Carlos Echeverría Jesús
La concentración de tropas turcas en la frontera con Irak, el deterioro progresivo de la seguridad en la Región Autónoma del Kurdistán dentro de este país árabe y la creciente inquietud con que las autoridades de la República Islámica de Irán observan a su propia región kurda y al citado empeoramiento de la situación de seguridad en el Kurdistán irakí hacen necesario explorar en qué momento nos encontramos con respecto a una comunidad sin Estado establecida en los tres países citados además de en Siria que podría convertirse en un actor como tal en la compleja región medioriental si las tendencias arriba señaladas se mantienen.
Un desafío transfronterizo
Con su base en las montañas Qandil, en el norte del Kurdistán irakí, tanto el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) como el Partido de la Vida Libre del Kurdistán (PJAK), el primero creado en Turquía en 1984 y el segundo en Irán en 2004, desafían violentamente a las autoridades de Ankara y de Teherán aprovechando un escenario de progresivo deterioro en términos de seguridad como es el de la región administrada por el Gobierno Autónomo del Kurdistán, hoy compuesto por las provincias de Erbil, Dohuk y Suleimaniya.
En Turquía el Estado Mayor, a cuyo frente está el General Yasar Buyukanit, se ha embarcado en los últimos meses en organizar un despliegue de hombres y material en la frontera con Irak, el mayor realizado hasta la fecha y en el que el protagonismo principal se lo lleva el Ejército de Tierra comandado por el General Ilker Basbug, y en ambientar el despliegue con amenazas de intervención. Esto último lo hace contra la opinión del Primer Ministro, Recep Tayyip Erdogan, quien hoy por hoy descarta el penetrar en Irak para frenar al activismo de unos 4.000 miembros del PKK estimados en su suelo. Se trata de unos 200.000 efectivos, procedentes de las mejores unidades de un país que, no lo olvidemos, tiene las segundas Fuerzas Armadas de más envergadura dentro de la OTAN. La situación está tan deteriorada que una de las primeras medidas que piensa tomar Erdogan tras su victoria en las elecciones generales anticipadas del 22 de julio es entrevistarse con su homólogo iraquí, Nuri Al Maliki, quien visitará Turquía para acercar posturas respecto a cómo actuar frente al PKK. A mediados de julio medios de comunicación presentes en Diyarbakir, en el sur de Turquía, confirmaban la cifra de 200.000 soldados turcos desplegados en la frontera turco-irakí reforzados continuamente por convoyes por carretera y ferrocarril que transportan blindados y piezas de artillería. Con ello las Fuerzas Armadas quieren dar respuesta a diversos ataques terroristas kurdos realizados en los últimos meses, uno de los últimos el cometido por dos suicidas que lanzaron el 23 de junio un camión lleno de combustible contra una comisaría de policía de Tunceli, al este del país, y que fue seguido por un enfrentamiento armado contra otros miembros del PKK en el que hubo que utilizar incluso helicópteros de combate.
En lo que a la arena política respecta, cabe señalar que los 12 millones de kurdos están ya representados en el nuevo Parlamento gracias tanto a haberse presentado a las legislativas como independientes y no como miembros del Partido para una Sociedad Democrática (DTP), que corre el riesgo de ser ilegalizado acusado de tener vínculos con el PKK, como a haber superado el techo del 10% impuesto precisamente para evitar el acceso de minorías problemáticas como la kurda al legislativo. Por de pronto la otrora diputada kurda Leila Zana, encarcelada hace años por hablar en su lengua materna en el Parlamento, señalaba inmediatamente antes de la celebración de las elecciones que su objetivo no es la separación sino crear una república kurda dentro de Turquía: lejos del irredentismo de los terroristas del PKK pero lejos también de los afanes unionistas y nacionalistas de los sectores más fieles al Kemalismo. Por de pronto el activismo kurdo en el Parlamento se va a vivir probablemente con intensidad en los próximos meses gracias a los 27 escaños obtenidos, 8 de ellos para mujeres. Entre estas destacarán Sebahat Tuncel, liberada de prisión el 24 de julio donde estaba recluida por pertenencia al PKK, y Aysel Tugluk, la abogada del líder del PKK Abdulá Oçalán. Es de prever que la presencia kurda y la de los 70 diputados del ultranacionalista Partido de Acción Nacionalista (MHP) liderado por Deviet Bahçeli en el nuevo Parlamento genere tensiones e incluso enfrentamientos. Estos ya se produjeron durante la campaña electoral en la localidad de Dogu Beyazit donde la policía hubo de disolver a tiros una batalla campal entre seguidores de ambos.
