Nicolás de Pedro
Tras casi un mes de rumores, el presidente de Kirguistán, Kurmanbek Bakiyev ha anunciado su intención de cerrar la base estadounidense en el aeropuerto de Manas en Bishkek. La base fue establecida en 2001 con el inicio de la operación en Afganistán, y desde entonces sirve de apoyo a la misión ISAF de la OTAN. Aunque aún no es seguro y en la política kirguís todo es susceptible de cambio hasta el último momento, un hipotético cierre de esta instalación puede generar dificultades a la misión internacional en Afganistán y notables repercusiones en la geopolítica centroasiática.
Desde principios de 2006, las tensión entre Kirguistán y Estados Unidos y los incidentes relacionados con la base de Manas han sido recurrentes. Así por ejemplo, en el verano de 2006 y coincidiendo con la firma del último acuerdo sobre el uso de la base, Bishkek expulsó a dos diplomáticos estadounidenses, a lo que Washington respondió con similar medida un mes después. A finales de ese mismo año, un ciudadano kirguís murió abatido en los alrededores de la base cuando presuntamente hizo caso omiso de las indicaciones de un soldado estadounidense. “Aún habrá que esperar algunas semanas para ver si la declaración de Bakiyev no es una simple medida de presión para forzar una nueva negociación a la que Washington ya se ha mostrado dispuesto” Este incidente, nunca aclarado del todo, provocó una agria polémica dentro del país y ha sido instrumentalizado por aquellos que se oponen a la presencia estadounidense en Kirguistán. No obstante, el anuncio de Bakiyev está motivado fundamentalmente por otras cuestiones.
En primer lugar, por la insatisfacción de las autoridades kirguises con relación al alquiler percibido por el uso de la base y a las escasas inversiones estadounidenses en el país. En segundo lugar, por el malestar provocado por la supuesta intromisión de Washington en los asuntos internos de Kirguistán con su política de promoción de la democracia y de fortalecimiento de la sociedad civil que Bakiyev percibe como un serio riesgo para su propia posición. Por último, pero no menos relevante, por las fuertes presiones recibidas por Bishkek desde Moscú y Pekín para cerrar esta base, que perciben el uno como un desafío a su posición regional dominante y el otro como una amenaza a su arquitectura defensiva.
Dividendos económicos… y riesgos para la seguridad
“Medvedev ha ofrecido a su homólogo kirguís un préstamo de 300 millones de dólares y la promesa de invertir más de 1.700 millones en el depauperado sector energético local” Desde la perspectiva de Bakiyev, el cierre de la base ofrece ventajas en los tres sentidos ya que permite obtener dividendos económicos como compensación, fundamentalmente de Rusia, pero también de China y, al mismo tiempo fortalece su posición ante el inicio de un nuevo ciclo de protestas contra su gestión previsto para la próxima primavera boreal. Sin embargo, entraña riesgos para la soberanía y seguridad del país como ya han indicado los principales líderes opositores y algunos analistas locales.
Aún habrá que esperar algunas semanas para ver si la declaración de Bakiyev no es una simple medida de presión para forzar una nueva negociación a la que Washington ya se ha mostrado dispuesto; si bien el reciente acuerdo de cooperación económica y militar alcanzado con el Kremlin invita a pensar que se trata de un movimiento más meditado y que, a diferencia de ocasiones anteriores, puede conllevar el cierre definitivo de esta instalación.
El presidente Medvedev, a pesar de la gravedad de la crisis en Rusia, ha ofrecido a su homólogo kirguís un préstamo de 300 millones de dólares y la promesa de invertir más de 1.700 millones en el depauperado sector energético local. Con estos movimientos Moscú está lanzando un claro mensaje sobre su determinación en la que considera su área de influencia. Así, los dirigentes rusos han insistido en varias ocasiones en la capacidad de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) que lidera Rusia para garantizar la seguridad regional. Significativamente, Bakiyev hizo pública su intención de cerrar la base tan sólo un día después de la cumbre del Consejo de la OTSC en Moscú, de la que también forman parte Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán.
Un golpe para la OTAN que puede ser oportunidad
En este sentido, el momento elegido por Kirguistán y probablemente Rusia, “Durante los últimos meses, Tayikistán, Uzbekistán y Kazajstán han manifestado su voluntad de reforzar su cooperación con Washington” no podía ser peor para la OTAN ya que las crecientes dificultades sufridas en la línea de comunicaciones a través de Pakistán, especialmente vulnerable en el paso de Khyber; así como la posible búsqueda de algún tipo de arreglo regional han revalorizado en los últimos meses el papel de Kirguistán y el resto de Asia central en la resolución del conflicto afgano. Sin embargo, ambas cuestiones merecen un análisis más detallado ya que, por un lado existen alternativas a Manas y por otro, la capacidad de influencia de Asia central con respecto a la mejora de la situación en Afganistán es sumamente incierta.
