lunes, 23 de junio de 2008

PEKÍN Y TAIPEI: ¿ES POSIBLE LA CONVERGENCIA?


Augusto Soto

El acercamiento con China está incluido en el programa presidencial del ganador partido Kuomintang (KMT), que tomará posesión en mayo con el control añadido del Parlamento. Así, tras las elecciones presidenciales del 22 de marzo se inicia un nuevo período en las relaciones entre Taipei y Pekín. Lo evidencian las más recientes y contundentes afirmaciones del presidente electo, Ma Ying-jeou. Pero también hay una variada cantidad de factores que apuntalan una mayor aproximación en el estrecho de Taiwán.

Los resultados y la figura de Ma Ying-jeou

El 4 de abril Ma Ying-jeou manifestó a la Agencia Central de Noticias de Taiwán que no aboga por una exportación directa de la democracia al continente porque el incremento de la interacción entre ambos lados del estrecho conducirá “naturalmente” a cambios positivos en China. Y recalcó que esa era la forma de fortalecer la seguridad nacional. Ma resaltó de esa forma sus credenciales democráticas ante el mundo en unos días en que la crisis del Tíbet está poniendo a Pekín a la defensiva. Así, con una estupenda fórmula verbal, se pone políticamente a cubierto para dar el paso que será ni más ni menos que el de iniciar un nuevo acercamiento al continente.

En las elecciones, Ma Ying-jeou logró el 58,45% de los votos, mientras que el candidato del saliente Partido Progresista Democrático (PPD), encabezado por Frank Hsieh, alcanzó el 41,55%. La participación fue del 76%. El resultado del referéndum con dos preguntas que acompañaba la elección también fue decepcionante para el PPD. De los 17 millones de electores censados, cinco millones y medio respaldaron la candidatura de Taiwán a ingresar en Naciones Unidas bajo el nombre de Taiwán, mientras que cuatro millones novecientos mil votaron a favor de ingresar con el nombre de República de China o bajo otra denominación. Pero se requerían ocho millones y medio de votos para la aprobación de las propuestas. Las preguntas eran ilusorias: Taipei es reconocido por sólo 23 países y Pekín cuenta con poder de veto en Naciones Unidas. Por otra parte, el levantamiento en el Tíbet y su subsiguiente represión, en el mismo mes de marzo, no parecen haber influido en las preferencias del electorado taiwanés en los referendos.

En una democracia semi-presidencial como la taiwanesa no cuenta excesivamente la figura del presidente. Pero en la práctica los presidentes anteriores, desde la primera elección plenamente democrática, en 1996, han dejado su huella. Todo hace indicar que Ma Ying-jeou no será una excepción. A los resultados de marzo se suman los de la victoria en las elecciones legislativas del 12 de enero pasado, que garantizan que el KMT controlara el Parlamento. Por otro lado, no es probable que las tradicionales disensiones del KMT en asuntos internos se repitan en relación con la política a seguir en relación con el continente.

La trayectoria de Ma es inmejorable para acercarse a China. Fue vicepresidente del Consejo de Relaciones con el Continente (Mainland Affairs Council, MAC) entre 1991 y 1993, luego fue ministro de Justicia hasta 1996 y alcalde de Taipei entre 1998 y 2006. Se ha difundido mucho que nació en Hong Kong, pero desde muy pequeño (un año de edad) residió en Taiwán. Fue intérprete de Chiang Ching-kuo (hijo del patriarca del KMT en la isla, Chiang Kai-shek), y también sirvió al ex presidente Lee Teng-hui.

En la arena internacional, como en la nacional, sus credenciales son impecablemente taiwanesas. En relación con EEUU, el valedor de la defensa de la isla, posee los mejores contactos que haya tenido un presidente democrático taiwanés. Estudió Derecho en las Universidades de Nueva York y Harvard, trabajó como consultor en el First National Bank de Boston y como investigador en la Universidad de Maryland, una institución donde se ha fortalecido en los últimos 25 años un notable lobby taiwanés. Allí destaca Hungdah Chiu, respetado asesor del KMT en temas chino-taiwaneses y antiguo diplomático, académico y editor del difundido anuario Chinese Yearbook of International Law and Affairs. Precisamente hace un año Ma Ying-jeou sucedió al influyente editor.

