Carlos Álvarez Calderón
Introducción
Recientemente, el interés por la región del Cáucaso se ha incrementado por parte de la comunidad política y económica a nivel internacional. Una razón principal para este renovado interés es naturalmente el desarrollo de la producción de petróleo y de gas del Mar Caspio, que ha atraído una horda de compañías energéticas públicas y privadas, desde Noruega hasta Japón.
Pero a pesar del peso geopolítico de los recursos energéticos, no puede afirmarse que éste sea el único factor geoestratégico de importancia en la región. Desde 1991, una lucha se ha desatado por la influencia económica y política en la cuenca sur de la entonces Unión Soviética, una competencia definida por algunos como un renovado “Gran Juego”. Mientras Rusia se ha dedicado a reafirmar su influencia sobre sus antiguos dominios, nuevos actores como Turquía e Irán han ingresado a la competencia estratégica en la región, aunque al principio no tenían claro cuál seria sus papeles. Posteriormente, nuevos actores han entrado a la carrera, por varias razones, entre ellos los Estados Unidos y la Unión Europea que buscan, ante todo, maximizar sus intereses económicos en dicha región .
Si bien los factores económicos resuenan y justifican la importancia creciente del Cáucaso, las dinámicas políticas tienen su propio curso y preocupan a la comunidad internacional. Los conflictos étnicos han plagado la región a un nivel mucho mayor que cualquier área de Eurasia, salvo la extinta Yugoslavia ; en el Cáucaso Sur, ninguno de los conflictos que se iniciaron desde 1988 ha encontrado una solución definitiva.
Siendo esta región, el territorio que separa a Rusia, Turquía e Irán, el Cáucaso hasta cierto grado ha revertido la situación vivida en los siglos XVIII y XIX, cuando fue escenario de la lucha entre los imperios zarista, otomano y persa.
Hoy los estados caucásicos son actores internacionales con un papel político que nunca antes tuvieron. Aun así, estos países siguen siendo débiles en comparación con las potencias medias de la región Transcaucásica; constantemente temen la intervención de Rusia en sus relaciones internacionales, y perciben la necesidad, tal como en el siglo XVIII, de construir alianzas en contra de las amenazas de sus grandes o pequeños vecinos.
Dinámica política en los estados caucasianos
Entre los tres estados del Cáucaso, la primera observación de interés que puede realizarse es que dos de los países, Armenia y Azerbaiyán, están en un estado latente de guerra, del cual el tercer ente político de la región, Georgia, mantiene su neutralidad. La guerra entre los dos estados, que comenzó en 1992 después de 4 años de escalamiento del conflicto, condujo a la ocupación armenia de Nagorno-Karabakh y sus alrededores, una región que comprende el 20% del total del territorio de Azerbaiyán; a pesar de la victoria de la guerra, que dejo un poco más de 25.000 victimas , Armenia no ha sido capaz hasta el momento de ganar la paz en ese convulsionado territorio.
A pesar de las buenas apariencias de Nagorno-Karabakh, y en particular, de su capital Stepanakert, en donde la vida cotidiana se asemeja al de cualquier ciudad intermedia de Europa, la tensión política no ha desaparecido, y el cese al fuego decretado entre los dos países desde hace más de 10 años, pende sobre un hilo; cabe anotar que la región aún no ha sido reconocida a nivel internacional como un estado independiente, y debe su supervivencia enteramente a Armenia.
El conflicto entre Armenia y Azerbaiyán ha tenido consecuencias que se extienden más allá de las fronteras caucasianas. Para el Cáucaso, la principal implicación es que el conflicto impide a la región actuar en conjunto ante las amenazas externas. El hecho de que las relaciones entre los dos países en conflicto siguen las reglas de un juego de suma cero, presenta la posibilidad a actores extra regionales de inmiscuirse en el Cáucaso al dar apoyo a cualquiera de las partes, y en esa medida, alterar la balanza de poder en la región, lo cual conlleva por supuesto, a una mayor inestabilidad política al obstaculizar la emergencia de sistemas políticos estables y democráticos; además, ayuda a perpetuar el subdesarrollo económico de la región.
Esta dinámica existente fortalece los intereses del ex poder hegemónico de la región, Rusia, quien ha apoyado decididamente fuerzas centrifugas en la región con el propósito de debilitar los estados existentes y así hacerlos más maleables a la influencia rusa. Pero es necesario destacar que dicha política, de cierta manera, se ha revertido en contra de los intereses rusos, ya que puede relacionarse las acciones rusas en la región transcaucásica y la rebelión chechena en el Cáucaso Norte.
En el marco del sistema internacional de post-guerra fría, Georgia aporta dos conflictos vinculados a la cuestión nacional, de carácter étnico-secesionistas. En estos conflictos es posible observar la presencia de múltiples actores, como Georgia, Osetia del Sur y Abjazia.
En 1991, Georgia declaraba su independencia y, al igual que las repúblicas bálticas y Azerbaiyán, no se adhirió a la Comunidad de Estados Independientes (CEI), entidad que de alguna forma reconstituía el espacio ex soviético en torno a la Federación Rusa. El gobierno del nacionalista georgiano Zviad Gamzajurdia, animado por la idea de un retorno a la “Georgia mítica y milenaria”, se propuso “georgizar" todos los ámbitos del estado incluyendo aquellos más “sensibles” (lengua, por ejemplo), que afectaban a las distintas entidades que lo conformaban. Estas políticas de nacionalismo extremo generaron una serie de reacciones, de carácter violento y secesionista en Osetia y Abjazia, al mismo tiempo que algunos grupos políticos contestaban, incluso por la vía armada, el poder de Gamzajurdia; estos hechos desencadenarían la caída del polémico líder nacionalista y su reemplazo por un moderado, Edvard Schevardnadze (1992-2003).
En política exterior, Georgia procuró mantener la “neutralidad activa”, que se tradujo en la no participación en la CEI; también en la promoción de relaciones bilaterales con estados geográficamente más cercanos, como Turquía, Azerbaiyán e Irán, y aquellos históricamente cercanos, como Francia; además, Georgia se propuso participar activamente en diferentes organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). La neutralidad georgiana en relaciones internacionales fue difícil de conseguir, en particular, por la propia situación de desorden interno del país que le condujo a una verdadera situación de “aislamiento internacional” y al peligro de una división territorial en sus primeros años como entidad independiente .
