miércoles, 22 de octubre de 2008

LA CUMBRE ASEM-7 EN PEKÍN: UNA OPORTUNIDAD PARA AVANZAR HACIA UN ORDEN GLOBAL


César de Prado

En marzo de 1996 tuvo lugar en Bangkok la primera cumbre (ASEM–1) bienal de jefes de Estado y de Gobierno de los entonces siete países de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), además de la República Popular China, Japón y Corea del Sur por parte asiática, y los entonces 15 miembros de la UE acompañados por el presidente de la Comisión Europea. El número de socios ha ido creciendo con las sucesivas ampliaciones de la ASEAN y la UE, pero ASEM se está expandiendo principalmente en Asia. En la séptima cumbre a celebrar en Pekín los días 24–25 de octubre (véase www.ASEM7.cn) ya estará concluida la incorporación de Bulgaria, Rumania y el Secretariado de la ASEAN, además de la India, Pakistán y Mongolia, aprobada dos años antes, en la cumbre ASEM–6 celebrada en Helsinki.

Hay varios ausentes importantes en ASEM. Rusia no ha sido aceptada ni por la parte europea ni por la asiática a pesar de reiterados intentos. Pekín no permite que Taiwán use el precedente de la OMC y APEC, en donde participa como socio económico con el nombre de Taipei Chino. La ermitaña Corea del Norte está todavía aprendiendo a socializarse en las delicadas negociaciones a seis bandas. Australia y Nueva Zelanda tampoco son socios porque, al ser aliados de EEUU, hay socios asiáticos de ASEM que no han dado el visto bueno a su incorporación. EEUU por definición no puede ser miembro pero tampoco ha mostrado apenas, al menos hasta ahora, interés por influir en este proceso multilateral que ve con pocos rendimientos a corto plazo. Las agencias de las Naciones Unidas y las económicas de Bretton Woods a veces participan como invitados aunque no se sabe aún muy bien como hacerlas converger con ASEM.

Alemania, Francia y Singapur han sido tres países especialmente interesados en potenciar el proceso ASEM. En 1993 Alemania decidió acercarse estratégicamente a Asia, lo que conllevó una reacción en cadena. En 1994 los entonces primeros ministros Édouard Balladur de Francia y Goh Chok–Tong de Singapur preacordaron la creación de ASEM en una reunión asiática del Foro Económico Mundial. Para Alemania y Francia es una manera de intentar impulsar un gran proyecto en el que EEUU no está presentes, y para Singapur es una oportunidad de consolidar su liderazgo regional y desarrollar aspiraciones globales. Así se entiende que el Reino Unido y algunos otros países participen, de manera incierta, en ASEM argumentando a veces, por ejemplo, un desacuerdo por sentarse en la misma mesa con los militares golpistas que controlan Myanmar (antigua Birmania) desde 1989. Los socios restantes son en general pragmáticos y participan en ASEM en la medida que les parece conveniente para abrirse al mundo. Aunque los presidentes de gobierno español Aznar y Rodríguez Zapatero han cancelado, recortado o pospuesto visitas a Asia para atender asuntos internos, nunca han faltado a las cumbres ASEM. Tan valiosa será la oportunidad de asistir a la cumbre de Pekín que el nivel de participación de jefes de Estado y de Gobierno batirá récords.

Los actuales 43 países (y dos instituciones regionales) de ASEM representan alrededor del 60% de la población y del comercio mundiales, y un mosaico de complejas culturas con deseos de al menos dialogar pacientemente. En 12 años el proceso ASEM se ha abierto a un amplio número de temas de interés bilateral, trans–regional y, sobre todo, global ordenados en tres grandes pilares (político, económico, y socio–cultural). En los primeros años los líderes hablaban de liberalizar el comercio global y de paliar los dañinos movimientos financieros que causaron graves crisis en muchos países de Asia. Desde el 11–S también se discuten temas aún más complicados como los graves conflictos del mundo, el terrorismo, las armas de destrucción masiva, la escasez de recursos energéticos y el desarrollo saludable y sostenible, y aspectos de poder blando como diálogos intelectuales y religiosos, y el papel de los organismos y reglas multilaterales.

Todo eso ha dado lugar a un creciente número de reuniones ministeriales y de altos funcionarios ASEM. Los ministros de Asuntos Exteriores se reúnen meses antes para preparar las cumbres. Los ministros de Finanzas se han reunido en ocho ocasiones. Los de Economía no se han vuelto a reunir desde que el gobierno holandés denegó visados a los participantes de Myanmar en la sexta cumbre ministerial prevista para septiembre de 2005. Pero se están empezando a consolidar reuniones sobre temas más específicos: medio ambiente, cultura, nuevas tecnologías de la información y la comunicación, pequeñas y medianas empresas, trabajo y educación. Tanto trajín no quiere decir que los resultados hayan sido los deseados por muchos, pero al menos se mantiene la dinámica.

Un informe elaborado por un grupo de expertos con ocasión de ASEM–6 sugirió a los impacientes líderes políticos que desarrollasen proyectos más relevantes dentro de áreas con un especial valor añadido, y proponía nuevos métodos de trabajo y coordinación. El lema de ASEM–7 es “visión y acción: hacia soluciones donde todos ganan”, y los líderes tratarán el problema de la gran dispersión de prioridades, quizá aprobando un nuevo marco de cooperación. No obstante, el funcionamiento del proceso ASEM presenta varias ventajas para acercar a una Europa que necesita flexibilizarse con una Asia que necesita coordinarse. ASEM es consensual en sus declaraciones exhortativas. Es democrática porque todos pueden lanzar ideas y proyectos en las reuniones que se alternan entre Asia y Europa. Fomenta el liderazgo ya que mientras haya al menos un socio europeo y otro asiático se puede empezar cualquier actividad; esto ha permitido que grupos de países interesados lideren temas concretos a largo plazo. Es voluntaria ya que sólo los socios interesados se involucran en los proyectos que quieren, cómo y cuando les parece bien. Es barata, ya que sus costes fijos se limitan a viajes cortos bastante espaciados en el tiempo, y los variables se enfocan a seminarios catalizadores. Es informal y discreta, ya que los socios participantes interactúan a puerta cerrada en ambientes a menudo distendidos.

Otro valor añadido de ASEM, especialmente para los socios asiáticos, es la potenciación de su incipiente sociedad civil transnacional. Los líderes gubernamentales dejan actuar a los actores no gubernamentales que quieran enarbolar la bandera ASEM y, si les parece oportuno, toman nota e incluso incorporan aspectos de dichas actividades. Se ha consolidado una tradición de celebrar pequeños foros de empresarios y sociedad civil, y asambleas de parlamentarios antes de las cumbres ASEM. Y la Fundación Asia–Europa (ASEF), con sede en Singapur y patrocinio de muchos socios ASEM (incluida España), es un catalizador de redes en temas educativos, artísticos, intelectuales, mediáticos, de parlamentarios y otros especialmente enfocados a jóvenes. La misma semana de la cumbre ASEM–7 tendrán lugar el undécimo foro empresarial Asia–Europa y la cuarta mesa redonda de editores. En semanas anteriores se han celebrado un modelo ASEM para jóvenes, un diálogo sobre arte y cambio climático y un tercer encuentro para conectar sociedades civiles.

