Luis Mesa Delmonte
I
La dinámica política-económica-militar del Medio Oriente de entre siglos, exhibe una diversidad de factores que llaman poderosamente la atención, tanto a cotidianos observadores internacionales como a expertos, analistas y académicos especializados en el estudio de esta región.
El área enfrenta retos comunes a otras zonas del mundo en lo que se refiere a la inserción y definición del espacio de la misma dentro del llamado proceso de globalización, siendo importante a tales efectos la continuidad de intentos de integración económica regional, así como la constante preocupación por incrementar sus relaciones con mercados adyacentes y con los grandes nuevos polos de la economía mundial. Tales redimensionamientos no sólo se limitan a sus facetas económicas, sino que obviamente aparecen acompañados de importantes valoraciones de carácter político y estratégico.
La región ha sido considerada tradicionalmente como cuna civilizatoria y centro de difusión de un gran legado cultural, valorándose siempre muy positivamente su particular ubicación geográfica que le ha permitido ser punto para el intercambio de ideas, así como de tránsito financiero y comercial. Pero incluso, durante el siglo recientemente finalizado, su importancia a nivel mundial se vio incrementada, si tomamos en consideración los enormes recursos en petróleo y gas que contiene la misma, y el impacto que su producción y exportación ejerce sobre toda la economía internacional. En los últimos años, la importancia estratégica de este factor, se hace aún mayor con la adhesión al esquema analítico regional de nuevas y complejas dinámicas presentes en las áreas del Cáucaso y del Asia Central.
Algunos de los otros temas que siguen ocupando un destacado espacio dentro de la gran agenda regional resultan ser:
1. El conflicto árabe-israelí (especialmente su dimensión palestina-israelí) y su dilatada agenda negociadora con avances, posposiciones y retrocesos
2. Los imperativos del desarrollo socioeconómico, tanto a escala regional como en sus respectivos marcos nacionales, los que se expresan en muchas ocasiones no sólo en la desigual generación y distribución de la riqueza en la zona, sino también en tensiones políticas dentro de las respectivas estructuras del poder, o entre los poderes tradicionales y diversos sectores de la sociedad en general con plataformas alternativas de corte democratizador, tecnocrático-reformista, o de base islámica
3. La persistencia de reclamos autonómicos o de simple justicia social por parte de numerosas minorías étnicas presentes en distintos países de la zona
4. La ocasional reactivación de litigios y reclamos fronterizos y territoriales
5. La permanente lucha entre tendencias a favor de estrategias para el predominio regional, y propuestas de corte más conciliador e integrador entre los actores de la zona.
Precisamente, a este último tema es al que pretendemos prestar atención en este capítulo, ejemplificando con los hechos y argumentos de mayor importancia que han estado presentes tanto en el proceso de formación de una llamada “alianza estratégica” entre Israel y Turquía, como en el marcado acercamiento experimentado entre dos actores que exhibieron notables diferencias en los últimos dos decenios: Arabia Saudita e Irán. Es objetivo también de este breve estudio, detectar hasta qué punto estas reformulaciones de políticas obedecen a consideraciones tácticas -es decir, de carácter mucho más coyuntural y dependientes de la evolución de muchas otras variables -, o efectivamente pudieran sentar pautas para proyecciones estratégicas regionales a largo plazo, o alguna combinación de ambas perspectivas.
II
La creciente concertación multifacética turco-israelí, especialmente en materia militar, ha generado numerosos comentarios y justificadas preocupaciones de parte de otros actores de la región medioriental, llegándose incluso a hablar de la “creación de un nuevo eje estratégico” en la zona, por lo que resulta clave tratar de detectar cuáles son los principales factores que en la actual coyuntura han favorecido este acercamiento y cuáles otros elementos podrían propiciar proyecciones más equilibradas hacia la zona, y que no impliquen obligatoriamente pensar en dicho modelo estratégico de “eje antagónico” o de absoluta dicotomía regional para el futuro.
