lunes, 8 de septiembre de 2008

CHINA BUSCA ENERGÍA EN AMÉRICA LATINA


Wenran Jiang

El rápido crecimiento económico de China, que en promedio es de casi 10% anual desde finales de la década de 1970, ha generado una demanda sin precedentes de consumo de energía en los últimos años. A fin de satisfacer este enorme apetito energético, que es la clave para seguir industrializándose, Beijing ha seguido una estrategia "de salir al mundo", para lo cual alienta a sus compañías petroleras nacionales (NOC, por sus siglas en inglés) a comprar activos energéticos y derechos de producción en todo el planeta. Es así como China llegó a América Latina. Las aceleradas importaciones chinas de petróleo, gas natural y otros recursos naturales han constituido una presión sustancial en los mercados globales de energéticos. En Estados Unidos y otros países hay seria preocupación por las intenciones geopolíticas y geoestratégicas de Beijing, que se traslucen en su cada vez mayor presencia en África, Medio Oriente, Asia Central y América Latina.

Este artículo se concentra en la participación energética de China en América Latina. Primero plantea la búsqueda china de seguridad energética en América Latina en los contextos interno e internacional: qué impulsa el apetito de China de más energía, y cuál es el marco más amplio en lo económico y lo político en el cual Beijing opera en la región. En segundo lugar, revisa los esfuerzos para garantizar sus abastos energéticos de la región: cuáles son las más importantes iniciativas que ha emprendido ese país para entablar relaciones energéticas con América Latina, cómo han respondido los países anfitriones y otros actores, y si Beijing conduce su política exterior, a la hora de buscar seguridad energética en América Latina, en forma similar o distinta de sus compromisos energéticos en otras partes del mundo. Por último, examina el debate en torno a la llegada de China al hemisferio y sus implicaciones: cuáles son los beneficios y los impedimentos de los intereses energéticos chinos en la región, qué significa para Estados Unidos la llegada de China a América Latina, y cómo todos los actores implicados pueden evitar conflictos, entablando una coordinación de políticas mutuamente beneficiosa.

La rápida creación de vínculos entre China y América latina

Las relaciones económicas de China con los países latinoamericanos entraron en una fase de "luna de miel" con el cambio de siglo. En 2004, 49% de la inversión extranjera total de China fue a dar a América Latina: Perú fue el principal receptor regional de esa inversión en 2004, con 126 millones de dólares, seguido en segundo lugar por México, con 125 millones. El comercio de China con América Latina creció 600% de 1993 a 2003 y llegó a unos 50,000 millones de dólares a principios de 2005; y los compromisos empresariales entre China y los países latinoamericanos alcanzaron la cifra de 400 en los últimos años. En el contexto bilateral, Argentina llegó a un acuerdo con Beijing para elevar sus exportaciones a China de 3,000 millones a 7,000 millones de dólares en un plazo de cinco años; China se convirtió en el segundo mayor socio comercial de Chile después de Estados Unidos en 2004, en lo cual el volumen bilateral de negocios aumentó repentinamente 52% hasta los 5.5 miles de millones de dólares. En noviembre de 2005, China y Chile suscribieron un tratado de libre comercio, el primero en su clase de China en América Latina; y están en proceso negociaciones similares con otros países.

