 billones y el 2.34% del Producto Interior Bruto–, frente a un crecimiento promedio anterior del 10% durante casi dos décadas. La emergencia de China como una potencia militar que hace ostentación de su poder armado en el estrecho de Taiwán, en las aguas profundas del Mar Oriental de China y en el espacio exterior destruyendo satélites no puede ser ignorada por un Estado como Japón que es una potencia regional.

Entre 1994 y 2000, el patrón de respuesta japonés a las pruebas nucleares chinas, sus ejercicios militares en los estrechos de Taiwán o las actividades en torno a las islas Senkaku hubiera sido la suspensión total o parcial de la ayuda económica. Pero a partir de entonces quedó claro que las sanciones ya no surtían el efecto deseado y que era necesario diversificar los instrumentos disuasorios. Sin voluntad de empeñarse en una carrera armamentista como la de China ni de convertirse en una superpotencia militar, Japón asumió que necesitaba complementar su capacidad de persuasión financiera con algo más de músculo militar y apostó por dotarse del instrumento estratégico que le faltaba. A partir del reconocimiento de una situación de riesgo por el Libro Blanco de 2004, Japón respondió revisando su “postura” estratégica para contar con un instrumento militar disuasorio, tal como la coalición gobernante del Partido Liberal Democrático y del Partido Democrático reivindicó en 2005 para proteger sus intereses económicos por la fuerza si era necesario. La tensión, que alcanzó su punto álgido en 2004, cuando la persecución aeronaval a un submarino chino en las aguas de Okinawa estuvo a punto de provocar el primer enfrentamiento armado en la zona, fue declinando en intensidad pero sus secuelas seguirán en las mesas de planeamiento estratégico japonés, que “permanecerán atentos a su evolución” de los próximos años, tal y como reflejó la Directiva Nacional de Política de Defensa japonesa para 2005.

En diciembre de 2006, el ministro de Defensa Kyuma no dudó en calificar a Corea del Norte como la principal amenaza para Japón. Aunque el reciente acuerdo del 13 de febrero de este año a seis bandas sobre el programa de enriquecimiento nuclear coreano quita hierro a la manifestación, no despejará la posibilidad de que Corea del Norte lo incumpla en un futuro próximo, tal y como ya lo ha hecho en el pasado, y que reanude las pruebas subterráneas de sus cabezas nucleares como hiciera en octubre de 2006, y las pruebas balísticas de sus misiles Taepodong-2 de un alcance de 6.000 a 10.000 kilómetros de julio del mismo año. Además, Japón desea que Corea del Norte explique la desaparición de ciudadanos japoneses durante los años setenta (unos 17, de los que ha devuelto seis). Si los anteriores gobiernos japoneses hicieron del asunto una cuestión de debate en el seno de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el primer ministro Shinzo Abe hizo de esta reivindicación una cuestión electoral y ahora se encuentra ante el dilema de levantar las restricciones a la entrada de personas y buques norcoreanos en Japón, enfrentándose a su opinión pública, o mantenerlas y quedarse aislada en las sanciones sin el respaldo de las seis partes.

Japón y Corea del Sur también mantienen una estrecha relación económica y social. Mientras los ciudadanos de ambos países incrementan su interdependencia (unas 10.000 personas viajaron diariamente entre Japón y Corea del Sur en 2005), los desencuentros impiden cerrar el capítulo de los agravios, al igual que el libro de historia compartido que no acaba de ver la luz. El conflicto territorial abierto sobre los dos islotes de Takeshima sigue abierto y la voluntad japonesa de reivindicar su soberanía frente a la ocupación coreana le ha llevado a celebrar de nuevo el día de Takeshima, lo que generó una declaración del Consejo de Seguridad Nacional coreano disponiéndose a revisar las relaciones con Japón. La revisión también tendrá lugar si se unifican las dos Coreas y Japón deja de ser un aliado estratégico de Corea del Sur, una reflexión que vale también para cualquier hipotética reunificación de China y Taiwán.