Es obvio que el acercamiento turco-israelí de los últimos años haya llamado la atención si tomamos en cuenta que son dos importantes actores mediorientales, que han avanzado acuerdos en numerosas esferas, que es un acercamiento que comenzó a cristalizar en medio de un notable estancamiento del proceso de paz regional, y que ha estado además acompañado de la persistencia de temas agudos en sus agendas con otros países de la zona.
El desarrollo de tales vínculos ha hecho recordar algunos de los postulados básicos promulgados por David Ben Gurión en los primeros años de existencia del Estado de Israel, especialmente lo relacionado con la necesidad de concertar alianzas estratégicas con actores no árabes de la periferia regional.[1] Si bien sería difícil aseverar que tal sugerencia siga teniendo los mismos contenidos iniciales, o que pueda definirse como estructural dentro del actual pensamiento estratégico israelí, no es menos cierto que algunos elementos de ella pudieran conservar su vigencia y que definitivamente, cualquier valoración semejante sólo contribuiría a añadir mayores incertidumbres al difícil proceso negociador árabe-israelí.
Dentro de los encuentros más notables que han contribuido al mayor acercamiento turco-israelí de los últimos años, aparecen las visitas del presidente israelí Herzog en 1992 y la del canciller turco Hikmet Çetin en 1993; la de la entonces primera ministra turca Tansu Çiller en 1994; las visitas de los presidentes Demirel (1996 y 1999) y Weizman (1994 y 1996); la del canciller Levy a Turquía en 1997; la del primer ministro Mesut Yilmaz y de su canciller Ismail Cem a Israel en 1998; la del entonces recién electo primer ministro Ehud Barak en 1999; así como importantes intercambios de delegaciones militares encabezadas por los respectivos Ministros de Defensa, Jefes de Estados Mayores y otras altas figuras militares.
Estos encuentros sin duda alguna, facilitaron la concertación de un marco jurídico bilateral que progresivamente se ha venido perfeccionando y que cuenta con dos hitos fundamentales, estos son: el Acuerdo de Cooperación y Entrenamiento Militar firmado entre ambos países el 24 de febrero de 1996, y el Acuerdo de Cooperación para la Industria de Defensa de agosto de ese mismo año.
Dichos acuerdos han sido considerados como acontecimientos trascendentales en materia estratégica regional, y han sido muy criticados, principalmente por políticas árabes (tales como Siria, Egipto, Iraq, Arabia Saudita y la Liga Arabe en su conjunto) [2] y también por otros actores como Irán, Grecia y Chipre.
Ambos documentos han brindado las bases para la cooperación y realización de importantes transacciones entre las respectivas industrias bélicas; el intercambio de personal militar y especialmente de miembros de sus fuerzas aéreas; acceso bilateral a bases navales y aéreas particularmente en momentos de crisis, incluyendo la posibilidad de realizar acciones coordinadas; celebración de conversaciones estratégicas semestrales de alto nivel, y también para dar continuidad al intercambio de información secreta bilateral estipulado en el Acuerdo Secreto de Seguridad del 31 de marzo de 1994, [3] incrementando considerablemente la cooperación en materia de inteligencia y contrainteligencia sobre temas neurálgicos respectivos: movimientos islámicos, organizaciones palestinas, organizaciones kurdas, etcétera.
Con ello se ha facilitado que los pilotos israelíes puedan probar sus modelos avanzados y algún que otro equipo militar en el mucho mayor espacio aéreo que ofrece Turquía,[4] lo que ha generado inmediatamente fuertes presiones de índole estratégica y obvias preocupaciones en países fronterizos como Siria, Iraq e Irán, ya que los israelíes están entonces en condiciones de incrementar sus labores de espionaje electrónico sobre esos territorios, y de aumentar su potencial para la acción bélica en caso de un conflicto armado futuro. Otros acuerdos posteriores han propiciado el intercambio de delegaciones, cursos de entrenamiento diverso (como el perfeccionamiento de pilotos turcos en instalaciones avanzadas de la Fuerza Aérea Israelí, y la celebración de maniobras conjuntas navales y aéreas, en algunas de las cuales han llegado incluso a participar fuerzas estadounidenses, generando aún más preocupaciones regionales.
