lunes, 30 de marzo de 2009

EEUU: BUSCANDO EL DIFÍCIL CAMINO A DAMASCO


Javier Soria Quintana

Desde la toma de posesión del presidente Barack Obama se han producido numerosos gestos hacia Siria, lo que ha facilitado el inicio de contactos directos entre Siria y EEUU. Este proceso supone un giro significativo con respecto a la política anterior de sanciones y aislamiento del régimen sirio seguida por la Administración Bush. Los gestos iniciales, consistentes en declaraciones tanto del presidente Barack Obama como de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, se han visto apoyados por acciones concretas como el levantamiento de la prohibición de exportar piezas para aviones civiles de bandera siria. Como culminación de la política de gestos ha tenido lugar el inicio de contactos directos entre Siria y EEUU, con el envío, el pasado 3 de marzo, de una delegación de dos diplomáticos estadounidenses: Jeffrey Feltman, máximo responsable del Departamento de Estado para Oriente Próximo (Acting Assistant Secretary for Near Eastern Affairs) y Dan Shapiro, funcionario del Consejo de Seguridad Nacional.

Siria no ha permanecido ajena ante este cambio en la política estadounidense. Su importancia ha sido reconocida por el propio presidente de Siria, Bashar el Asad, en una entrevista concedida al periódico británico The Guardian el 17 de febrero. Sin embargo, Bashar el Asad también dio muestra de una cierta ansiedad, al indicar que EEUU permanecía anclado en un “período de los gestos”, pero reconoció el carácter indispensable de EEUU en la región al afirmar que “no existe sustituto a EEUU” en el proceso de paz en Oriente Medio. El presidente sirio insinuó el valor clave que tendría la potencial vuelta del embajador de EEUU a Damasco, retirado tras el asesinato de Rafiq Hariri en 2005, y que podría ser el próximo paso en el proceso.

Pese a los avances de ambas partes, existe una serie de incertidumbres sobre la dimensión que va a tener el acercamiento estadounidense a Siria. Para comprender mejor la situación actual conviene, en primer lugar, analizar el debate interno estadounidense sobre la política a seguir con este país, dentro de la revisión general de la política hacia Oriente Medio que plantea la nueva Administración. En segundo lugar, es importante entender la influencia de un grupo clave de congresistas y senadores demócratas que ha trabajado para el establecimiento de canales directos de comunicación entre Damasco y Washington. Finalmente, la evolución del debate interno estadounidense sobre la política hacia el régimen de Damasco conlleva, además, el análisis de los temas más espinosos en la agenda bilateral de EEUU con Siria (Irak, Irán, Líbano y el conflicto árabe-israelí), que condicionarán el éxito o el fracaso de la diplomacia estadounidense en la región.

El debate interno estadounidense sobre un acercamiento a Siria

En su discurso inaugural, Barack Obama insistió en su compromiso con el uso de la diplomacia como instrumento de la acción exterior con especial mención a la región de Oriente Medio. El pasado 7 de febrero, en la Conferencia de Munich sobre Política de Seguridad, el vicepresidente Joseph Biden indicó que no se trataba solamente de un cambio de tono en Washington, sino de una necesidad de cooperar y dar vigor a la diplomacia en la defensa de la seguridad nacional de EEUU y de sus aliados. Biden mencionó el caso de Irán, en el que la voluntad prioritaria de vigilar y limitar el programa nuclear de este país ha llevado a Obama a anunciar el deseo de entablar conversaciones directas con Teherán. Una muestra de la voluntad de buscar una solución diplomática al conflicto árabe-israelí, por parte de Barack Obama, ha sido el nombramiento del ex senador George J. Mitchell para el cargo de enviado especial para la Paz en Oriente Medio. De madre libanesa y mediador en Irlanda del Norte, el nuevo enviado tiene una cierta experiencia en Oriente Medio, pues lideró la comisión de investigación que elaboró el Informe Mitchell sobre la situación de violencia creada por la segunda Intifada y una serie de posibles soluciones. Este informe influyó en la redacción de la Hoja de Ruta en 2002 por el Cuarteto formado por Naciones Unidas, la UE, EEUU y Rusia.

Desde la Guerra de los Seis Días en 1967, los presidentes de EEUU se han visto envueltos, de forma directa o indirecta, en la mayoría de intentos de solución del conflicto árabe-israelí. El balance de la labor diplomática estadounidense ha sido desigual, pero casi siempre había mantenido un cierto nivel de interlocución con Siria. Sin embargo, durante el gobierno de George W. Bush, la política estadounidense se apartó de esa tendencia general y trató de castigar el comportamiento sirio de apoyo a Hamás, sus relaciones con Irán y Hezbolá, sus ambigüedades en el ámbito nuclear y su intromisión en la política libanesa. El éxito de las sanciones y el aislamiento impuestos a Damasco, es defendido por quienes creen que se encuentra en el origen del inicio de las conversaciones entre Siria e Israel con mediación de Turquía. En cualquier caso, el aprovechamiento de la presión sobre el régimen sirio por EEUU para impulsar el proceso de paz ha sido mínimo. La única iniciativa de los últimos años, la Conferencia de Paz de Anápolis, solamente contó con la participación siria tras unas intensas gestiones por países árabes y europeos, incluida España. Los avances posteriores del proceso de Anápolis han sido mínimos. Ante esta situación, el equipo de Obama se encuentra dividido entre quienes se decantan por un “acercamiento cauteloso” y quienes defienden iniciar un diálogo inmediato sin condiciones previas.

Destaca, en el grupo de quienes defienden un acercamiento cauteloso hacia Siria, la secretaria de Estado Hillary Clinton. En su comparecencia para su confirmación en el cargo ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Clinton defendió que “tratar directamente con Siria aumenta la posibilidad de realizar algún progreso de cara a modificar el comportamiento de este país”. Sin embargo, rechazó comprometerse a entablar conversaciones directas inmediatas con Siria e Irán, pese a una solicitud en este sentido por el presidente del Comité, el senador John Kerry. Otro ejemplo de cautela ha sido el primer viaje a la región del enviado especial para la Paz en Oriente Medio, George J. Mitchell. En ese viaje solamente se incluyeron visitas a los aliados de EEUU en la región (Egipto, Jordania, la ANP, Israel y Arabia Saudí). La ausencia de Siria en el viaje mostró el compromiso del Departamento de Estado con un acercamiento cauteloso, que incluiría algún tipo de condición previa inicial.

Por otro lado, los principales defensores del diálogo sin condiciones previas hacia Siria surgen en el marco de la defensa y los servicios de inteligencia. El general David Petraeus solicitó realizar una visita oficial a Siria inmediatamente después de tomar posesión como comandante del CENTCOM (Central Command) en octubre de 2008. Desde ese puesto, que le confiere el cargo de máximo responsable militar de la región de Oriente Medio y Asia Central, el general Petraeus consideró que el papel de Siria en la región justificaba un viaje para establecer una relación de trabajo, tanto sobre la cooperación fronteriza con Irak, como para acercar Siria a EEUU y alejarla de Irán. El viaje fue rechazado por el entonces presidente Bush, quien exigía avances a Siria antes de iniciar cualquier acercamiento. Por otro lado, el secretario de Defensa, Robert Gates, miembro del Partido Republicano que continúa en su cargo con el presidente Obama, es firme partidario de explorar un acercamiento a Siria. También ha apoyado esta postura el actual director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Leon E. Panetta, quien formó parte del Grupo de Estudio sobre Irak (Iraq Study Group, ISG), cuyo informe defendía un diálogo sin condiciones previas con Siria e Irán para desbloquear la diplomacia estadounidense en la región.

