miércoles, 10 de junio de 2009

UN VOTO POR LA CONTINUIDAD POLÍTICA EN LA INDIA


Antía Mato Bouzas

Una semana después de la conclusión del proceso electoral, Manmohan Singh juraba como primer ministro, al igual que lo hacían parte de los miembros que van a constituir el nuevo gobierno. La mayoría de 206 escaños obtenida por el Partido del Congreso (de un total de 543 de la Cámara Baja del Parlamento) le permite mantener el control de los ministerios principales con lo que, a excepción de determinadas áreas de infraestructuras y temas sociales que irán a parar a algunos de los socios de la coalición, el próximo ejecutivo va ser bastante homogéneo y sobre todo va a ser un gobierno básicamente del Partido del Congreso. Además, parte de los ministros del anterior equipo repiten, por lo que se espera continuidad. A falta de algunos nombramientos, se observa que en la composición ministerial sigue habiendo poca presencia de mujeres, cuyos cargos se restringen además a las áreas relativas a asuntos sociales y cultura. Tan sólo la aliada bengalí del Congreso, Mamata Banerjee, ha sido encargada de ponerse al frente del complejo Ministerio de Ferrocarriles.

En líneas generales, a pesar de las deficiencias que pueda tener el sistema político y de las grandes desigualdades persistentes en el país, el proceso electoral reciente en la India es contemplado con un cierto respiro y tranquilidad, sobre todo si se compara con la convulsa situación actual que vive Asia meridional. La celebración de elecciones generales, así como los comicios que han tenido lugar en tres de los estados de la República, forman parte de un ejercicio de legitimación de la normalidad democrática. De hecho, la estabilidad que transmite a la zona la India (pese a que tenga también un significativo nivel de inestabilidad interna) contrasta con la dramática situación actual que se vive en Sri Lanka y Pakistán y la delicada situación política del vecino Nepal. Durante el proceso electoral hubo algunos incidentes, pues en algunas áreas del norte y del este del país los enfrentamientos entre la guerrilla maoísta y las fuerzas de seguridad causaron una decena de víctimas. Aún así, se puede afirmar que la convocatoria se ha desarrollado en un clima constructivo y ausente de la polarización que dominaba la escena política cinco años atrás.

En cuanto a los datos de participación (ha habido problemas para el acceso a los mismos, pues la página web de la Comisión Electoral colapsó durante la jornada del 16 de mayo y estuvo inoperante algo más de una semana), éstos han sido similares a los de 2004, pues ha votado un 58,43% (frente al 58,07% en 2004). No obstante, el porcentaje de voto varía notablemente según los estados, pues se dan cifras de participación superiores al 80% en algunos de ellos (por ejemplo en el noreste indio, Nagaland y Tripura, que elegían un único escaño), mientras que en otros como en Jammu y Cachemira –donde existe un boicoteo a los comicios, además de las amenazas por parte de los grupos extremistas– no alcanza el 40%. Conviene tener en cuenta que la población india participa en el proceso electoral según una realidad en la que existen disparidades en la situación política y económica a nivel regional y local, así como otros factores de estratificación social y la división urbana y rural. La ausencia de estudios detallados que posean un cierto alcance o representatividad sobre algunos de estos aspectos impide ahondar en cuestiones sobre la movilización e intención de voto.

La complejidad de las coaliciones y del apoyo político

Más allá de las recurrentes referencias que caracterizan las elecciones en la India –la mayor democracia del mundo, los datos que conlleva el desarrollo del magno proceso, etc.–, uno de los rasgos más significativos ha sido la transformación que ha sufrido el sistema de partidos a lo largo de las dos últimas décadas y la emergencia de las coaliciones políticas para obtener gobiernos estables. El Partido del Congreso y el Partido Popular de la India o PPI (también conocido como Bharatiya Janata Party) siguen siendo los partidos más votados, pero entre los dos consiguen el respaldo de un 50% del electorado, mientras el resto va a parar a las fuerzas comunistas, partidos menores de ámbito nacional con implantación en algunos estados (algunos agrupados sobre la base de intereses de determinados grupos sociales, como los dalits), partidos regionales y facciones escindidas de los anteriores, entre otros. La política de coaliciones tiene sus defensores y detractores: por una parte, ha dinamizado y pluralizado sustancialmente el panorama nacional, dada la necesidad de recurrir a negociaciones; por otra, ha hecho aún mucho más compleja la tarea de buscar aliados adecuados, ya que esta operación puede tener consecuencias muy dispares para los socios.