En la República Islámica de Irán, las autoridades combaten en su territorio y ocasionalmente también en territorio irakí a los separatistas del PJAK, quienes buscan el apoyo occidental a su lucha aprovechando el enfrentamiento diplomático entre el régimen del Presidente Mahmud Ahmadineyah y la Comunidad Internacional en torno al programa nuclear iraní o a su ingerencia en Oriente Próximo. En noviembre de 2006 el periodista Seymour Hersh afirmaba en el semanario The New Yorker que estadounidenses e israelíes entrenaban y daban apoyo logístico a los miembros del PJAK en un empeño de desestabilizar Irán a través de esta estrategia indirecta. El PJAK asegura tener a 3.000 militantes en pie de guerra y a miles de simpatizantes entre los aproximadamente 7 millones de kurdos que viven en Irán. Esta provocadora presencia del PJAK en el Kurdistán irakí ha llevado al régimen de Teherán a diversas intervenciones quirúrgicas en los últimos dos años, destacándose las llevadas a cabo en mayo de 2005, en las que se utilizaron cazas y artillería, y la más reciente en la que también se ha comenzado a bombardear la zona a partir del 10 de julio de 2007 en respuesta a una incursión del PJAK en territorio iraní. Ese día las autoridades iraníes anunciaban la detención de 20 kurdos acusados de espionaje y la de tres miembros del PJAK en posesión de 10 kilogramos de explosivos. Teherán ha reconocido que el activismo terrorista del PJAK provocó la muerte de 120 miembros de las fuerzas armadas y de seguridad de Irán tan sólo durante el año 2005. Por otro lado, es significativo que en el verano de 2006 coincidieran los actos de represalia tanto turcos como iraníes, ambos en forma de bombardeos aéreos y de disparos de artillería, en la misma zona-refugio del PKK y del PJAK provocando un número indeterminado de víctimas y el éxodo de miles de familias kurdas.
Mientras todo esto ocurre en los vecinos, dentro de Irak y en la zona de responsabilidad del Gobierno Autónomo del Kurdistán la vida cotidiana ha carecido hasta fechas recientes de la violencia que afecta a otras zonas del país árabe. Debido en gran medida a una homogeneidad étnica que no existe en el resto de Irak la zona kurda irakí ha vivido construyendo infraestructuras y tratando de atraer inversiones extranjeras, en particular de los EEUU y del Reino Unido, bajo el lema de “El otro Irak”. En agosto de 2006 el Gobierno Autónomo puso en marcha una campaña de construcciones de vivienda a la que también concurrió el capital privado hasta alcanzar un montante de 3.000 millones de euros pero aún es necesaria una fuerte inversión en sectores básicos para la vida cotidiana como la electricidad, el agua potable, el alcantarillado, los transportes o las redes bancarias. En paralelo a esta relativa bonanza en términos de estabilidad y desarrollo se viene sufriendo una aproximación paulatina, y muy acelerada en los últimos meses, de la violencia terrorista desde el resto de Irak hacia las hasta ahora plácidas tierras kurdas. Ello es debido al anhelo terrorista de proseguir el ahondamiento de los enfrentamientos intersectarios, de enfrentarse a una comunidad kurda que es percibida como poco respetuosa con las reglas más estrictas del Islam y, también y en clave de calendario político, porque cada vez está más cercana la fecha en la que habrá que decidir sobre el futuro de la rica región de Kirkuk, que los kurdos quieren para ellos así como una franja de tierra situada en el norte de Irak y en disputa con suníes y shiíes.