En el frente diplomático, la atención de Beijing hacia la región se intensificó al iniciarse el siglo XXI, cuando el presidente Jiang Zemin hizo una gira por América Latina en 2001, en la cual incluyó Venezuela, Cuba, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil. La visita de Jiang a Caracas fue especialmente notable por sus conversaciones sobre cooperación energética con el presidente Hugo Chávez. El primer ministro Wen Jiabao viajó a México a finales de 2003, a lo que siguió la participación del nuevo presidente Hu Jintao en el duodécimo encuentro de mandatarios para la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) y una visita de 13 días en otoño de 2004 a Brasil, Argentina, Chile y Cuba. Tan sólo un par de meses después, el vicepresidente Zeng Qinghong encabezó una delegación a México, Perú, Venezuela, Trinidad y Tobago y Jamaica, para fomentar aún más los lazos con la región. Luego Hu hizo una visita a México a finales de 2005 como parte de su gira norteamericana, que también lo llevó a Canadá y las Naciones Unidas. Y la más reciente visita china de alto nivel en marzo de 2007 fue de Li Changchun, miembro del Comité Permanente del Politburó del PCC y encargado del aparato de propaganda de China. Casi todas estas visitas fueron correspondidas por los jefes de Estado de esos países y algunos otros mandatarios de la región.

En lo político, Beijing ha establecido hasta ahora cuatro "alianzas estratégicas" con países latinoamericanos: Brasil, Venezuela, México y Argentina. Canadá se agregó a la lista en el otoño de 2005, cuando el presidente Hu Jintao visitó Ottawa. También existe el tradicional vínculo ideológico de Beijing con Cuba. En un contexto más amplio, China ha fortalecido compromisos de canales múltiples con la región. Además de su pertenencia al foro de la APEC y de su condición de observador en la Organización de Estados Americanos (OEA), Beijing está comprometido en organizaciones regionales como el Foro China-América Latina, el Diálogo para un Mercado Común China-América del Sur y las consultas China-Comunidad Andina, entre otras. En el viaje de alto perfil de 16 días que hizo Hu Jintao a América Latina en 2004, se firmaron 39 acuerdos que trataban de energía, inversión, educación y turismo. Como señaló William Ratliff, en su viaje Hu dedicó "más tiempo que [el que] George W. Bush pasó en toda América Latina durante su primer periodo de cuatro años como presidente".

El mayor socio comercial de China en América Latina es Brasil. En 2005 el comercio bilateral alcanzó los 14,800 millones de dólares. China es hoy el tercer socio comercial más grande de Brasil. Los cada vez mayores lazos económicos se basan en sólidos fundamentos políticos. Brasil, ya desde 1993, fue el primer país latinoamericano con el cual China decidió establecer una "alianza estratégica", término que en ese país se interpreta como el más alto grado de confianza mutua e interdependencia. Desde la década de 1990, 15 altos dignatarios y siete altos mandos militares chinos han visitado Brasil, y casi el mismo número de líderes brasileños visitó el país oriental.

México es uno de los mercados de más rápido crecimiento para China en el hemisferio occidental. En 2003, sustituyó a Japón como el segundo mayor socio de importaciones de México. Según datos del Banco de México, las importaciones mexicanas de China llegaron a 14,400 millones de dólares en 2005, cifra casi cinco veces la alcanzada en 2000.

El auge chino ha sido evidente en toda América Latina desde hace algún tiempo; sin embargo, las relaciones de China con Venezuela experimentaron un importante salto tan sólo en los últimos años. De acuerdo con las más recientes estadísticas aduaneras chinas, el comercio en ambos sentidos entre estos dos países se septuplicó de 2000 a 2005. Tras haberse casi duplicado el comercio bilateral en 2004, dio un salto de 60.6% en 2005, para alcanzar los 2,140 millones de dólares. En 2006 el volumen comercial de nuevo casi se duplicó llegando a los 4,000 millones de dólares. Y por primera vez, Venezuela envió un buque-tanque que transportaba 1.8 millones de barriles de petróleo a China en el verano de 2005 como parte del compromiso de que Venezuela llegaría alguna vez a proporcionarle 30,000 barriles de petróleo al día.