De acuerdo con el propio Pentágono, la base de Manas permite el transporte de 15.000 personas y unas 500 toneladas de mercancías al mes. Por ello, su posible cierre plantea algunas dificultades para el previsto incremento del contingente estadounidense en Afganistán anunciado por la nueva administración Obama.
No obstante, durante los últimos meses, Tayikistán, Uzbekistán y Kazajstán han manifestado su voluntad de reforzar su cooperación con Washington y, de hecho, la simple sugerencia del cierre de la base de Manas ha provocado su ofrecimiento de facilidades logísticas y rutas alternativas de suministro para la misión desplegada en territorio afgano.
Cada una de estas opciones, independientemente de sus implicaciones operativas y bilaterales, está sujeta al complejo y dinámico equilibrio de fuerzas de la geopolítica centroasiática, o lo que es lo mismo al grado de dependencia de cada uno de estos países con respecto a Rusia y China. En cualquier caso, es una prueba de su predisposición para cooperar con la OTAN, no sólo por los réditos políticos, sino también por las oportunidades económicas y comerciales que les puede reportar.
Rusia, por el diálogo OTAN-OTSC
Por otro lado y sin que suponga una contradicción con su posición con respecto a la base de Manas, Rusia también ha ofrecido a la OTAN la posibilidad de establecer una línea de suministros terrestre de material no letal a través de su territorio. Para Rusia, al igual que para las repúblicas centroasiáticas, la resolución del conflicto en Afganistán es de interés prioritario. Algunos de los principales desafíos y amenazas para su seguridad tales como el extremismo islamista, la amenaza terrorista o el narcotráfico y el crimen organizado están claramente vinculados con el conflicto afgano. “Rusia pretende que la cooperación sobre Afganistán se gestione a través de un diálogo OTAN-OTSC”.
De esta manera, un deterioro de la situación en Afganistán podría acarrear graves consecuencias para la seguridad rusa a través de su frontera meridional, el llamado vientre blando de Rusia formado por las repúblicas centroasiáticas. No obstante la base de Manas, y ésta es una de las principales dificultades a las que se enfrenta, no es percibida ni por los regímenes centroasiáticos ni desde luego por Moscú o Pekín como un dispositivo esencialmente vinculado al conflicto afgano, sino por el contrario como un símbolo de la voluntad de Washington de penetrar en la región y limitar la influencia de otras potencias.
Por ello, el ofrecimiento ruso de apertura de esta línea de comunicaciones y sus presiones a Bishkek para el cierre de Manas no resulta contradictorio sino que va en la línea de la política seguida por el Kremlin en los últimos meses de reafirmación de su posición en la que considera su área de influencia. De esta manera, Rusia pretende que la cooperación sobre Afganistán se gestione a través de un diálogo OTAN-OTSC; es decir, que la relación de Asia central con la OTAN esté filtrada por Moscú.
¿Gran Asia Central?
En cualquier caso, es dudoso que las repúblicas centroasiáticas individual o colectivamente puedan realizar una contribución significativa a la resolución del conflicto afgano toda vez que tienen serias dificultades para garantizar su propia seguridad, promover su desarrollo y no han sido capaces de establecer un foro de diálogo regional en ausencia de la tutela de alguna gran potencia. Por no mencionar los temores que genera en Asia central cualquier acercamiento a la cuestión afgana.
Así, el proyecto de una gran Asia central ideado por Washington y que tiene como eje un fortalecimiento de los lazos entre el Asia central y la meridional, con el objetivo explícito de favorecer el desarrollo de ambas regiones por medio de la cooperación económica y los intercambios comerciales y el objetivo implícito de reducir la orientación hacia Rusia de Asia central, facilitando la conexión de esta última a los mercados internacionales a través de los puertos de Gwadar o Karachi tiene, de momento, escasas perspectivas de desarrollo.
Asimismo, hasta la fecha, el impacto de la participación centroasiática en la resolución del conflicto afgano a través de los diversos foros multilaterales que se han creado tales como el grupo 6+2, formado por los países vecinos de Afganistán, Estados Unidos y Rusia bajo el auspicio de la ONU; el grupo de contacto con Afganistán de la Organización de Cooperación de Shangai; o el grupo de trabajo de la OTSC ha sido más bien escaso, por no decir inexistente.