El envío por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, de Jeffrey Feltman y Dan Shapiro a Damasco el 3 de marzo de 2009, ha sido calificado como de apertura de “conversaciones preliminares” orientadas a comprobar el nivel de compromiso sirio para mejorar las relaciones con EEUU. Los términos utilizados no permiten dilucidar en qué medida se tratará de avanzar de forma inmediata hacia un diálogo directo o se irán sugiriendo acciones o condiciones previas por ambas partes que en última instancia permitan dicho diálogo. Las posturas en el seno del Consejo de Seguridad Nacional (National Security Council, NSC) hacen que la labor del presidente, como árbitro y director de la política exterior estadounidense sea clave para evitar que el NSC se vea envuelto en un “choque de rivales” que impida a la Administración Obama actuar de forma coordinada. Además, la labor diplomática de algunos miembros de la Cámara de Representantes y del Senado como impulsores del diálogo, puede dar una mayor legitimidad política a iniciativas diplomáticas de la nueva Administración.

Diplomacia parlamentaria: el impulso decisivo al acercamiento

Un grupo de importantes congresistas y senadores demócratas son defensores del acercamiento a Siria desde hace tres años, y han continuado sus labores con la llegada de Barack Obama a la presidencia. Este grupo incluye, como miembros destacados, a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y a los senadores John Kerry, Bill Nelson y Christopher Dodd. Todos ellos apoyaron, en 2003, la Syria Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act, así como las sanciones que de ellas se derivaban. Sin embargo, éstos se distanciaron de la política de aislamiento de la Administración Bush a medida que ésta aumentó, durante los cinco años siguientes, la presión sobre el régimen de Damasco, redujo los contactos diplomáticos y abrió comunicación directa con la oposición siria que defiende el derrocamiento del régimen. De este distanciamiento surge el argumento siguiente: si bien Siria merecía las sanciones impuestas, EEUU no podía permitirse no tratar con Siria. Para este grupo, ofrecer un diálogo sin condiciones previas no premiaba el mal comportamiento sirio, sino que trataba de solucionarlo. La fuerza del grupo aumentó al ganar los demócratas la mayoría en ambas cámaras en las elecciones legislativas del 7 de noviembre de 2006.

Tras esta victoria, tres acontecimientos reforzaron la postura del grupo: el Informe Baker-Hamilton, la dimisión de Donald Rumsfeld y el nombramiento de Robert Gates. El Informe Baker-Hamilton, publicado por el Grupo de Estudio sobre Irak el 6 de diciembre de 2006, recomendaba el diálogo sin condiciones previas, entendiendo que ya existían suficientes incentivos para Damasco: evitar un Irak caótico en sus fronteras, un potencial acceso a la Organización Mundial del Comercio (Siria lo solicitó en 2001), la mejora de las relaciones políticas y económicas con EEUU, la posibilidad de recuperar los Altos del Golán mediante un acuerdo con Israel y el abandono por Washington de la doctrina del “cambio de régimen”. Doce días después de la publicación del Informe Baker-Hamilton, dimitía Donald Rumsfeld como secretario de Defensa, siendo sustituido por Robert Gates. Rumsfeld había sido uno de los principales detractores de una negociación directa con Siria mientras no hubiera un cambio radical de postura por parte de Damasco. En cambio, Gates, hombre cercano a James Baker y al Grupo de Estudio sobre Irak, es un pragmático defensor de consultas y contactos con Siria e Irán para avanzar los intereses de EEUU.

Con este trasfondo, se produjeron más visitas a Damasco, una del senador Bill Nelson a comienzos de diciembre de 2006 y otra de los senadores John Kerry y Christopher Dodd solamente dos días después de la dimisión de Rumsfeld, e insistieron en la necesidad de un giro en la política estadounidense. Pero la visita que despertó mayor atención mediática fue la realizada en abril de 2007 por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, con el objetivo de acercar a Siria e Israel. Pelosi viajó a Jerusalén y Damasco acompañada de un buen número de parlamentarios, despertando duras críticas del entonces presidente George W. Bush, quien defendió que se invadían competencias exclusivas de su ejecutivo. Nancy Pelosi argumentó que su viaje se insertaba en el marco de una gestión de “buenos oficios” entre Siria e Israel, realizada según la larga tradición de acción exterior del poder legislativo estadounidense.

Con la victoria de Barack Obama, las esperanzas que había depositado este grupo de parlamentarios en un diálogo inmediato con Siria se han visto sorprendidas por los gestos desiguales, fruto del debate interno entre los principales actores de la política exterior estadounidense. Así se lo hizo saber el senador John Kerry en la comparecencia de confirmación de la secretaria de Estado Hillary Clinton. Además, el senador John Kerry optó por aumentar su apoyo al acercamiento con un viaje a la región que incluía una parada en Damasco coincidiendo con la visita del congresista Howard Berman, el pasado 21 de febrero. Kerry anunció al salir del encuentro con el presidente Asad su esperanza de ver signos claros de apertura hacia Siria en un futuro próximo. Además, tras conocer el envío de los dos diplomáticos a Damasco para el inicio de conversaciones preliminares, Kerry hizo un llamamiento a rebajar las sanciones al régimen sirio.

Las cuestiones materiales espinosas en un futuro diálogo EEUU-Siria

La presión del Congreso estadounidense y la fuerza de los defensores de un diálogo inmediato hacen que el escenario de unas negociaciones directas de alto nivel sea probable. Ante esta realidad, las dificultades en las cuestiones de fondo en la agenda entre Siria y EEUU deben ser estudiadas detenidamente. Siria mantiene una postura antagónica con la de EEUU en varios de los principales asuntos que preocupan a Washington en la región: la relación especial de Siria con Irán, la evolución de Irak, la influencia siria en Líbano y las perspectivas del proceso de paz entre árabes e israelíes.

El principal tema a valorar desde Washington en el acercamiento a Damasco es si dicho proceso puede o no debilitar la relación entre Siria e Irán. Estos dos países mantienen una estrecha relación desde las disputas entre Hafez el Asad y Saddam Husein en el seno del movimiento baaz durante los años 70. Hafez el Asad decidió apoyar al régimen de Jomeini en la guerra Irán-Irak (1980-1988) y asentar así una relación estratégica con Irán. Aunque se ha definido la relación entre Siria e Irán como un matrimonio de conveniencia, han existido grandes altibajos en esta relación. El momento más difícil se dio con la participación de Siria en la Conferencia de Madrid para iniciar el proceso de paz con Israel, al que Irán se opuso. Sin embargo, desde 2003 se ha vuelto a producir un acercamiento por la invasión estadounidense de Irak y la presión ejercida contra Siria y Hezbolá en Líbano. Un esfuerzo diplomático para recuperar el diálogo entre Israel y Siria, así como el ofrecimiento de compensaciones económicas a través de una mejora de las relaciones comerciales de EEUU y la UE con Siria, harían que Damasco se replantease sus relaciones con Irán, y por extensión con Hezbolá.