Pero es indudable que la dificultad también estuvo determinada, en gran medida, por las relaciones con Rusia. La idea de “mantener distancias” con la Federación Rusa, es decir, conseguir cierto margen de acción en materia internacional fuera del espacio ex soviético y de hacer frente con sus propios recursos a las demandas y tensiones nacionalistas de ámbito estatal, fueron objetivos durante los gobiernos de Gamzajurdia y de Schevarnadze. Sin embargo, el deseo de protección de la soberanía tuvo que “coexistir” con el intervencionismo del Kremlin en la región, materializándose con el apoyo militar ruso a los separatistas osetios y abjazos en territorio georgiano, y que produjo al final una independencia de facto de estas dos sub-regiones.
Se puede concluir que si bien el Moscú no creo los conflictos del Cáucaso, el sentimiento general, particularmente en Georgia y Azerbaiyán, es que fuerzas poderosas fueron usadas para profundizar las divisiones étnicas y así prevenir una real independencia de los estados caucasianos. Como resultado de estos acontecimientos, un numero de acuerdos atan fuertemente a Armenia con Rusia, a pesar del factor que muchos armenios son suspicaces de las intenciones rusas y que la propia Armenia era una de las repúblicas más intransigentes del régimen soviético a finales de la década de los ochenta; Armenia, en su situación geopolítica actual, no ve otra opción de alianza sino con Rusia, para garantizar su seguridad.
Por su lado, Georgia enfrentada al espectro de una disolución del estado en octubre-noviembre de 1993, fue obligada a aceptar tropas rusas en su territorio y a hacer parte de la CEI para restablecer la estabilidad interna. Solo Azerbaiyán pudo evitar el retorno de las tropas rusas en su suelo, pero fue forzada también a convertirse en miembro de la CEI, a pesar de su alianza con Turquía.
En cuanto a las relaciones georgianas con los otros dos estados del Cáucaso, esta claro que los intereses de Georgia son similares a aquellos de Azerbaiyán, principalmente en la restauración de la integridad territorial y en una completa independencia de Moscú. Armenia, por el otro lado, es dependiente de la presencia rusa en el Cáucaso, y soporta el principio compensatorio de la auto determinación de las minorías, en particular con los armenios en Nagorno-Karabakh. Esto ha conllevado a Georgia a tener una relación poco congruente con Armenia; el país ve con desconfianza al gobierno armenio, si se tiene en cuenta que dentro del territorio georgiano, principalmente en su frontera con Armenia, existe una importante minoría de armenios.
Para comprender mejor el escenario geopolítico del Cáucaso, es necesario ampliar el marco geográfico hasta la región Asia Central. Rusia, China, Afganistán e Irán bordean Asia Central, y se encuentran a tan solo pocos kilómetros de las fronteras indias y pakistaníes. Por ello, la región del “Gran Asia Central” , esta rodeado de las más grandes potencias regionales de este siglo, cuatro de las cuales son declaradas estados nucleares, complicando aún más el análisis político y económico de la región transcaucásica, especialmente en lo concerniente a sus relaciones internacionales.
GUAM y el surgimiento de varios ejes dentro del CEI
Dentro del marco de trabajo de la CEI, los tres países caucasianos se han afiliado a diferentes alineamientos de países que han emergido en esta organización. Armenia se ha acercado a un grupo de países, que por diferentes razones, trabajan en el fortalecimiento de la CEI, pero que no comparten, aparte de éste, ninguna otra similitud ni interés por lo que no puede considerárseles un emergente bloque geopolítico. Adicionalmente a Rusia, que usa el CEI como herramienta para recobrar su influencia perdida sobre las entonces repúblicas de la extinta Unión Soviética, este grupo incluye a Belarusia, Kazajistán y el Kirguistán.
Georgia y Azerbaiyán, por otro lado, están involucrados como motores de un grupo mucho más compacto de estados que comparten diversos intereses. Dicho grupo es conocido como GUAM y su nombre se deriva de las iniciales de los países que la conforman (Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia). Estos cuatro estados se resisten a un fortalecimiento aún mayor de la CEI, ya que ven dicha organización como un instrumento de influencia rusa sobre las repúblicas; por ello buscan ampliar sus contactos internacionales, sobretodo en temas de seguridad, por lo que son propensos a alinearse con mecanismos occidentales como la OTAN. No puede olvidarse que en todos los estados miembros de GUAM existen movimientos separatistas, que Rusia directa o indirecta ha apoyado en el pasado.
Las relaciones entre los cuatro estados de GUAM se han intensificado a un ritmo acelerado a partir de 1998. Dicha cooperación se ha institucionalizado hasta cierto punto, aunque busquen mantener un bajo perfil, debido a la oposición rusa en torno a la cooperación entre los estados del CEI que escapen a su control. Si bien el GUAM concentra buena parte de sus esfuerzos en materia política, la esfera económica es también muy importante. Ucrania y Moldavia están interesados en participar de las exportaciones del petróleo del Mar Caspio a Europa, a través del Mar Negro, mientras que Georgia y Azerbaiyán buscan constituirse como “puente” entre Asia Central y Europa. Las cuatro naciones esperan jugar un papel fundamental en los planes para revivir la “Ruta de la Seda” entre Europa y Asia mediante el proyecto TRACECA, que busca ofrecer nuevas y alternativas rutas de comercialización a las existentes en Rusia; para ello, los cuatro países han firmado numerosos acuerdos bilaterales con el fin de logar dichos objetivos.
Armenia esta excluida totalmente de los esquemas de cooperación de GUAM por la simple razón de la presencia de Azerbaiyán en dicho grupo. En los últimos años, Bakú se ha convertido en el centro político y económico de la región del Caspio; con sus recursos petrolíferos y su fortaleza demográfica, Azerbaiyán se esta convirtiendo paulatinamente en el estado más poderoso en el Cáucaso, y por ende, tiene la capacidad de mantener a Armenia por fuera de los esquemas de cooperación económica dentro del marco de GUAM, e inclusive por fuera de ella.
En la perspectiva azerbaijana de una relación sólida con Turquía y Occidente, la función de Georgia se ha vuelto crucial para Bakú, ya que es su enlace a Occidente, Europa y Turquía. Este estado de relaciones tiene interesantes implicaciones para la relación entre Georgia y Azerbaiyán; en las políticas de oleoductos, Azerbaiyán ha excluido a Armenia como candidato para el transporte del petróleo a la costa turca en el Mediterráneo, mientras el conflicto sobre Nagorno-Karabakh no se resuelva . Y como Irán es imposible por las objeciones estadounidenses, Georgia (por residuo), se ha convertido en la elección para el proyecto del oleoducto Bakú-Ceyhan. Este proyecto y el oleoducto Bakú-Supsa son de considerable importancia para la estancada economía georgiana; como resultado, Tbilisi tiene cierto interés en el aislamiento de Armenia, una ruta más lógica para el transporte de muchos productos de Azerbaiyán a Turquía.
