martes, 14 de octubre de 2008

CHINA Y EL ESPEJO LATINOAMERICANO


Sergio Cesarin

Las primeras huellas

Las relaciones sino-latinoamericanas son el resultado de procesos históricos, políticos y socio-culturales que las enmarcan y enriquecen. Históricamente, la presencia china en América Latina y el Caribe (ALC) se remite a los primeros emigrados que, como forzados trabajadores (coolies), reemplazaron en nuestras costas la mano de obra esclava negra a mediados del siglo XIX. Sin opciones, fueron empleados en la construcción de caminos, plantaciones y el tendido de líneas férreas en América Latina y Estados Unidos. De esta forma, ALC recibió la cultura china a través de hombres y mujeres que abandonaron el Imperio del Centro, inmerso en luchas internas que auguraban su pronto fin.

El camino que luego siguieron los inmigrados chinos en ALC escribe una historia donde aspiraciones económicas, reconocimiento social y heroísmo cívico, el compromiso político de aquellos desclasados en las luchas independentistas hispanoamericanas y su participación en la construcción del "sueño americano" constituyen parte de la herencia legada por miles de chinos, ansiosos por lograr la preciada libertad en los nuevos estados latinoamericanos. La participación de combatientes chinos en la guerra de independencia cubana junto a José Martí constituye uno de los hitos imposible de soslayar en la historia de las relaciones sino-latinoamericanas. Ya libres, desde América Central alcanzaron otras tierras del sur continental (Perú, Brasil), donde se insertaron socialmente, establecieron vínculos y arraigaron comunidades que hoy forman parte de la extendida red del capitalismo chino global.

Las imágenes de ALC predominantes en académicos e intelectuales chinos recrean permanentemente esta historia, mezcla de tragedia y superación. En la elaboración discursiva oficial e intelectual, ALC aparece así como una geografía amiga y hospitalaria, que brinda oportunidades y riqueza en tiempos de crisis.

Utopías compartidas

El prisma ideológico en la China maoísta consideró a ALC una geografía apta para extender el ideario revolucionario; como países en desarrollo (y en algunos casos sociedades agrícolas) las naciones latinoamericanas podían ser receptivas a las bondades del exitoso experimento chino. Los atributos de la "vía china al socialismo" (frente a la soviética) destacaban una práctica revolucionaria con epicentro en la figura del campesino dominado por terratenientes, pero activo sujeto revolucionario con capacidad de modificar radicalmente el sistema de dominación impuesto por el "antiguo régimen". La Nueva China, a partir de su fundación en 1949, fue también atractiva para el discurso político e intelectual latinoamericano porque legitimaba su posición internacional sobre principios tales como igualdad de los estados, soberanía y no intervención en los asuntos internos. De esta forma, para la izquierda latinoamericana, cauta ante las ansias de imposición soviéticas, China supondría una alternativa político-ideológica atractiva. Desde la óptica china, ALC formaba parte de la elaboración teórica propuesta por Mao Zedong conocida como Teoría de los Tres Mundos: un primer mundo integrado por las dos superpotencias en conflicto (Estados Unidos y la URSS); el segundo mundo incluye a países industrializados de alto nivel de vida (Europa, Canadá y Japón), y un tercer mundo, compuesto por el "mundo campesino" de Asia, África y ALC, sin dudas los esperados protagonistas de la revolución mundial.

En los sesenta, el activismo provisto por la ortodoxia ideológica impuso a China su Revolución Cultural, cuyas proyecciones también se observaron en ALC. El ideal del nuevo revolucionario, mezclado con altas dosis de agitación social en China, alentó movilizaciones en México, adhesiones en Argentina y nutrieron las expectativas de éxito en la lucha armada que se libraba en el Cono Sur latinoamericano. El no alineamiento en política internacional, con el proceso de descolonización como trasfondo, acercó las posiciones de intereses de China y ALC en la búsqueda de autonomía política y alternativas para el desarrollo económico. En ALC el atractivo ejercido por China orientó la investigación académica hacia los fundamentos ideológicos, teóricos y prácticos de la experiencia social y política china, al mismo tiempo que la "teoría de la dependencia" y el pensamiento de Raúl Prebisch nutría los marcos teóricos aplicados al análisis sobre la inserción asimétrica de los países en desarrollo en la economía mundial. En este periodo, a pesar de que los países latinoamericanos no reconocían diplomáticamente al gobierno de Beijing (Chile fue el primer país latinoamericano en reconocer diplomáticamente a la República Popular en 1970), ALC no fue política ni económicamente hostil a la Nueva China; muy por el contrario, aumentaron los contactos económicos "privados" directos e indirectos entre las partes.