Un punto débil en la relación entre Siria e Irán se encuentra en la poca justificación económica de la misma. La economía siria crece, desde 2003, a una tasa del 4% de media anual. Este crecimiento constante ha sido posible gracias a los altos precios de los productos energéticos, que suponen el 50% de los ingresos públicos. El propio ministro de Hacienda, Mohammed Al Husein, ha explicado que la economía siria se enfrentará en 2009 a graves dificultades. En este contexto, la relación comercial con Irán se limita a un 4,6% de las importaciones sirias, mientras que en el ámbito de las exportaciones Irán tiene una presencia casi nula. Comparativamente, Irak y la UE suponen el 30% y el 42% del total de exportaciones sirias, mientras que en importaciones la UE y China ocupan el 35% y 20% del total. Estas cifras hacen pensar que, si bien la alianza con Irán responde a las dinámicas de poder regionales, una mejora de las relaciones comerciales con EEUU y con la UE (que no ha ratificado el Acuerdo de Asociación) sería atractiva para Siria, al ayudar al régimen a evitar la conflictividad social que podría desestabilizarlo. En este sentido, la comisaria europea Benita Ferrero Waldner indicó en su visita a Damasco, el pasado 16 de febrero, que existe una buena predisposición para la firma y ratificación del Acuerdo de Asociación con Siria. Estos trámites fueron suspendidos en 2004, siendo Siria el único Estado mediterráneo que, formando parte del Proceso de Barcelona, no ha logrado la conclusión de un Acuerdo de Asociación. Durante la presidencia francesa de la UE, el presidente Nicolás Sarkozy, en el marco de su acercamiento a Siria coincidiendo con el lanzamiento de la iniciativa Unión por el Mediterráneo, anunció el apoyo francés para avanzar en la firma y ratificación del Acuerdo. Sin embargo, aunque se ha procedido a una revisión del texto, todavía no se han logrado los apoyos necesarios para su firma y ratificación. Un acercamiento de EEUU a Siria podría hacer mucho más fácil el consenso entre los países europeos en cuanto a su política hacia Siria. De esta manera, el acercamiento entre Washington y Damasco adquiere una dimensión europea atractiva para el régimen sirio.

Por otra parte, es indudable que la atención estadounidense se centrará también en la nueva relación entre Siria e Irak. Tras la superación de los momentos de mayor violencia, el Gobierno iraquí restableció las relaciones diplomáticas con Siria en 2006, dando así un paso fundamental para la cooperación entre ambos países. Dicha relación es positiva desde el punto de vista estadounidense en un doble sentido. En primer lugar, puede cerrar una vía de entrada y aprovisionamiento para los grupos radicales que actúan en Irak. Siria no es ajena a la inestabilidad iraquí. La oleada de refugiados iraquíes que ha recibido es un incentivo para cooperar a la estabilidad de su vecino. En segundo lugar, este mejor entendimiento entre Siria e Irak es positivo para EEUU ya que puede hacer que sirios e iraníes entren en competencia para ejercer su influencia en Irak, especialmente teniendo en cuenta la importancia del mercado iraquí para Siria. Desde el punto de vista sirio, un avance en la estabilidad de Irak debe verse acompañado por un reconocimiento por parte de EEUU de la labor estabilizadora de Siria desde 2006. La relación de Siria con Jalal Talabani y Moqtada al Sadr ha sido, según Damasco, clave en la estabilización del país independientemente de los efectos del incremento de tropas estadounidense (conocido por su expresión inglesa surge).

La proyección de Siria en los asuntos internos de Líbano es otro de los temas clave en una eventual aproximación de Washington y Damasco. La influencia de Siria en los asuntos libaneses en conflicto con los intereses estadounidenses se deriva de la importancia estratégica que Líbano tiene para Siria, así como de su relación con Hezbolá. La ayuda de Siria e Irán a Hezbolá llevó a EEUU a mantener a ambos en la lista de países que apoyan el terrorismo y que tiene como consecuencia una serie de sanciones, sobre todo restricciones a la exportación. Por otro lado, Siria ha sido acusada por EEUU de intervenir en la política interna libanesa, tanto apoyando a la oposición al Gobierno del primer ministro Fuad Siniora, como por su supuesto papel en los asesinatos políticos en Líbano. La respuesta de EEUU a esta situación llevó a la adopción de la Syria Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act, unaley de la que emana una serie de sanciones con los siguientes objetivos: el abandono de la ayuda siria a grupos terroristas, el fin de su ocupación militar de Líbano, poner término al cruce de la frontera siria por combatientes islamistas internacionales en dirección a Irak y el no desarrollo de armas de destrucción masiva. En ella se consignaban dos sanciones principales: la prohibición de exportar material militar y de materiales de doble uso. Además, se permitía al presidente adoptar, en función de la conveniencia política, dos o más sanciones de un menú de seis: (1) prohibición de toda exportación excepto comida y medicina; (2) prohibición de toda inversión estadounidense en Siria; (3) prohibición de aterrizaje de aviones de bandera siria en EEUU; (4) reducción de los contactos diplomáticos con Siria; (5) restricciones a los viajes de los diplomáticos sirios en EEUU; y (6) bloqueo de transacciones de propiedades sirias. El presidente George W. Bush optó por la prohibición de toda exportación salvo comida y medicina, así como la prohibición de aterrizaje de aeronaves sirias.

Las relaciones entre Siria y EEUU alcanzaron su punto más bajo en 2005, con el asesinato de Rafiq Hariri y 22 personas más. Dicho atentado, con una participación siria no aclarada aún, dio lugar a la retirada del embajador de EEUU en Damasco. Además, el entonces presidente Bush, al igual que hizo la UE, estableció un régimen de sanciones a personajes clave del régimen de Damasco señalados como sospechosos en el Informe de la Comisión de Investigación liderada, en aquel momento, por el fiscal alemán Detlev Mehlis. Además, EEUU impulsó junto a Francia, la creación de un Tribunal Especial de Naciones Unidas para Líbano, encargado de juzgar a los supuestos responsables del asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri. La llegada de Barack Obama no ha disminuido el apoyo estadounidense a dicho Tribunal. Obama afirmó, el 11 de febrero de 2009, su compromiso con el éxito del Tribunal Especial y con el desarrollo de las próximas elecciones libanesas en junio de 2009 sin intromisión exterior, en lo que supone un contundente aviso a Damasco.

Por último, el diálogo representa la posibilidad de lograr un avance en las negociaciones de Siria con Israel. La vertiente siria del conflicto árabe-israelí se centra en la soberanía de los Altos del Golán, pero comprende muchas más cuestiones, incluidas la ayuda siria a Hamás y las potenciales recompensas que Damasco espera recibir desde EEUU y Europa. Aunque Siria ha rechazado tradicionalmente la conclusión de acuerdos de paz separados, como los alcanzados por Israel con Egipto (1979) y con Jordania (1994), por no implicar un avance en la causa palestina, Siria sí participó en la Conferencia de Paz de Madrid en 1991 y ha entablado conversaciones formales de paz con Israel en tres ocasiones. En 1995, tras un encuentro de Bill Clinton y Hafez el Asad en Ginebra un año antes, las negociaciones dieron lugar a la conferencia de Wye Plantation, en la que las negociaciones fueron suspendidas tras una serie de atentados suicidas en Israel efectuados por grupos terroristas palestinos con sede en Damasco. La llegada al poder, en 1996, de un intransigente Benjamín Netanyahu y la defensa numantina de Asad de una retirada total y absoluta del Golán, justificada en un compromiso verbal anterior de Isaac Rabin, causaron el final de las conversaciones directas. En 1999, Hafez el Asad y Ehud Barak volvieron a aproximar posiciones con la celebración de la conferencia de Shepherdstown. En esta conferencia las negociaciones fueron suspendidas por Siria al filtrarse a la prensa la posibilidad de que los negociadores sirios permitieran el establecimiento de un “puesto de alerta temprana” israelí en el Golán. El intento más reciente de aproximación entre Siria e Israel ha tenido lugar en 2008 por mediación turca y sin implicación directa de EEUU. En esta última ocasión, las conversaciones fueron interrumpidas por la reciente crisis de Gaza, aunque el ministro sirio de Asuntos Exteriores, Walid el Moalem, ha indicado la predisposición de su país para retomar las conversaciones de paz, si este deseo es correspondido por la parte israelí. Es indudable que una implicación estadounidense en este proceso podría aportar, cuando las negociaciones llegaran a temas especialmente espinosos, la capacidad de ejercer presión sobre las partes para hacer concesiones dolorosas. El acuerdo permitiría a EEUU incrementar la seguridad de su aliado Israel, aislar políticamente a quienes niegan en la región su derecho a existir y contribuir a un enfriamiento de las relaciones de Siria con Hamás, Hezbolá e Irán.