La institucionalización y expansión de GUAM fue sin duda un evento significativo para la región, ya que coincidió con la renegociación del Tratado de Seguridad Colectiva (TSC) del CEI, del cual Azerbaiyán, Georgia y Uzbekistán se rehusaron a ratificar, a pesar de la presión rusa. De hecho, ahora el CEI esta dividido en dos partes, uno liderado por Rusia (TSC) y otro por Occidente (GUAM); ello prácticamente ha neutralizado políticamente al CEI como organización.
El Cáucaso en la geopolítica euroasiática
Más allá del CEI, el Cáucaso se ha convertido en un espacio geográfico propició para la proliferación de nuevos alineamientos geográficos en la era de la post guerra fría. En cierto sentido, lo que está ocurriendo en el continente euroasiático es aquello que sucedió al interior del CEI, es decir, el surgimiento de dos bloques opuestos, y si bien existen intereses comunes y una creciente interdependencia económica entre naciones rivales en esta región, el futuro cercano es fácilmente pronosticable.
El primer grupo visible es básicamente pro-occidental, proactivo en temas de política exterior y anti-ruso en el marco de trabajo de la CEI. Este grupo generalmente se resiste a la influencia iraní y es abiertamente apoyado por los Estados Unidos. En el otro grupo se encuentran un conjunto de países que resienten la creciente influencia de Estados Unidos y Turquía en la región, y están en una posición conflictiva con los aliados norteamericanos. Estos estados siguen una política exterior reactiva, dirigida a prevenir a través de diferentes medios la influencia occidental, como es el caso de Siria hacia Turquía o Rusia hacia Georgia.
Dos actores son cruciales en este nuevo reordenamiento regional. Turquía es un país pro occidental, con fuertes lazos militares con los Estados Unidos y una relación ambigua con la Unión Europea, quien esta indeciso del papel turco en la estrecha concepción que tiene la UE sobre Europa . Turquía es percibida como un brazo extendido de los Estados Unidos en Asia Central y el Cáucaso, especialmente por los estados en el grupo opositor. El principal aliado turco en la región ha sido y continúa siendo Azerbaiyán; Turquía fue el único país que apoyo abiertamente a Azerbaiyán en su conflicto con Armenia y se constituye como el socio político y económico más tangible de Bakú. Por ello Georgia ha encontrado que es lógico y necesario mejorar sus relaciones con Turquía, a pesar de los remanentes de desconfianza que existe entre los georgianos frente a los turcos, por un pasado histórico común que no está carente de conflictos. En los últimos años, Turquía ha visto mejorar sus relaciones con Ucrania y Moldavia, y el interés turco en estos países están relacionadas en parte con la existencia de minorías turcas en esos territorios (gagauzios en Moldavia y tártaros de Crimea en Ucrania).
Sin querer alienar a Rusia, con el cual Turquía tiene importantes relaciones comerciales (otra prueba de la red de interdependencia en las relaciones internacionales modernas) , Ankara se ha constituido como un apoyo tácito a GUUAM , a pesar de la rivalidad turca y ucraniana por el transporte del petróleo caspiano. Aparte de los intereses petrolíferos, Turquía tiene importantes intereses económicos en el área, en el que existen nuevos mercados para los productos industriales turcos de todo tipo. Ningún visitante al Cáucaso, incluso en Armenia, país con el que Turquía tiene cerrada su frontera, puede desconocer la presencia económica turca.
El segundo actor crucial en este juego de ajedrez es Irán. Los iraníes desde el principio han sido muy realistas acerca de sus posibilidades en Asia Central y el Cáucaso. Viendo la imposibilidad de exportar el modelo iraní a los países de Asia Central, Irán ha estado preocupado por la creciente admiración que despierta el modelo turco en la región.
Más aún, Irán y Rusia han encontrado una causa común en prevenir que la influencia turca en la región aumente. Para Irán, quien esta principalmente interesado en la estabilidad a ambos lados de su frontera norte, aceptar el retorno de la hegemonía rusa es preferible, si conduce a la estabilidad, que el incremento de la influencia de Ankara.
Como resultado, Rusia e irán se han alineado paulatinamente hasta constituir actualmente una virtual alianza estratégica. Ambos estados comparten una aversión a la influencia estadounidense y turca en sus vecindarios y trabajan mancomunadamente para minimizar dichas influencias. En este contexto, Armenia se ha convertido en un lógico eslabón de dicha alianza, evidenciándose el surgimiento del eje Moscú-Teherán-Yerevan, cuya función primordial es contrarrestar la influencia de Turquía en la región transcaucásica.
En lo que concierne a la geopolítica caucasiana, la política iraní hacia la región es bastante interesante e incluso ilógica en la superficie para el observador extranjero. Aparte de Irán, Azerbaiyán es el único país de la región con una población mayoritariamente chiíta. A pesar de este factor, después de un periodo de neutralidad, Irán se ha acercado a Armenia convirtiéndose en su principal proveedor económico. Irán desde el principio estuvo preocupado con la creación de un estado azerbayaní al norte de su territorio, ya que temía que éste nuevo estado despertaría posibles sentimientos irredentistas entre los aproximadamente 25 millones de azeríes en Irán, un número considerablemente mayor que en el propio territorio azerbayaní . Estos temores casi se hacen realidad en 1992, con la llegada al poder en Bakú del presidente Elcibey, cuyo discurso abiertamente anti-iraní acerco a Irán, aún más, al gobierno de Armenia.
En el flanco sur de estos nuevos alineamientos, es difícil subestimar la importancia de la alianza estratégica entre Turquía e Israel, especialmente para los estados árabes (Siria en particular), que ven con preocupación dicha relación bilateral. El pacto entre los dos poderes militares más importantes del Medio Oriente es un evento que ha rediseñado la balanza de poder en toda la región. Si bien turcos e israelíes han asegurado que dicha alianza no va dirigida contra ningún país extranjero, los temores existentes han fortalecido la alianza existente entre Irán, Siria y Armenia, e incluso con Grecia, por su contencioso territorial con Turquía. En esta dinámica, Israel ha desarrollado un considerable interés en Azerbaiyán, y es una muy importante fuente de inversión en la economía de Georgia.
Enlaces con el Medio Oriente
El Cáucaso ha sido integrado poco a poco a las relaciones de seguridad del Medio Oriente. El complejo contexto caucáseo puede extenderse a los escenarios geopolíticos del Medio Oriente, con un grupo de países proactivamente más cercanos a Occidente y a otro grupo de países reactivamente opuestos a la influencia occidental en la región. En este esquema, el papel de Israel en el Cáucaso y Asia central es más importante de lo que reconocen usualmente algunos analistas internacionales.