En los setenta, la recomposición de relaciones entre Estados Unidos y China rompió el dique de contención latinoamericano abriendo paso al reconocimiento diplomático y el progresivo aumento del comercio. A finales de la década, la política de reforma económica y apertura impuesta por Deng Xiaoping (las Cuatro Modernizaciones) imprimía una nueva dinámica a la vinculación de China con el mundo y auguraba oportunidades para los países latinoamericanos ávidos por diversificar sus relaciones políticas y económicas externas. La desideologización de la política exterior china coincidía con el interés de regímenes militares latinoamericanos por quebrar el aislamiento internacional en el que se encontraban (por ejemplo, la primera visita efectuada a China por un "presidente" argentino fue la del general Videla). De esta forma, acuerdos gubernamentales nutrían el auge de los intercambios económicos y científico-tecnológicos, así como la promoción cultural. La acción político-diplomática china se regía por el enfoque sobre relaciones Sur-Sur y cooperación entre naciones en desarrollo por ser determinante para el mayor acercamiento sino-latinoamericano.

En los ochenta, las democracias latinoamericanas encontraban en China un activo socio político y económico. Los avances en la experiencia reformista china divergían respecto una ALC sumida en una profunda crisis económica e inmersa en procesos de transición política. La crisis del socialismo real en la URSS y Europa Oriental proyectó sus efectos en China por medio de movilizaciones estudiantiles (Tiananmen, 1989) que desafiaron al régimen y al partido gobernante (PCC: Partido Comunista Chino); frente a este escenario de conflicto ALC adoptó una posición equidistante. Posteriormente, frente al aislamiento internacional sufrido por China, ALC brindó una oportunidad para reparar su imagen internacional: por primera vez en 1990, un jefe de Estado chino (Yang Shankun) visitó la región, acto, sin dudas, de alto simbolismo político en la histórica relación. A pesar de las coincidencias, existían factores de tensión. América Latina y el Caribe era un teatro en el que China y Taiwán agudizaban su enfrentamiento, estableciendo una línea divisoria de intereses regionales entre los países de América Central y Paraguay que reconocían a Taiwán, y los restantes países latinoamericanos que mantenían relaciones diplomáticas con la República Popular China.

La Posguerra Fría constituyó una etapa signada por la intensificación de contactos políticos y el intercambio económico (comercial, científico-tecnológico y financiero). China y ALC coincidían en la aplicación de "reformas estructurales" bajo el paraguas impuesto por la globalización. El aumento del comercio, las frecuentes visitas de alto nivel político, misiones empresariales y la radicación de capitales chinos en la región fueron los ejes de la densa malla de relaciones y nexos establecidos durante los noventa. El éxito económico y la acelerada apertura china consolidaron su imagen como poder emergente capaz de "traccionar" el crecimiento económico en ALC y como alternativa frente a mercados protegidos para bienes agrícolas. Las iniciativas gubernamentales no pueden entenderse si no es en el marco de procesos sociales más amplios. La inclusión de sectores empresarios nacionales ante el auge chino, el involucramiento de las comunidades chinas de histórica presencia en ALC o aquellos considerados "nueva inmigración" (típica de los noventa) deben ser considerados dinámicos agentes promotores de más estrechas relaciones entre el Dragón asiático y ALC. La conjunción de los procesos descritos despegó el interés (dormido) de analistas e intelectuales latinoamericanos sobre las causas y consecuencias de la experiencia modernizadora china, ya no sostenidos por enfoques ideológicos, sino provistos de múltiples variables: históricas, culturales, socio-políticas y económicas.