Para contrarrestar esta penetración de la violencia las autoridades kurdas de Irak confían en sus propias milicias, las más fuertes dentro de Irak en términos militares, y en sus servicios y redes de inteligencia tejidas con perseverancia desde principios de los años noventa, momento en el que la Comunidad Internacional creó un protectorado en el norte de Irak que permitió a los kurdos reforzar sus instrumentos políticos y de seguridad. Las autoridades y líderes kurdos confían también en la presencia internacional en suelo irakí, y en particular la estadounidense, para contener el avance de fuerzas tanto suníes como shiíes que podrían poner en peligro el “statu quo” actual. El Presidente de Irak, Jalal Talabani, y el Ministro de Asuntos Exteriores, Hoshyar Zebari, ambos kurdos, suelen ser las voces más oídas en defensa de tal situación. Así, es significativo que frente a las triunfalistas declaraciones del Primer Ministro Al Maliki, un shií, en las que afirmaba el 15 de julio que su país puede permitirse ya la salida de las tropas estadounidenses porque las fuerzas irakíes ya están preparadas para asumir el control, el Ministro Zebari declarara en paralelo a la CNN que Irak aún necesita a las fuerzas de los EEUU “por un cierto tiempo”.
La inquietud de los líderes kurdos irakíes es comprensible, máxime si tenemos en cuenta que el activismo terrorista contra esta comunidad y en su territorio es cada vez más visible. El 16 de julio sendos atentados suicidas, con un coche y con un camión bomba, provocaban al menos 85 muertos en la sensible ciudad de Kirkuk, donde la tensión entre kurdos, árabes suníes y turcomanos en visible y donde provocaciones de este tipo podrían llevar al enfrentamiento intercomunitario que ansían los terroristas. El coche bomba estallaba frente a la sede de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), el partido del Presidente Talabani. El mismo día y a las afueras de Kirkuk un tercer ataque mataba a un policía y hería a otros tres en el edificio sede del famoso comité olímpico local, uno de los símbolos más visibles del poder kurdo. El 7 de julio en la cercana localidad de Amirli más de 150 personas habían sido asesinadas en uno de los peores atentados suicidas que se recuerdan en Irak. Según las autoridades estadounidenses Kirkuk y sus alrededores habían vivido hasta esas fechas “en un nivel de violencia aceptable” pero ahora la oscura mano de Al Qaida perceptible detrás de estos atentados lleva a muchos a recordar que antes de fin de año y en aplicación del artículo 140 de la Constitución aprobada en 2005 deberá de decidirse en referéndum a celebrarse antes del próximo 31 de diciembre si la ciudad petrolera de Kirkuk se incorpora al Gobierno Autónomo del Kurdistán dejando así de ser la capital de la multiétnica provincia de Al Tamim. Aunque la situación es volátil cabe señalarse que desde la caída del régimen de Saddam Hussein muchos de los kurdos que él expulsara de la ciudad han ido regresando y que hoy tanto el gobierno municipal como la mayor parte de los miembros de las fuerzas de seguridad son kurdos, pero muchos observadores prevén más tensión y violencia si finalmente el referéndum se convoca dentro del plazo previsto. Los “peshmerga”, milicianos kurdos, ocuparon Kirkuk en abril de 2003, poco después de que las tropas estadounidenses tomaran Bagdad, y hoy patrullan como policías del municipio las calles mientras que los soldados estadounidenses controlan el aeropuerto y la seguridad de los campos de petróleo. Los dos principales partidos kurdos, la UPK y el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) que encabeza el Gobierno Autónomo, presionan para que el referéndum tenga lugar antes de fin de año pero sobre el terreno la situación es convulsa, marcada por quienes regresan reclamando las casas y negocios que les pertenecen y los árabes implantados que defienden sus derechos adquiridos tras lustros de su establecimiento.
Con las fuerzas iraníes lanzando ataques de represalia contra el territorio kurdo irakí y las tropas turcas dispuestas a penetrar en el mismo las autoridades de Irak han dado la señal de alarma al mundo, y lo han hecho a través de su titular de Exteriores, el kurdo Zebari. El mismo que el 9 de julio advertía que una retirada precipitada de las fuerzas estadounidenses podría provocar una guerra civil, la partición del país y una guerra regional - tres de los posibles escenarios en uno - y denunciaba la inquietante concentración de fuerzas turcas en la frontera llamando a un mayor papel para el Comité de Seguridad Tripartito Turquía-Irak-EEUU.