Las razones que han permitido un mayor acercamiento de los países caucasianos y de Asia Central hacia Israel son en primera medida, el mutuo temor de la expansión del fundamentalismo islámico y el deseo de contener la influencia iraní en las repúblicas musulmanas de la ex Unión Soviética. En segundo termino, el acercamiento a Israel puede explicarse por su imagen favorable como organización estatal, es decir, pequeña pero política y económicamente poderosa, democrática y secular. Relacionado con lo anterior, los estados caucasianos ven la estrecha relación de Israel con Estados Unidos como una puerta en general al mundo occidental, y a Norteamérica en particular. Finalmente la asistencia económica israelí ha sido bienvenida por estos países, los cuales buscan inversión extranjera de manera desperada; entre los países de la región del “Gran Asia Central”, Uzbekistán y Azerbaiyán son aquellos que más han atraído inversiones israelíes.
En lo concerniente a Azerbaiyán, Israel tomo desde el principio una posición pro-azerbayaní en el conflicto de Nagorno-Karabakh, incluso con el aparente suministro de armas y apoyo en inteligencia hacia el gobierno de ese país. En el campo económico, Azerbaiyán ha estado interesado en la experticia tecnológica de Israel, mientras Tel-Aviv espera que el petróleo de Bakú pueda llegar a su territorio a través del oleoducto sub-acuático desde Ceyhan, toda vez que el proyecto Bakú-Ceyhan se realice. Naturalmente Irán ha advertido repetidas veces a Azerbaiyán de no perseguir y desarrollar sus lazos con Israel, pero dichas amenazas y advertencias no han hecho eco al interior del gobierno azerbayaní.
La conexión israelí también ha sido fundamental en la atracción de Siria a la alianza ruso-iraní. Las preocupaciones de seguridad de los sirios han sido agravadas por la relación turco-israelí, y Siria ya esta alineada con Irán y posee buenas relaciones con las estructuras militares rusas desde los tiempos de la Unión Soviética. Por último, no cabe descartar la posibilidad de un enlace más fuerte entre el gobierno griego del sur de Chipre con la alianza de Siria y Rusia.
En definitiva, los alineamientos estratégicos que se observan en el Cáucaso no pueden ser separados de los alineamientos existentes en Oriente Medio, siendo ésta una parte de la inevitable reintegración de la región con sus históricos contactos en el sur.
Introducción
Recientemente, el interés por la región del Cáucaso se ha incrementado por parte de la comunidad política y económica a nivel internacional. Una razón principal para este renovado interés es naturalmente el desarrollo de la producción de petróleo y de gas del Mar Caspio, que ha atraído una horda de compañías energéticas públicas y privadas, desde Noruega hasta Japón.
Pero a pesar del peso geopolítico de los recursos energéticos, no puede afirmarse que éste sea el único factor geoestratégico de importancia en la región. Desde 1991, una lucha se ha desatado por la influencia económica y política en la cuenca sur de la entonces Unión Soviética, una competencia definida por algunos como un renovado “Gran Juego”. Mientras Rusia se ha dedicado a reafirmar su influencia sobre sus antiguos dominios, nuevos actores como Turquía e Irán han ingresado a la competencia estratégica en la región, aunque al principio no tenían claro cuál seria sus papeles. Posteriormente, nuevos actores han entrado a la carrera, por varias razones, entre ellos los Estados Unidos y la Unión Europea que buscan, ante todo, maximizar sus intereses económicos en dicha región .
Si bien los factores económicos resuenan y justifican la importancia creciente del Cáucaso, las dinámicas políticas tienen su propio curso y preocupan a la comunidad internacional. Los conflictos étnicos han plagado la región a un nivel mucho mayor que cualquier área de Eurasia, salvo la extinta Yugoslavia ; en el Cáucaso Sur, ninguno de los conflictos que se iniciaron desde 1988 ha encontrado una solución definitiva.
Siendo esta región, el territorio que separa a Rusia, Turquía e Irán, el Cáucaso hasta cierto grado ha revertido la situación vivida en los siglos XVIII y XIX, cuando fue escenario de la lucha entre los imperios zarista, otomano y persa.
Hoy los estados caucásicos son actores internacionales con un papel político que nunca antes tuvieron. Aun así, estos países siguen siendo débiles en comparación con las potencias medias de la región Transcaucásica; constantemente temen la intervención de Rusia en sus relaciones internacionales, y perciben la necesidad, tal como en el siglo XVIII, de construir alianzas en contra de las amenazas de sus grandes o pequeños vecinos.
Dinámica política en los estados caucasianos
Entre los tres estados del Cáucaso, la primera observación de interés que puede realizarse es que dos de los países, Armenia y Azerbaiyán, están en un estado latente de guerra, del cual el tercer ente político de la región, Georgia, mantiene su neutralidad. La guerra entre los dos estados, que comenzó en 1992 después de 4 años de escalamiento del conflicto, condujo a la ocupación armenia de Nagorno-Karabakh y sus alrededores, una región que comprende el 20% del total del territorio de Azerbaiyán; a pesar de la victoria de la guerra, que dejo un poco más de 25.000 victimas , Armenia no ha sido capaz hasta el momento de ganar la paz en ese convulsionado territorio.
A pesar de las buenas apariencias de Nagorno-Karabakh, y en particular, de su capital Stepanakert, en donde la vida cotidiana se asemeja al de cualquier ciudad intermedia de Europa, la tensión política no ha desaparecido, y el cese al fuego decretado entre los dos países desde hace más de 10 años, pende sobre un hilo; cabe anotar que la región aún no ha sido reconocida a nivel internacional como un estado independiente, y debe su supervivencia enteramente a Armenia.
El conflicto entre Armenia y Azerbaiyán ha tenido consecuencias que se extienden más allá de las fronteras caucasianas. Para el Cáucaso, la principal implicación es que el conflicto impide a la región actuar en conjunto ante las amenazas externas. El hecho de que las relaciones entre los dos países en conflicto siguen las reglas de un juego de suma cero, presenta la posibilidad a actores extra regionales de inmiscuirse en el Cáucaso al dar apoyo a cualquiera de las partes, y en esa medida, alterar la balanza de poder en la región, lo cual conlleva por supuesto, a una mayor inestabilidad política al obstaculizar la emergencia de sistemas políticos estables y democráticos; además, ayuda a perpetuar el subdesarrollo económico de la región.
Esta dinámica existente fortalece los intereses del ex poder hegemónico de la región, Rusia, quien ha apoyado decididamente fuerzas centrifugas en la región con el propósito de debilitar los estados existentes y así hacerlos más maleables a la influencia rusa. Pero es necesario destacar que dicha política, de cierta manera, se ha revertido en contra de los intereses rusos, ya que puede relacionarse las acciones rusas en la región transcaucásica y la rebelión chechena en el Cáucaso Norte.