En el escenario regional se combinan las percepciones estratégicas con un ambiente psicológico viciado por la acumulación de agravios y prejuicios históricos que complican el cálculo del riesgo. La tensión se agrava cuando algunos actores se van desinhibiendo y se desprenden de cautelas seculares. Mientras que China se opone abiertamente a cualquier injerencia de EEUU o Japón en relación con Taiwán, Japón se propone pasar la página de su política exterior de posguerra (sengo dakkyaku) y la Dieta ha aprobado una ley para que las escuelas vuelvan a enseñar el patriotismo en la aulas para respetar la tradición, cultura y amor de la nación y del territorio. Mientras el anterior primer ministro Koizumi se prodigó en visitas oficiales al santuario de Yasukuni para rendir honores, tensando los recelos bilaterales, sectores sociales chinos se movilizaron por la injerencia japonesa y estadounidense sobre Taiwán y se prodigaron las agresiones a sedes diplomáticas y empresariales japonesas en China en abril de 2005. Por las mismas fechas se recogieron 44 millones de firmas contra la pretensión japonesa de ocupar un sitio en el Consejo de Seguridad y se produjeron desplazamientos de activistas chinos a Senkaku. Los actores diplomáticos y comerciales más cautelosos se ven desbordados por nuevas generaciones de políticos y de ciudadanos que airean los agravios seculares derivados de la ocupación japonesa o el miedo al expansionismo chino y que se autoalimentan en una espiral latente.

Seguramente por ello, el nuevo primer ministro Abe no ha dudado en prodigarse en gestos diplomáticos para desbloquear la situación sin abdicar –al menos expresamente– de sus postulados revisionistas. La decisión de realizar su primer viaje oficial a China en octubre de 2006 y la ambigüedad sobre su esperada visita al santuario de Yasukuni en la primavera de 2007 han mejorado las relaciones bilaterales. Por ello, en el séptimo encuentro bilateral de seguridad y defensa en enero de 2007 se acordó elevar el nivel de la relación al de diálogo estratégico y el nuevo ministro de Defensa Kyuma ha reducido de “amenaza” a “preocupación” la percepción oficial sobre el rearme chino. La interdependencia económica y social actúa a favor de la distensión. También en la militar, donde hay un acuerdo desde 1999 para eliminar varios centenares de miles de proyectiles abandonados durante la Segunda Guerra Mundial, se mantiene la colaboración a propósito de las negociaciones con Pyongyang y funciona el foro de diálogo chino-japonés de seguridad y defensa. Los primeros gestos del primer ministro Abe han aliviado algo las tensiones, y los datos de la encuesta del Gabinete del 9 de diciembre confirman una ligera recuperación de la percepción favorable de China (un incremento del 1,9% hasta el 34,3% junto con una caída similar de la percepción negativa hasta llegar al 61,6%), aunque la mayoría de la población japonesa ve la relación con preocupación.

El tercer factor de cambio ha sido la renovación de los acuerdos de defensa con EEUU de 1997. El empeño de los aliados estadounidenses por actualizar los instrumentos estratégicos japoneses a las necesidades de la seguridad y la defensa del entorno post 11-S coincidieron con el deseo japonés de revisar los acuerdos sobre las bases y profundizar la colaboración operativa, pasando de la tutela a la asociación. No pudiendo Japón recurrir a una organización como la OTAN para articular y mejorar sus capacidades expedicionarias, la transformación de sus fuerzas y la actuación conjunta y combinada en el seno de operaciones y estructuras multinacionales, EEUU seguirá siendo su principal valedor para poder participar en misiones internacionales de seguridad y progresar en algunas capacidades, como la contraproliferación, permitiendo que ambos países instalen los sistemas de defensa antimisiles para protegerse de la llegada de misiles coreanos o chinos. La buena relación general con EEUU no excluye la existencia de problemas menores sobre el redespliegue de la base de los Marines en Futenma, Okinawa, o las críticas del ministro de Defensa Kyuma a las decisiones del presidente Bush sobre la intervención en Irak. La relación estratégica no será de igual a igual, pero tampoco volverá a ser la de subordinación incondicional del pasado.

El cambio en las fuerzas

Los procesos de transformación han conducido a unos cambios tanto en la política como en los instrumentos dedicados a la seguridad internacional. Tras el fin de la bipolaridad, y a falta de una organización regional de seguridad o defensa que asumiera la responsabilidad, como hizo la OTAN en el espacio euroatlántico y la OSCE en el escenario euroasiático, Japón y otros actores de Asia-Pacífico se vieron en la necesidad de afrontar por sí mismos los problemas regionales de seguridad, abandonando el enfoque reactivo y aislacionista por otro más proactivo y solidario. La reacción inicial japonesa fue la de apostar por la creación de un foro multilateral que cubriera el vacío de seguridad cooperativa (kyouchou-teki anzen-hosho) en la zona. A pesar de la apuesta multilateral, especialmente del Ministerio de Relaciones Exteriores, el Foro Regional de ASEAN no produjo los resultados esperados y a mediados de los noventa Japón comenzó a diversificar sus enfoques. Junto a la baza multilateral, optó por actualizar su relación bilateral con EEUU como la mejor garantía de seguridad a corto plazo mientras se dotaba de las capacidades y normas necesarias para poder trabajar con autonomía a medio plazo.