En sus vínculos personales con EEUU el perfil de Ma se asemeja al de Lee Teng-hui, aunque los contactos del nuevo presidente son más consistentes. Por otro lado, comparte con el saliente Chen Shui-bian sólo su condición de jurista. Con Lee Teng-hui se distancia generacionalmente y con Chen lo hace en apertura al mundo. Éste, que no estudió en el exterior, recargó su administración de ocho años con impopulares temas identitarios que saturaron a la población. A diferencia de Lee Teng-hui, el nuevo presidente llega al poder 10 años más joven. Por otro lado, a diferencia de sus predecesores, cuando tome posesión, el 20 de mayo, contará con experiencia en asuntos relativos a Pekín, tras su paso por el MAC.

Las redes y contactos a ambos lados del estrecho

Tras las elecciones, un factor relevante serán las personas que tendrán que llegar a acuerdos con China continental. Tras Ma se sitúa el presidente del KMT, Wu Poh-hsiung. Wu ha prometido que intentará continuar el acercamiento entre su partido y el Partido Comunista Chino (PCC), que contribuyó a restablecer en 2005. Los indicios son más bien auspiciosos. Hace un año, al asumir su cargo, recibió felicitaciones de Hu Jintao. Wu adquirió protagonismo hace dos años, cuando, en su calidad de vicepresidente del KMT, visitó el continente durante 12 días, convirtiéndose en el político de mayor rango del KMT en cruzar el estrecho desde 1949. Wu es un reconocido líder de la poderosa comunidad hakka de la isla, colectivo que en los últimos años ha recuperado sus correspondientes vínculos en China.

Igualmente destacable es el parlamentario Su Chi (a quien han tratado este autor y otros especialistas españoles). Es una figura clave en las relaciones con Pekín y autor del término “consenso de 1992”, acuñado por él en 2000 como calificación retrospectiva de un encuentro que representantes del continente y de la isla celebraron en Hong Kong en 1992. El KMT se empeñará ahora en hacer aceptable el término “consenso” para acercar posiciones. Hay que recordar que Su fue el vicejefe de la campaña presidencial de Ma y es posible que en él recaigan encargos para el acercamiento bilateral.

Por otra parte, el KMT prometía en su programa la creación de un mercado económico común con China, defendido en primera línea por el próximo vicepresidente, Vincent Siew. Éste ha sido diplomático, economista y primer ministro, y tiene redes de contacto entre las comunidades chinas del sudeste asiático, además de en APEC, donde ha representado a Taiwán. Es la eminencia gris de la Fundación para el Mercado Común a través del Estrecho de Taiwán que fundó hace ocho años. Su declarado fin es “establecer la unidad económica primero y la convergencia política después”. Siew tiene una buena oportunidad de retomar contactos e incluso de reunirse con las más altas autoridades chinas en el importante Foro de Boao, previsto para la segunda semana de abril.

Por su parte, el pasado octubre, el presidente chino Hu Jintao, durante el XVII Congreso del PCC, planteó a Taiwán un tratado de paz bajo la condición del “principio de una única China”. La oferta fue declinada, pero se puede decir que está sobre la mesa y tiene aspectos negociables. Por otro lado, Hu, si bien carece de experiencia de gestión en la costa, donde está la mayor parte de las empresas taiwanesas, cuenta en el Gobierno y en los medios empresariales asociados a su administración con una serie de cargos y personalidades que pueden contribuir a acercar posiciones o a allanar vías paralelas de contacto.

En primer lugar destaca su ministro de Exteriores, Yang Jiechi, con más de dos décadas de servicio en EEUU (un país todavía clave en las relaciones a través del estrecho) y cuatro años como embajador en Washington. Distintos observadores le ven como una personalidad de concordia. Además, hasta su nombramiento como jefe de la diplomacia china, Yang estaba a cargo de los asuntos de Hong Kong, Macao y Taiwán.