En el marco del sistema internacional de post-guerra fría, Georgia aporta dos conflictos vinculados a la cuestión nacional, de carácter étnico-secesionistas. En estos conflictos es posible observar la presencia de múltiples actores, como Georgia, Osetia del Sur y Abjazia.
En 1991, Georgia declaraba su independencia y, al igual que las repúblicas bálticas y Azerbaiyán, no se adhirió a la Comunidad de Estados Independientes (CEI), entidad que de alguna forma reconstituía el espacio ex soviético en torno a la Federación Rusa. El gobierno del nacionalista georgiano Zviad Gamzajurdia, animado por la idea de un retorno a la “Georgia mítica y milenaria”, se propuso “georgizar" todos los ámbitos del estado incluyendo aquellos más “sensibles” (lengua, por ejemplo), que afectaban a las distintas entidades que lo conformaban. Estas políticas de nacionalismo extremo generaron una serie de reacciones, de carácter violento y secesionista en Osetia y Abjazia, al mismo tiempo que algunos grupos políticos contestaban, incluso por la vía armada, el poder de Gamzajurdia; estos hechos desencadenarían la caída del polémico líder nacionalista y su reemplazo por un moderado, Edvard Schevardnadze (1992-2003).
En política exterior, Georgia procuró mantener la “neutralidad activa”, que se tradujo en la no participación en la CEI; también en la promoción de relaciones bilaterales con estados geográficamente más cercanos, como Turquía, Azerbaiyán e Irán, y aquellos históricamente cercanos, como Francia; además, Georgia se propuso participar activamente en diferentes organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). La neutralidad georgiana en relaciones internacionales fue difícil de conseguir, en particular, por la propia situación de desorden interno del país que le condujo a una verdadera situación de “aislamiento internacional” y al peligro de una división territorial en sus primeros años como entidad independiente .
Pero es indudable que la dificultad también estuvo determinada, en gran medida, por las relaciones con Rusia. La idea de “mantener distancias” con la Federación Rusa, es decir, conseguir cierto margen de acción en materia internacional fuera del espacio ex soviético y de hacer frente con sus propios recursos a las demandas y tensiones nacionalistas de ámbito estatal, fueron objetivos durante los gobiernos de Gamzajurdia y de Schevarnadze. Sin embargo, el deseo de protección de la soberanía tuvo que “coexistir” con el intervencionismo del Kremlin en la región, materializándose con el apoyo militar ruso a los separatistas osetios y abjazos en territorio georgiano, y que produjo al final una independencia de facto de estas dos sub-regiones.
Se puede concluir que si bien el Moscú no creo los conflictos del Cáucaso, el sentimiento general, particularmente en Georgia y Azerbaiyán, es que fuerzas poderosas fueron usadas para profundizar las divisiones étnicas y así prevenir una real independencia de los estados caucasianos. Como resultado de estos acontecimientos, un numero de acuerdos atan fuertemente a Armenia con Rusia, a pesar del factor que muchos armenios son suspicaces de las intenciones rusas y que la propia Armenia era una de las repúblicas más intransigentes del régimen soviético a finales de la década de los ochenta; Armenia, en su situación geopolítica actual, no ve otra opción de alianza sino con Rusia, para garantizar su seguridad.
Por su lado, Georgia enfrentada al espectro de una disolución del estado en octubre-noviembre de 1993, fue obligada a aceptar tropas rusas en su territorio y a hacer parte de la CEI para restablecer la estabilidad interna. Solo Azerbaiyán pudo evitar el retorno de las tropas rusas en su suelo, pero fue forzada también a convertirse en miembro de la CEI, a pesar de su alianza con Turquía.
En cuanto a las relaciones georgianas con los otros dos estados del Cáucaso, esta claro que los intereses de Georgia son similares a aquellos de Azerbaiyán, principalmente en la restauración de la integridad territorial y en una completa independencia de Moscú. Armenia, por el otro lado, es dependiente de la presencia rusa en el Cáucaso, y soporta el principio compensatorio de la auto determinación de las minorías, en particular con los armenios en Nagorno-Karabakh. Esto ha conllevado a Georgia a tener una relación poco congruente con Armenia; el país ve con desconfianza al gobierno armenio, si se tiene en cuenta que dentro del territorio georgiano, principalmente en su frontera con Armenia, existe una importante minoría de armenios.
Para comprender mejor el escenario geopolítico del Cáucaso, es necesario ampliar el marco geográfico hasta la región Asia Central. Rusia, China, Afganistán e Irán bordean Asia Central, y se encuentran a tan solo pocos kilómetros de las fronteras indias y pakistaníes. Por ello, la región del “Gran Asia Central” , esta rodeado de las más grandes potencias regionales de este siglo, cuatro de las cuales son declaradas estados nucleares, complicando aún más el análisis político y económico de la región transcaucásica, especialmente en lo concerniente a sus relaciones internacionales.
GUAM y el surgimiento de varios ejes dentro del CEI
Dentro del marco de trabajo de la CEI, los tres países caucasianos se han afiliado a diferentes alineamientos de países que han emergido en esta organización. Armenia se ha acercado a un grupo de países, que por diferentes razones, trabajan en el fortalecimiento de la CEI, pero que no comparten, aparte de éste, ninguna otra similitud ni interés por lo que no puede considerárseles un emergente bloque geopolítico. Adicionalmente a Rusia, que usa el CEI como herramienta para recobrar su influencia perdida sobre las entonces repúblicas de la extinta Unión Soviética, este grupo incluye a Belarusia, Kazajistán y el Kirguistán.
Georgia y Azerbaiyán, por otro lado, están involucrados como motores de un grupo mucho más compacto de estados que comparten diversos intereses. Dicho grupo es conocido como GUAM y su nombre se deriva de las iniciales de los países que la conforman (Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia). Estos cuatro estados se resisten a un fortalecimiento aún mayor de la CEI, ya que ven dicha organización como un instrumento de influencia rusa sobre las repúblicas; por ello buscan ampliar sus contactos internacionales, sobretodo en temas de seguridad, por lo que son propensos a alinearse con mecanismos occidentales como la OTAN. No puede olvidarse que en todos los estados miembros de GUAM existen movimientos separatistas, que Rusia directa o indirecta ha apoyado en el pasado.