Al ser un proceso novedoso, evolutivo, y abriéndose al mundo, ASEM no tiene prevista su institucionalización a corto plazo. Los socios europeos se coordinan entre la Comisión y la Presidencia en contacto con todas las capitales de los 27 países de la UE. Además, la geometría variable, los proyectos a la carte y una ligera apertura a la sociedad civil de la plataforma ASEM ayudan a la UE a avanzar en su política exterior común hacia una gran zona del mundo aún más prometedora que conflictiva. Puede comprometerse en temas liderados tanto por la Comisión como por la presidencia de turno del Consejo, o por grupos reducidos de países, y con apoyo no gubernamental si resultara de interés. Tras ASEM–7, la UE se quedará varios días en Pekín para tratar temas estratégicos y de derechos humanos, y las delegaciones de los países europeos aprovecharán su viaje a la cumbre para dialogar discretamente con los socios que les interesen.

La ausencia de un secretariado permanente y una agenda predeterminada ha obligado a los socios asiáticos de ASEM a coordinarse flexiblemente entre la ASEAN y el noreste asiático, algo impensable hasta hace poco debido a las confrontaciones históricas aún por resolver. Tras varios años compitiendo por conseguir un secretariado permanente de ASEM, los países de la ASEAN han logrado coordinarse para que su secretariado regional en Yakarta adquiera la fuerza y la flexibilidad necesarias para llegar a asumir parte de ese papel, sobre todo teniendo en cuenta que en diciembre se espera que entre en vigor una Carta casi constitucional para ASEAN. Mientras, catalizado por la coordinación intra–asiática para preparar la primera cumbre ASEM en 1996, el proceso multidisciplinar ASEAN+3 enlaza desde 1997 el sudeste asiático con Japón, Corea del Sur y la República Popular China. Y la reciente incorporación de la India y Pakistán al proceso ASEM busca ir más allá ayudando a reconciliar a ambas potencias nucleares e impulsar un mayor papel de la Asociación de Asia del Sur para la Cooperación Regional (SAARC) y así poder colaborar con Europa para seguir intentando avanzar en una arquitectura global donde los mejores procesos regionales complementan las tradicionales relaciones internacionales entre países soberanos. Aunque en ASEM–7 no se tratará esta posibilidad es posible que sea un tema central de la siguiente cumbre (ASEM–8), a celebrar en Bruselas en 2010.

China como clave del éxito de ASEM–7

China lleva años mejorando su imagen exterior y sus relaciones hasta con Japón y con Taiwán. Es cierto que China se ha acercado a países cuestionables como Rusia, Irán, Sudán y Venezuela, pero por el momento hay bastantes indicaciones de que su interés prioritario es el energético; la principal excepción es Myanmar, a cuyo régimen también apoya para mantener una salida geopolítica al mar Índico. Tras el éxito de los Juegos Olímpicos de Pekín en agosto y el primer paseo espacial del país en septiembre, muchos ciudadanos chinos están convencidos de que están en camino de ser una superpotencia. Pero las elites del Partido Comunista en el poder saben perfectamente que, a pesar de los admirables logros conseguidos por China en las últimas décadas, su todavía precario sustento social (las protestas rurales van en aumento; el medio ambiente está muy contaminado; muchos alimentos son inseguros) y económico (la riqueza está mal repartida; el crecimiento depende de exportaciones a países del G7 y de un yuan infravalorado; falta inversión en I+D; muchas empresas están quebrando) a corto y medio plazo no permite ninguna aventura más que la de participar en la economía y sociedad internacionales y, siguiendo unas mínimas reglas de juego pacífico como las que propugna el proceso ASEM, intentar aprovecharlas y transformarlas gradualmente para su interés.

Por tanto, caben pocas dudas de que en la cumbre ASEM–7 el anfitrión mostrará su mejor cara de socio globalmente responsable. Se espera de China que muestre especial interés en ayudar a re–regular un sistema financiero global, sobre todo teniendo en cuenta que tras la crisis financiera asiática de 1997–1998 Asia oriental ha desarrollado una serie de acuerdos que ahora están convergiendo en un fondo regional de 80.000 millones de dólares que impida o mitigue una nueva recaída. Y mostrará interés en ayudar a disminuir la pobreza, aumentar la seguridad alimentaria, desarrollar nuevas energías y atajar el cambio climático. En la declaración de la última reuniónde ministros de Asuntos Exteriores de ASEM celebrada en Hamburgo en mayo de 2007 ya se reafirmó el apoyo de los socios ASEM a un “sistema internacional basado en la justicia y la legalidad con las Naciones Unidas en el centro” y se animó a reformar las Naciones Unidas para conseguir mayor representatividad, transparencia y efectividad. Los socioseuropeos casi siempre han trabajado con ese espíritu y cada vez más socios asiáticos se dan cuenta de que las instituciones multilaterales globales sí sirven para paliar los múltiples retos de la sociedad global. Debido a la naturaleza global de los retos que afectan a China, en ASEM–7 Pekín reiterará las declaraciones a favor del multilateralismo que hizo el primer ministro chino Wen Jiabao en la última Asamblea General de las Naciones Unidas.

Tras la experiencia del proceso ASEM y motivados por el espíritu de cooperación multilateral descentralizada, los socios asiáticos, liderados por la ASEAN, han comenzado a desarrollar una estrategia más amplia de interregionalismos para llegar con Corea del Sur, Japón y, sobre todo, China, a otras complicadas partes del mundo. Hace una década se creó el Foro de Cooperación América Latina–Asia del Este (FOCALAE), y unos años después se creó el Diálogo de Cooperación en Asia parcialmente complementado con el nuevo proceso de Diálogo Asia–Oriente Medio desde 2005, mismo año en que se presentó un nuevo Partenariado Asia–África para el siglo XXI. China ha venido participando tibiamente en todo este tipo de procesos interregionales y ha mantenido abiertas otras opciones principalmente con la Organización de Cooperación de Shangai (OCS), un proceso de cooperación multi–temático para pacificar con Rusia las tradicionales esferas de influencia en Asia Central que recientemente también intenta influir en otras partes con limitada presencia occidental. Dada la creciente muestra de Pekín de potenciar a la OCS como una plataforma de diálogo y cooperación no militar, es previsible que en ASEM–7 aclare aún más su postura pacífica global y se una al resto de los socios europeos (destacando España) y asiáticos para dejar claro a Rusia y sus aliados que no se toleran las reglas de juego de la Guerra Fría, y que es mejor consensuar una red dinámica de instituciones y reglas internacionales.