Cabe preguntarse si esta expansión en los lazos económicos y comerciales en América Latina constituye un patrón sustancialmente diferente del rápido desarrollo de las relaciones económicas de ambos países con otros continentes. Una simple comparación de los volúmenes comerciales de China con otras regiones del mundo no indica que haya alguna irregularidad. El comercio de China con América Latina se ha duplicado desde 2000, a 50,000 millones de dólares al año, y Beijing espera elevar su valor a 100,000 millones para 2010. Aunque ha alcanzado la posición de Japón en América Latina, la cifra palidece en comparación con los 800,000 millones de dólares que Estados Unidos negocia con la región cada año. La parte que representa América Latina en el comercio exterior de China es insignificante: su porción de importaciones chinas ascendió de 2% en 1990 a 4% en 2004, mientras que la de sus exportaciones se elevó de 1 a 3% en el mismo periodo. El comercio de China con otras partes del mundo creció en forma comparable. El comercio de China con sus principales socios comerciales, como se ilustra en la gráfica, creció más o menos al mismo ritmo que el que tuvo con América Latina. Incluso en África, donde el crecimiento económico ha sido lento, el comercio chino con el continente se cuadruplicó de 2000 a 2005. Los valores del comercio de China con África y Medio Oriente crecieron a una tasa más rápida que los habidos entre China y América Latina en el periodo 2001-2005.

La energía como nuevo tema central de las relaciones entre China y América Latina

A mediados de la década de 1990, China había cuadruplicado su economía desde finales de la década de 1970. Para 1993, se había transformado de exportador de petróleo en importador, y para principios del siglo XXI, su dependencia del petróleo extranjero se catapultó a alrededor de 40%. Ya ubicado como la cuarta mayor economía del mundo dado el impulso de cerca de 10% anual en el crecimiento del PIB, Beijing se ha propuesto la meta de cuadruplicar de nuevo su economía para 2020. A fin de lograr ese objetivo, China debe contar cada vez más con un abasto energético externo. Hoy China está consumiendo alrededor de 7 millones de barriles de petróleo al día. Aunque aún está muy atrás de Estados Unidos, que consume unos 20 millones de barriles diarios, se prevé que China alcance un nivel de consumo diario de 10 millones de barriles en las próximas dos décadas.

Es natural que Beijing haya hecho de la seguridad energética una prioridad nacional. China está importando cada vez más petróleo y gas, y sus demandas actual, potencial y percibida de petróleo y gas se cuentan entre los principales factores que han elevado los precios mundiales de los energéticos. Sus actividades extensivas en todo el mundo a la búsqueda de activos petroleros y gaseros han creado cierta ansiedad sobre el futuro del abasto energético mundial, acarreando incluso especulaciones en torno a un nuevo "gran juego", término que tradicionalmente se asocia con la competencia por el control de los recursos petroleros de Eurasia desde finales del siglo XIX. La búsqueda de energía de China ha llegado también a América Latina en años recientes, la región que durante mucho tiempo fue considerada el patio trasero de Estados Unidos.

En la llamada estrategia de salir al mundo (adquisición de derechos de exploración y operación en yacimientos petroleros y gaseros en el extranjero) para lograr la seguridad energética, Beijing ha identificado a América Latina como una de las tres principales regiones (junto con Rusia/Asia Central y Medio Oriente/África) que pueden ser los proveedores emergentes de energía para China. De hecho, la primera acción de una NOC china en una adquisición en el extranjero fue la compra por 250 millones de dólares de los derechos de explotación de yacimientos petroleros en Perú por parte de la Corporación Nacional de Petróleo de China en 1993, año en que China se convirtió de exportadora de crudo en importadora.

Muchos países latinoamericanos han obtenido una conveniente posición para atraer el interés chino en la cooperación en materia de energéticos y de recursos. En años recientes, la diplomacia de mayor nivel de Beijing en la región ha tenido el claro objetivo de incrementar las importaciones de energía y materias primas de América Latina. Por ejemplo, cuando el presidente Hu visitó el continente en 2004 llevó consigo varias docenas de altos ejecutivos de compañías relacionadas con los energéticos. A cambio de una provisión de largo plazo de combustibles y recursos, Beijing prometió hasta 100,000 millones de inversión en la región para los próximos 10 a 15 años y propuso duplicar el volumen comercial de 50,000 millones a 100,000 millones para el año 2010.