Tal realidad da lugar a casos de evidente oportunismo político, donde el interés en asegurarse un número determinado de escaños oscurece aspectos de proximidad ideológica o de acercamiento en un programa de gobierno. Además, la formación de las coaliciones también exige una gran comprensión y tacto de la política regional, especialmente en aquellos estados donde los dos partidos principales del país no figuran entre las fuerzas capaces de liderar un gobierno, como es el caso de Tamil Nadu y Bengala Occidental y el más complejo de Uttar Pradesh. Por ejemplo, en el estado sureño de Tamil Nadu la escena política está dominada por la rivalidad entre dos partidos regionales (Dravida Munnetra Kazhagam y el All India Dravida Munnetra Kazhagam), quienes han dado su apoyo unas veces al Partido del Congreso y otras al PPI. El respaldo a una u otra formación en Nueva Delhi puede tener repercusiones en el apoyo y la formación de posibles alianzas a nivel regional. Además, las coaliciones en el centro merman en ocasiones las aspiraciones de los representantes regionales de un partido principal, como en el caso del Partido del Congreso en Uttar Pradesh. Otras veces, las adhesiones en Nueva Delhi pueden constituir un paso para promover un cambio a nivel regional, como parece ser el deseo de la líder bengalí Mamata Banerjee (All India Trinamool Congress), que ha obtenido la victoria en Bengala Occidental, de poner fin al dominio comunista en ese estado.

La coalición que va a estar al frente del país (la alianza preelectoral), además del Congreso, está formada por varios partidos que son fuerzas importantes en varios estados, así como de varios candidatos únicos. No obstante, se debe señalar que el amplio margen de escaños obtenidos por el partido que lidera Sonia Gandhi obedece más bien a las peculiaridades del sistema electoral que a una espectacular subida de este partido. Si se confirman los datos de la Comisión Electoral, el partido del Congreso habría recibido el 27,31% de los votos, poco más que en las pasadas elecciones, cuando obtuvo un 26,53%. No obstante, la mayoría que tiene este partido hace que la adhesión de otros partidos menores o candidatos independientes no altere mucho el equilibrio de fuerzas en la alianza.

En principio, todo parece indicar que el próximo gobierno puede ser bastante estable (recuérdese que en 2008 el equipo de Manmohan Singh se enfrentó a una moción de confianza al retirarle el apoyo las fuerzas de la izquierda), aunque también habrá que tener en cuenta la evolución de la política regional en algunos estados donde estos socios menores bien están gobernando, bien poseen una mayoría que les puede dar la llave del poder. Este puede ser el caso del Trinamool en Bengala Occidental (donde se deben celebrar elecciones dentro de un año), el Dravida Munnetra Kazhagam en Tamil Nadu (crítico con el gobierno central por la actitud de éste hacia la guerra en Sri Lanka) o la Conferencia Nacional de Janmú y Cachemira, que está apoyada por el Partido del Congreso en ese estado. Un giro de los acontecimientos en estos Estados puede alterar el equilibrio de fuerzas en Nueva Delhi, si bien es cierto que el amplio margen del partido de Sonia Gandhi y Manmohan Singh le sitúa en una buena posición para buscar alternativas, en caso de ser necesario. Por otro lado, aunque no se trata de un asunto determinante, tampoco conviene olvidar el hecho de la edad del primer ministro, de casi 77 años (algunos de los demás miembros del ejecutivo también tienen una edad similar), que debe afrontar una legislatura de cinco años. Manmohan Singh aúna un gran consenso dentro del partido, pero cabe preguntarse si habrá sorpresas en el liderazgo político, máxime cuando un candidato de los Gandhi, Rahul, se postula como un posible candidato a hacerse con las riendas del poder.