Las relaciones entre los cuatro estados de GUAM se han intensificado a un ritmo acelerado a partir de 1998. Dicha cooperación se ha institucionalizado hasta cierto punto, aunque busquen mantener un bajo perfil, debido a la oposición rusa en torno a la cooperación entre los estados del CEI que escapen a su control. Si bien el GUAM concentra buena parte de sus esfuerzos en materia política, la esfera económica es también muy importante. Ucrania y Moldavia están interesados en participar de las exportaciones del petróleo del Mar Caspio a Europa, a través del Mar Negro, mientras que Georgia y Azerbaiyán buscan constituirse como “puente” entre Asia Central y Europa. Las cuatro naciones esperan jugar un papel fundamental en los planes para revivir la “Ruta de la Seda” entre Europa y Asia mediante el proyecto TRACECA, que busca ofrecer nuevas y alternativas rutas de comercialización a las existentes en Rusia; para ello, los cuatro países han firmado numerosos acuerdos bilaterales con el fin de logar dichos objetivos.
Armenia esta excluida totalmente de los esquemas de cooperación de GUAM por la simple razón de la presencia de Azerbaiyán en dicho grupo. En los últimos años, Bakú se ha convertido en el centro político y económico de la región del Caspio; con sus recursos petrolíferos y su fortaleza demográfica, Azerbaiyán se esta convirtiendo paulatinamente en el estado más poderoso en el Cáucaso, y por ende, tiene la capacidad de mantener a Armenia por fuera de los esquemas de cooperación económica dentro del marco de GUAM, e inclusive por fuera de ella.
En la perspectiva azerbaijana de una relación sólida con Turquía y Occidente, la función de Georgia se ha vuelto crucial para Bakú, ya que es su enlace a Occidente, Europa y Turquía. Este estado de relaciones tiene interesantes implicaciones para la relación entre Georgia y Azerbaiyán; en las políticas de oleoductos, Azerbaiyán ha excluido a Armenia como candidato para el transporte del petróleo a la costa turca en el Mediterráneo, mientras el conflicto sobre Nagorno-Karabakh no se resuelva . Y como Irán es imposible por las objeciones estadounidenses, Georgia (por residuo), se ha convertido en la elección para el proyecto del oleoducto Bakú-Ceyhan. Este proyecto y el oleoducto Bakú-Supsa son de considerable importancia para la estancada economía georgiana; como resultado, Tbilisi tiene cierto interés en el aislamiento de Armenia, una ruta más lógica para el transporte de muchos productos de Azerbaiyán a Turquía.
La institucionalización y expansión de GUAM fue sin duda un evento significativo para la región, ya que coincidió con la renegociación del Tratado de Seguridad Colectiva (TSC) del CEI, del cual Azerbaiyán, Georgia y Uzbekistán se rehusaron a ratificar, a pesar de la presión rusa. De hecho, ahora el CEI esta dividido en dos partes, uno liderado por Rusia (TSC) y otro por Occidente (GUAM); ello prácticamente ha neutralizado políticamente al CEI como organización.
El Cáucaso en la geopolítica euroasiática
Más allá del CEI, el Cáucaso se ha convertido en un espacio geográfico propició para la proliferación de nuevos alineamientos geográficos en la era de la post guerra fría. En cierto sentido, lo que está ocurriendo en el continente euroasiático es aquello que sucedió al interior del CEI, es decir, el surgimiento de dos bloques opuestos, y si bien existen intereses comunes y una creciente interdependencia económica entre naciones rivales en esta región, el futuro cercano es fácilmente pronosticable.
El primer grupo visible es básicamente pro-occidental, proactivo en temas de política exterior y anti-ruso en el marco de trabajo de la CEI. Este grupo generalmente se resiste a la influencia iraní y es abiertamente apoyado por los Estados Unidos. En el otro grupo se encuentran un conjunto de países que resienten la creciente influencia de Estados Unidos y Turquía en la región, y están en una posición conflictiva con los aliados norteamericanos. Estos estados siguen una política exterior reactiva, dirigida a prevenir a través de diferentes medios la influencia occidental, como es el caso de Siria hacia Turquía o Rusia hacia Georgia.
Dos actores son cruciales en este nuevo reordenamiento regional. Turquía es un país pro occidental, con fuertes lazos militares con los Estados Unidos y una relación ambigua con la Unión Europea, quien esta indeciso del papel turco en la estrecha concepción que tiene la UE sobre Europa . Turquía es percibida como un brazo extendido de los Estados Unidos en Asia Central y el Cáucaso, especialmente por los estados en el grupo opositor. El principal aliado turco en la región ha sido y continúa siendo Azerbaiyán; Turquía fue el único país que apoyo abiertamente a Azerbaiyán en su conflicto con Armenia y se constituye como el socio político y económico más tangible de Bakú. Por ello Georgia ha encontrado que es lógico y necesario mejorar sus relaciones con Turquía, a pesar de los remanentes de desconfianza que existe entre los georgianos frente a los turcos, por un pasado histórico común que no está carente de conflictos. En los últimos años, Turquía ha visto mejorar sus relaciones con Ucrania y Moldavia, y el interés turco en estos países están relacionadas en parte con la existencia de minorías turcas en esos territorios (gagauzios en Moldavia y tártaros de Crimea en Ucrania).
Sin querer alienar a Rusia, con el cual Turquía tiene importantes relaciones comerciales (otra prueba de la red de interdependencia en las relaciones internacionales modernas) , Ankara se ha constituido como un apoyo tácito a GUUAM , a pesar de la rivalidad turca y ucraniana por el transporte del petróleo caspiano. Aparte de los intereses petrolíferos, Turquía tiene importantes intereses económicos en el área, en el que existen nuevos mercados para los productos industriales turcos de todo tipo. Ningún visitante al Cáucaso, incluso en Armenia, país con el que Turquía tiene cerrada su frontera, puede desconocer la presencia económica turca.
El segundo actor crucial en este juego de ajedrez es Irán. Los iraníes desde el principio han sido muy realistas acerca de sus posibilidades en Asia Central y el Cáucaso. Viendo la imposibilidad de exportar el modelo iraní a los países de Asia Central, Irán ha estado preocupado por la creciente admiración que despierta el modelo turco en la región.
Más aún, Irán y Rusia han encontrado una causa común en prevenir que la influencia turca en la región aumente. Para Irán, quien esta principalmente interesado en la estabilidad a ambos lados de su frontera norte, aceptar el retorno de la hegemonía rusa es preferible, si conduce a la estabilidad, que el incremento de la influencia de Ankara.
Como resultado, Rusia e irán se han alineado paulatinamente hasta constituir actualmente una virtual alianza estratégica. Ambos estados comparten una aversión a la influencia estadounidense y turca en sus vecindarios y trabajan mancomunadamente para minimizar dichas influencias. En este contexto, Armenia se ha convertido en un lógico eslabón de dicha alianza, evidenciándose el surgimiento del eje Moscú-Teherán-Yerevan, cuya función primordial es contrarrestar la influencia de Turquía en la región transcaucásica.