Conclusión


El camino a Damasco de la nueva Administración estadounidense está salpicado de dificultades. Sin embargo, Obama y Clinton llegan a sus puestos en uno de los momentos más bajos de las relaciones entre EEUU y Siria, lo cual puede, paradójicamente, ayudar a lograr avances significativos. Existe el incentivo mutuo de mejorar la cooperación para la estabilidad en la región y la consecución de los objetivos de cada una de las partes. El acercamiento puede permitir a Siria recuperar los Altos del Golán en una negociación con Israel, lograr unas garantías de seguridad estadounidenses y recibir ventajas económicas a través de unas mejores relaciones comerciales y financieras con EEUU y la UE. En este sentido, la UE guarda una de las llaves para incentivar un papel constructivo del régimen sirio en la región y su acercamiento a Occidente, a través de posibles avances hacia la firma y ratificación del Acuerdo de Asociación.

Por otra parte, el interés estadounidense se centra en la consecución de una mayor estabilidad en Irak y Líbano, un avance en el proceso de paz sirio-israelí, y una reducción del nivel de interlocución sirio con Irán, Hamás y Hezbolá. Para que estos complicados avances sean posibles sería necesario, como lo fue en el pasado, una intensa labor diplomática estadounidense. Las gestiones realizadas en 1991 por el secretario de Estado, James Baker, y el presidente George H.W. Bush con Hafez el Asad para lograr su apoyo a la coalición internacional que expulsó al ejército iraquí de Kuwait requirieron una docena de visitas de Baker a Damasco. De la misma manera, hoy, EEUU defenderá mejor sus intereses con un esfuerzo diplomático sostenido hacia Siria, consistente en un diálogo directo al más alto nivel que combine recompensas cuando se produzcan compromisos formales y avances serios con consecuencias negativas para Damasco si se elige abandonar el camino del diálogo.

LA MODERNIDAD MUSULMANA PASA POR TÚNEZ


Asaf Romirowsky

El académico Daniel Pipes lleva años argumentando que la solución al islamismo e Islam radical es el Islam moderado. Pero la pregunta sigue siendo quiénes son estos moderados y dónde se les puede encontrar. Como afirma Pipes, "el islamismo es una versión utópica del Islam. Los islamistas, los fieles de esta ideología totalitaria extendida y bien financiada, intentan crear un orden islámico global para aplicar integralmente la ley islámica (Shari-'a)."

Utilizando esta definición, la moderación exige el rechazo a la jihad por imponer el gobierno musulmán y el rechazo al terrorismo suicida. Sin el estatus de ciudadanos de segunda para los no musulmanes. No más pena capital por adulterio ni crímenes "de honor." Y no más sentencias de muerte por blasfemia o apostasía.

Finalmente, significa suscribir la misma modernidad que judíos y cristianos han adoptado en la que no hay contradicción entre ser un individuo religioso por una parte y vivir por la otra en una sociedad moderna. Los titulares que salen de Afganistán, Irán, Sudán y un amplio abanico de lugares más sugieren que esta moderación simplemente no es factible, y que el Islam en su forma más básica y agresiva siempre gana.

Recientemente viajé a Túnez para explorar este pequeño y hermoso país ubicado en el corazón del norte de África entre Argelia y Libia. Túnez ha desarrollado discretamente y con éxito en los últimos años un en-torno de coexistencia entre judíos, cristianos y musulmanes en el que la modernidad sirve de denominador común y la religión no se interpone en la vida cotidiana. Túnez no es en absoluto perfecto, pero su estabilidad política, la síntesis árabe-occidental y la visión económica podrían servir de paradigma para otros estados de Oriente Medio.

Como me decía Oussama Romdhani, director general de la Agencia de Comunicación Externa Tunecina, "la tolerancia cultural y religiosa forma parte del patrimonio de Túnez. Las muestras de armonía religiosa que uno percibe en la celebración del Ghriba son posibles a causa de la historia social de Túnez y por-que los cambios y reformas introducidas en Túnez especialmente durante las dos últimas décadas han sustentado los valores de la tolerancia y la aceptación de las diferencias culturales y religiosas." El pueblo tunecino es cálido, amistoso y educado así como abierto a Occidente. Los 10 millones de ciudadanos de Túnez tienen en gran estima los siglos de influencias fenicias, romanas, judías, árabes y europeas que siguen marcando su cultura.

Túnez era evaluada como la economía más competitiva de África por el Foro Económico Mundial y es conocida por su bajo nivel de pobreza, altos niveles de alfabetización y la cantidad de oportunidades que se facilitan a las mujeres. Pero los críticos también argumentan que es un sitio en el que la dirección política controla a la prensa y de manera rutinaria encarcela a la oposición. Muchos de estos intercambios con académicos entre otros implican política mundial, política exterior americana en Oriente Medio así como la dinámica palestino israelí.

Lo que encuentro interesante es que al igual que los europeos, los tunecinos están orgullosos de sus judíos y su herencia judía pero odian a los israelíes, que son percibidos como la encarnación del mal. Sin embargo, esta animadversión no impide a Túnez percibir su modelo de coexistencia como mecanismo para ayudar a establecer la paz entre israelíes y palestinos. Un motivo obvio de que los tunecinos diferencien entre judíos e israelíes es la cercanía con Francia. Otro tema es la posición tunecina en el problema al que se enfrenta Europa en conjunto con los nuevos inmigrantes musulmanes que des-precian al estado judío a causa de la situación de los palestinos. Europa está viendo un lento pero constante crecimiento del antisemitismo bajo el aspecto de antisionismo, que se está extendiendo hasta los vecindarios musulmanes, que no son ajenos al antisemitismo coránico.

No ha existido un nivel así de preocupación, inquietud, hasta depresión entre los judíos europeos desde 1945. Un motivo de esto es la relaja-da definición oficial de antisemitismo en lugares como Alemania, en donde hasta el momento en que aparece un acto de violencia, hay suficientes en resquicios legales para permitir a los autores materiales evitar cualquier consecuencia. Ro-bert Wistrich, un historiador especializado en antisemitismo, observa "Europa no sabe combatir el antisemitismo si ello apacigua a terroristas o ensombrece el nombre de Israel.

Debemos insistir en que existe la relación entre la palestinofilia in-condicional, ser blandos con el terror y la jihad, difamar a Israel y las goleadas actuales de violencia antisemita."

Túnez ha tenido en la práctica su porcentaje de antisemitismo y actividad islamista. En abril de 2002, un terrorista suicida de al-Qaida empotraba un camión lleno de gas propa-no contra al-Ghriba, la mezquita más antigua del norte de África. 19 personas, turistas alemanes en su mayoría, perdían la vida. Históricamente, el antisemitismo/ antiisraelismo creció tras la Guerra de los Seis Días, pero fue el ex presidente de Túnez Habib Bourguiba (1903-2000) quien actuó de manera tajante para cortar tal violencia y garantizar la protección judía.

