lunes, 18 de febrero de 2008

INDIA Y SUS 60 AÑOS


En el 2007 India celebró su aniversario más vistoso hasta el momento como estado independiente; sesenta años después del trauma de su partición y el logro de la independencia, la India mira al futuro con la sueño de consolidarse como potencia y un camino lleno de obstáculos para dejar atrás su etiqueta de viejo elefante asiático.


"Cuando el reloj toque la medianoche, cuando el mundo duerma, la India despertará a la vida y a la libertad. Llega un momento (...) en que pasamos de lo viejo a lo nuevo, al fin de una era", afirmaba el primer ministro Jawaharlal Nehru en el discurso que inauguró la independencia india en la medianoche del 14 al 15 de agosto de 1947. Seis décadas después, lo viejo y lo nuevo siguen conviviendo en una India marcada por un impresionante crecimiento macroeconómico que no impide que el 24 por ciento de sus 1.100 millones de habitantes vivan bajo el umbral de la pobreza, según la cifra oficial.


El desarrollo económico, con un PIB que avanza a un ritmo cercano al 9 por ciento anual, ha beneficiado sobre todo a las clases altas y medias, mientras que la mayoría de la población sigue sumida en la pobreza tras quedar al margen del desarrollo vivido en estos 60 años. Según las conclusiones de un estudio de una comisión gubernamental difundidas el año pasado, 77 por ciento de los indios viven con menos de 20,3 rupias (medio dólar) por cabeza al día, el precio de un litro de leche en Delhi.


El propio primer ministro, Manmohan Singh, reconocía a mediados del 2007, estar "perplejo" por las diferencias entre las distintas regiones y mostraba su preocupación porque el "boom" económico ni va a la misma velocidad que la creación de infraestructuras, ni ha logrado reducir el abismo económico entre las urbes y el campo. Es en las zonas rurales donde el Gobierno tiene, además del económico, otro gran caballo de batalla: la superación del rígido sistema hindú de castas, que pervivió durante la colonización británica y resiste aún, al calor de las tradiciones religiosas y de un escaso índice de alfabetización.


Pese a todo, en los últimos meses la India ha dado algunos significativos pasos adelante hacia la igualdad, reflejados en hechos como la elección de una "dalit" o "intocable", la comunidad más desfavorecida en el sistema de castas, como jefa de Gobierno del importante estado norteño de Uttar, el más poblado del país. A los conflictos sociales y religiosos, con esporádicos enfrentamientos entre la comunidad hindú y la musulmana como reminiscencia de los tiempos de la partición, se une la violenta lucha de numerosos grupos separatistas que actúan en el vasto territorio indio.


Además de con el tan traído conflicto de Cachemira -donde operan más de una docena de grupos que quieren su independencia o su anexión a Pakistán-, la India debe lidiar con una treintena de organizaciones armadas. Entre ellas, dan especial dolor de cabeza al Gobierno la de los "naxalitas" (maoístas), nacida al hilo del movimiento comunista a finales de la década de 1960 y que lucha por la creación de un Estado maoísta independiente en el centro y el este, y el ULFA, un grupo separatista que quiere la independencia de la región nororiental de Assam.


La amenaza de estos grupos ha quedado casi siempre relegada a la sombra del conflicto con Pakistán y el terrorismo islámico, pero lo cierto es que en la última década han dejado un reguero de miles de muertos en las regiones del este y nordeste de la India, entre las más desfavorecidas del gigante asiático. Las aspiraciones de los separatistas contrastan con los llamamientos a la unidad nacional y al sentimiento patrio a los que invoca el Gobierno en estos días, echando mano de los términos del discurso de Nehru hace sesenta años y el futuro que entonces veía ante sí; "Ese futuro no es uno de tranquilidad o descanso, sino de incesante esfuerzo para cumplir las promesas que tan a menudo hemos aceptado", señaló entonces el primer jefe de Gobierno de la India, y añadió: "significa el final de la pobreza y la ignorancia y las enfermedades y la desigualdad de oportunidades".


Seis décadas después, el balance está lleno de claroscuros. Los números perfilan una India emergente con un enorme potencial humano y un incuestionable crecimiento económico, pero, sobre el terreno, las persistentes desigualdades y su complejidad territorial lastran aún el futuro del gigante asiático.