En Venezuela, que cuenta con las mayores reservas probadas de petróleo en América Latina, China entró en el sector energético mediante inversiones que van de un proyecto de infraestructura de 350 millones de dólares en 15 yacimientos petroleros a un proyecto de un yacimiento gasero de 60 millones de dólares para modernizar los ferrocarriles y las refinerías del país. La mayor NOC de China, la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC), inició operaciones en Venezuela en 1997. Adquirió el acceso a explotar yacimientos petroleros y gaseros en el país. A cambio, Venezuela proporcionaría a China 100,000 barriles de crudo al día y otros combustibles. Según lo planeado, las exportaciones venezolanas diarias de petróleo a China habrían llegado a 160,000 barriles diarios para mediados de 2006, y alcanzarían los proyectados 200,000 barriles diarios para marzo de 2007. Para ampliar su capacidad de embarcar más productos petroleros a Asia, la compañía nacional de energéticos de Venezuela, Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), anunció en mayo de 2006 que había firmado un acuerdo por 1,300 millones de dólares con la Corporación Constructora Naviera Estatal de China y la Corporación de la Industria Constructora Naviera de China para comprar 18 buques-tanque a ese país. Actualmente, Venezuela sostiene que 15% de su petróleo y productos relacionados son exportados a China, y espera que el porcentaje se eleve a 45% para 2012.

Además, en repetidas ocasiones el presidente Chávez ha propuesto y prometido a Beijing lazos más estrechos en el sector energético, incluso mediante una declaración provocadora: "Hemos estado produciendo y exportando petróleo por más de 100 años, pero han sido años de dependencia de Estados Unidos. Ahora somos libres y ponemos nuestros recursos a disposición del gran país que es China". Parece que a la fecha Chávez ha llevado sus palabras a la acción concreta. En marzo de 2007, el presidente de la CNPC firmó un acuerdo con Rafael Ramírez, su homólogo en PDVSA, para fundar la Compañía Petrozumano, una empresa conjunta encargada de transportar y almacenar hidrocarburos. Según un informe a Reuters:

Una empresa de 800,000 barriles diarios formada con la Corporación Nacional de Petróleo de China extraería 200,000 barriles diarios del bloque Junín 4 en el Orinoco y 400,000 barriles diarios del bloque Caraboro allí mismo. Otros 200,000 barriles diarios provendrían de un área llamada MPE3. La CNPC ya está certificando reservas en Junín 4. Tendría una contribución de 40% en la explotación de crudo de estas áreas. La calendarización aún no está determinada, pero Chávez ha dicho que quiere enviar 1 millón de barriles de petróleo a China para 2012.

Un orden de desarrollo así, si se realiza como pretende Chávez, hará que China se acerque a Estados Unidos como comprador de crudo de Venezuela. En la actualidad, Venezuela exporta alrededor de 1.5 millones de barriles diarios a Estados Unidos.