La concentración de tropas turcas en la frontera con Irak, el deterioro progresivo de la seguridad en la Región Autónoma del Kurdistán dentro de este país árabe y la creciente inquietud con que las autoridades de la República Islámica de Irán observan a su propia región kurda y al citado empeoramiento de la situación de seguridad en el Kurdistán irakí hacen necesario explorar en qué momento nos encontramos con respecto a una comunidad sin Estado establecida en los tres países citados además de en Siria que podría convertirse en un actor como tal en la compleja región medioriental si las tendencias arriba señaladas se mantienen.
Un desafío transfronterizo
Con su base en las montañas Qandil, en el norte del Kurdistán irakí, tanto el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) como el Partido de la Vida Libre del Kurdistán (PJAK), el primero creado en Turquía en 1984 y el segundo en Irán en 2004, desafían violentamente a las autoridades de Ankara y de Teherán aprovechando un escenario de progresivo deterioro en términos de seguridad como es el de la región administrada por el Gobierno Autónomo del Kurdistán, hoy compuesto por las provincias de Erbil, Dohuk y Suleimaniya.
En Turquía el Estado Mayor, a cuyo frente está el General Yasar Buyukanit, se ha embarcado en los últimos meses en organizar un despliegue de hombres y material en la frontera con Irak, el mayor realizado hasta la fecha y en el que el protagonismo principal se lo lleva el Ejército de Tierra comandado por el General Ilker Basbug, y en ambientar el despliegue con amenazas de intervención. Esto último lo hace contra la opinión del Primer Ministro, Recep Tayyip Erdogan, quien hoy por hoy descarta el penetrar en Irak para frenar al activismo de unos 4.000 miembros del PKK estimados en su suelo. Se trata de unos 200.000 efectivos, procedentes de las mejores unidades de un país que, no lo olvidemos, tiene las segundas Fuerzas Armadas de más envergadura dentro de la OTAN. La situación está tan deteriorada que una de las primeras medidas que piensa tomar Erdogan tras su victoria en las elecciones generales anticipadas del 22 de julio es entrevistarse con su homólogo iraquí, Nuri Al Maliki, quien visitará Turquía para acercar posturas respecto a cómo actuar frente al PKK. A mediados de julio medios de comunicación presentes en Diyarbakir, en el sur de Turquía, confirmaban la cifra de 200.000 soldados turcos desplegados en la frontera turco-irakí reforzados continuamente por convoyes por carretera y ferrocarril que transportan blindados y piezas de artillería. Con ello las Fuerzas Armadas quieren dar respuesta a diversos ataques terroristas kurdos realizados en los últimos meses, uno de los últimos el cometido por dos suicidas que lanzaron el 23 de junio un camión lleno de combustible contra una comisaría de policía de Tunceli, al este del país, y que fue seguido por un enfrentamiento armado contra otros miembros del PKK en el que hubo que utilizar incluso helicópteros de combate.
En lo que a la arena política respecta, cabe señalar que los 12 millones de kurdos están ya representados en el nuevo Parlamento gracias tanto a haberse presentado a las legislativas como independientes y no como miembros del Partido para una Sociedad Democrática (DTP), que corre el riesgo de ser ilegalizado acusado de tener vínculos con el PKK, como a haber superado el techo del 10% impuesto precisamente para evitar el acceso de minorías problemáticas como la kurda al legislativo. Por de pronto la otrora diputada kurda Leila Zana, encarcelada hace años por hablar en su lengua materna en el Parlamento, señalaba inmediatamente antes de la celebración de las elecciones que su objetivo no es la separación sino crear una república kurda dentro de Turquía: lejos del irredentismo de los terroristas del PKK pero lejos también de los afanes unionistas y nacionalistas de los sectores más fieles al Kemalismo. Por de pronto el activismo kurdo en el Parlamento se va a vivir probablemente con intensidad en los próximos meses gracias a los 27 escaños obtenidos, 8 de ellos para mujeres. Entre estas destacarán Sebahat Tuncel, liberada de prisión el 24 de julio donde estaba recluida por pertenencia al PKK, y Aysel Tugluk, la abogada del líder del PKK Abdulá Oçalán. Es de prever que la presencia kurda y la de los 70 diputados del ultranacionalista Partido de Acción Nacionalista (MHP) liderado por Deviet Bahçeli en el nuevo Parlamento genere tensiones e incluso enfrentamientos. Estos ya se produjeron durante la campaña electoral en la localidad de Dogu Beyazit donde la policía hubo de disolver a tiros una batalla campal entre seguidores de ambos.