El creciente interés de España

En los años 80 y 90 España reforzó lazos con Europa, América y el Mediterráneo, pero sus relaciones con el resto del mundo siguieron muy relegadas. El proceso ASEM supuso un importante aliciente para que el gobierno se acercara a Asia y el Pacífico, y comenzara a pensar cómo participar en la construcción de una arquitectura global más pacífica y beneficiosa. El arranque no fue rápido ya que Felipe González ni siquiera asistió a la cumbre ASEM–1 a principios de marzo del 1996 (le sustituyó su ministro de Asuntos Exteriores) porque ese fin de semana se celebraron las elecciones nacionales cuyo partido perdió. Aznar asistió pasivamente a la cumbre ASEM–2 en Londres, pero para poder ser activo en ASEM–3 en Seúl en 2000 lanzó poco antes un ambicioso Plan Marco para Asia–Pacífico con un horizonte de cuatro años con el que se comenzaba a reflexionar sobre una necesaria reorientación estratégica de la política exterior española. Aunque era notable la falta de recursos estatales para avanzar los objetivos marcados, se aprovecharon algunas oportunidades del proceso ASEM como fue la obtención de la dirección ejecutiva de la Fundación ASEF en Singapur.

Un Plan de Acción para Asia–Pacífico más detallado para el siguiente cuatrienio (2004–2008) seguía en gran medida el espíritu de ASEM. El gobierno ha reforzado la diplomacia, las acciones de apoyo a unos empresarios en general reticentes y los esfuerzos para apoyar la integración asiática. Ha comenzado a atender algunos retos globales de seguridad como el terrorismo, el crimen organizado y las migraciones ilegales. Ha ayudado en catástrofes naturales (tsunamis, terremotos, inundaciones). Ha fomentado la presencia y diálogo cultural. Y acercado la política exterior a algunos académicos y otros ciudadanos interesados.

Bilateralmente, España ha venido reforzando múltiples relaciones con los principales socios asiáticos de ASEM. Ha comenzado relaciones con la India y Pakistán, las ha potenciado con socios de la ASEAN, se ha acercado a Japón y Corea, y ha prestado una especial atención a China. En 2005 España y China firmaron una asociación estratégica por la que se consideran socios privilegiados en los ámbitos político, económico, cultural y de relaciones internacionales. Una relación potencialmente tan interesante sólo la tiene China con Francia, Alemania y el Reino Unido, el núcleo duro de la UE, lo que da esperanza a la idea de que España ayude a potenciar notablemente las múltiples dimensiones de ASEM a raíz de la cumbre de Pekín.

Ante el largo camino aún por recorrer en cualquier dirección política, económica y socio–cultural, el próximo plan del Gobierno hacia Asia y el Pacífico, que se esperado para dentro de unas semanas, sin duda buscará un mayor consenso de Estado y mostrará un renovado interés por seguir aprovechando el potencial de ASEM. España ya ha sido socio anfitrión de reuniones ministeriales ASEM sobre migraciones internacionales y lucha contra el terrorismo, y en ASEM–7 confirmará su intención en albergar durante la presidencia española de la UE en el año 2010 reuniones ASEM de ministros de Finanzas y de Educación, y una reunión interreligiosa a alto nivel. También intentará mantener una participación relevante en los proyectos de la Fundación ASEF para seguir catalizando la participación de la sociedad civil cada vez más concienciada de la existencia de interdependencias globales.

Aún más importante, la proyección de ASEM seguirá ayudando a España a configurar una estrategia más global basada en el poder blando. En su primer discurso sobre política exterior en su segunda legislatura pronunciado el pasado junio el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció recientemente los principales elementos geográficos y temáticos a potenciar y conjugar para gobernar la globalización. Reafirmó el interés de España por Europa, América y el Mediterráneo, pero proclamó “la conveniencia en proseguir con la resuelta apertura a África y Asia”, destacando la necesidad de “superar la asignatura asiática”. Los temas que más interesan a su Gobierno son de interés global, similares a los tratados en ASEM, como la lucha contra la pobreza, la construcción de la paz, la gestión ordenada de las migraciones, el cambio climático y la energía, la economía y los derechos humanos.

Conclusiones

El proceso ASEM puede parecer algo incierto debido a la falta de instituciones que gestionen su dispersión, pero debemos recordar que sólo pretende ser un instrumento para encontrar sinergias pacíficas en un mundo en rápida transición. ASEM es muy flexible geográfica, sustantiva y operativamente, lo que facilita la proyección exterior de la UE, la coordinación intra–asiática y su gradual integración en una nueva arquitectura global, además de ayudar a crear múltiples interdependencias entre los socios ASEM. La República Popular China, como anfitriona de la séptima cumbre ASEM, no perderá la oportunidad de reafirmar que su reemergencia es pacífica y constructiva, sabiendo que los lazos que la conectan al mundo pueden ayudarla a convertirse en una gran potencia responsable. Y una España cada vez más abierta también considera que ASEM es una buena herramienta para abrirse camino en Asia y hacerse notar globalmente.

LAS DIFICULTADES DE LA DESNUCLEARIZACIÓN DE COREA DEL NORTE Y LA EVOLUCIÓN DE LA APROXIMACIÓN ESTADOUNIDENSE


Gracia Abad Quintanal

Introducción

En el transcurso del verano hemos sido testigos de un nuevo frenazo en el proceso de eliminación de los programas nucleares de Corea del Norte, ya que el país asiático decidió a mediados de agosto detener el desmantelamiento del reactor nuclear de Yongbyon y comenzar a dar los pasos necesarios para su rehabilitación. Ello habría sido consecuencia de la negativa de la Administración Bush a hacer efectiva definitivamente la eliminación de la República Popular Democrática de Corea de la lista de Estados que apoyan el terrorismo hasta en tanto no se acordara con la citada República un sistema de verificación de los progresos realizados en el desmantelamiento de su programa nuclear adecuado y en línea con los criterios internacionales existentes.

Corea del Norte, por su parte, consideró la negativa estadounidense como una violación de los acuerdos alcanzados tanto en el marco de la reunión de las Conversaciones a Seis Bandas celebrada en octubre de 2007, como en el contexto de las conversaciones bilaterales previas mantenidas en Ginebra. En efecto, en el contexto de dichas reuniones, EEUU se habría comprometido a sacar al país asiático de la lista de Estados que apoyan el terrorismo una vez que hiciera entrega de una declaración completa de sus programas nucleares (algo que ocurrió el pasado mes de junio) sin que la verificación apareciera como requisito necesario ni en el acuerdo multilateral ni en el bilateral. No obstante, tampoco había compromiso alguno que implicara que ambas acciones debieran tener lugar de forma simultánea salvo que –como apuntan algunos autores– Corea del Norte y EEUU hubieran alcanzado algún acuerdo en ese sentido en Ginebra, acuerdo que no se habría hecho público.

