miércoles, 20 de mayo de 2009

LA CARA OCULTA DE DUBAI


Raymond Barrett

Las embarcaciones dhows de madera atracados a lo largo de Dubai Creek navegan por rutas comerciales que tienen siglos de antigüedad, conectando esta pequeña ciudad-Estado del golfo Pérsico con el mundo exterior. Pero estos barcos han desempeñado un doble propósito en su historia. Los dhows, símbolo de la vibrante industria del transporte marítimo del emirato, han sido usados también por generaciones de contrabandistas que se han aprovechado de su posición estratégica entre Oriente y Occidente para traficar en una y otra dirección del Mar de Arabia. Ahora, a pesar del reciente cambio de identidad de Dubai para erigirse como centro neurálgico internacional de las finanzas y la educación, sigue siendo un punto de encuentro para el lado más oscuro de la economía mundial que los contrabandistas modernos usan como base para todo tipo de actividades, desde blanqueo de dinero a través de propiedades inmobiliarias y banca ilegal al comercio de opio afgano.

Los apuros de Dubai durante la crisis financiera global sólo servirán para fortalecer este mundo de actividad criminal, según Christopher Davidson, profesor de política de Oriente Medio en la Universidad de Durham y autor de Dubai: The Vulnerability of Success (Dubai: La vulnerabilidad del éxito). “A medida que los esfuerzos de Dubai para liberalizar completamente su economía se vayan revirtiendo y su atractivo para los inversores extranjeros decaiga aún más, la atención internacional acabará por alejarse y puede resultar más atrayente que nunca para los traficantes de seres humanos y armas, y para quienes se dedican al blanqueo de capitales”, afirma. Puede que los nuevos contrabandistas de Dubai sean mafiosos indios o caudillos chechenos en lugar de los marineros de los dhows, pero la vieja estructura dual de negocios legales e ilegales sigue igual de sólida.

Los ingredientes necesarios para que esta ciudad-Estado gozara de una próspera economía sumergida estuvieron presentes desde el principio. A diferencia de los dominios de los jeques del Golfo, ricos en petróleo, como Arabia Saudí y Kuwait, Dubai –una de las siete entidades autónomas que conforman los Emiratos Árabes Unidos (EAU)– no se construyó a base de petrodólares, o al menos no directamente; el crudo representa aproximadamente un 5% de su economía. En su lugar, la estrategia de desarrollo este emirato estuvo impulsada por el sector inmobiliario, y alimentada por un tsunami de crédito barato y exceso de liquidez. Empresas semipúblicas con estrechos vínculos con la familia Maktoum, que ostenta el poder, obtuvieron préstamos por cantidades que se estiman en 80.000 millones de dólares (unos 60.200 euros) en los mercados globales de capital para financiar promociones inmobiliarias emblemáticas como Burj Dubai y Palm Jumeirah. Pero mientras Dubai se dirigía en busca de inversores, se encontró también con algunos elementos desagradables.

El blanqueo de dinero a través del floreciente mercado inmobiliario de la ciudad era relativamente sencillo. Las propiedades que se pagaban en efectivo podían revenderse rápidamente, a menudo antes incluso de que comenzara la construcción. El vendedor recibía entonces un cheque canjeable en cualquier lugar del mundo. No obstante, ahora que el boom inmobiliario de Dubai se ha desvanecido –el Dubai Khaleej Times ha informado de desplomes de hasta el 50% en los precios en 2009– expertos como Davidson ven signos de un cambio de estrategia de las autoridades locales, que se han centrado con un mayor énfasis en someter a juicio a empresarios corruptos, especialmente extranjeros. Aún así, y a pesar de la atención adicional, un gran número de promociones inmobiliarias esperan vacías; no son propiedad de inquilinos sino de inversores. Y el hecho de que en Dubai haya elementos criminales que pueden ser dueños de gran cantidad de propiedades se traduce en que el sector inmobiliario seguirá estando contaminado por la ilegalidad.

La falta de regulación de los mercados económicos de Dubai ha ofrecido también un hogar seguro a sospechosos financieros y oscuros emprendedores. Este mismo mes, un grupo local de empresarios iraníes fue acusado por la justicia de EE UU de estar relacionado con la exportación ilícita de piezas de aviones militares estadounidenses a Irán. Y puede que Dubai se vea pronto forzada a tomar algunas decisiones difíciles sobre el grado en que debería controlar a los delincuentes de cuello blanco que viven en el emirato. En una reciente reunión del G-20 en Londres, los líderes mundiales hicieron un llamamiento a favor de una ofensiva contra los paraísos fiscales como las Islas Caimán, Liechtenstein... y Dubai. Pero esto pone a esta ciudad-Estado en un aprieto: si el nuevo Centro Financiero Internacional de Dubai adopta regulaciones más estrictas que sus vecinos, Bahrein y Qatar, podría perder muchos de los negocios que tanto necesita. Debe, o continuar con su actitud de laissez-faire hacia las regulaciones financieras internacionales y arriesgarse a ganarse el estatus de paria, o adoptar prácticas de control más estrictas para su sistema bancario y arriesgarse al colapso financiero. Si hacemos caso al pasado, sin embargo, no es probable que el emirato acepte medidas de regulación que recorten su crecimiento, sin importar lo “sublegal” que este pueda ser.