Turquía ha asignado un presupuesto de 150 mil millones de dólares para la modernización de sus fuerzas militares en los próximos 25 años[5] y ha acordado con Israel importantes transacciones, entre ellas: el pago de 715 millones de dólares para la modernización de 54 aviones F-4 y 800 millones para el reequipamiento de 48 aviones F-5s;[6] la modernización de aviones de combate F-16; producción conjunta de misiles de mediano alcance, del sistema de misil antibalístico HOMA y de los misiles Arrow y Delilah; así como la compra de 200 misiles Popeye I y la fabricación conjunta de misiles Popeye II.[7]
Además están en estudio otras propuestas para: establecer un sistema avanzado de comunicación satelital que les permita fortalecer los canales de intercambio de informaciones estratégicas; ventas de sistemas de alerta temprana; la modernización por parte de la Israeli Military Industries de los tanques M-60 de fabricación norteamericana que posee el ejército turco; la producción conjunta del tanque israelí Merkava ;[8] ventas de aviones no piloteados a Turquía; sustitución del fusil G-3 que emplea la infantería turca por el rifle Galileo israelí; que Turquía compre a Israel el sistema antimisil Guitar para equipar a sus helicópteros que operan principalmente en la zona del Kurdistán[9], etcétera, con lo cual Israel muestra una creciente disposición a compartir algunos de sus más sensibles secretos militares.
Asimismo se ha discutido sobre la posible compra de unos 150 helicópteros de ataque avanzados de fabricación estadounidense, pero que se tratarían de adquirir vía Israel, contribuyendo consecuentemente al intercambio estratégico trilateral Estados Unidos-Israel-Turquía.
Ello es particularmente importante en estos momentos, si se toma en cuenta el bajo nivel de transacciones militares que hoy existe entre Washington y Ankara, por lo que Israel aparece como una vía alternativa temporal para llevar adelante los planes estratégicos turcos. Según Nicole Pope: “La cooperación entre los dos países, ambos aliados de los Estados Unidos, es fuertemente apoyada por Washington. Israel tiene la tecnología apropiada para contribuir al perfeccionamiento del equipamiento militar turco, y puede, hasta cierto punto, compensar las afectaciones causadas por las presiones del Congreso y de varios lobbies que, tomando en consideración los temas de los derechos humanos y el caso chipriota, han logrado imponer casi un embargo sobre ventas de armas a Turquía.”[10]
Para Aharon Klieman, “Al Israel y Turquía clasificar separadamente como aliados estratégicos, resulta ser mucho mejor para los Estados Unidos y para la estabilidad del Mediterráneo oriental, que los dos poderes regionales estén preparados para actuar concertadamente. No es sorpresivo que la administración norteamericana haya dado su bendición a la estructura conjunta turco-israelí”.[11] Al respecto, podemos tener en cuenta la declaración del vocero del Departamento de Estado norteamericano en mayo de 1997, cuando aseveró que era un objetivo estratégico de los Estados Unidos que Turquía e Israel ampliaran sus relaciones políticas y cooperación militar.[12]
En la misma dirección se manifestaría el ex subsecretario de Estado Richard Holbrooke, cuando aseveró que: “Turquía está ubicada en la intersección de casi todos los asuntos de importancia para los Estados Unidos en el continente euroasiático, incluyendo a la OTAN, los Balcanes, Chipre, el Mar Egeo, las sanciones iraquíes, las relaciones de Rusia en el Cáucaso y el Asia Central, y las rutas de tránsito para el petróleo y gas del Cáucaso. Nuestra política refleja la continuidad de intereses de seguridad compartidos y de una intensa cooperación en seguridad”.[13]
De todas formas, Alan Makovsky parece tener razón cuando considera que “los Estados Unidos pueden más fácilmente obtener beneficios si la relación turco-israelí no lleva la etiqueta de Made in USA”. [14]
Hay que tener en cuenta además que este proceso se inserta dentro de todo un proceso de rediseño de la política exterior turca para la nueva etapa de la posguerra fría, en la cual pretende reafirmarse como poder regional firmando acuerdos de cooperación militar con vecinos tanto europeos como del Cáucaso y Asia Central, y promoviendo la formación de fuerzas pacificadoras y de intervención en su entorno: Balcanes, Cáucaso, Mar Negro y Medio Oriente.