En la República Islámica de Irán, las autoridades combaten en su territorio y ocasionalmente también en territorio irakí a los separatistas del PJAK, quienes buscan el apoyo occidental a su lucha aprovechando el enfrentamiento diplomático entre el régimen del Presidente Mahmud Ahmadineyah y la Comunidad Internacional en torno al programa nuclear iraní o a su ingerencia en Oriente Próximo. En noviembre de 2006 el periodista Seymour Hersh afirmaba en el semanario The New Yorker que estadounidenses e israelíes entrenaban y daban apoyo logístico a los miembros del PJAK en un empeño de desestabilizar Irán a través de esta estrategia indirecta. El PJAK asegura tener a 3.000 militantes en pie de guerra y a miles de simpatizantes entre los aproximadamente 7 millones de kurdos que viven en Irán. Esta provocadora presencia del PJAK en el Kurdistán irakí ha llevado al régimen de Teherán a diversas intervenciones quirúrgicas en los últimos dos años, destacándose las llevadas a cabo en mayo de 2005, en las que se utilizaron cazas y artillería, y la más reciente en la que también se ha comenzado a bombardear la zona a partir del 10 de julio de 2007 en respuesta a una incursión del PJAK en territorio iraní. Ese día las autoridades iraníes anunciaban la detención de 20 kurdos acusados de espionaje y la de tres miembros del PJAK en posesión de 10 kilogramos de explosivos. Teherán ha reconocido que el activismo terrorista del PJAK provocó la muerte de 120 miembros de las fuerzas armadas y de seguridad de Irán tan sólo durante el año 2005. Por otro lado, es significativo que en el verano de 2006 coincidieran los actos de represalia tanto turcos como iraníes, ambos en forma de bombardeos aéreos y de disparos de artillería, en la misma zona-refugio del PKK y del PJAK provocando un número indeterminado de víctimas y el éxodo de miles de familias kurdas.
Mientras todo esto ocurre en los vecinos, dentro de Irak y en la zona de responsabilidad del Gobierno Autónomo del Kurdistán la vida cotidiana ha carecido hasta fechas recientes de la violencia que afecta a otras zonas del país árabe. Debido en gran medida a una homogeneidad étnica que no existe en el resto de Irak la zona kurda irakí ha vivido construyendo infraestructuras y tratando de atraer inversiones extranjeras, en particular de los EEUU y del Reino Unido, bajo el lema de “El otro Irak”. En agosto de 2006 el Gobierno Autónomo puso en marcha una campaña de construcciones de vivienda a la que también concurrió el capital privado hasta alcanzar un montante de 3.000 millones de euros pero aún es necesaria una fuerte inversión en sectores básicos para la vida cotidiana como la electricidad, el agua potable, el alcantarillado, los transportes o las redes bancarias. En paralelo a esta relativa bonanza en términos de estabilidad y desarrollo se viene sufriendo una aproximación paulatina, y muy acelerada en los últimos meses, de la violencia terrorista desde el resto de Irak hacia las hasta ahora plácidas tierras kurdas. Ello es debido al anhelo terrorista de proseguir el ahondamiento de los enfrentamientos intersectarios, de enfrentarse a una comunidad kurda que es percibida como poco respetuosa con las reglas más estrictas del Islam y, también y en clave de calendario político, porque cada vez está más cercana la fecha en la que habrá que decidir sobre el futuro de la rica región de Kirkuk, que los kurdos quieren para ellos así como una franja de tierra situada en el norte de Irak y en disputa con suníes y shiíes.