Sea como sea y, si bien en el momento de la entrega de la declaración por parte de Corea del Norte el pasado mes de junio el presidente Bush señaló que iniciaría el proceso para retirar a Corea del Norte de la lista comunicando al Congreso su decisión de hacerlo pero que, debido al procedimiento que debía seguirse, la medida tardaría aún 45 días, también es cierto que tal plazo culminaba el 11 de agosto y que para entonces no sólo no se había producido la eliminación, sino que el propio día 11 EEUU anunció la intención de no actuar en ese sentido mientras no hubiera acuerdo en relación con la verificación.

La actitud estadounidense pudo servir de detonante para la decisión norcoreana de interrumpir el desmantelamiento del reactor siguiendo de ese modo, según los líderes norcoreanos, el principio de “acción por acción” establecido como guía en las Conversaciones a Seis Bandas. La interrupción, que se produjo el 14 de agosto pero que sería anunciada a principios de septiembre, curiosamente tuvo lugar sólo unos días después del ejercicio militar conjunto anual realizado por Corea del Sur y EEUU, ejercicio que hizo declarar a los líderes norcoreanos su voluntad de reforzar su “disuasión militar”.

La estrategia norcoreana

Si bien es cierto que hemos asistido con anterioridad no sólo a frenazos sino incluso a bloqueos y retrocesos en el proceso de desnuclearización norcoreano y también que no es infrecuente que Pyongyang trate de llamar la atención de la comunidad internacional, en particular en los meses de verano y otoño –lo hizo, por ejemplo, en agosto de 1998 con el lanzamiento del Taepo-Dong, en julio de 2006 con la prueba de los misiles y de nuevo ese mismo año con la prueba nuclear de octubre–, en esta ocasión el endurecimiento de la posición norcoreana se ha producido pocos meses antes de las elecciones en EEUU, un elemento que parece conveniente tener en cuenta si se quiere hacer un análisis apropiado de la situación.

Corea del Norte, que parece atravesar un momento económico particularmente difícil –en parte como consecuencia del alza de los precios del petróleo y de la inundación de las cosechas del año pasado– y que podría ser víctima de la peor hambruna desde los años 90 –necesitaría más de millón y medio de toneladas de grano para evitarlo según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas–, podría haber optado por un cambio de actitud en el proceso de desnuclearización con la esperanza de obtener de la Administración Bush un acuerdo más favorable a sus intereses. En efecto, habida cuenta del relativo fracaso cosechado por EEUU a lo largo de los últimos ocho años en otros frentes de su política exterior y teniendo en cuenta la progresiva relajación de las exigencias hacia Corea del Norte exhibida por Washington desde finales de 2006, no parece descabellado que Pyongyang pensara que la Casa Blanca cedería incluso un poco más con tal de que el proceso de desnuclearización norcoreana pudiera pasar a la historia como uno de los éxitos de la actual administración.

La reacción estadounidense

Sin embargo, si bien esos cálculos podrían tener sentido, lo cierto es que la Administración Bush no parece haber cedido en esta ocasión. Con todo, sí se ha mostrado relativamente conciliadora, como demuestran los esfuerzos realizados por Christopher Hill (máximo responsable estadounidense en las negociaciones con la República Popular Democrática de Corea) y Kim Sung (director de la oficina de Asuntos Coreanos del Departamento de Estado) para reunirse tanto con altos funcionarios norcoreanos como chinos repetidamente en las últimas semanas. Unos esfuerzos que han culminado con éxito, dada la aceptación de las inspecciones por parte de Corea del Norte y la retirada de República Popular Democrática de Corea de la lista de Estados que apoyan el terrorismo, hecha efectiva el 11 de octubre.

Ahora bien, la firmeza con que ha actuado la Administración Bush en esta cuestión no parece un hecho aislado. De hecho, aunque de manera casi imperceptible, cabe pensar que la postura de Washington hacia la República Popular Democrática de Corea se ha endurecido ligeramente a lo largo de los últimos meses. Prueba de ello serían las declaraciones del presidente Bush con ocasión de una corta visita a Seúl realizada en el marco de su viaje para asistir a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín. En ellas, por primera vez en mucho tiempo, volvió a referirse a “los pobres niveles de respeto a los derechos humanos observables en Corea del Norte”, un discurso que había sido abandonado en aras de una mayor fluidez en las negociaciones. Asimismo y, en relación con la eliminación de Corea del Norte de la lista de Estados que apoyan el terrorismo, el presidente estadounidense indicó a su homólogo surcoreano que Kim Jong-Il “tendría que tomar ciertas decisiones si quería salir de la lista”, decisiones que, a la vista de los últimos acontecimientos el líder norcoreano, se habría avenido a adoptar.

Así, es cada vez más evidente que la Administración Bush no sólo no habría rebajado las condiciones para la eliminación de Corea del Norte de la lista de Estados que apoyan el terrorismo sino que podría haber endurecido tanto esas condiciones como su postura en el conjunto del proceso. Y es que, más allá de las circunstancias apuntadas más arriba, hay también otras razones que podrían explicar que Washington mantuviera una actitud de mayor firmeza e incluso, si se quiere, de cierta dureza en comparación con la que, como decíamos, ha sido habitual en los últimos dos años en los que, incluso William Perry, secretario de Estado con el presidente Clinton ha llegado en algún caso a acusar a la Administración Bush de adoptar una postura demasiado “suave” con Corea del Norte.

Entre esas razones hay que mencionar, en primer lugar, el cambio en la correlación de fuerzas existente en el marco de las Conversaciones a Seis Bandas, operado en el transcurso de los últimos meses. Así, si en las primeras rondas de dichas negociaciones la correlación de fuerzas imperante parecía ser de 3-2-1, donde ahora cabría indicar que hemos pasado a una situación de 4-1-1.

En el primer caso, la República Popular China, tradicional aliado de Corea del Norte, así como la Corea del Sur del presidente Roh Moo-Hyun que llevó a sus últimas consecuencias la Sunshine Policy de su predecesor, Kim Dae-Jung, y la Federación Rusa (3) eran partidarias de una aproximación mucho más suave a la República Popular Democrática de Corea (1) mientras que eran EEUU y su tradicional aliado en Asia Oriental, Japón (2), los que mostraban un grado mucho menor de flexibilidad.

Sin embargo, las cosas han cambiado. Al endurecimiento de la postura de la República Popular China, cansada de la fuente de inestabilidad de regional que supone Corea del Norte, incómoda con la situación derivada de la llegada de refugiados procedentes de dicho Estado que podría convertirse además en auténtica avalancha de colapsar el régimen de Kim Jong-Il y deseosa de aparecer como una potencia responsable y fiable ante la Comunidad Internacional (un esfuerzo que, en el contexto de su emergencia como gran potencia y especialmente desde que en 2005 Robert Zoellick le hiciera un llamamiento en ese sentido, es cada vez más evidente), se ha unido el cambio de actitud de Corea del Sur tras la victoria del conservador Lee Myung-Bak en las elecciones de diciembre de 2007, que hacen que la República de Corea esté mucho menos dispuesta a buscar la normalización de las relaciones con su vecino del norte a cualquier precio. Así, estos dos Estados, junto con EEUU y Japón (4) estarían en una posición algo más fuerte en el marco de las negociaciones multilaterales con Corea del Norte (1) en las que la Federación Rusa (1) apenas habría modificado su posición, de cierta pasividad por otra parte.