Brasil, el socio comercial más grande de China en la región, ha estado profundizando en sus relaciones energéticas con China en los últimos años. Cuando el presidente Hu visitó Brasil en 2004, llevó consigo el valor de casi 1,000 millones de dólares en contratos de inversión para los sectores portuario, ferroviario, minero y energético de Brasil. Grandes firmas chinas de energía suscribieron una serie de acuerdos con Petrobras, la compañía estatal brasileña de petróleo, para exportar crudo a China, y el establecimiento de empresas conjuntas para la construcción de gasoductos y otro tipo de infraestructura de energéticos. Pese a algunos recelos, estos contratos de inversión se han ido cumpliendo gradualmente. Durante la visita a Beijing del ministro brasileño de Minas y Energía, Silas Rondeau, en junio de 2006, los dos países firmaron un memorando de acuerdo para establecer un comité que aliente la cooperación en los sectores energético y minero. La comisión de desarrollo y reforma nacional de China declaró que ambas partes "intercambiarán información sobre políticas y regulaciones, estrategias de desarrollo e importantes proyectos en la esfera energética y minera" y fomentarían también la cooperación en petróleo, gas natural, energía renovable y electricidad. Apenas unos días después, el Ministerio de Minas y Energía de Brasil anunció que la Corporación de Inversión y Fiduciaria Internacional de China invertiría 1,100 millones de dólares para trabajar en proyectos nuevos y ya operantes en Brasil. Desde el otoño de 2006, Petrobras inició negociaciones con las empresas chinas Sinopec, CNOOC [China National Offshore Oil Corporation] y PetroChina para crear asociaciones potenciales en la exploración petrolera en aguas profundas.

En Ecuador, Andes Petroleum, con el respaldo de la CNPC, gastó 1,420 millones de dólares a finales de 2005 en la compra de yacimientos petroleros desarrollados por la compañía canadiense de exploración EnCana. Los yacimientos contienen reservas probadas de 143 millones de barriles de petróleo. Con un volumen comercial bilateral anual de 5,000 millones de dólares, el ministro de Asuntos Exteriores de Ecuador, Francisco Carrión, expresó un fuerte interés en llevar adelante aún más las relaciones en materia energética con China. Su posición era la de alcanzar una mayor diversificación: "No sólo queremos mirar al norte [es decir, a Estados Unidos], queremos mirar a todos lados; ya que el mundo se está haciendo más pequeño, queremos ser más pragmáticos". En Argentina, China prometió una inversión de 20,000 millones de dólares en ferrocarriles (8,000 millones), exploración de energéticos (5,000 millones), comunicaciones (700 millones) y otros proyectos de infraestructura (6,000 millones). China ya es el segundo mayor productor de petróleo en Perú (después de Argentina) tras su anterior entrada en el país. China también realizó negociaciones con México sobre cooperación energética. Beijing ha invertido en Cuba, concedido créditos a La Habana y recibido contratos para explorar un yacimiento petrolero mar adentro en la costa cubana.

La amplia participación china en materia energética en América Latina en los últimos años plantea una pregunta similar a la propuesta sobre las relaciones generales comerciales y económicas de China con la región: ¿acaso es desproporcionadamente mayor que la que China ha estado haciendo en otras zonas del mundo en su búsqueda de nuevas fuentes de energía y recursos? La respuesta parece ser "no", si esta actividad se considera en un contexto más amplio. Pese a todo su discurso y entusiasmo, Venezuela aún exporta la mayor parte de su producción de petróleo a Estados Unidos. La participación de China en África es de mayor alcance que en América Latina. Hoy China obtiene más de un tercio de sus importaciones petroleras totales de África, y Angola es el segundo lugar sólo después de Arabia Saudita en el suministro de crudo a China, con casi medio millón de barriles diarios. América Latina todavía debe recorrer un largo camino para emparejarse con África como proveedor petrolero de China. Las importaciones chinas de crudo de América Latina fueron de alrededor de 1% de sus importaciones petroleras totales en 2003, y con el reciente crecimiento fue apenas superior a 5% en 2006.

¿Está "invadiendo" China el patio trasero estadounidense?

Si bien China ha limitado hasta ahora su participación en el mercado energético y otras actividades económicas en América Latina, hay evaluaciones que difieren drásticamente acerca de su penetración futura en la región. No se han singularizado otros países en forma especial, pero la acelerada presencia de China en el subcontinente ha sido una fuente de creciente preocupación.