En el plano multilateral, Japón sigue apoyando el Foro Regional de ASEAN para que logre establecer el régimen de confianza y diplomacia preventiva que intenta para la zona desde 1994. En el Foro participan los diez miembros de ASEAN junto a Rusia, EEUU, Canadá, la UE y otros hasta 25 miembros, estudiando medidas para luchar contra el terrorismo y la proliferación, la seguridad marítima y la prevención y gestión de desastres naturales. La cooperación multilateral se amplía a Corea del Sur, China y Japón (ASEAN + 3) o a las cumbres de Asia oriental (ASEAN + 3 + Australia, Nueva Zelanda y la India) para hacer frente a la lucha contra el terrorismo, la piratería marítima y la gripe aviar. Japón mantiene reuniones trilaterales con EEUU y Rusia en el foro tripartito de seguridad del Pacífico Norte. En el plano bilateral, Japón mantiene un diálogo de seguridad a nivel ministerial con Australia y acaba de establecer acuerdos en febrero de 2007 con la UE, en el marco birregional de las reuniones Asia-Europe Meetings (ASEM), o con el diálogo Asia Central-Japón. En todos ellos la cooperación cubre sistemáticamente los problemas de seguridad regionales, tal y como recoge el acuerdo bilateral entre Japón y Pakistán de 2006 sobre desarrollo, contraterrorismo, control de armamento, desarme y no proliferación, además de la asistencia humanitaria tras el terremoto de 2006.

Además de su participación en estos foros regionales, colabora con otros que le permiten una proyección extrarregional, como refleja su participación en Kosovo y otros países de Europa del este y Asia Central como observador de la OSCE. También participa con sus fuerzas armadas en iniciativas multilaterales de control de armamento como el apoyo naval a la operación Endurance Freedom dentro la iniciativa de seguridad contra la proliferación (Proliferation Security Initiative, PSI) o la seguridad marítima de los estrechos que desarrollan las fuerzas de policía y los guardacostas en los estrechos de Malaca. También ha participado con la coalición internacional en Irak hasta 2006 con el respaldo del Gobierno y de la Dieta, aunque las reglas de enfrentamiento de sus fuerzas de autodefensa han sido más restrictivas que las del resto y sus misiones se han centrado en los aspectos menos militares de la estabilización y reconstrucción.

El 11-S aceleró la revisión de los acuerdos de seguridad con EEUU. A partir de la reunión del Comité Consultivo de Seguridad de diciembre de 2002 de los ministros de Exteriores y Defensa en Washington, denominadas como reuniones 2+2, comenzó la revisión de los acuerdos y de las orientaciones (no vinculantes) hasta llegar en octubre de 2005 a una revisión de los objetivos estratégicos comunes. Ambos comparten la visión estratégica sobre los estrechos de Taiwán, la península coreana, los territorios del norte (las islas Sakhalin, que ocupa Rusia) y el asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Se han logrado acuerdos sobre la reubicación de las bases, interoperabilidad de las fuerzas y cooperación antiterrorista y Japón va a participar en el programa de misiles para la defensa de EEUU, el mismo programa en el que van a participar países europeos como el Reino Unido, Dinamarca, Polonia y la República Checa. El acuerdo permitirá a Japón contar con sistemas de defensa contra misiles que actúen dentro y fuera de la atmósfera, los Patriot Advanced Capabilities (PAC-3) terrestres y los SM-3 embarcados en los buques Aegis, respectivamente, que se coordinarán desde el centro de mando conjunto de Kadena a partir de 2010.