Bourguiba era famoso por ser un diestro político que con frecuencia prefería quedar por encima de adversarios como los funcionarios franceses o los conservadores islámicos antes que complacerlos. Sus tácticas llegaron a llamarse en la prensa parisina Bourguibismo, y ayudaron a afianzar su posición como líder de Túnez después de que los mandatarios de las demás naciones musulmanas -- el shah de Irán, el rey de Libia, los gobernantes de Siria e Irak -- fueran derrocados. Cuando Túnez se independizaba fue Bourguiba quien trabajó por los derechos de la mujer y defendió "un código personal" que contenía la jurisprudencia musulmana tradicional y las costumbres implementan-do los derechos de la mujer. Años de estudio en París durante los años 20 empaparon a Bourguiba de la lógica y el pensamiento occidental, y durante sus tres décadas como presidente encontró lógico defender la contención hacia Israel, incluso después de la victoria israelí en la guerra del 67, cuando los demás líderes árabes querían venganza. Además, también instaba al mundo árabe musulmán a afrontar el hecho de que Israel es una realidad que debe ser reconocida y con la que hay que trabajar.

Este realismo tuvo consecuencias políticas; en conversaciones a puerta cerrada con Nasser en 1965, Nasser elogiaba a Bourguiba por sus comentarios sobre Israel y a continuación públicamente lo denunciaba. Y gracias a la forma en que Nasser ridiculizaba a Túnez suspendieron contactos diplomáticos en 1966. Algunos meses antes de la guerra de Yom Kippur en 1973, Bourguiba pedía "una paz justa y duradera," citando el derecho de Israel "a no ser exterminado y arrojado al mar." Pero en 1973 igual que en 1967, enviaba una fuerza militar para mostrar su apoyo al bando árabe.


Cuando la Organización para la Liberación de Palestina abandonó Beirut occidental en 1982 tras la invasión israelí, a pesar de muchas cesiones les abrió la puerta. Y aproximadamente 1.100 miembros de la OLP en activo llegaron por mar a Bizerte para encontrarse con un recibimiento. El principal anfitrión fue Bourguiba jaleando desde el muelle y permitiendo que la OLP abriera delegación en Túnez. Salto a 1987, uno de los golpes de estado menos violentos de toda la historia, cuando Zine al-Abidine Ben Ali se hizo con el poder. Ben Ali había sido primer ministro y jefe de Inteligencia bajo Bourguiba. Y teniendo en cuenta el mal estado de salud de Bourguiba en 1987, la transición fue llamativa-mente tranquila.

Bajo Ben Ali, los líderes en Túnez han adoptado una postura dura en la separación entre religión y estado. La implementación de la prohibición constitucional de partidos políticos constituidos según directrices religiosas es implacable y silenciosa, como los registros a los particulares sospechosos de la más remota inclinación hacia movimientos islámicos políticos. Esto ayuda a explicar el motivo de que los hombres con barba de estilo islamista sean una rareza en Túnez. Las autoridades desarticularon la importante organización islamista Movimiento An-Nahda ("Renacimiento") a las órdenes del renombrado exegeta Rashid al Ghannushi.

Todo esto ha suscitado gran apoyo a Ben Ali y Bourguiba por desplazar a Túnez en la dirección de la moderación y la modernidad en una región constantemente amenazada por la inestabilidad y el islamismo. Y esta es realmente la impresión que me dio mientras recorría el país, que los tunecinos son felices con su estilo de vida y no buscan abanderar su religión en nombre de una ideología.

Sin embargo, mantener este equilibrio depende de que Túnez pro-mueva su modelo además de que Argelia y Libia vean a Túnez como pasaporte a la modernidad. Si podemos repetir con éxito esta práctica de la religión, hay posibilidades de ver cambio. Sin duda, cualquiera preocupado por el futuro del Islam debería cooperar con el sentimiento pro-occidental de Túnez.

Este tesoro oculto del mundo musulmán me fue mostrado por mi amigo Jerry Sorkin, un empresario radicado en Filadelfia con muchos años de experiencia en Túnez. Me describió su primera visita a Túnez hace 25 años diciendo, "me subí a un taxi, el conductor puso instintiva-mente en marcha el taxímetro, con-dujo por el asfalto, me dio el cambio y me dio las gracias. Supe que estaba experimentando algo que no había experimentado nunca en mis visitas a muchos otros países de Oriente Medio y el norte de África. Esta fue la primera de lo que viene siendo una corriente perpetua de dicotomías de las que he sido testigo y he experimentado en Túnez, que me permiten decir que Túnez rompe la imagen que la mayoría de los occidentales tiene del mundo árabe y musulmán. Nosotros en Occidente, en particular nuestra administración actual, debería mirar a Túnez como país que, aunque lejos de ser perfecto, puede ser un maravilloso puente entre los americanos y el mundo árabe y musulmán y cuyos muchos logros dentro del ámbito socioeconómico pueden ser comparados con lo que otros países en la región pueden aspirar."

El comentario anterior destaca de verdad lo que Túnez tiene que ofrecer y lo que deberíamos estar apoyando. Mientras el próximo presidente estadounidense se pone a ganar la guerra contra el terror por un lado, y por otro a encontrar a esos musulmanes moderados que puedan pronunciarse contra el Islam radical, Túnez puede ser de ayuda.

Puede aportar individuos que en la esfera pública se necesitan con desesperación para demostrar que los islamistas no son la mayoría.

LA CUESTIÓN DE LA SOBERANÍA EN EL CONFLICTO DEL SAHARA OCCIDENTAL


Jacob Mundy

Introducción

En 1975 Marruecos invade el Sahara Occidental para impedir que España- la potencia colonial desde 1885- organice un referéndum sobre la independencia bajo mandato de las Naciones Unidas. Desde entonces, el movimiento independentista del Sahara Occidental, el Frente POLISARIO (fundado en 1973), ha desafiado el intento de Marruecos de anexionar el territorio por la fuerza. Los primeros quince años del conflicto fueron testigo de una guerra de guerrilla de baja intensidad entre las fuerzas marroquíes apoyadas por Occidente y los guerrilleros del POLISARIO apoyados por Argelia. Desde que fuera declarado el cese el fuego en 1991, una Misión de las Naciones Unidas en el Sahara Occidental se halla sobre el terreno, cuyo cometido es el de organizar un referéndum sobre la independencia. Casi diecisiete años más tarde- y en resumidas cuentas- Marruecos sigue rechazando permitir semejante votación.

El conflicto del Sahara Occidental es descrito a menudo como un caso de soberanías compitiendo entre sí. En 2007, por ejemplo, el Secretario General de las NN.UU. hizo esta «observación» que fue posteriormente suprimida del documento:

1. Para que las negociaciones [en Manhasset] arrojen resultados positivos, ambas partes deben reconocer que la cuestión de la soberanía es, y siempre lo ha sido, el principal obstáculo en esta controversia, y que es en esta cuestión tan sumamente delicada donde hay que encontrar una solución (UNSC S/2007/385, párrafo 13, el énfasis agregado).

2. Mientras tengamos que esperar que nos anticipen declaraciones como éstas de los mediadores, seguirá habiendo un problema con el razonamiento del Secretario General. En lo que respecta a la cuestión de la soberanía, sencillamente está equivocado.