El primer grupo de pensadores tiende al alarmismo. Los titulares que atraen la atención proyectan una imagen de que es inminente una apropiación china de América Latina. Así lo advierte Phil Brennan en "China Trying to Control Latin American Oil" [China trata de controlar el petróleo latinoamericano] y en "China Filling U.S. Vacuum in Latin America" [China ocupa el vacío estadounidense en América Latina]. Otros ya creen que el continente está "Living in China's Shadow" [Viviendo a la sombra de China]. Willy Lam, el veterano periodista e investigador numerario de la Fundación Jamestown, catalogó la "invasión del patio trasero de Estados Unidos por parte de China" como "el inicio del saneamiento de América Latina". Humphrey Hawksley, de la BBC, declaró que la presencia china en la región era una "nueva revolución china en América Latina". Ante la "invasión de América Latina" de parte de China, como la llamó Saul Landau, surge la pregunta: "¿Está comiéndose China el almuerzo de América Latina?". Como lo resume June Teufel Dreyer, la especialista en China y miembro de la comisión económica y de seguridad Estados Unidos-China establecida por el Congreso estadounidense, Beijing tiene una estrategia calculada y claramente trazada en América Latina: extraer recursos y energéticos para continuar alimentando su continuo crecimiento económico, a menudo a expensas de sus socios comerciales en la región; ganar fuerza política mediante la construcción de diplomacia multilateral en el patio trasero de Estados Unidos en una campaña global contra la influencia de éste, y contener o reducir la presencia de Taiwán, que aún tiene relaciones diplomáticas con 12 pequeñas naciones caribeñas. "Sea como sea, las actividades de China en América Latina muestran una notable aceleración", concluyó Dreyer.

La segunda escuela de pensamiento es casi opuesta. La mayor parte de la gente de América Latina ve el ascenso de China como un acontecimiento positivo. Algunos valoran el inmenso potencial de mercado. Otros admiran el sostenido desarrollo económico que China ha logrado en contraste con los altibajos de los países latinoamericanos. A algunos países, como México, les preocupa la competencia que representa una China en ascenso. Sin embargo, mandatarios populistas como el presidente Chávez de Venezuela, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y otros en Argentina y Chile defienden la idea de forjar lazos más estrechos con China como parte de sus propios esfuerzos por diversificar sus economías de la dependencia del mercado estadounidense. Críticos de la política exterior de Estados Unidos, como Noam Chomsky, han ido más allá para arrojar una luz positiva sobre la alianza potencial entre los gobiernos que se inclinan a la izquierda en América Latina y una China en ascenso. Sostienen que la región se beneficiará de esa nueva alianza y pueden finalmente empezar a sacudirse el control tradicional impuesto por Washington; estos críticos sostienen que Estados Unidos es responsable en gran medida de los persistentes problemas en muchos de los países latinoamericanos.

Estas reacciones a la llegada de China a América Latina sin duda han acaparado la atención de los políticos de Washington, D.C. Congresistas estadounidenses están expresando sus preocupaciones por el incremento de las actividades chinas en América Latina valiéndose de diatribas parecidas a las de la Guerra Fría. Como dijo el congresista republicano Dan Burton: "Es extremadamente importante que no permitamos que un enemigo potencial de Estados Unidos se convierta en una fuerza dominante en esta parte del mundo". Su preocupación la expresó como sigue: "Chávez, Castro, Ortega, [y] Morales en Bolivia, y su conexión con China comunista... Creo que debemos prestar una atención especial a eso". El senador Lindsey Graham de Carolina del Sur, quien emprendió un viaje a China en la primavera de 2006, coincide con Burton: "Este país no puede aceptar ni tolerar el estado actual de cosas más de lo que Ronald Reagan toleró las prácticas de la Unión Soviética".