La constatación japonesa de la mutación del contexto estratégico regional y de las nuevas exigencias de la seguridad internacional obligó a revisar la estrategia de seguridad, empezando por definir una política exterior más asertiva y preactiva y acabar con la excepcionalidad. La caída electoral de los socialistas y comunistas dio a los dos partidos mayoritarios los dos tercios de las cámaras, con lo que la coalición gobernante pudo reivindicar la normalización de su acción exterior, tal y como hizo el ministro de Defensa, Fukushiro Nukaga en la quinta Conferencia de Seguridad IISS-Asia de Singapur en 2006. La Directiva de Defensa Nacional de diciembre de 2004 abogó por una relajación de las restricciones militares de forma que se pudiera facilitar el despliegue de fuerzas japonesas en misiones internacionales y participar, sobre todo, en la estabilización regional de Asia-Pacífico. La Directiva elevó el rango de las misiones de seguridad internacional, que se consideraban hasta entonces secundarias en el planeamiento de defensa de la fuerzas de autodefensa, para hacer frente a las “nuevas amenazas” que afectan a la seguridad internacional, como el terrorismo internacional y la proliferación de armas de destrucción masiva.

La normalización militar condujo a la instauración de un Ministerio de Defensa, un Estado Mayor Conjunto y una Agencia de Inteligencia de la Defensa. El paso de una Agencia a un Ministerio en enero de 2007 tiene un valor simbólico para los miembros de las fuerzas armadas porque coloca la defensa a la altura del resto de las demás políticas. Desde el punto de vista funcional, permite dejar de ser una agencia de gestión (kanri kancho) para pasar a ser una agencia de política (seisaku kancho). El cambio llevará algún tiempo porque la acción conjunta establecida en marzo de 2006 precisará tiempo antes de que lo conjunto se imponga sobre los tres ejércitos que llevan varias décadas de autonomía y, sobre todo, antes de que el Ministerio cuente con una verdadera capacidad de planeamiento estratégico –prevista para septiembre de 2007– que complete la operativa conjunta. El nuevo Ministerio asume el protagonismo de las misiones de seguridad –que han pasado a ser las misiones principales de las fuerzas de autodefensa– en detrimento del Ministerio de Asuntos Exteriores.

La estrategia, denominada estrategia integral de seguridad para resaltar su carácter multidimensional, consiste en una mezcla de defensa propia y de cooperación con los EEUU y con la comunidad internacional. Descartada la primacía, por su voluntad de no convertirse en una potencia militar, y la seguridad cooperativa porque no existe todavía en la zona ninguna organización regional, su estrategia aprovecha sus elementos peculiares de defensa y le permite crecer hacia la seguridad.

[1] La estrategia consta de dos objetivos políticos: poner el territorio a salvo de amenazas directas y contribuir a la seguridad internacional. Los medios para alcanzar esos objetivos se establecen en las Directivas para los Programas de Defensa Nacional que se han actualizado en 1976, 1996 y 2004 y se desarrollan mediante programas que abarcan cinco años fiscales.

Finalmente, un elemento que estaba ya normalizado era el programa de intercambios y asistencia desarrollado por las fuerzas de autodefensa dentro de lo que ahora se denomina diplomacia de defensa y que incluye el intercambio de oficiales, las consultas regulares y los ejercicios conjuntos con sus países vecinos y, crecientemente, con actores tan distantes como los europeos o los de Asia central. En particular, y desde 1996, Japón ha venido patrocinando el Foro de Defensa de Tokio, un foro anual de dialogo entre las autoridades de defensa regionales. También ha venido manteniendo conferencias bienales con la OTAN para intercambiar percepciones de seguridad en Europa y Asia-Pacífico.

Los cambios del día siguiente

Los cambios anuncian nuevos cambios. La proyección de los datos anteriores permite prever nuevas facetas de cambio. En primer lugar, parece difícil que la revisión de las limitaciones de posguerra no afecte a los principios de no nuclearización y defensa. Japón sigue mostrando su apoyo a los tres principios de la no nuclearización –no posesión ni producción ni introducción de armas nucleares–, pero la proliferación vigente en la zona ha abierto una ventana de oportunidad al debate. En octubre de 2006 el responsable de política del PDL, Shoichi Nakagawa, y el ministro de Exteriores, Taro Aso, apoyaron la necesidad de debatir el asunto en plena crisis de las pruebas nucleares norcoreanas. La posibilidad del debate es apoyada por el 61% de la población según la encuesta Yomiuri de noviembre de 2006, aunque la misma encuesta muestra un apoyo mayoritario del 80% a preservar los tres principios de no nuclearización. Las reiteradas declaraciones del primer ministro Abe Shinzo afirmando una y otra vez su adhesión a los tres principios de la no nuclearización demuestran que el debate ya se ha instalado en la sociedad.