Tras casi un mes de rumores, el presidente de Kirguistán, Kurmanbek Bakiyev ha anunciado su intención de cerrar la base estadounidense en el aeropuerto de Manas en Bishkek. La base fue establecida en 2001 con el inicio de la operación en Afganistán, y desde entonces sirve de apoyo a la misión ISAF de la OTAN. Aunque aún no es seguro y en la política kirguís todo es susceptible de cambio hasta el último momento, un hipotético cierre de esta instalación puede generar dificultades a la misión internacional en Afganistán y notables repercusiones en la geopolítica centroasiática.
Desde principios de 2006, las tensión entre Kirguistán y Estados Unidos y los incidentes relacionados con la base de Manas han sido recurrentes. Así por ejemplo, en el verano de 2006 y coincidiendo con la firma del último acuerdo sobre el uso de la base, Bishkek expulsó a dos diplomáticos estadounidenses, a lo que Washington respondió con similar medida un mes después. A finales de ese mismo año, un ciudadano kirguís murió abatido en los alrededores de la base cuando presuntamente hizo caso omiso de las indicaciones de un soldado estadounidense. “Aún habrá que esperar algunas semanas para ver si la declaración de Bakiyev no es una simple medida de presión para forzar una nueva negociación a la que Washington ya se ha mostrado dispuesto” Este incidente, nunca aclarado del todo, provocó una agria polémica dentro del país y ha sido instrumentalizado por aquellos que se oponen a la presencia estadounidense en Kirguistán. No obstante, el anuncio de Bakiyev está motivado fundamentalmente por otras cuestiones.
En primer lugar, por la insatisfacción de las autoridades kirguises con relación al alquiler percibido por el uso de la base y a las escasas inversiones estadounidenses en el país. En segundo lugar, por el malestar provocado por la supuesta intromisión de Washington en los asuntos internos de Kirguistán con su política de promoción de la democracia y de fortalecimiento de la sociedad civil que Bakiyev percibe como un serio riesgo para su propia posición. Por último, pero no menos relevante, por las fuertes presiones recibidas por Bishkek desde Moscú y Pekín para cerrar esta base, que perciben el uno como un desafío a su posición regional dominante y el otro como una amenaza a su arquitectura defensiva.
Dividendos económicos… y riesgos para la seguridad
“Medvedev ha ofrecido a su homólogo kirguís un préstamo de 300 millones de dólares y la promesa de invertir más de 1.700 millones en el depauperado sector energético local” Desde la perspectiva de Bakiyev, el cierre de la base ofrece ventajas en los tres sentidos ya que permite obtener dividendos económicos como compensación, fundamentalmente de Rusia, pero también de China y, al mismo tiempo fortalece su posición ante el inicio de un nuevo ciclo de protestas contra su gestión previsto para la próxima primavera boreal. Sin embargo, entraña riesgos para la soberanía y seguridad del país como ya han indicado los principales líderes opositores y algunos analistas locales.
Aún habrá que esperar algunas semanas para ver si la declaración de Bakiyev no es una simple medida de presión para forzar una nueva negociación a la que Washington ya se ha mostrado dispuesto; si bien el reciente acuerdo de cooperación económica y militar alcanzado con el Kremlin invita a pensar que se trata de un movimiento más meditado y que, a diferencia de ocasiones anteriores, puede conllevar el cierre definitivo de esta instalación.
El presidente Medvedev, a pesar de la gravedad de la crisis en Rusia, ha ofrecido a su homólogo kirguís un préstamo de 300 millones de dólares y la promesa de invertir más de 1.700 millones en el depauperado sector energético local. Con estos movimientos Moscú está lanzando un claro mensaje sobre su determinación en la que considera su área de influencia. Así, los dirigentes rusos han insistido en varias ocasiones en la capacidad de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) que lidera Rusia para garantizar la seguridad regional. Significativamente, Bakiyev hizo pública su intención de cerrar la base tan sólo un día después de la cumbre del Consejo de la OTSC en Moscú, de la que también forman parte Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán.
Un golpe para la OTAN que puede ser oportunidad
En este sentido, el momento elegido por Kirguistán y probablemente Rusia, “Durante los últimos meses, Tayikistán, Uzbekistán y Kazajstán han manifestado su voluntad de reforzar su cooperación con Washington” no podía ser peor para la OTAN ya que las crecientes dificultades sufridas en la línea de comunicaciones a través de Pakistán, especialmente vulnerable en el paso de Khyber; así como la posible búsqueda de algún tipo de arreglo regional han revalorizado en los últimos meses el papel de Kirguistán y el resto de Asia central en la resolución del conflicto afgano. Sin embargo, ambas cuestiones merecen un análisis más detallado ya que, por un lado existen alternativas a Manas y por otro, la capacidad de influencia de Asia central con respecto a la mejora de la situación en Afganistán es sumamente incierta.