El presente estudio corresponde a una tercera escuela de pensamiento, a saber: las actividades en materia energética y relacionadas de China en América Latina, que han estado incrementándose en los últimos años, no constituyen un patrón específico de expansión planeada en la región. No existe una fuerte correlación entre los movimientos económicos o políticos chinos en esta zona del mundo y una agenda calculada de antiyanquismo. Tampoco el involucramiento de China en los países latinoamericanos tiene una clara línea de preferencia ideológica. En general, la imagen de un incremento comercial con China y el crecimiento de la inversión china en América Latina son positivos. Los chinos han proporcionado a los países latinoamericanos las oportunidades para elevar su crecimiento y su comercio. La demanda china de importaciones está contribuyendo a las economías latinoamericanas. La competencia instigada por el país asiático es una preocupación considerable, pero la amenaza es conducida por los mercados y no se debe a una política mercantilista trazada por el gobierno chino.

La investigación no muestra pruebas convincentes con las cuales se pueda afirmar una clara correlación entre una serie de visitas chinas de alto nivel a la región en los últimos años y unas políticas económicas, políticas y estratégicas coordinadas de parte de China dirigidas a socavar los intereses de Estados Unidos. Al parecer, la pregunta es menos sobre que China esté amenazando a Estados Unidos y más sobre cómo las economías de la región pueden volverse más competitivas y desarrollar industrias y bienes con valor agregado más allá de las exportaciones de recursos. Jorge I. Domínguez, de la Harvard University, en un estudio reciente concuerda con muchas de las observaciones y buena parte del análisis de este escrito. Este estudio no se concentra particularmente en el sector energético, sino que tiene una visión más amplia sobre las relaciones de China con América Latina desde una perspectiva histórica. Según Domínguez, las relaciones sino-latinoamericanas sí tienen un tono antihegemónico, pero no tienen una base ideológica; más bien son de naturaleza pragmática. El incremento de los lazos comerciales entre China y la región no han afectado el comportamiento de votación de los países latinoamericanos en las Naciones Unidas. Muchos estados latinoamericanos disfrutan de un superávit comercial con Beijing.

La preocupación estadounidense por el desafío potencial de China para sus intereses en la región ha sido correspondida por los políticos, académicos y los medios chinos. Cuando Washington y Beijing sostuvieron por primera vez conversaciones de alto nivel sobre la presencia de China en América Latina en la primavera de 2006, la agenda estadounidense fue clara. "Queremos asegurarnos de que no haya cortocircuitos entre nosotros", dijo uno de los funcionarios que en ellas participaban. Por su parte, los chinos cubrieron el evento de una manera mucho más positiva, al considerar las discusiones como pasos alentadores hacia la eliminación de malentendidos y la construcción de confianza. Desde entonces, los diplomáticos y académicos chinos se han esforzado por aliviar las preocupaciones estadounidenses. El embajador de China en Estados Unidos, Zhou Wenzhong, aseguró a politólogos estadounidenses que Washington no debe preocuparse por las inversiones chinas en América Latina. "Mientras la inversión china en la región es de sólo 40,000 millones de dólares, la inversión estadounidense se ubica en alrededor de 300,000 millones de dólares", subrayaba Zhou; "las dos partes no deberían tener ningún problema en cuanto a la cooperación en la región."


Un desafío importante para los países latinoamericanos, China y Estados Unidos es el de formular políticas que promuevan la cooperación, beneficios mutuos y el desarrollo para fomentar la prosperidad regional en el largo plazo. Washington necesita una clara evaluación sobre el arribo de China a América Latina en su búsqueda de energía y otros recursos; debe asegurar que ambos países estén bien integrados en un patrón orientado al mercado para satisfacer las necesidades energéticas de todas las partes implicadas. Beijing necesita ser sensible al papel tradicional desempeñado por Estados Unidos en la región y no debe continuar con políticas fundamentalmente opuestas a los intereses de Washington; éstas serían perjudiciales para los intereses económicos chinos. Los gobiernos latinoamericanos deben considerar en qué medida los intereses de largo plazo pueden ser fomentados con la construcción de lazos más estrechos con China, y a la vez valorar lo suficiente la importancia de su tradicional mercado estadounidense.