Otro candidato al cambio o al debate sobre el cambio es el mantenimiento de las limitaciones constitucionales al uso de la fuerza. La recuperación del instrumento militar para la acción exterior ha cuestionado la vigencia y necesidad de preservar una letra cuyo espíritu se ha visto superado por la práctica. La proyección internacional de las fuerzas de autodefensa no puede sustentarse indefinidamente en leyes de medidas especiales que necesitan prorrogarse bienalmente y que complican el planeamiento estratégico a medio y largo plazo. La modificación parece inevitable para que Japón pueda formar parte de una alianza o coalición u operar en entornos inestables como la mayor parte de los escenarios de actuación. Del mismo modo, mientras la India crea un mando de defensa aeroespacial, Corea del Sur lanza su primer satélite de comunicaciones militares en agosto de 2006 y China destruye en enero de 2007 un satélite de comunicaciones en su órbita, es de esperar que Japón se acabe replanteando su posición en materia de investigación espacial, una carrera que ya ha iniciado con los satélites de reconocimiento cuatro, el primero lanzado en 2003. El problema para estos cambios es de comunicación y de oportunidad, porque los líderes japoneses deben comunicar a su población y a la de los vecinos regionales la lógica de su paso de una política de defensa a una de seguridad y hacerlo en un momento que permita suprimir o recortar las limitaciones constitucionales sin abrir una controversia profunda.

La dinámica en la que ha entrado la política exterior japonesa también augura nuevas mutaciones en sus aspectos de seguridad. Según acaba de manifestar el ministro de Relaciones Exteriores, Taro Aso, ante el Instituto Japonés de Asuntos Internacionales, la política exterior japonesa se apoya en dos ejes: los valores y el arco de libertad y prosperidad. La orientación hacia los valores se decanta por la democracia, los derechos humanos, el Estado de Derecho y la economía de mercado, que están estrechamente ligados a los tres intereses nacionales de supervivencia, estabilidad y prosperidad. El segundo pretende apoyar la democratización del arco que recorre la periferia euroasiática, desde los Balcanes a Oriente Medio, al Cáucaso y Asia central y del nordeste a partir del arco formado por los países más avanzados. A la vista de los resultados de la política exterior estadounidense, la asociación entre valores y seguridad no será fácil de aplicar. Japón puede afrontar ese objetivo diversificando los instrumentos para conseguirlo, por ejemplo aplicando la condicionalidad en su ayuda económica, pero una aplicación estricta de los principios podría generar tensiones adicionales con los regímenes de la zona, especialmente con China y Rusia.

Tanto para la expansión de los valores como para su mantenimiento, Japón precisa concertar alianzas y asociaciones estratégicas con actores internacionales que los compartan. Japón, sin ánimo de ser miembro de pleno derecho, se ha convertido en un socio global de la OTAN. Compartiendo la necesidad de superar el regionalismo y la voluntad de afrontar las nuevas tareas de seguridad global, el nivel de relaciones ha ido ascendido de nivel e intensidad. Como reconoció el primer ministro Abe el 12 de enero de 2007 ante el Consejo del Atlántico Norte, los japoneses no volverán a tener reparos en llevar a cabo misiones militares en apoyo a la paz y la estabilidad internacional, tal y como hacen en Afganistán en colaboración con la OTAN.

Otra fuente de cambios futuros será la “presidencialización” de la política de seguridad japonesa. El proceso de cambios en la oficina (kantei) del primer ministro puesto en marcha en los noventa y acelerado por Koizumi ha aumentado las funciones ejecutivas del primer ministro en materia de política exterior y de coordinación interministerial. A lo anterior, Abe desea añadir la creación de un Consejo de Seguridad Nacional dentro del kantei que proporcionaría al primer ministro una dosis extra de control sobre la política de seguridad y defensa. La tendencia se consolidaría si se acaba creando una Agencia de Inteligencia Nacional y todos estos nuevos instrumentos proporcionarían al primer ministro la capacidad de actuación preactiva que precisan las modernas políticas de seguridad.

Conclusión


Japón es la democracia industrial de Asia-Pacífico que más valores occidentales comparte. Mantiene su relación bilateral de defensa con EEUU pero se encamina hacia un modelo de seguridad articulado sobre una geometría variable de actores locales y extrarregionales. Japón ha constatado que para ser un actor global precisa una dimensión de seguridad a la altura de su voluntad de protagonismo internacional. En coherencia con el nuevo escenario de seguridad internacional, Japón ha iniciado un proceso de reformas para normalizar su política, actualizar sus instituciones, mejorar sus capacidades y revisar sus relaciones. La nueva política de seguridad internacional de Japón refleja esos cambios y no serán los últimos mientras persevere en su voluntad de convertirse en un actor global.