Junto al cambio en la correlación de fuerzas, entre los motivos que podrían explicar la adopción por Washington de una mayor firmeza es la retirada progresiva de EEUU de Irak y, con ello, la desaparición de una de las cuestiones que estaban restando notables energías a la superpotencia.

Asimismo y, por mucho que no se haya querido dar demasiada publicidad desde Washington a la cuestión que, por otra parte, ha sido abordada en el marco de las conversaciones bilaterales entre EEUU y la República Popular Democrática de Corea y no de forma multilateral, las transferencias de tecnología y know how a Siria a la que incluso habría ayudado a construir un reactor igual que el de Yongbyon –que habría quedado destruido por el ataque israelí del mes de septiembre de 2007– confirman que Corea del Norte no es sólo un Estado nuclear sino proliferador, algo que por otra parte no es nuevo, como muestran sus intercambios a lo largo del tiempo tanto en materia nuclear como de misiles, con Pakistán e Irán, además de la propia Siria. Asimismo, según algunos autores, el reactor sirio, que en el momento de su destrucción por la aviación israelí podía necesitar pocas semanas para estar operativo, podría ser un intento norcoreano de continuar con sus programas nucleares sin ser descubierta siguiendo lo que podríamos calificar de “estrategia de deslocalización”.

Por último, aunque quizá sea la razón que menos haya influido, habida cuenta de las muchas dudas que aún envuelven el proceso de desnuclearización y las propias intenciones norcoreanas y el cambio en la correlación de fuerzas que hablábamos más arriba, la Administración Bush pudo juzgar en último término desaconsejable dejar a la siguiente lastrada por una decisión de cierto calado sin contar al menos con unas mínimas garantías.

Ahora bien, a la vista de la firmeza con que ha reaccionado EEUU a este último órdago de Corea del Norte y dado que esta última respondió inicialmente dando los primeros pasos para la rehabilitación del reactor –un proceso que, no obstante y según fuentes norteamericanas hubiera requerido más de un año–, cabe preguntarse, como es tristemente habitual, cuál era la verdadera razón de la conducta del régimen norcoreano. Sin poder descartar nunca por completo los planteamientos de aquellos autores que afirman que Corea del Norte no tiene una voluntad sincera de eliminar completamente sus programas de armas nucleares, otras explicaciones parecen más plausibles; así cabe pensar que como tantas veces iban de farol y sólo deseaban ganar fuerza en la negociación, que como también es habitual pretendían llamar la atención de EEUU y la Comunidad Internacional, algo tanto más lógico en una coyuntura particularmente difícil como la que parece atravesar la República Popular Democrática de Corea o que querían ganar tiempo y esperar a que llegue un nuevo inquilino a la Casa Blanca, con la esperanza de lograr de él un acuerdo mejor.

Si esta última fuera la razón que hubiera motivado la conducta de Corea del Norte, desde luego su movimiento habría tenido sentido. En efecto, si analizamos los 14 años transcurridos desde la firma del Acuerdo Marco en 1994 y la puesta en marcha de la KEDO, el escenario menos favorable para la República Popular Democrática de Corea es el que se ha dado en el contexto de la segunda Administración Bush. No en vano, mientras que de la mano del acuerdo logrado bajo la Administración Clinton, Corea del Norte logró un notable volumen de ayuda de la Comunidad Internacional sin llegar a hacer efectivo su compromiso de desnuclearizarse y durante la primera Administración Bush, en el marco de la estrategia de aislamiento desarrollada por ésta, el régimen de Pyongyang pudo avanzar considerablemente en sus programas nucleares, en el marco de la segunda Administración, de la mano de las Conversaciones a Seis y las negociaciones bilaterales con EEUU, Corea del Norte ha tenido que llegar más lejos que nunca (por mucho que pueda seguir siendo insuficiente) en sus concesiones. En otras palabras, el régimen de Kim Jong-Il puede tener buenas razones para querer esperar a la próxima Administración porque se puede decir que “nunca le ha ido tan mal”.

Los candidatos presidenciales frente a la cuestión norcoreana

Dicho esto, la pregunta sería lógicamente, qué cabe esperar del 44º presidente de EEUU en lo que a Corea del Norte y los esfuerzos para acabar con sus programas nucleares se refiere.

Y la respuesta probablemente es que, por paradójico que pueda parecer, lo “mejor” que le puede pasar a Corea del Norte si desea tener un margen mayor de maniobra que el actual y poder dar marcha atrás en su proceso de desnuclerización o, cuando menos, no avanzar en él, es que gane el senador John McCain. En efecto, el candidato republicano, que por otra parte ha otorgado mucho menor protagonismo que su oponente a Corea del Norte en sus referencias a la política exterior, como prueba el hecho de que ni siquiera hiciera referencia a la cuestión en su discurso de aceptación, sí ha manifestado su voluntad de adoptar una postura mucho más inflexible con Corea del Norte, en lo que cabe pensar sería un retorno a los planteamientos al respecto de la primera Administración Bush. De hecho, el senador McCain, en consonancia con los planteamientos del sector más conservador del partido republicano se ha mostrado contrario a la política desarrollada por el presidente Bush durante buena parte de la segunda Administración, mostrándose a favor del retorno a las sanciones y a la demanda de “desarme completo, verificable e irreversible”, una estrategia que como veíamos más arriba fracasó y sólo sirvió para facilitar a Corea del Norte un desarrollo más rápido de sus programas.

A diferencia de lo que ocurría en el caso del senador McCain, si el nuevo inquilino de la Casa Blanca es el demócrata Barack Obama cabe esperar que el panorama en relación con Corea del Norte no sea muy diferente del actual y que su gestión de las negociaciones –multilaterales y bilaterales– con la República Popular Democrática de Corea no difiera mucho de la realizada por la segunda Administración Bush. No en vano, los planteamientos del candidato demócrata que apuesta por la culminación del proceso de Conversaciones a Seis como paso previo para la normalización de las relaciones entre todos los participantes en el mismo y la creación de una Península Coreana estable, parecen estar mucho más en consonancia con la estrategia de implicación diplomática desarrollada por el subsecretario de Estado para Asia Oriental y el Pacífico, Christopher Hill, máximo responsable de las negociaciones con la República Popular Democrática de Corea. De hecho, resulta interesante que el crecimiento incesante de la ventaja del candidato demócrata en las encuestas haya coincidido con la decisión norcoreana de aceptar el régimen de verificación exigido por los negociadores estadounidenses.