3. No hay un problema de soberanía en el Sahara Occidental. Sí, es cierto que ambos, Marruecos y los nacionalistas saharauis han declarado mutuamente exclusivas reivindicaciones sobre el Sahara Occidental. Pero decir que hay reivindicaciones compitiendo entre sí sobre el Sahara Occidental oculta un hecho importante. Una reivindicación es legítima y la otra no.

Según el conocido fallo del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de 1975, la población autóctona del Sahara Occidentales es el poder soberano en el Sahara Occidental. Aunque a los nacionalistas saharauis no se les permitió presentar argumentos ante el Tribunal, el Dictamen del TIJ falló a su favor en última instancia. El Tribunal requirió simultáneamente la celebración inmediata de un referéndum de autodeterminación sobre la independencia mientras rechazaba ostensiblemente todas las reivindicaciones marroquíes referentes a los derechos históricos sobre el Sahara Occidental.

Sahara Occidental: terra nullius?

La opinión consultiva del TIJ sobre el Sahara Occidental fue (irónicamente, en retrospectiva) a petición de Marruecos en 1974, poco después de que España declarase su intención de celebrar un referéndum sobre la independencia. El 30 de septiembre de ese mismo año, Marruecos presenta una solicitud ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Marruecos quería una decisión vinculante del Tribunal Internacional en lo referente a que si España había ocupado o no territorio marroquí cuando fundó una colonia en 1885. Mauritania, que también había plantado una reivindicación sobre el Sahara Español, apoyó la petición de Marruecos. España, sin embargo, no aceptaría someterse a un arbitraje vinculante. En lugar de ello, Madrid aceptaría un dictamen sobre la cuestión del Sahara Occidental en el contexto de las NN.UU. y de las resoluciones pertinentes.

Entonces el 13 de diciembre de 1974, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó su resolución 3292, que solicitaba un dictamen al TIJ sobre las siguientes cuestiones:

I. ¿Era el Sahara Occidental (Rio de Oro y Sakiet El Hamra) en el momento de la colonización por España un territorio que no pertenecía a nadie (terra nullius)?

Si la respuesta a la primera pregunta fuera negativa

II. ¿Cuáles eran los vínculos jurídicos entre este territorio y el Reino de Marruecos y la entidad mauritana?



El TIJ escuchó los argumentos de Marruecos, Mauritania, España y Argelia en el verano de 1975.

El primer escollo que el Tribunal tenía que superar era determinar si el Sahara Occidental era o no no man’s land (tierra de nadie) al iniciarse la colonización española en 1885.

A esta primera cuestión, el Tribunal respondió rápidamente, con una negativa. El Sahara Occidental no era Tierra de Nadie. El Sahara Occidental perteneció a un pueblo, pero que no era el de Marruecos ni el de Mauritania. Basándose en todas las pruebas, el Tribunal halló que las tierras estaban habitadas por poblaciones que, si bien nómadas, estaban social y políticamente organizados en tribus y bajo jefes competentes para representarles. El hecho de que oficiales coloniales españoles habían alcanzado acuerdos con estos indígenas invalidó además cualquier sugerencia de terra nullius (opinión del TIJ, párra. 81-3).

En otros términos, el TIJ había determinado que el Sahara Occidental había pertenecido a los saharauis en el momento de la colonización. Este es un punto importante que habría que recordar. El TIJ había determinado que los indígenas saharauis fueron el poder soberano en el Sahara Occidental antes de iniciar la audiencia de los argumentos de Marruecos. El Tribunal podía proceder con la segunda cuestión no porque Marruecos y Mauritania hayan podido ejercer su soberanía sobre el Sahara Occidental sino a pesar de ella.

Sin embargo, bajo el mandato de la Asamblea General el Tribunal hubo que darle a Marruecos y a Mauritania un juicio justo. No obstante, el Tribunal tenía que determinar primeramente el significado de «lazos jurídicos». En este caso, el Tribunal decidió que se estaban buscando lazos jurídicos «que pudieran afectar a la política que habría que seguirse en la descolonización del Sahara Occidental». Le incumbe a Marruecos y a Mauritania probar que sus lazos jurídicos con el Sahara Occidental eran lo suficientes como para negarles a los saharauis el derecho soberano a la autodeterminación.

La reivindicación marroquí sobre reconocimientos internos de soberanía

La exposición de Marruecos ante el TIJ tenía cuatro puntos fundamentales. El argumento de Marruecos comenzaba con una reivindicación de «una posesión inmemorial» que data de la conquista del Islam al norte de África desde hace más de mil trescientos años. El Tribunal no admitió esta reivindicación: Al Tribunal le pareció que «el carácter extenso, intermitente y a veces transitorio de muchos de estos acontecimientos hace que el material histórico un tanto equívoco como prueba de la posesión del territorio».



La segunda reivindicación presentada por los juristas marroquíes era una aseveración de la «continuidad geográfica» entre su nación y el Sahara Occidental. Sobre este punto, Marruecos citó un precedente del TIJ, el Estatus Jurídico de Groenlandia Occidental, en donde la posesión de Dinamarca de una parte de Groenlandia se tradujo en soberanía sobre el territorio en su totalidad. Sin embargo, el Tribunal no se creyó este argumento ya que había dado por sentado que el Sahara Occidental estaba, en 1885, poblada por un pueblo altamente organizado. Por otra parte, en el caso de Groenlandia, su estatus como terra nullius era fundamental para la opinión del Tribunal a favor de Dinamarca. El TIJ no solamente consideró las reivindicaciones de Marruecos a la continuidad geográfica «un tanto debatibles», sino que le resultaban poco convincentes «las deducciones indirectas que hacía Marruecos de acontecimientos en el pasado» (Ibíd.: párra.90-3).

El tercer y cuarto aspecto del caso de Marruecos fue, lo que se ha dado en calificarse, pruebas para el ejercicio «interno y externo» de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental. En lo que respecta al primero, la delegación marroquí explicó la naturaleza del Estado marroquí precolonial. El «Estado Jerifiano», según la delegación marroquí, estaba formado de tal manera que si ciertos grupos sociales se sentían o no bajo el control directo del orden central del sultán, todos los grupos reconocían su «autoridad espiritual» como descendiente del Profeta Mahoma (al- Sharif) y Comendador de los Creyentes (amir al-mu’minin). El Estado marroquí precolonial no solamente incluía las tierras bajo el control formal del sultán (bilad al-majzan) sino también las tierras fuera del mismo (bilad al-siba) donde su autoridad espiritual seguía siendo presuntamente suprema. «Debido a un patrimonio de cultura común», alegaba la delegación marroquí, «la autoridad espiritual del sultán era siempre reconocida». (Aunque no se mencione en la opinión del Tribunal, la aseveración marroquí era que en las plegarias de los viernes siempre se decía en nombre del Sultán, tanto en bilad al majzen como en bilad al-siba.)

Mientras el TIJ permitía esta concepción fluida de soberanía, no obstante encontró las evidencias empíricas de Marruecos poco convincentes. De hecho, algunas de «las pruebas históricas» vistas por el Tribunal indican que Marruecos no podía demostrar el ejercicio de su soberanía dentro de partes del sur de Marruecos, por no hablar ya del Sahara Occidental. Como pudo observar el TIJ, la región del sur de Maruecos comprendida entre los ríos Sus y Dra’a (justo al norte del Sahara Occidental) estaba en «un estado permanente de insubordinación y parte de Bled Siba». Esto, a juicio del Tribunal, «implica que no hubo un ejercicio efectivo y continuado de las funciones del Estado incluso en esas áreas al norte del Sahara Occidental» (párra.94-7).