También se pueden considerar los actores del mundo político y empresarial que están emergiendo durante el período de la administración de Hu Jintao. En primer lugar destacan las personalidades del conocido como partido de los príncipes (taizidang, en chino). Esto es, los hijos de los dirigentes históricos y actuales de la cúpula política y militar. Algunos de los más jóvenes han estudiado en el exterior y luego han entrado en los negocios; o bien han ingresado directamente en la política. El más notable hoy es Xi Jinping, el vicepresidente chino, miembro del Comité Permanente del Politburó y considerado como uno de los probables sucesores de Hu Jintao en 2012. Desde 1985 y durante años ocupó distintos cargos en la región costera. Primero en la provincia de Fujián, la más conectada a Taiwán entonces, y en la que llegó al cargo de gobernador en 2000. Luego pasó a ser secretario general del Partido en la provincia de Zhejiang entre 2002 y 2007, y ese año ocupó el mismo cargo en Shanghai. O sea, casi una generación en las provincias chinas en las que hay una gran inversión taiwanesa.

Otra importante figura es el hijo de Jiang Zemin, Jiang Mianheng, conocido como el “príncipe digital”. Sus intereses empresariales se han orientado a las nuevas tecnologías, entre ellas los chips, la fibra óptica y las telecomunicaciones. Hace ocho años Jiang Mianheng se asoció en Shanghai con Winston Wang, hijo del más connotado empresario de Taiwán. Fundaron la Grace Semiconductor Manufacturing Corporation (GSMC), compañía especializada en la construcción de semiconductores. En este caso la gestión no ha sido la que se esperaba. A nivel político Jiang Mianheng también está a la defensiva por el retiro de su padre. En cualquier caso, lo notable es que este es un tipo de vínculos que innegablemente contribuye a la convergencia en las relaciones a través del estrecho al más alto nivel. Igualmente se dan otras relaciones similares desde hace años en escalones menores de influencia.

La cercanía ya constituye un mecanismo para la convergencia

Los elementos de cercanía para una mayor convergencia son más evidentes que cuando llegó al poder hace ocho años el presidente saliente, Chen Shui-bian. En primer lugar en el aspecto económico. Tras su triunfo, Ma reafirmó que la política económica taiwanesa se apoya en “amar a Taiwán, infraestructuras e industrias y tender la mano a todo el mundo”. Ese mundo está representado por China como tercera economía global convertida en el primer mercado de las exportaciones de Taiwán y primer destino de sus inversiones.

Por su parte, las infraestructuras y la industria de la isla avanzaron considerablemente en la década pasada, pero en ésta el crecimiento económico se ha ralentizado, la inflación ha aumentado y los salarios no han crecido. Hoy China es el primer mercado mundial en telecomunicaciones y hace dos años pasó a ser el segundo mayor inversor en I+D, aspectos que para Taiwán, junto con las posibilidades del turismo hacia la isla, suponen una oportunidad importante para acabar con el estancamiento.

Por otra parte, el empresariado taiwanés en el continente deberá reajustar algunas de sus expectativas. Pekín aprobó en junio de 2007 una nueva ley laboral que establece que los trabajadores chinos tienen derecho a organizarse en sindicatos y a demandar más garantías. A lo anterior se suma una agudización de la falta de terrenos, de agua, electricidad y materias primas en el delta del Río de las Perlas, área de la provincia de Guangdong que concentra una apreciable cantidad de empresas taiwanesas. Con buen tino estratégico Pekín las ha alentado a trasladarse al interior.

En otro plano, la interacción física ofrece nuevas perspectivas de análisis. En diciembre de 2006 se produjo, al suroeste de Taiwán, un terremoto de 6,7 grados en la escala de Richter. El seísmo rompió seis cables submarinos e imposibilitó y dificultó la comunicación por telefonía fija y el acceso a Internet durante varias semanas en China y en Taiwán. Además, el 60% de las comunicaciones entre Taiwán y EEUU se vio afectada, y también el 98% de las que se dan entre Pekín y Taipei con Malasia, Singapur, Tailandia y Hong Kong. Igualmente se vieron inutilizadas varias líneas bancarias entre Corea del Sur y Taiwán. Este hecho cíclico de la naturaleza muestra los grados de relación en la era digital y la dependencia común de empresas taiwanesas, japonesas, surcoreanas y estadounidenses, que ensamblan muchos más componentes electrónicos e informáticos en China continental que hace una década.