De acuerdo con el propio Pentágono, la base de Manas permite el transporte de 15.000 personas y unas 500 toneladas de mercancías al mes. Por ello, su posible cierre plantea algunas dificultades para el previsto incremento del contingente estadounidense en Afganistán anunciado por la nueva administración Obama.
No obstante, durante los últimos meses, Tayikistán, Uzbekistán y Kazajstán han manifestado su voluntad de reforzar su cooperación con Washington y, de hecho, la simple sugerencia del cierre de la base de Manas ha provocado su ofrecimiento de facilidades logísticas y rutas alternativas de suministro para la misión desplegada en territorio afgano.
Cada una de estas opciones, independientemente de sus implicaciones operativas y bilaterales, está sujeta al complejo y dinámico equilibrio de fuerzas de la geopolítica centroasiática, o lo que es lo mismo al grado de dependencia de cada uno de estos países con respecto a Rusia y China. En cualquier caso, es una prueba de su predisposición para cooperar con la OTAN, no sólo por los réditos políticos, sino también por las oportunidades económicas y comerciales que les puede reportar.
Rusia, por el diálogo OTAN-OTSC
Por otro lado y sin que suponga una contradicción con su posición con respecto a la base de Manas, Rusia también ha ofrecido a la OTAN la posibilidad de establecer una línea de suministros terrestre de material no letal a través de su territorio. Para Rusia, al igual que para las repúblicas centroasiáticas, la resolución del conflicto en Afganistán es de interés prioritario. Algunos de los principales desafíos y amenazas para su seguridad tales como el extremismo islamista, la amenaza terrorista o el narcotráfico y el crimen organizado están claramente vinculados con el conflicto afgano. “Rusia pretende que la cooperación sobre Afganistán se gestione a través de un diálogo OTAN-OTSC”.
De esta manera, un deterioro de la situación en Afganistán podría acarrear graves consecuencias para la seguridad rusa a través de su frontera meridional, el llamado vientre blando de Rusia formado por las repúblicas centroasiáticas. No obstante la base de Manas, y ésta es una de las principales dificultades a las que se enfrenta, no es percibida ni por los regímenes centroasiáticos ni desde luego por Moscú o Pekín como un dispositivo esencialmente vinculado al conflicto afgano, sino por el contrario como un símbolo de la voluntad de Washington de penetrar en la región y limitar la influencia de otras potencias.
Por ello, el ofrecimiento ruso de apertura de esta línea de comunicaciones y sus presiones a Bishkek para el cierre de Manas no resulta contradictorio sino que va en la línea de la política seguida por el Kremlin en los últimos meses de reafirmación de su posición en la que considera su área de influencia. De esta manera, Rusia pretende que la cooperación sobre Afganistán se gestione a través de un diálogo OTAN-OTSC; es decir, que la relación de Asia central con la OTAN esté filtrada por Moscú.
¿Gran Asia Central?
En cualquier caso, es dudoso que las repúblicas centroasiáticas individual o colectivamente puedan realizar una contribución significativa a la resolución del conflicto afgano toda vez que tienen serias dificultades para garantizar su propia seguridad, promover su desarrollo y no han sido capaces de establecer un foro de diálogo regional en ausencia de la tutela de alguna gran potencia. Por no mencionar los temores que genera en Asia central cualquier acercamiento a la cuestión afgana.
Así, el proyecto de una gran Asia central ideado por Washington y que tiene como eje un fortalecimiento de los lazos entre el Asia central y la meridional, con el objetivo explícito de favorecer el desarrollo de ambas regiones por medio de la cooperación económica y los intercambios comerciales y el objetivo implícito de reducir la orientación hacia Rusia de Asia central, facilitando la conexión de esta última a los mercados internacionales a través de los puertos de Gwadar o Karachi tiene, de momento, escasas perspectivas de desarrollo.
Asimismo, hasta la fecha, el impacto de la participación centroasiática en la resolución del conflicto afgano a través de los diversos foros multilaterales que se han creado tales como el grupo 6+2, formado por los países vecinos de Afganistán, Estados Unidos y Rusia bajo el auspicio de la ONU; el grupo de contacto con Afganistán de la Organización de Cooperación de Shangai; o el grupo de trabajo de la OTSC ha sido más bien escaso, por no decir inexistente.