El caso marroquí también intentó demostrar que el Sahara occidental había estado «siempre ligado al interior de Marruecos por vínculos comunes de cultura etnológica y religiosa,» que fueron rotos por la colonización europea. La delegación marroquí reclamaba vínculos de lealtad entre el sultán marroquí y ciertos lideres saharauis (qa’ids), particularmente de la confederación tribal de Tikna, cuyos radios de distribución se esparcen desde la región del río Nun en el sur de Marruecos hasta la región de Saqiya al-Hamra en el norte del Sahara Occidental. Sin embargo, el Tribunal pudo constatar que la prueba presentada «parece apoyar la opinión que casi todos los dahirs [decretos del sultán] y otros actos con relación a los caids [qa’ids] están relacionados con las áreas situadas en el actual Marruecos mismo» y por lo tanto «no aportan en sí mismos prueba del ejercicio efectivo de la autoridad marroquí en el Sahara Occidental». El TIJ añadió que ninguna de las pruebas era lo suficientemente convincente para concluir que el sultán de Marruecos había impuesto o recaudado impuestos en el Sahara Occidental.

La delegación de Marruecos puso de relieve entonces la carrera de Chej Malainin, un reconocido y poderoso líder en el área más al oeste del Sahara. Malainin se convirtió en el representante personal del sultán de Marruecos a fines del siglo diecinueve y dirigió movimientos de resistencia contra la dominación colonial. Sin embargo, el Tribunal no estaba convencido que Malainin estuviera actuando siempre en interés de Marruecos. «En lo que respecta a [Cheij Malainin]», señaló el Tribunal, «la complejidad de su carrera puede dejar dudas como la de precisar la naturaleza de sus relaciones con el sultán». De hecho, la historia sugiere que Malainin dirigió los movimientos de resistencia anticolonial para apoderarse del trono marroquí, no para restaurarlo. El Tribunal era muy consciente de esto: «ni tampoco el material aducido lleva al Tribunal a concluir que los supuestos actos de resistencia en el Sahara Occidental a la penetración foránea podrían ser considerados como actos del Estado marroquí».

Lo más importante de todo, el equipo marroquí señaló que el Rey Hasan I visitó personalmente partes del Sahara Occidental en 1882 y 1886, donde algunas tribus saharauis reafirmaron sus vínculos de lealtad (baya ah) al sultán. No obstante, las expediciones de Hasan I al sur antes de la dominación colonial, señaló el tribunal, «ambas tenían objetivos dirigidos específicamente a Sus y Nun», más al norte del Sahara Occidental.

Aunque el TIJ continuó sin convencerse de «la reclamación de Marruecos de haber ejercido su soberanía territorial sobre el Sahara Occidental», el Tribunal no «excluyó la autoridad del mismo sobre algunas tribus en el Sahara Occidental» (i.e., las tribus de Tikna). Sin embargo, esta reclamación no se extendía a las confederaciones de Rgaybat, las más dominantes en el Sahara Occidental por su población y zonas de distribución, «u a otras tribus independientes que viven en el territorio». Bien, «incluso teniendo en cuenta la estructura específica del Estado jerifiano», el Tribunal no pudo hallar «ningún vínculo de soberanía territorial» ni pudo creer que Marruecos haya «ejercido actividad estatal de forma efectiva y exclusiva en el Sahara Occidental». La única cosa que el Tribunal encontró sobre este particular era que «un vínculo jurídico de lealtad había existido en el periodo pertinente entre el sultán y algunas, pero solo algunas, de las poblaciones nómadas del territorio» (párra. 99, 103-77).

La reivindicación marroquí sobre el reconocimiento externo de la soberanía

El cuarto y más importante aspecto del caso marroquí era el reclamo de un reconocimiento internacional o «externo» de soberanía sobre el Sahara Occidental. Esta parte final del argumento marroquí se basaba sobre los tratados entre el sultán marroquí y los gobiernos de España (1767 y 1861), el de Estados Unidos (1836) y el de Gran Bretaña (1856). Todos estos tratados sobre «naufragios» tenían que ver con la seguridad y la recuperación de los marineros y la carga. Marruecos también presentó un tratado de 1895 con Gran Bretaña, que concierne a las tierras entre el río Draa (en Marruecos) y Cabo Bojador (Sahara Occidental); un «supuesto» protocolo de 1900 del Tratado de Tetuán con España de 1860; y una correspondencia Franco-Germana en 1911 (párra. 108).

La delegación marroquí alegó ante el Tribunal que el artículo decimoctavo del Tratado Hispano-Marroquí de Marrakech de 1767 reconoció la capacidad del sultán de Marruecos «de tener el poder de tomar decisiones con respecto a Wad Noun y sus alrededores». No obstante, el texto del tratado en español, que difiere de la versión en árabe de Marruecos, exponía, de modo inequívoco, que el sultán de Marruecos

Se abstiene de expresar opiniones respecto al puesto de comercio que Su Católica Majestad desea establecer al sur del río Noun, ya que no puede asumir la responsabilidad por los accidentes y las desgracias, porque sus dominios no se extienden más allá de esto (párra. 109-10). Para probar aun más la autenticidad de la versión española del Tratado, la delegación de Madrid aportó al Tribunal importantes intercambios diplomáticos.

Acercándose más al tiempo de la colonización española, el Tribunal escuchó la los argumentos sobre la cláusula de un naufragio (Artículo 38) del Tratado Hispano- Marroquí de Comercio y Navegación de 1861. La delegación marroquí alegó que el Artículo 38 era un explícito reconocimiento español de la soberanía del sultán sobre las tribus saharauis, ejercida más tarde para la entrega sin problemas de los marineros a España en el caso del barco Esmeralda que fue capturado tras naufragar a 180 millas al sur del río Nun. Sin embargo, la delegación española aportó documentos que muestran que no fue la influencia del sultán de Marruecos sino más bien las acciones del «Chej Beyrouk», un importante líder local (qa’id) en el Nun, quién había liberado a los marineros al negociar directamente con el Cónsul de España en Mogador (actualmente Essaouira). El Tribunal se dio cuenta rápidamente de que el Tratado de 1861 y el caso Esmeralda no «justifican la conclusión de que España de este modo reconocía la soberanía territorial del sultán». Es más, el argumento marroquí solamente reafirma lo que el Tribunal ya había determinado: los sultanes marroquíes ejercieron su autoridad personal o influencia sobre los qa’ids de Tikna del Nun. Sin embargo, el Tribunal fue claro en que esto no «sería considerado como algo que implica el reconocimiento internacional de la soberanía territorial del sultán en el Sahara Occidental” (párra.112-18)

La siguiente prueba presentada al Tribunal fue un acuerdo anglo-marroquí. Marruecos reclama éste como prueba del reconocimiento británico de la autoridad del sultán tan al sur como Cabo Bojador en el Sahara Occidental. Sin embargo, al TIJ le pareció que la interpretación marroquí del acuerdo «no concuerda con los hechos como se demuestra en la correspondencia diplomática,» y que «la posición señalada reiteradamente por Gran Bretaña era que Cabo Juby [Tarfaya, en el presente Marruecos] estaba fuera del territorio marroquí». Lejos de probar la soberanía, el Tribunal calificó el Tratado de 1895 como una promesa británica «que no cuestionaría en el futuro cualquier pretensión» del sultán de Marruecos en esa área. El Tribunal explicó que no fue un «reconocimiento por parte de Gran Bretaña de la soberanía marroquí sobre esas tierras [i.e. Tarfaya, Marruecos]» (párra. 119-20)

Con respecto al Tratado de Tetuán de 1860, la delegación marroquí esgrimió como prueba un protocolo adicional sobre el enclave de Ifni, supuestamente firmado en 1900. Sin embargo, la delegación española negó la existencia del citado protocolo y por consiguiente el Tribunal no pudo tomarlo en consideración.