Conclusión

Tanto la actitud de firmeza de la Administración Bush, que no parece haber sucumbido a la tentación de mejorar su balance gracias a un éxito en el proceso de negociación para la desnuclearización de Corea del Norte conseguido a cualquier precio, como la probabilidad de que, en función de lo anunciado por las encuestas, la próxima Administración sea una demócrata encabezada por el senador Obama que siga la misma línea de la segunda Administración Bush en lo que a la República Popular Democrática de Corea se refiere, parecen haber hecho desistir a ésta última de conseguir un acuerdo mejor.

EL NEGOCIO DE LA DROGA EN ASIA CENTRAL


Alberto Priego

Afganistán como centro del problema

La aparición de la droga en Asia central está muy vinculada a la invasión soviética de Afganistán y sobre todo a la reacción de la CIA. La financiación de los denominados muyahidines, así como de los costes del armamento utilizado por la resistencia pastún, se llevó a cabo con el dinero procedente del cultivo del opio en las zonas fronterizas entre Afganistán y Pakistán. El cultivo del opio provocó graves problemas en Pakistán: el incremento espectacular de la población adicta y la implicación de buena parte del servicio secreto pakistaní (ISI) en el narcotráfico.

Con el fin de la Guerra Fría, Afganistán perdió importancia para EEUU y si bien es cierto que se buscó que Pakistán quedara “limpio” de drogas, no ocurrió lo mismo con la tierra de los pastunes. El país quedó sumido en una etapa de caos, dominada por los Señores de la Guerra (Faruk, Dostum y Pahlawan) e invadido por el cultivo del opio.

En medio de ese caos surgió un grupo de combatientes que se autodenominaban como los talibán, derivado de talib (estudiante/creyente en dari). Este grupo, apoyado por el propio ISI, logró hacerse con el control del país imponiendo un régimen de terror basado en una interpretación extrema del Corán y del Pastunwali (código de conducta Pastún). Su primer objetivo, al menos inicialmente, fue acabar con el tráfico de drogas que estaba destruyendo Afganistán. Así, nada más llegar al poder, los talibán declararon el cultivo del opio contrario a la ley islámica. Sin embargo, pronto se percataron de dos problemas: el primero que no podrían sobrevivir sin el dinero que les reportaba dicho tráfico y el segundo, que de llevar la erradicación del cultivo, los campesinos les darían la espalda. Por ese motivo, el Mullah Omar se inventó una muleta ideológica mediante la cual se explicaba que el cultivo de opio no era más que una manera de luchar contra los kafirs (los infieles) que consumían dicha droga en Occidente y Rusia.

Así, el Afganistán de los talibán comenzó a producir grandes cantidades de opio y a aplicar dos tasas supuestamente islámicas: el usher que gravaba a los agricultores y el zakat que hacía lo propio con los traficantes. En 1999 se alcanzó el primer récord de producción, con 4.800 toneladas métricas. Desde entonces la producción de opio en Afganistán no ha hecho más que aumentar, con la única excepción del año 2001, aunque tal cosa nada tuvo que ver con la intervención estadounidense sino con la decisión del régimen talibán de frenar su producción para evitar la caída del precio internacional del opio. No obstante, siguió cultivándose en las zonas controladas por la Alianza del Norte.

Asimismo, la intervención de los Aliados que siguió a los atentados del 11 de septiembre no supuso una reducción del cultivo del opio. Desde que las tropas de EEUU, el Reino Unido y Australia lanzaron la Operación Libertad Duradera las cifras del cultivo de opio se han incrementado, especialmente en los dos últimos años.

El hecho de que no se haya conseguido reducir el cultivo de opio no quiere decir, como algunos autores han señalado, que no se esté haciendo nada para su erradicación; simplemente la situación es mucho más compleja de lo que parece y responde a otras causas, como veremos a continuación.

El primer y principal problema para la erradicación del opio es la inestabilidad constante que vive Afganistán. Junto a la inestabilidad, la falta de seguridad es el otro requisito indispensable para el cultivo de opio. Así, Afganistán, desde la retirada soviética, se ha convertido en el lugar más adecuado del mundo para dicha actividad. Hoy, las zonas donde hay una mayor concentración de opio son Helmand y Kandahar, precisamente las provincias donde los niveles de violencia son más elevados. En Helmand se calcula que se produce el 50% del opio del mundo y es, junto con Kandahar, curiosamente, la zona donde los talibán son más fuertes. Al tiempo, en esas dos provincias, el Gobierno de Karzai encuentra menos apoyos y los atentados contra las fuerzas de la coalición son más frecuentes. A estas dos provincias hay que añadir las de Nangamar y Badajsán que también presentan problemas de seguridad aunque de diferente índole. Mientras que Nangamar tiene un alto grado de producción de opio debido a que es una zona abrupta y peligrosa por hacer frontera con las zonas tribales de Pakistán, Badajsán ha heredado la inestabilidad de Tayikistán y los problemas del tráfico de drogas del país chií. De hecho, durante la era soviética los soldados adictos a los estupefacientes pagaban dinero para ser destinados a esa república. En Nangamar se encuentra la mayor parte de los laboratorios de procesamiento de heroína de Afganistán, que están controlados por los pastunes-shinwaris, presentes tanto en Pakistán como en Afganistán.

El segundo problema es la corrupción rampante que sufre Afganistán. Se sabe que varios parlamentarios están apoyados económicamente por los narcotraficantes, lo que limita la capacidad de control del poder legislativo. Además, importantes cargos relacionados directamente con Karzai han estado también implicados en asuntos de drogas. Éste es el caso del ex-gobernador de Helmand –Sher Mohammed Akhundzade– en cuyas oficinas se encontraron nueve toneladas de pasta de opio. En lugar de abrir una investigación, Karzai lo nombró presidente del Consejo de Ancianos y es que, aunque no se puede decir que el gobierno afgano no luche contra la droga, su postura se ha relajado bastante desde 2002, fecha en la que se dictó la última prohibición gubernamental. Se calcula que el opio representa el 52% del PIB de Afganistán; el resto son ayudas internacionales.

El tercero de los problemas es la interiorización del cultivo de adormidera entre los campesinos, que llevan sembrando esta planta desde hace muchos años. Además, se encuentran atrapados en un sistema de préstamos (Salaam) en el que los narcotraficantes les conceden unos créditos trampa que los apresan casi de por vida. Por otro lado, los agricultores que no poseen tierras se dedican a recorrer Afganistán en busca de trabajo, mientras enseñan las técnicas de cultivo del opio, haciendo mucho más difícil su erradicación.

Las rutas del opio

Se conocen tres rutas principales del opio o de la heroína. Siguiendo la primera, la ruta sur, la droga sale de Afganistán por el sur o por las zonas tribales hacia los puertos paquistaníes de Gwadar y Karachi. En la costa se carga en barcos con destino a los países del Golfo Pérsico, desde donde se dirige a Turquía y posteriormente a Europa.