Para contrarrestar esta penetración de la violencia las autoridades kurdas de Irak confían en sus propias milicias, las más fuertes dentro de Irak en términos militares, y en sus servicios y redes de inteligencia tejidas con perseverancia desde principios de los años noventa, momento en el que la Comunidad Internacional creó un protectorado en el norte de Irak que permitió a los kurdos reforzar sus instrumentos políticos y de seguridad. Las autoridades y líderes kurdos confían también en la presencia internacional en suelo irakí, y en particular la estadounidense, para contener el avance de fuerzas tanto suníes como shiíes que podrían poner en peligro el “statu quo” actual. El Presidente de Irak, Jalal Talabani, y el Ministro de Asuntos Exteriores, Hoshyar Zebari, ambos kurdos, suelen ser las voces más oídas en defensa de tal situación. Así, es significativo que frente a las triunfalistas declaraciones del Primer Ministro Al Maliki, un shií, en las que afirmaba el 15 de julio que su país puede permitirse ya la salida de las tropas estadounidenses porque las fuerzas irakíes ya están preparadas para asumir el control, el Ministro Zebari declarara en paralelo a la CNN que Irak aún necesita a las fuerzas de los EEUU “por un cierto tiempo”.
La inquietud de los líderes kurdos irakíes es comprensible, máxime si tenemos en cuenta que el activismo terrorista contra esta comunidad y en su territorio es cada vez más visible. El 16 de julio sendos atentados suicidas, con un coche y con un camión bomba, provocaban al menos 85 muertos en la sensible ciudad de Kirkuk, donde la tensión entre kurdos, árabes suníes y turcomanos en visible y donde provocaciones de este tipo podrían llevar al enfrentamiento intercomunitario que ansían los terroristas. El coche bomba estallaba frente a la sede de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), el partido del Presidente Talabani. El mismo día y a las afueras de Kirkuk un tercer ataque mataba a un policía y hería a otros tres en el edificio sede del famoso comité olímpico local, uno de los símbolos más visibles del poder kurdo. El 7 de julio en la cercana localidad de Amirli más de 150 personas habían sido asesinadas en uno de los peores atentados suicidas que se recuerdan en Irak. Según las autoridades estadounidenses Kirkuk y sus alrededores habían vivido hasta esas fechas “en un nivel de violencia aceptable” pero ahora la oscura mano de Al Qaida perceptible detrás de estos atentados lleva a muchos a recordar que antes de fin de año y en aplicación del artículo 140 de la Constitución aprobada en 2005 deberá de decidirse en referéndum a celebrarse antes del próximo 31 de diciembre si la ciudad petrolera de Kirkuk se incorpora al Gobierno Autónomo del Kurdistán dejando así de ser la capital de la multiétnica provincia de Al Tamim. Aunque la situación es volátil cabe señalarse que desde la caída del régimen de Saddam Hussein muchos de los kurdos que él expulsara de la ciudad han ido regresando y que hoy tanto el gobierno municipal como la mayor parte de los miembros de las fuerzas de seguridad son kurdos, pero muchos observadores prevén más tensión y violencia si finalmente el referéndum se convoca dentro del plazo previsto. Los “peshmerga”, milicianos kurdos, ocuparon Kirkuk en abril de 2003, poco después de que las tropas estadounidenses tomaran Bagdad, y hoy patrullan como policías del municipio las calles mientras que los soldados estadounidenses controlan el aeropuerto y la seguridad de los campos de petróleo. Los dos principales partidos kurdos, la UPK y el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) que encabeza el Gobierno Autónomo, presionan para que el referéndum tenga lugar antes de fin de año pero sobre el terreno la situación es convulsa, marcada por quienes regresan reclamando las casas y negocios que les pertenecen y los árabes implantados que defienden sus derechos adquiridos tras lustros de su establecimiento.
Con las fuerzas iraníes lanzando ataques de represalia contra el territorio kurdo irakí y las tropas turcas dispuestas a penetrar en el mismo las autoridades de Irak han dado la señal de alarma al mundo, y lo han hecho a través de su titular de Exteriores, el kurdo Zebari. El mismo que el 9 de julio advertía que una retirada precipitada de las fuerzas estadounidenses podría provocar una guerra civil, la partición del país y una guerra regional - tres de los posibles escenarios en uno - y denunciaba la inquietante concentración de fuerzas turcas en la frontera llamando a un mayor papel para el Comité de Seguridad Tripartito Turquía-Irak-EEUU.