De todas las malas artes que se practican en Dubai, ninguna es más peligrosa que la “conexión afgana”. Desde 2003, el cultivo de adormidera en Afganistán se ha más que duplicado, y un informe de la ONU valoró el comercio de opio en 4.000 millones de dólares en 2007. Una buena parte de este dinero está llegando a Dubai. John Cassara, ex funcionario de la CIA y autor de un reciente libro sobre financiación terrorista, describe el modo en que esta ciudad-Estado se usa como centro de intercambio para las ganancias del opio: los señores de la guerra afganos canjean esta droga por automóviles europeos de lujo, y los cargamentos de opio no se pagan en metálico sino con productos comerciales como materiales de construcción, aparatos electrónicos y comestibles que se compran en Dubai y se envían a Afganistán. Según Cassara, este tipo de transacciones son “difíciles de encontrar, como la proverbial aguja en el pajar”. Los funcionarios de Dubai tampoco ayudan mucho: Cassara acusa a las autoridades del emirato de “ceguera voluntaria” a la hora de ocuparse de este comercio oculto.

Si Dubai quiere enmendarse, el impulso tendrá que venir del exterior –y deberá ir acompañado de una importante presión

Gracias a su laxitud financiera, más su falta de acuerdos de extradición y lujoso estilo de vida, numerosas figuras del mundo del crimen internacional han acudido en tropel a Dubai. Desalojarlos puede resultar difícil, ya que muchos operan bajo la protección de sus respectivos gobiernos. Esto se cumple especialmente en el caso de los Estados de la antigua Unión Soviética, de África Oriental y del sur de Asia. Excepto en las excepcionales ocasiones en las que se trata de criminales de perfil alto, como el jefe del crimen de Bombay Dawood Ibrahim o el presunto traficante de armas y mercader de la muerte Viktor Bout, que sencillamente pasaron a convertirse en un motivo de bochorno, los fugitivos de la justicia rara vez son expulsados. Y su presencia ha llevado consigo un nuevo nivel de violencia al normalmente muy seguro emirato. Recientemente, un antiguo comandante rebelde checheno fue abatido a tiros en el aparcamiento de un edificio de apartamentos de lujo –el resultado de la continua lucha de poder entre grupos envueltos en las guerras de Chechenia contra la Federación Rusa.

Si Dubai quiere enmendarse, el impulso tendrá que venir del exterior –y deberá ir acompañado de una importante presión. En el pasado, generalmente solo ha accedido de boquilla a las exigencias estadounidenses para que reforzara las sanciones a Irán o regulara el sistema de transferencias hawala. “Las autoridades hacen lo suficiente para quitarse a Occidente de encima, pero no más. Lo que en concreto les falta es iniciativa, hacer cumplir la ley y voluntad política para ir detrás de los suyos. Hasta que todo esto suceda, nada cambiará”, afirma Cassara.

Abu Dhabi podría ayudar. Este emirato, el más poderoso de los EAU, adquirió recientemente 10.000 millones de dólares en bonos del Ejecutivo de Dubai y puede que compre otros 10.000 millones más. Esta maniobra –una acción de rescate con otro nombre– da a Abu Dhabi una posición de poder significativa sobre su más pequeño vecino y podría ser un canal indirecto para aquellos que pretenden llevar a cabo un cambio en las políticas de la familia que gobierna Dubai. Resultó revelador que a raíz de esta operación, Dubai anunciara rápidamente nuevas directrices sobre la vestimenta y el comportamiento personal de los expatriados fuera de los complejos turísticos de la ciudad –un posible guiño de compensación al conservadurismo religioso de Abu Dhabi.

Al adoptar la desregulación y la apertura que tan fervientemente predicaban los gobiernos occidentales, Dubai es ahora un nexo para el dinero y la gente de África y Asia que busca conectarse a la economía global. Dado que ésta funciona de manera sumergida además de al descubierto, es inevitable que Dubai mantuviera una mano metida en ambas. En los últimos días, han surgido informaciones en el London Independent de que el dinero de las recompensas pagadas a los piratas que secuestran barcos en la costa de Somalia puede haber sido parcialmente lavado a través de negocios somalíes con base en Dubai. ¿Suena familiar? Esto ha formado parte de este emirato durante tanto tiempo como lo ha hecho el dhow