Vencedores y perdedores

Los resultados escrutados el pasado 16 de mayo han situado a la Alianza Progresista Unida (APU) a 10 escaños de la mayoría absoluta. Los sondeos electorales ya daban una ligera ventaja al Congreso frente al PPI, aunque pocos se esperaban la subida de más de 60 escaños del primero. La mayoría relativamente amplia de la APU le hace prescindir de buscar acuerdos con las fuerzas de izquierda, las agrupadas en torno al Partido Comunista de la India (Marxista), y no hace necesario revalidar así el respaldo ofrecido en 2004. Durante la campaña electoral tanto los líderes del Congreso como los comunistas mostraron una ambigüedad sobre esta posibilidad, pero lo cierto es que la retirada del apoyo a la APU en julio del año pasado por parte del Frente de Izquierdas distanció a ambas fuerzas.

Las fuerzas que componen la Alianza Democrática Nacional (ADN), agrupadas en torno al PPI, han sufrido una importante derrota, pues han quedado a más de 100 escaños de la coalición hasta ahora gobernante. Su controvertido candidato a primer ministro, L.K. Advani, no ha sido capaz de cautivar a las masas a través de su retórica populista (e hinduista) y divisiva, sobre todo en asuntos relativos al terrorismo y a las relaciones con Pakistán. El PPI ha perdido votos en estados de la India central, donde había conquistado algunas ganancias en comicios anteriores, aunque se mantiene en estados ricos como Gujarat y Karnataka. El retroceso del PPI ya se hizo evidente en varias elecciones regionales celebradas tras los atentados de Mumbai a finales del año pasado, donde el pronóstico de partida parecía augurar un ascenso de ese partido. Probablemente, los pobres resultados obtenidos provocarán no sólo un cambio en la cúpula dirigente sino también modificaciones en la orientación general del partido.

En cuanto al Tercer Frente, éste ha quedado muy lejos de sus objetivos de erigirse como una alternativa a las dos coaliciones dominantes. La agrupación de las dos principales formaciones comunistas y otras fuerzas de izquierda –además del apoyo de otros partidos de implantación regional con líderes carismáticos como Mayawati, Jayalalitha y Chandrababu Naidu– ha obtenido 80 escaños. Sin embargo, lo más apreciable ha sido el descenso del Frente de Izquierdas, ejemplificado en el Partido Comunista de la India (Marxista) que ha pasado de 43 escaños obtenidos en 2004 a tan sólo 16. Quizá, más que cuestiones de política nacional, la pérdida de votos de los partidos comunistas hay que relacionarla con cuestiones de política regional allí donde éstos gobiernan (Bengala Occidental) o probablemente con la diferencia de voto entre las elecciones generales y las estatales (como en el caso de Kerala).

La agenda del próximo gobierno

La crisis económica mundial también está haciendo mella en el país, donde ya se han rebajado las previsiones de crecimiento del PIB del 7% al 6,5%, y es probable que ni siquiera este último dato se cumpla. Uno de los principales temas de la campaña electoral ha sido el aumento de precios de los productos alimenticios básicos, que supone una cuestión crucial para dos tercios de la población con escasa capacidad adquisitiva. Otro aspecto que sigue siendo relevante es la reestructuración del campo y la creación de puestos de trabajo, así como la mejora de condiciones de los campesinos y otros trabajadores del sector primario. La APU había introducido algunas medidas en este sentido (como la National Rural Employment Guarantee Act), pero la realidad es que en el país siguen ocurriendo tragedias como el suicidio de campesinos endeudados.

Con respecto a la situación en las áreas urbanas tampoco parece demasiado halagüeña, dada la disminución generalizada de las exportaciones y la fragilidad de servicios que, como el outsourcing, emplean a una población joven y bien formada. Se espera que la tasa de desempleo del país aumente dados los recortes en la industria. Por ello, al presente gobierno se le plantean retos difíciles (en parte propiciados por una situación de recesión generalizada), si bien el apoyo obtenido en las urnas y la experiencia gubernativa del anterior mandato parecen respaldar su labor.

Otro asunto que ha figurado en la última parte de la campaña electoral ha sido el terrorismo. Si bien este tema no ha dominado la agenda central de los partidos, la referencia al mismo ha sido claramente con intenciones políticas, en especial por parte del PPI, que ya lo había usado en las elecciones regionales del año pasado, con no muy buenos resultados. El discurso sobre el terrorismo ha sufrido una cierta transformación. Mientras que el PPI sigue abogando por una línea dura de reforzar la legislación y de amenazar a su vecino paquistaní, el Partido del Congreso ha puesto como ejemplo la política de presión tras los últimos atentados de Mumbai como modo de conseguir la colaboración de su vecino.