Constantes y variables

Existen constantes en la percepción china sobre ALC: a) China reconoce el predominio de visiones críticas en ALC sobre el papel desempeñado por Estados Unidos, b) ALC es considerada una extensa región geográfica y una rica dotación de recursos naturales (hoy imprescindibles para sostener su acelerado crecimiento económico), y c) los países latinoamericanos representan un frente de lucha determinante en su puja con Taiwán (de los 27 países que reconocen diplomáticamente a Taipei, 12 son latinoamericanos). En general los análisis de los thinks tanks gubernamentales y privados destacan que ALC históricamente ha rechazado los comportamientos "hegemónicos" con sus secuelas sobre intervención armada o presiones políticas y financieras que condicionan las agendas internas y externas. Corroboran estas apreciaciones las imágenes de la actual realidad latinoamericana en donde hay líderes políticos que critican el papel desempeñado por Estados Unidos en materia política y económica. Desde esta perspectiva, el "progresismo" predominante en los gobiernos de la región responde ajustadamente a las estrategias de aproximación de "múltiples rayos" aplicada por China en ALC: gobiernos, empresarios y partidos políticos considerados amigos.

Por otra parte, en ALC el "modelo chino" ha ganado prestigio y reconocimiento en círculos intelectuales y ámbitos de planificación sobre políticas, en particular luego de la crisis económica asiática, el colapso del Consenso de Washington traducido en inestabilidad institucional y crisis de los mercados emergentes latinoamericanos (ahora sumergidos), las duras negociaciones que los países en desarrollo enfrentan en el campo multilateral (Organización Mundial del Comercio, OMC) y la debacle argentina. En la visión de analistas latinoamericanos, la fortaleza del modelo chino, incólume frente a la incertidumbre reinante, refuerza el valor empírico de la experiencia autónoma de desarrollo. El carisma intelectual de la "vía china al capitalismo" se plantea así como alternativa válida para construir poder sobre la base de recursos propios, lejos de los postulados sobre globalización (asimétrica) provistos por Washington. Por eso, no es de extrañar que en las actuales circunstancias políticas, gobiernos, gabinetes y centros académicos destaquen el papel del Estado en la planificación económica y la gradualidad aplicada por China en su política de apertura al capital externo.

Ejes de acoplamiento

La acción china en ALC se despliega en varios frentes simultáneos: bilateral, subregional e interregional. El peso de la relación política y económica sino-latinoamericana reside en un conjunto de países (Argentina, Brasil, Cuba, Chile, México, Panamá, Perú y Venezuela) considerados determinantes en la formación de consensos políticos regionales, y relevantes por poderío económico y dotación de recursos naturales. También deben tomarse en cuenta consideraciones geoestratégicas ligadas al tráfico marítimo (tal vez el ejemplo más claro sea Panamá) y la seguridad. En el plano económico, la complementariedad rige los intercambios sino-latinoamericanos. La creciente demanda china de alimentos, petróleo, materias primas y minerales es satisfecha por eficientes productores latinoamericanos.

En el plano bilateral, Brasil y China comparten visiones similares sobre el orden mundial, intereses comunes respecto a la configuración del sistema internacional de poder y expectativas por lograr la condición de "potencias económicas" en el siglo XXI. Brasil es el primer socio comercial de China en ALC (representa 42% de las exportaciones latinoamericanas con destino a China), y rigen sus vínculos en el contexto de una "asociación estratégica" basada en el intercambio económico-comercial, científico-tecnológico y desarrollos de alianzas empresariales para competir incluso en terceros mercados. Dotación de recursos minerales, relevancia política regional, tamaño de mercado y la importancia que reviste la comunidad china residente en el país distinguen los atributos con que cuenta Brasil en la estrategia china hacia América Latina y el Caribe.