En lo que concierne a la geopolítica caucasiana, la política iraní hacia la región es bastante interesante e incluso ilógica en la superficie para el observador extranjero. Aparte de Irán, Azerbaiyán es el único país de la región con una población mayoritariamente chiíta. A pesar de este factor, después de un periodo de neutralidad, Irán se ha acercado a Armenia convirtiéndose en su principal proveedor económico. Irán desde el principio estuvo preocupado con la creación de un estado azerbayaní al norte de su territorio, ya que temía que éste nuevo estado despertaría posibles sentimientos irredentistas entre los aproximadamente 25 millones de azeríes en Irán, un número considerablemente mayor que en el propio territorio azerbayaní . Estos temores casi se hacen realidad en 1992, con la llegada al poder en Bakú del presidente Elcibey, cuyo discurso abiertamente anti-iraní acerco a Irán, aún más, al gobierno de Armenia.
En el flanco sur de estos nuevos alineamientos, es difícil subestimar la importancia de la alianza estratégica entre Turquía e Israel, especialmente para los estados árabes (Siria en particular), que ven con preocupación dicha relación bilateral. El pacto entre los dos poderes militares más importantes del Medio Oriente es un evento que ha rediseñado la balanza de poder en toda la región. Si bien turcos e israelíes han asegurado que dicha alianza no va dirigida contra ningún país extranjero, los temores existentes han fortalecido la alianza existente entre Irán, Siria y Armenia, e incluso con Grecia, por su contencioso territorial con Turquía. En esta dinámica, Israel ha desarrollado un considerable interés en Azerbaiyán, y es una muy importante fuente de inversión en la economía de Georgia.
Enlaces con el Medio Oriente
El Cáucaso ha sido integrado poco a poco a las relaciones de seguridad del Medio Oriente. El complejo contexto caucáseo puede extenderse a los escenarios geopolíticos del Medio Oriente, con un grupo de países proactivamente más cercanos a Occidente y a otro grupo de países reactivamente opuestos a la influencia occidental en la región. En este esquema, el papel de Israel en el Cáucaso y Asia central es más importante de lo que reconocen usualmente algunos analistas internacionales.
Las razones que han permitido un mayor acercamiento de los países caucasianos y de Asia Central hacia Israel son en primera medida, el mutuo temor de la expansión del fundamentalismo islámico y el deseo de contener la influencia iraní en las repúblicas musulmanas de la ex Unión Soviética. En segundo termino, el acercamiento a Israel puede explicarse por su imagen favorable como organización estatal, es decir, pequeña pero política y económicamente poderosa, democrática y secular. Relacionado con lo anterior, los estados caucasianos ven la estrecha relación de Israel con Estados Unidos como una puerta en general al mundo occidental, y a Norteamérica en particular. Finalmente la asistencia económica israelí ha sido bienvenida por estos países, los cuales buscan inversión extranjera de manera desperada; entre los países de la región del “Gran Asia Central”, Uzbekistán y Azerbaiyán son aquellos que más han atraído inversiones israelíes.
En lo concerniente a Azerbaiyán, Israel tomo desde el principio una posición pro-azerbayaní en el conflicto de Nagorno-Karabakh, incluso con el aparente suministro de armas y apoyo en inteligencia hacia el gobierno de ese país. En el campo económico, Azerbaiyán ha estado interesado en la experticia tecnológica de Israel, mientras Tel-Aviv espera que el petróleo de Bakú pueda llegar a su territorio a través del oleoducto sub-acuático desde Ceyhan, toda vez que el proyecto Bakú-Ceyhan se realice. Naturalmente Irán ha advertido repetidas veces a Azerbaiyán de no perseguir y desarrollar sus lazos con Israel, pero dichas amenazas y advertencias no han hecho eco al interior del gobierno azerbayaní.
La conexión israelí también ha sido fundamental en la atracción de Siria a la alianza ruso-iraní. Las preocupaciones de seguridad de los sirios han sido agravadas por la relación turco-israelí, y Siria ya esta alineada con Irán y posee buenas relaciones con las estructuras militares rusas desde los tiempos de la Unión Soviética. Por último, no cabe descartar la posibilidad de un enlace más fuerte entre el gobierno griego del sur de Chipre con la alianza de Siria y Rusia.
En definitiva, los alineamientos estratégicos que se observan en el Cáucaso no pueden ser separados de los alineamientos existentes en Oriente Medio, siendo ésta una parte de la inevitable reintegración de la región con sus históricos contactos en el sur.
La política estadounidense
En lo relacionado con el papel de los Estados Unidos, esta ha pasado a través de varias fases desde 1991, teniendo en cuenta que el fin de la guerra fría terminó en la Casa Blanca con una determinada visión estratégica del Cáucaso y Asia Central.
Inicialmente, Washington no estaba en la completa disposición de desarrollar su influencia en la región, debido a que la región transcaucásica era considerada una esfera más de influencia rusa. Esta política se derivaba, primero que todo, del respeto que se tenía de la posición de la Unión Soviética como poder hegemónico, y también por la falta de conocimiento e iniciativa de los estadounidenses en la región del Mar Caspio. A principios de la década de los noventa, Estados Unidos se limitaba en exaltar el modelo turco y como ese esquema era propicio para los estados musulmanes que emergían del recién desintegrado bloque soviético, apoyando la tarea turca de extender su influencia sobre la región.
Sin embargo, para 1995, la política norteamericana estaba en un periodo de transición; los recursos petrolíferos de Azerbaiyán comenzaban a interesar a la Casa Blanca. Si bien Washington hasta el momento había respetado la influencia de Rusia en los estados caucasianos, la guerra de Chechenia cambio por completo el panorama ya que le demostró a los Estados Unidos, que si bien las capacidades militares rusas seguían siendo importantes, ya no representaban una seria amenaza a la seguridad norteamericana. En otras palabras, mucho del respeto que tenia Washington hacia Moscú se perdió. Por ello no es coincidencia que la política estadounidense en el Caspio se convirtiera paulatinamente asertiva desde el segundo semestre de 1996, época en la que Estados Unidos ya consideraban el Cáucaso y el Caspio como una región vital para los intereses de ése país.