El terrorismo, a nivel general, no supone un tema determinante para la mayoría del electorado, pero sí se trata de una cuestión que preocupa en la opinión pública. Concretamente, el terrorismo importa no sólo en su dimensión interna –reforzar la seguridad a la vez que mantener los derechos fundamentales, modificar la legislación existente, etc.–, sino también en su dimensión externa, dado que una parte del problema procede de la problemática periferia india y de los Estados vecinos, sobre todo de Pakistán. De hecho, lo que se cuestionaba al tratar el tema del terrorismo en la campaña era la política de diálogo y de contención adoptada por el gobierno de Manmohan Singh con su homólogo paquistaní a lo largo de los últimos cinco años.

Así pues, la victoria del Congreso también posee una lectura de respaldo a una política exterior de negociación (en vez del enfrentamiento y la presión militar) como modo de crear un escenario más estable y favorable a los intereses del país. Esto resulta particularmente relevante en el caso de Pakistán, con quien parece probable que más pronto o más tarde se reanude el proceso de diálogo interrumpido a raíz de los atentados del año pasado. Los dos países, a pesar de las reticencias y el cruce de acusaciones al principio, están colaborando en la investigación de los hechos y la determinación de responsabilidades que implican a varios individuos paquistaníes.

La otra cuestión regional que la India tiene que manejar con cierto tacto es la evolución de la situación en Sri Lanka, dada la sensibilidad que despierta en el estado indio de Tamil Nadu la situación de los tamiles hacinados en campos de desplazados en el país vecino. El gobierno indio ha adoptado una actitud comedida hacia la guerra emprendida por su homólogo cingalés contra los Tigres Tamiles: ha apoyado la acción militar, pero también ha visto con preocupación el drama de la población civil atrapada en el conflicto. Esta ambigüedad ha dado lugar a movilizaciones en el estado indio sureño a lo largo de la campaña electoral. Por el momento, el gobierno de Colombo sólo se expresa en términos de victoria, pero es parco a la hora de señalar si va a adoptar una política de reconciliación y reconocimiento de los derechos de los tamiles.

Con respecto a la relación con EEUU, aunque es probable que se mantenga una continuidad y un diálogo fluido, éste va a depender en buena medida de cómo Washington aborde el problema afgano y la relación con Pakistán. La Administración estadounidense está imprimiendo algunos cambios generales en la política hacia la región, determinados por el deterioro de la seguridad en la zona, y a pesar de que se mantiene una actitud particularmente favorable con respecto a la India, se está prestando mayor interés a cuestiones de estabilidad general que a la pretensión de enredarse en juegos de alianzas. La India valorará el papel que la Administración Obama pueda hacer para favorecer la colaboración de Pakistán en materia de seguridad, pero no va admitir interferencias para resolver las disputas pendientes con ese país.

Conclusiones

Los resultados electorales respaldan la política de coaliciones como una característica cada vez más permanente de la democracia india, pero han renovado sobre todo la confianza depositada en el Partido del Congreso. En parte, la razón para ello hay que buscarla en el clima de mayor estabilidad general existente en el país durante los últimos cinco años y sobre todo en una política de consenso, tanto en el plano interno como en el externo.

Con respecto al retroceso electoral sufrido por el PPI, éste no implica cambios para su condición de principal fuerza de la oposición y segunda fuerza política, pues el partido no se ha hundido y sigue teniendo bastante respaldo en algunos estados importantes. El PPI tendrá que afrontar cambios en su liderazgo y a nivel programático, evitando las posturas más ideológicas y las más tecnocráticas. Por el contrario, la situación se presenta más difícil para las fuerzas comunistas, que han sufrido un importante descalabro y pueden perder, además, uno de sus principales bastiones cuando se celebren las próximas elecciones en Bengala Occidental.

Por último, a pesar de que la situación general de crisis puede afectar a las políticas del gobierno en los próximos años para los sectores más desfavorecidos, el comedimiento exhibido por el liderazgo del Partido del Congreso durante la campaña electoral ha reforzado su imagen de fuerza política responsable. Esto también tiene especiales implicaciones en el plano exterior, donde se espera que la India contribuya a la estabilidad regional mediante un clima de diálogo constructivo con sus vecinos, en particular con Pakistán.