Con Argentina, China mantiene una relación basada en coincidencias políticas y simpatías generadas por tempranas relaciones económicas establecidas en la década de 1940. Para Argentina, el apoyo de China como Miembro Permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es crucial para sus pretensiones de resolver pacíficamente el conflicto colonial (Islas Malvinas) con Gran Bretaña. Durante los últimos 10 años, las relaciones económicas bilaterales se han intensificado gracias a las exportaciones agroalimentarias argentinas y las importaciones de manufacturas chinas. La presencia de una activa comunidad de inmigrados chinos en el país explica el aumento en el intercambio económico bilateral.

La política china hacia ALC otorga a México importancia particular y adquiere características propias por su frontera con Estados Unidos. Pese a la existente simpatía cultural que ha dado lugar a la creación de instituciones orientalistas rectoras (El Colegio de México), la relación bilateral no está exenta de dificultades. México fue el último país con el que China negoció su acceso a la OMC. Sectores industriales mexicanos observan con aprehensión la competencia china en el mercado interno y, en particular, en el de Estados Unidos, donde la producción china de bajo costo desplaza las exportaciones mexicanas con esfuerzo logradas mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Asimismo, la desviación de inversiones hacia China antes localizadas en maquiladoras predispone negativamente el ánimo de sectores políticos, intelectuales y obreros mexicanos que ven con preocupación la pérdida de empleos en sectores de mano de obra intensivos.

El acercamiento entre China y Cuba es resultado directo de la debacle soviética y la necesidad cubana de contar con insumos y energía provistos por el país asiático. La impronta cultural china y la histórica identificación ideológica facilitaron en la Posguerra Fría el giro pragmático del gobierno cubano a favor de China, ávida por tener acceso a recursos minerales y petróleo en el Caribe.

Venezuela constituye un país de importancia estratégica para China como proveedor de petróleo y plataforma de inversión para firmas chinas pertenecientes al sector energético con intenciones de explotar reservas petrolíferas en la Cuenca del Orinoco. A pesar de la estrecha relación política establecida entre ambos gobiernos, China no busca la confrontación "directa" con Estados Unidos, sino demostrar su capacidad de maniobra e influencia en un área geográficamente alejada de su territorio, pero bajo influencia directa estadounidense.

Chile es la economía del Cono Sur con la que mantiene una densa red de contactos en los niveles bilateral, multilateral, interregional y transpacífico. La estrategia chilena de apertura y vinculación económica con los dinámicos mercados asiáticos tiene en China un socio excepcional: es el tercer destino de sus exportaciones y el segundo como fuente de importaciones. En el corto plazo, la relación económica se afianzará mediante la firma de un tratado de libre comercio (TLC) cuyo objetivo persigue aumentar los flujos comerciales bilaterales y ampliar las oportunidades de asociación entre el Gran Dragón asiático y el pequeño tigre latinoamericano por medio de alianzas empresariales y radicación de inversiones chinas en el sector productivo chileno (minero, forestal, pesquero y servicios). Esta estrategia de aproximación por medio de un TLC puede ser mejor entendida cuando se relaciona con el proyecto del Mercosur.

En el plano subregional, China ha establecido un Mecanismo de Diálogo con el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones (CAN). La relevancia para China del acuerdo con el Mercosur proviene de tres frentes: a) influir políticamente en Paraguay para que revise su reconocimiento de Taiwán, b) aumentar la cooperación económica con socios proveedores de materias primas, y c) articular este desarrollo con salidas de bienes y servicios proyectadas por puertos del Pacífico hacia y desde Chile. Hasta el presente, los resultados en el campo comercial son positivos; sin embargo, la crisis del Mercosur dificulta los avances en materia política y fortalece el ejercicio diplomático bilateral aplicado por China en sus relaciones con los estados miembro.

El despliegue político-diplomático de China en la región se observa en su activa inserción en el sistema interamericano: en 1990 estableció un Mecanismo de Diálogo con el Grupo de Rio; en 1994 fue el primer país asiático con categoría de observador en la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi); fue admitida en el Banco de Desarrollo del Caribe en 1994 y, a partir de 2004, como Observador Permanente en la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Parlamento Latinoamericano; además, aspira a ser miembro extrarregional del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Organizaciones transpacíficas, como el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), e interregionales, como el Foro de Cooperación América Latina-Asia del Este (Focalae), amplifican su inserción en instituciones y organizaciones intergubernamentales latinoamericanas.