A YEAR OF DIPLOMACY


Bill Emmott

Japan’s opportunity to improve relations with China


One of the biggest problems facing Japan’s new prime minister, Shinzo Abe, is how to get on better with the neighbours. That is why he visited both Seoul and Beijing barely a week after starting his new job. Japan’s relations with China and South Korea deteriorated badly under his predecessor, Junichiro Koizumi, as disputes over history and territory flared up, outweighing the boom in trade and investment between the three and preventing any summit-level meeting between Mr Koizumi and Chinese leaders since 2001. But can Mr Abe really do any better? He has been a habitual visitor to the Yasukuni war shrine in Tokyo that is held to symbolise Japan’s lack of contrition over its 20th-century history, and is on record as having questioned the legitimacy of the Tokyo war-crimes trials of 1946-48.


Simply not being Mr Koizumi will be a helpful start. Unlike his predecessor, Mr Abe has remained carefully evasive about whether he will visit the war shrine while he is prime minister; for Mr Koizumi it was a campaign promise that he dared not break. And having taken over the job in September, Mr Abe will have almost a year for diplomacy before the August 15th anniversary of Japan’s surrender in 1945, a day on which the domestic pressure to visit Yasukuni will become intense. There will, however, be a number of sensitive anniversaries for him to navigate during the year, for 2007 will be the 70th anniversary of the beginning of the Sino-Japanese war. On July 7th 1937 there was the so-called “Marco Polo Bridge incident”, when an alleged kidnapping of a Japanese soldier just outside Beijing triggered Japan’s attempt to take control of the whole of northern and eastern China. And December 13th marks the 70th anniversary of the notorious “rape of Nanking”, when Japanese soldiers ran amok in what was then China’s capital, with a resulting death toll of somewhere between 100,000 and 300,000.


Those anniversaries will be difficult moments in Sino-Japanese relations. But they could also provide Mr Abe with opportunities. As an affirmed nationalist, he may be the Japanese politician best able to blend contrition about the past with forthrightness about present-day issues. In his October 2006 summit with the Chinese leaders, he found a good way to do this by agreeing to set up a joint commission, involving Japanese, Chinese and perhaps other historians, to study 20th-century history and make recommendations, such as about school textbooks or even about the Yasukuni shrine itself. If he were to make this study serious rather than just a gesture, it would neatly defer arguments about the details of history until well beyond Mr Abe’s premiership.


An even likelier tactic will be to try to change the subject. If Mr Abe wants to look forthright in the face of Chinese bullying, he would be better served by focusing on the two countries’ dispute over oil and gas reserves under the East China Sea, in which Japan’s territorial claim is at least as well founded in international law and precedent as China’s, rather than tussling over history and apologies. An appeal to international arbitration would be one way to deal with the territorial dispute; another would be to propose that separate negotiations be held over the local Senkaku/Diaoyutai islets and over the undersea resources, which is how disputes in the South China Sea between China, Vietnam and the Philippines have been eased.


Trade would also be a good thing to talk about. Whereas political relations have been frosty, trade and investment ties have been red-hot: the two countries are each other’s second-biggest trading partner. Even as Japanese businessmen were complaining that Mr Koizumi’s shrine visits threaten their chances in China they were increasing their stock of foreign direct investment in China by almost 30% in 2005-06. China, Japan and South Korea are all enjoying the benefits of an increasingly integrated Asian economy.


What Asia lacks, however, is a proper regional free-trade agreement, to reduce barriers further and to manage disputes. Both China and Japan have muttered about initiating such an agreement in recent years, but they disagree about who should take part in it and what goods and services it should cover. Mr Abe is likely to attempt to revive the idea of a regional agreement, casting its proposed membership as far to Asia’s south and west as India. Just as in 2005 Japan succeeded in making India, along with Australia and New Zealand, a founder member of the first “East Asia Summit” in Kuala Lumpur, so in 2007 it will want to make India an ally in discussions over regional free trade. Indian membership could be tempting for some South-East Asian countries, and would be strongly backed by the United States too, which likes the world’s largest democracy to take part in Asian regional organisations, chiefly because it would prevent China from dominating them. Which is exactly why China opposes it.