Como consecuencia, Estados Unidos tomará durante la mitad de los años noventa la decisión de acabar con el monopolio del control ruso sobre la energía desde el Cáucaso a Asia Central. Washington tenía un interés directo en diversificar y aumentar sus suministros energéticos en el ámbito mundial y en la promoción de un rápido desarrollo de las fuentes energéticas del Caspio para reforzar la seguridad energética occidental. Para ello era fundamental la independencia y estabilidad de las republicas centroasiáticas y caucasianas. Esto produjo un giro hacia una política de cooperación en seguridad y defensa con estos regímenes, incluyendo ayuda militar, adiestramiento e intensificación de los ejercicios conjuntos a través del programa de Asociación para la Paz de la OTAN y con la creación del GUUAM .
Conclusión
El web de relaciones emergentes en el Cáucaso, Asia Central y el Medio Oriente, después del fallecimiento del mundo bipolar entre 1989 y 1991 parece comenzar a cristalizarse en un nuevo conjunto de alineamientos. Si bien el hecho de que la interdependencia económica es la regla del día, y los actores mas relevantes de este “Gran Juego” mantienen cierto grado de relaciones de trabajo, a excepción del caso de Estados Unidos e Irán, es innegable determinar la existencia de profundas diferencias e intereses entre un bloque de países y otros.
Observando el Cáucaso desde una saludable distancia, una mirada al mapa aclara muchos de los interrogantes que puedan surgir. La expansión oriental de la influencia turco-estadounidense hacia el Asia central, depende en cierta medida de la pequeña arista que Georgia y Azerbaiyán forman entre Rusia, Armenia e Irán. Por el otro lado, la localización geográfica de Armenia es también crucial, al formar una “cuña” que atraviesa la cadena turca , que teóricamente, se extiende desde Estambul hasta la provincia china de Xinjian. En esta cadena, los eslabones más débiles podrían ser los más importantes, es decir, Georgia y Azerbaiyán, que son desde el punto de vista político, los más directos opositores de la nueva política en relaciones internacionales del gobierno ruso en la región Trascaucásica y en Asia Central.
Bibliografía
Garcelon, Marc; Walker, Edward W. “The Geopolitics of Oil, Gas, and Ecology in the Caucasus and Caspian Basin”, University of California, Berkeley, 1998.
Sánchez, Antonio. “Relaciones Político-Económicas entre Rusia e Irán”, Real Instituto Elcano, Madrid, 2006.
Cohen, Ariel. “Eurasia in Balance”, AshGate Publishing, New York, 2006.
International Group Crisis. “Georgia: Sliding Towards Authoritarianism?”, Europe Report N°189, Brussels, 2007.
En lo relacionado con el papel de los Estados Unidos, esta ha pasado a través de varias fases desde 1991, teniendo en cuenta que el fin de la guerra fría terminó en la Casa Blanca con una determinada visión estratégica del Cáucaso y Asia Central.
Inicialmente, Washington no estaba en la completa disposición de desarrollar su influencia en la región, debido a que la región transcaucásica era considerada una esfera más de influencia rusa. Esta política se derivaba, primero que todo, del respeto que se tenía de la posición de la Unión Soviética como poder hegemónico, y también por la falta de conocimiento e iniciativa de los estadounidenses en la región del Mar Caspio. A principios de la década de los noventa, Estados Unidos se limitaba en exaltar el modelo turco y como ese esquema era propicio para los estados musulmanes que emergían del recién desintegrado bloque soviético, apoyando la tarea turca de extender su influencia sobre la región.
Sin embargo, para 1995, la política norteamericana estaba en un periodo de transición; los recursos petrolíferos de Azerbaiyán comenzaban a interesar a la Casa Blanca. Si bien Washington hasta el momento había respetado la influencia de Rusia en los estados caucasianos, la guerra de Chechenia cambio por completo el panorama ya que le demostró a los Estados Unidos, que si bien las capacidades militares rusas seguían siendo importantes, ya no representaban una seria amenaza a la seguridad norteamericana. En otras palabras, mucho del respeto que tenia Washington hacia Moscú se perdió. Por ello no es coincidencia que la política estadounidense en el Caspio se convirtiera paulatinamente asertiva desde el segundo semestre de 1996, época en la que Estados Unidos ya consideraban el Cáucaso y el Caspio como una región vital para los intereses de ése país.
Como consecuencia, Estados Unidos tomará durante la mitad de los años noventa la decisión de acabar con el monopolio del control ruso sobre la energía desde el Cáucaso a Asia Central. Washington tenía un interés directo en diversificar y aumentar sus suministros energéticos en el ámbito mundial y en la promoción de un rápido desarrollo de las fuentes energéticas del Caspio para reforzar la seguridad energética occidental. Para ello era fundamental la independencia y estabilidad de las republicas centroasiáticas y caucasianas. Esto produjo un giro hacia una política de cooperación en seguridad y defensa con estos regímenes, incluyendo ayuda militar, adiestramiento e intensificación de los ejercicios conjuntos a través del programa de Asociación para la Paz de la OTAN y con la creación del GUUAM .
Conclusión
El web de relaciones emergentes en el Cáucaso, Asia Central y el Medio Oriente, después del fallecimiento del mundo bipolar entre 1989 y 1991 parece comenzar a cristalizarse en un nuevo conjunto de alineamientos. Si bien el hecho de que la interdependencia económica es la regla del día, y los actores mas relevantes de este “Gran Juego” mantienen cierto grado de relaciones de trabajo, a excepción del caso de Estados Unidos e Irán, es innegable determinar la existencia de profundas diferencias e intereses entre un bloque de países y otros.
Observando el Cáucaso desde una saludable distancia, una mirada al mapa aclara muchos de los interrogantes que puedan surgir. La expansión oriental de la influencia turco-estadounidense hacia el Asia central, depende en cierta medida de la pequeña arista que Georgia y Azerbaiyán forman entre Rusia, Armenia e Irán. Por el otro lado, la localización geográfica de Armenia es también crucial, al formar una “cuña” que atraviesa la cadena turca , que teóricamente, se extiende desde Estambul hasta la provincia china de Xinjian. En esta cadena, los eslabones más débiles podrían ser los más importantes, es decir, Georgia y Azerbaiyán, que son desde el punto de vista político, los más directos opositores de la nueva política en relaciones internacionales del gobierno ruso en la región Trascaucásica y en Asia Central.
Bibliografía
Garcelon, Marc; Walker, Edward W. “The Geopolitics of Oil, Gas, and Ecology in the Caucasus and Caspian Basin”, University of California, Berkeley, 1998.
Sánchez, Antonio. “Relaciones Político-Económicas entre Rusia e Irán”, Real Instituto Elcano, Madrid, 2006.
Cohen, Ariel. “Eurasia in Balance”, AshGate Publishing, New York, 2006.
International Group Crisis. “Georgia: Sliding Towards Authoritarianism?”, Europe Report N°189, Brussels, 2007.