La segunda de las rutas, la oeste, utiliza a Irán como punto de salida desde las provincias de Herat, Bagdhis y Faryab pasando por Turkmenistán. La droga, generalmente sin procesar, atraviesa el Desierto de la Muerte para acabar en Turquía donde se procesa y se envía a Europa no sin dejar parte en el mercado local.

La tercera ruta, conocida como ruta norte, es la que más se adentra en Asia central y a la que vamos a dedicar una mayor atención.

La ruta norte-Asia central

Asia central no presenta en sí misma una producción importante de opio, con la única excepción, si acaso, de Tayikistán, cuyos datos, no obstante, son casi irrisorios si los comparamos con los de Afganistán. Sin embargo, alberga la ruta norte, por donde circula alrededor del 21% de la heroína/opio procedente de Afganistán y que es, a su vez, una amalgama de cinco rutas o sub-rutas que en su mayor parte pasan por Tayikistán hacia Europa, Rusia y, cada vez más, hacia China.

El espectacular incremento de la producción de opio en Afganistán y su transporte por la ruta Norte han provocado además un aumento del 1.000 % en el consumo en Asia central respecto a la era soviética.

Tayikistán

Tayikistán es la puerta de entrada de la mayor parte de la droga procedente de Afganistán. Se calcula que el 73% de la heroína y el 43% del opio que circulan por la ruta norte entran por Tayikistán. Este hecho se debe a un conjunto de circunstancias que van desde su situación geográfica hasta su inestabilidad política, pasando por una historia vinculada a las drogas. Los traficantes utilizan grupos reducidos de hombres-correo que van escoltados por personal armado. Si se produce un encontronazo con las fuerzas fronterizas tayikas (KOGG), aquellos que transportan la droga huyen hacia Afganistán mientras los escoltas repelen la agresión. Una vez la droga está en Tayikistán, suele pasar por Dushanbe donde se empaqueta y sigue su camino hacia Kirguizistán o Uzbekistán. Tayikistán presenta uno de los índices más altos de adicción de toda Asia central, 119,1 por 100.000 habitantes, cifra que se dispara en Dushanbe (679 por 100.000 habitantes), en Gorno-Badajsán (480 por 100.000 habitantes) y en Kurgan-Tyube (604 por 100.000 habitantes). Teniendo en cuenta estas cifras podemos afirmar que allí donde circula la droga la adicción es mayor.

Desde Tayikistán, parten dos rutas: la ruta norte A sale de Kirguizistán atravesando Kazajistán para acabar en Rusia y la segunda, la ruta norte B, que se inicia en Kirguizistán, pasando por Uzbekistán y Kazajistán, para acabar también en Rusia. El país eslavo se ha convertido en uno de los principales mercados para los opiáceos, con un total de 2.000.000 de adictos, medio millón más que los registrados en la UE.

Uno de los problemas para lograr el control de la droga en Asia central es la ciudad de Osh (Kirguizistán). Su cercanía a Kazajistán y Uzbekistán, su situación en el Valle del Ferghana y, sobre todo, su vecindad con Gorno-Badakhstán, propician que sea el punto desde donde se distribuye la mayor parte de los narcóticos de la región.

En otra ruta (ruta C1) el opio pasa de Kirguizistán a Uzbekistán por Osh y Jala-Labad (Valle del Ferghana). Ya en Uzbekistán pasa por Namagán y Andiyán con destino a Tashkent y a Samarcanda. Desde allí emprende camino a Kazajistán (oeste) y finalmente a Rusia. Sin embargo, ésta no es la principal ruta de entrada del opio en Uzbekistán. Los principales alijos se han interceptado en la frontera afgano-uzbeka, concretamente en la zona de Termez (ruta norte C2).

Turmenistán

Turkmenistán es quizá el país del que menos datos tenemos y también el que menos coopera con actores internacionales como la UE. De hecho varios políticos turkmenos, incluyendo al antiguo presidente Turkmenbashi, están bajo la sospecha de colaborar con el narcotráfico. Esta vinculación está relacionada con los contactos mantenidos por el propio Turkmenbashi y los talibán. La droga entra desde Uzbekistán (ruta norte C2) con dos destinos: Rusia (vía Kazajistán) o Azerbaiyán atravesando el Caspio.

Kazajistán

Kazajistán es el puente entre Europa, Rusia y Asia central y, quizá por eso, es el país que tiene mayores problemas con las drogas, aunque también es el que está haciendo mayores esfuerzos para combatirlas. Kazajistán tiene, con diferencia, la tasa más alta de adictos a los opiáceos (355 por cada 100.000 habitantes), lo que no sólo supone que un 1,02% de la población es consumidora habitual sino que este porcentaje se incrementa alarmantemente año a año. En el año 2006 se dispararon esas cifras con un 20% de nuevos consumidores. La situación es peor en zonas de paso como Karaganda (Kazajistán central), Zhambyl (Kazajstán sur) o Atyrau (norte del Caspio).

Sin embargo, los problemas del país kazako no acaban en el opio y en la heroína. Kazajistán se está convirtiendo en el gran productor de cannabis (Valle del Chu) de Asia central, con el 97% del total. Además, se han interceptado algunos alijos de Efedra (precursor de la meta-anfetamina) y de pastillas de éxtasis con destino a Rusia.

La UE y la lucha contra el narcotráfico

Aunque los opiáceos no son la droga más popular en la UE, lugar reservado al cannabis y a la cocaína, Europa es la segunda región del mundo en consumo y la primera en volumen económico. Un 22% de la producción mundial de opiáceos tiene por destino Europa, cifra que está a caballo entre el 57% de Asia y el 14% de EEUU.[1] Como nota positiva se puede afirmar que mientras que Asia se ha mantenido igual y EEUU ha doblado su porcentaje, en Europa el porcentaje ha descendido ligeramente. Como nota negativa hay que decir que tanto en Europa como en EEUU se ha incrementado el número de muertes entre los consumidores, a causa de la pureza del opio afgano que es ahora el más consumido. En los últimos años, la UE ha llevado a cabo un verdadero esfuerzo por combatir la entrada de heroína y opio en su territorio. Para ello, se han aprobado dos importante documentos: el Plan de Acción de la UE contra las drogas[2] y la Estrategia de la UE contra las drogas.

En el Plan de Acción, la UE reconoce que la delicada situación de Afganistán es el principal obstáculo para erradicar el tráfico de heroína. Por ese motivo, establece un sistema de “filtros” para impedir que la droga llegue a Europa. En total, se fijan tres niveles de control situados en países de la antigua URSS. El primer filtro denominado CADAP (Central Asia Drug Action Programme), que comenzó en el año 2001 y que se coordina desde la oficina de la UE de Almaty, engloba a todos los países de Asia central, salvo a Turkmenistán. Entre sus logros está la creación de una red de información denominada NADIN, una agencia antidroga en Tayikistán y un sistema de vigilancia en puertos y aeropuertos. El segundo nivel, que se denomina SCAD (South Caucasus Action Drug), presenta los mismos instrumentos y objetivos que CADAP y al igual que ocurre con el tercer “filtro”, BUMAD (Belarus, Ukraine and Moldova Action Plan), su aplicación se lleva a cabo con la ayuda de la UNODC.