En síntesis, simpatías ideológicas y visiones compartidas entre China y ALC justifican la expansión de vínculos y la intensidad por ellos alcanzada. Refuerza esta situación la imagen de China como "poder cooperante" en ALC, capaz de sostener la recuperación económica regional luego de una etapa de aguda crisis económico-social. Si bien el escenario de auge económico chino proyecta beneficios reales para ALC en comercio e inversión, también plantea desafíos por resolver. El debate sobre costos y beneficios para ALC de una relación basada en intercambio de materias primas por manufacturas apenas comienza.

ALC, un "laboratorio social" para China

En ALC China tiene una imagen altamente positiva, pero no ocurre necesariamente lo mismo en China. Para economistas y líderes políticos, ALC registra procesos y experiencias que deben evitarse. Si ALC es políticamente importante y económicamente imprescindible, como modelo político y social asume relevancia analítica ante desafíos similares que enfrenta la dirigencia china. El pensamiento crítico chino (que, por cierto, existe en aquel país) refuerza sus argumentos sobre los riesgos del "crecimiento sin equidad", basados en la fallida experiencia latinoamericana. En las actuales circunstancias sociales por las que atraviesa China, la exacerbación de diferenciales de ingreso entre habitantes rurales y urbanos hace temer la "latinoamericanización" de China con sus secuelas de inestabilidad política y aumento en los niveles de conflictividad social.

Las preocupaciones de la dirigencia china y la agenda pública de la "cuarta generación" en el poder son similares a las que enfrenta la dirigencia política latinoamericana: gobernabilidad, estabilidad social, deterioro institucional, desarrollo y pobreza. En este sentido, la definición de políticas orientadas a recuperar el Estado de bienestar perdido, mejorar la distribución del ingreso y focalizar los esfuerzos en la "calidad del crecimiento", demuestra que China y ALC comparten desafíos similares. Asimismo, ALC aporta "casos" que la ajustada sabiduría china incita a estudiar en universidades y gabinetes gubernamentales para no replicarlos en sí misma. Ejemplos de ello son: el interés demostrado en la transición política mexicana y la caída del Partido Revolucionario Institucional (PRI) -- secuencia posible de ser extrapolada al PCC -- ; la crisis económica argentina y su impacto en partidos tradicionales como el Justicialista; las nuevas condiciones sociales en economías de rápido crecimiento; estabilidad política; brecha de riqueza (materia en la que ALC lleva bien la delantera), y relaciones de propiedad. Variables como violencia social y experiencias sobre la crisis del Estado benefactor en ALC configuran a ojos de expertos y analistas chinos áreas de interés prioritario. Un dato: los estudios sociológicos considerados políticamente riesgosos hasta hace una década han adquirido en China un valor inusitado ante los dilemas que enfrenta una sociedad que en poco menos de tres décadas pasó del igualitarismo absoluto a la abrupta competencia impuesta por el mercado.

Conclusiones

En el proceso de ascenso pacífico (peacefull rising) de China durante el siglo XXI, ALC tiene asignado un papel relevante. Sin embargo, el caudal de conocimiento que China posee sobre ALC supera con creces nuestras capacidades. La labor desplegada por científicos sociales, economistas y expertos chinos constituye insumos aplicados a la definición de estrategias nacionales y formulación de políticas gubernamentales; proceso no verificable en similar intensidad y eficiencia en la mayoría de los países latinoamericanos, salvo raras excepciones (Chile). La asistematicidad en los esfuerzos realizados y la carencia de una interfase adecuada entre el ámbito académico y el político en ALC resta capacidades de negociación frente al creciente poderío chino. Sin embargo -- como expresa la sabiduría popular china -- , en la crisis está la oportunidad. Es éste un momento particularmente propicio para profundizar el conocimiento mutuo mediante contactos directos que, incluso, puedan integrarse con los de centros académicos estadounidenses en su búsqueda de respuestas sobre el porqué de las nuevas dinámicas presentes en las relaciones sino-latinoamericanas.