De ahí que la cercanía entre Taiwán y China sea mayor y que las posibilidades de conflicto parezcan menores. Es pertinente la “teoría de Dell”, popularizada por Thomas Friedman en su conocida obra El mundo es plano, que enuncia que “dos países que forman parte de una gran cadena de suministro global, como la empresa de ordenadores Dell, nunca se enfrentarán en una guerra mientras ambos formen parte de la misma cadena de suministro”. Además la idea es progresiva, es decir, entiende que los costes de una guerra hoy son mayores que hace una década porque un conflicto significa desmontar la dinámica de la cadena de suministro. Hace tres años Friedman veía la relación entre China y Taiwán como el mejor ejemplo internacional de la cadena. Con el mapa político post-electoral esta idea se hace más plausible que nunca.

Por añadidura, las culturas se acercan. Paradójicamente, ya durante el mandato de Chen se instauraron dos medidas que apuntan a la convergencia. La primera fue introducir la escritura de izquierda a derecha en los documentos oficiales, como en Occidente y en China continental. La segunda ha sido adoptar el sistema de transcripción de nombres chinos a nuestro alfabeto denominado tongyong pinyin, un sistema cercano al pinyin, utilizado en China continental. Más revelador aún es que el nuevo presidente, Ma Ying-jeou, adoptó en su período de alcalde de Taipei el mismísimo sistema pinyin para la denominación de lugares en la capital.

En cuanto al tránsito de población se ha llegado a un récord. Según el KMT, cerca de 200.000 empresarios taiwaneses que trabajan en China volvieron a la isla para votar mayoritariamente por la candidatura de Ma el pasado marzo. Pero la cifra de taiwaneses viviendo en el continente es mayor, probablemente supere el millón. Muchísimos más taiwaneses viven en el continente y lo visitan, que no a la inversa, por restricciones políticas. Ante el nuevo escenario post-electoral la Oficina de Turismo de Taiwán informó el 6 de abril que, con Ma Ying-jeou, se espera el anuncio de una liberalización que permitirá la llegada de un número significativo de turistas chinos. La Oficina anuncia que se están creando nuevas agencias de viaje y construyéndose nuevos hoteles.

Los procesos de integración regional también apoyan un mayor acercamiento. Hace un año, Pekín y los países de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) firmaron un acuerdo histórico de cooperación que profundiza la liberalización en sectores como las telecomunicaciones, la energía, la ingeniería, la informática, la banca, el transporte y las comunicaciones, además del turismo. Como es sabido, las economías de la ASEAN tienen por su parte una excelente tradición de relaciones con Taiwán.

Conclusiones

El más que factible reacercamiento a través del estrecho de Taiwán se verá favorecido por los canales políticos existentes y por los contactos empresariales más densos forjados durante las últimas décadas.

Además, las cadenas manufactureras y las vinculaciones propias de la era digital, que posibilitan una mayor cercanía dentro de la variedad de la cultura china, complementan una convergencia de personas que se ha venido constituyendo desde hace años.

Las necesidades de la economía taiwanesa y las posibilidades materiales y de mayor implicación política, que convienen a Pekín, alejan la hipótesis de crisis en el Estrecho que se ha manejado durante décadas. Y no parece plausible que otro partido en el futuro cercano pueda desmontar lo que se consiga.

Las posibilidades para el establecimiento de una comunidad económica aparecen en el horizonte de la relación bilateral. Sin embargo, la firma de un tratado de paz parece una probabilidad posterior aunque más cercana que antes. El tratado de paz es importante pero no es fundamental en la relación estrictamente bilateral. Sin embargo, de lograrse facilitaría lo que el presidente Ma Ying-jeou entiende como nuevas posibilidades de joint-ventures para empresas taiwanesas con las de otros países en el continente.

A su vez, Taiwán tiene amplia experiencia internacional en ejercer lobby y en sacar partido a los encuentros casuales y discretos. En estos días y en los próximos meses se abren varias posibilidades de acercamiento. Primero el Foro de Boao para Asia en abril, luego las fechas posteriores a la toma de posesión de Ma, en mayo, y los Juegos Olímpicos en agosto. Hay que recordar que el COI logró que Pekín aceptase la participación de Taiwán bajo el nombre de “Chinese Taipei”.

Por último, con el probable acercamiento el KMT implícitamente entiende que si bien Taiwán no es parte de China, ésta sí se ha convertido en un asunto interno de Taiwán. Al hacerlo, habría que plantearse si no estaría reconociendo algo más que eso.