Sin lugar a dudas, las medidas de control de la UE han contribuido a reducir la cantidad de droga que entra por la ruta norte. Sin embargo, los traficantes buscan otras alternativas desplazando, ahora, buena parte del tránsito a las rutas sur y oeste. La preferencia por las rutas sur y oeste están provocadas, además de por las medidas de la UE, por la concentración de la producción de opio en el sur de Afganistán. Desde allí es más sencillo usar la ruta sur y en menor medida la oeste. Pakistán e Irán son, ahora las alternativas preferidas por los narcotraficantes aunque el país persa está llevando a cabo verdaderos progresos en la lucha contra la droga. Solamente el año pasado el 80% de los alijos incautados en todo el mundo se llevaron a cabo en Irán. Esta cifra nos hace pensar que en un futuro los traficantes pudieran incrementar el tránsito por la ruta sur para evitar los controles de la policía iraní.

Sin embargo, el establecimiento de “filtros” no debería ser más que una parte de la política de lucha contra la droga. El hecho de frenar la entrada no quiere decir que se esté erradicando la producción. Por el contrario, lo que sí provoca es un alza del precio de la misma y la sustitución por otros productos “legales” como la bupronorfina. La bupronorfina es un derivado de la heroína que está ganando adeptos en Finlandia, Estonia, Austria y la República Checa. Parte de la droga que logra superar los controles de la ruta norte es transformada en Rusia y vendida en los países bálticos bajo esta forma legal. Asimismo, la existencia de un amplio mercado de la droga en Europa hace pensar que los narcotraficantes busquen otras alternativas que podrían estar siendo ya utilizadas sin que se tenga noticia de ello.

En consecuencia, la acción de control de la UE es tan sólo un freno temporal, ya que no se ha logrado atajar la producción en Afganistán. El país centroasiático seguirá siendo el paraíso de la heroína mientras no se logre su estabilización, algo en lo que la UE insiste tanto en su Plan de Acción como en su Estrategia. Sin embargo, la estabilidad es una tarea de la que se está encargando la OTAN, y hoy por hoy, estamos lejos de alcanzarla. En buena medida, el mantenimiento de las estructuras tribales y la supervivencia de los “Señores de la Guerra” han perpetuado la inestabilidad y el tráfico de drogas.

Además de los esfuerzos de la UE para acabar con el tráfico de drogas, debemos destacar otras iniciativas como el Pacto de Paris o las desarrolladas en el marco de la CEI o la OCS. Ninguna de ellas ha logrado evitar que Afganistán se convierta en un narco-Estado, ya que no se ha conseguido eliminar la inestabilidad que buscan los narcotraficantes para realizar su trabajo.

Grupos organizados y terrorismo

El negocio de la droga en Asia central no está dominado por grandes grupos criminales sino por mafias locales, homogéneas étnicamente y con conexiones en toda la región. Sin embargo, la necesidad de contar con precursores para la transformación del opio está favoreciendo la llegada a Asia central de grupos más poderosos. Los precursores se deben transportar en grandes cantidades para que sean rentables y esto obliga a utilizar rutas por carretera, donde los controles son más serios y, por lo tanto, se necesita una mayor infraestructura. Los precursores llevan el camino contrario al de la droga: de Asia central hacia Afganistán, donde encuentran la inestabilidad necesaria para transformar el opio. Los precursores químicos están menos perseguidos en Asia central que el tráfico de opio lo que permite que el tránsito de estas mercancías no sea, al menos de momento, una prioridad para las agencias de seguridad de Asia central.

Un tema muy cuestionado en Asia central es la relación entre los grupos terroristas y el tráfico de drogas. El IMU ha sido la organización que más ha colaborado con el tráfico de drogas, actividad, que junto con los secuestros, ha sido su principal fuente de financiación. Sin embargo, la intervención norteamericana tras el 11-S dejó al IMU casi desarticulado y por tanto fuera del negocio. En Tayikistán, ex-combatientes de la UTO (United Tajik Opposition), que no se han reintegrado en la sociedad civil, son los que controlan las rutas de paso entre Tayikistán y Afganistán. En lo que a los talibán se refiere, han establecido una relación de conveniencia con los traficantes, a los que dan protección a cambio de financiación para comprar armas. A su vez, al-Qaeda colabora con los talibán facilitando su red de contactos para comprar dichas armas y, a cambio, éstos ayudan a los líderes de al-Qaeda a mantenerse ocultos.

Otro elemento que debe ser tenido en cuenta es la implicación de miembros de los Gobiernos de la región en el negocio de la droga. Además, del ya citado Turkmenbashi, otros miembros de los Gobiernos de Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán han aparecido implicados en varias operaciones antidroga.

Conclusiones

Aunque el problema de la droga tiene su epicentro en Afganistán, sus consecuencias se extienden por toda Asia central, Oriente Medio, Europa e incluso EEUU. La estabilización de Afganistán se antoja como un paso fundamental para solucionar dicho problema y se necesita de la cooperación de toda la comunidad internacional. Se pueden poner obstáculos en las rutas pero al final los narcotraficantes buscarán vías alternativas o abrirán nuevas rutas. La verdadera solución es acabar con el cultivo del opio y tal cosa exige la estabilización de Afganistán. Una vez se hayan alcanzado unos niveles de seguridad apropiados, los productores de droga no podrán usar este país como epicentro de su actividad criminal.

El problema es que se genera un círculo vicioso en el que los “Señores de la Guerra” crean un clima de inseguridad. En ese clima de inseguridad y de falta de garantías económicas y sociales, el Gobierno se ve incapaz de actuar y de dar respuestas a las necesidades de los ciudadanos. Así, se dan las condiciones necesarias para el cultivo del opio, que a su vez fortalecen a los propios “Señores de la Guerra”, quienes ofrecen una seguridad y unas garantías socioeconómicas que el Gobierno no puede dar. Mientras no se rompa ese círculo no se podrá hacer nada para evitar la inestabilidad, de manera que la única salida para mucha gente seguirá siendo la droga. Cabe destacar que las zonas donde la producción de opio es mayor coinciden con aquellas donde los atentados contra la coalición son más frecuentes y donde el Gobierno es más débil.

Es evidente, por tanto, que la erradicación de la producción de opio afectaría muy positivamente a otras amenazas a la seguridad internacional como son el terrorismo, la pobreza extrema, el radicalismo islámico e, incluso, la proliferación de armas de destrucción masiva.

Notas:

[1] EEUU ha incrementado su consumo del 7% al 14% en sólo siete años.

[2] Un nuevo Plan de Acción (2009-2012) será aprobado en los próximos meses.