La última prueba del caso marroquí sobre el reconocimiento internacional de soberanía fue el acuerdo Franco-Germano de 1911, que insinuaba que la región de Saqiyah al-Hamra (norte del Sahara Occidental) era parte de Marruecos, aunque Río de Oro (sur del Sahara Occidental) quedara fuera. No obstante, la delegación española señaló que las Convenciones Franco-Españolas de 1904 y 1912, que habían establecido las fronteras coloniales entre el Sahara Español, Mauritania, Marruecos y Argelia, reconocían de modo inconfundible que Saqiyah al-Hamra quedaba fuera del control de Marruecos. El Tribunal percibió en última instancia que el intercambio de misivas de 1991 no fue más que una admisión de la «esfera de influencia» de Francia en lugar de «constituir un reconocimiento de los límites de Marruecos» (párra. 121-7).

La opinión final del TIJ

Sobre la base de los cuatro argumentos que la delegación marroquí presentó ate el TIJ (posesión inmemorial, continuidad geográfica, ejercicio de soberanía interno y ejercicio de soberanía externa), el Tribunal no pudo encontrar «ningún vínculo jurídico de soberanía territorial entre el Sahara Occidental y el Estado marroquí». Esta conclusión fue reiterada con respecto a ambas reivindicaciones, la mauritana y la marroquí: «los materiales y la información presentada al [Tribunal] no establece ningún vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sahara Occidental y el Reino de Marruecos o la entidad mauritana [i.e., Bilad Shingiti]». El Tribunal reconoció que había habido «un vínculo jurídico de lealtad entre el sultán y algunas, aunque, solamente algunas, de las tribus del territorio» (i.e. fracciones de Tiknah). Sin embargo en su conclusión final, el Tribunal explicó el significado de estos nimios «vínculos jurídicos»:

Por lo tanto, el Tribunal no ha encontrado vínculos jurídicos de esa naturaleza que pudieran afectar la aplicación de la resolución (1514) en lo que se refiere a la descolonización del Sahara Occidental y, en particular, al principio de autodeterminación mediante la expresión libre y genuina de la voluntad de las poblaciones del territorio (párra. 129, 162).

La votación de los dieciséis jueces fue de 14 contra 2 en contra de Marruecos y 15 contra 1 en contra de Mauritania. En ambos casos, el voto discrepante fue un juez ad hoc designado por Marruecos conforme a una regla particular del TIJ. Sin embargo, en el caso de Marruecos, la otra voz discordante le pareció que el Tribunal debería haber rechazado las reivindicaciones marroquíes ostensiblemente.

De hecho, horas después de que se diera lectura a la opinión el 16 de octubre de 1975, el rey Hasan II tomó la advertencia del Tribunal de que- habían existido algunos vínculos entre la Monarquía marroquí y algunas de las tribus de Tiknah- para anunciar al mundo que Marruecos haría que 350.000 civiles entren resueltamente al Sahara Occidental tanto si España abandona [el territorio] como si no. En este juego de la gallina, fue Madrid quién se estremeció. Casi un mes después de que el TIJ declarase su apoyo al derecho del Sahara Occidental a la autodeterminación, España anunció el 14 de noviembre que pronto abandonaría el Sahara Occidental, entregándosela a Marruecos y a Mauritania. El hecho de que Maruecos malinterpretara deliberadamente la opinión del TIJ para justificar la invasión del Sahara Occidental bajo el control de España quiere decir que Marruecos es culpable de dos atroces y continuas violaciones del orden internacional:

1. Primera: un intento flagrante de expandir su territorio por la fuerza y
2. Segundo: negar deliberadamente a un pueblo su derecho a la autodeterminación.

Conclusión: y ahora ¿qué habría que hacer?

Para terminar, no creo que este análisis vaya a cambiar muchas opiniones en Washington o Paris con respecto al Sahara Occidental. El problema no es que altos responsables ignoren el hecho de que Marruecos no tiene derecho alguno para estar en el Sahara Occidental. He mantenido bastantes conversaciones con diseñadores de políticas para conocer que la única gente que cree que Marruecos tiene un derecho sobre el Sahara Occidental se les paga para creerlo. Incluso el negociador principal de las NN.UU. Peter Van Walsum reconoció que el POLISARIO está en lo cierto. El problema, como lo explicó Van Walsum, fue Francia y Estados Unidos. No están dispuestos a forzar Marruecos a que acepte cualquier cosa que no sea de su agrado. La estabilidad de Marruecos- ya fuera real o imaginaria- es de alta prioridad estratégica para Occidente. Y nos guste o no el nacionalismo saharaui es una amenaza para la estabilidad en Marruecos. No creo que estos hechos vayan a cambiar próximamente.

Pero no me estoy dirigiendo a los diseñadores de políticas. Más bien, creo que es más importante hablarle a la gente que quiere cambiar la política. Y por consiguiente les pido a todos ustedes repensar cómo deberíamos enfocar el asunto del Sahara Occidental. Por tradición, hemos tendido a centrarnos en el asunto de la autodeterminación. Sin embargo, este no es el único enfoque. Nos estaríamos haciendo un gran favor a nosotros mismos volviéndonos a enmarcar nuestras discusiones sobre la cuestión de la agresión, la ocupación y la negación de la soberanía nacional, no únicamente la autodeterminación.

El Sahara Occidental es evidentemente un país excepcional. Y no hablo únicamente de su pueblo, cuya generosidad, compasión y paciencia son increíbles. El Sahara Occidental es en efecto la última colonia en África. Sin embargo esa no es la parte más importante. También necesitamos tener presente que el Sahara Occidental supone el mayor desafío al orden internacional post- Segunda Guerra Mundial. La invasión, ocupación y colonización de Marruecos al Sahara Occidental representa el intento más flagrante de un país por expandir su territorio por la fuerza después del fin de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, se podría argumentar que la invasión marroquí del Sahara Español fue más deliberada que la ocupación de Israel de los territorios confiscados tras la guerra arabo-israelí de 1967. Marruecos no está violando solamente las normas que rigen los Territorios No Autónomos. Marruecos está también violando lo más importante, las reglas básicas que prohíben la agresión y la ocupación.

La opinión del TIJ sobre el Sahara Occidental se cita a menudo como prueba definitiva de que al Sahara Occidental se le debe un referéndum sobre autodeterminación. No obstante, esta reclamación se fundamenta en una lectura a medias del sumario de la opinión del Tribunal. Una lectura completa de la opinión íntegra del Tribunal demuestra que el TIJ fue muy claro en que el poder soberano en el Sahara Occidental era y es de los nativos saharauis. El propósito del referéndum de autodeterminación en el Sahara Occidental no es decidir entre soberanías compitiendo entre sí, bien marroquí o bien saharaui, sino encuestar a los saharauis si desean o no retener, modificar o renunciar a su soberanía. Necesitamos dejar de hablar sobre la autodeterminación como un acto que constituye la soberanía en el Sahara Occidental. La soberanía ya está constituida en el Sahara Occidental. Como dijo el TIJ, el Sahara Occidental jamás ha sido terra nullius..