Según quedó recogido en el Libro Blanco emitido por el Ministerio Turco de Defensa en 1998, la proyección estratégica se fundamenta en una defensiva avanzada, en la participación en mecanismos de seguridad colectiva, y en la capacidad de enfrentar cualquier amenaza interna o externa por sus propios medios. Turquía considera que debido a su posición geopolítica y geoestratégica, se encuentra en la zona más inestable, incierta e impredecible de todo el mundo, y que es un país que debe encarar retos en muchos frentes al mismo tiempo, pues ha sido testigo de numerosas transformaciones dramáticas en casi todos sus vecinos y regiones adyacentes.[15]
Para Turquía, el mayor nivel de concertación estratégica con Israel, también se desarrolla paralelamente a una creciente atmósfera de tensiones que comparte con varios países árabes, a partir de la oposición de estos frente a Ankara por su política de control sobre las aguas de la cuenca del Tigris y el Éufrates.
El desarrollo del Proyecto del Sureste de la Anatolia, Güneydogu Anadolu Projesi (GAP) [16] en el Este turco, ha sido oficialmente presentado como un inmenso esquema para el mejor control de los recursos hídricos y para el desarrollo agrícola de la zona. Sin embargo, numerosas críticas han surgido a partir de los efectos negativos que dicho proyecto tiene sobre el habitat tradicional de las poblaciones kurdas, y los menores volúmenes de agua y calidad de la misma [17] que reciben entonces Siria e Iraq, con sus consiguientes afectaciones económicas.
Turquía considera que tiene exclusividad, o al menos privilegios sobre el Éufrates y el Tigris, y que no tiene ningún tipo de obligaciones al respecto con sus vecinos ribereños. En varias ocasiones ha manifestado que los recursos hídricos de la zona son de su propiedad al igual que el petróleo es de los árabes.[18]
Para Siria, las preocupaciones a partir de estos acuerdos han sido muy grandes, pues Damasco percibe que está siendo rodeada estratégicamente por dos vecinos. Israel es considerado como el principal enemigo para los sirios, manteniéndose con total vigencia los temas conflictivos referentes al Golán, el Líbano y el proceso general de crisis y diálogo árabe-israelí. A ello se le suma ahora un antagonista por el norte, Turquía, en cuya agenda bilateral resaltan como temas estratégicos no sólo el ya mencionado respecto a los recursos hídricos de la zona, sino también un litigio territorial respecto a la provincia de Iskenderun (o Hatay)[19], posiciones antagónicas en lo referente al caso chipriota[20], así como recurrentes tensiones relacionadas con la problemática kurda, contradicciones todas que han sido expresadas no solamente en términos políticos sino también militares, con la ocasional concentración de efectivos y realización de maniobras militares por ambos países en regiones fronterizas.
Precisamente, podemos encontrar un primer gran resultado de estas nuevas presiones estratégicas sobre Damasco en la crisis escenificada entre Siria y Turquía a fines de 1998, en la cual ambos países estuvieron muy cerca de comenzar un conflicto bélico, y que se resolvió a partir de la decisión de la política siria de no brindar más residencia ni protección a Abdullah Oçalan, líder principal del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
Tradicionalmente Damasco había mostrado simpatías y brindado apoyo concreto a los militantes del PKK, principal movimiento kurdo con plataforma autonómica-independentista en Turquía. Siempre que Siria protestaba por el tema de las aguas, los turcos respondían criticando la solidaridad del país árabe con el PKK, presentando a ambos problemas como “las dos caras de una misma moneda”.[21]
Sin embargo, a fines de 1998 la presión militar y amenazas expresas por parte de Turquía no tuvieron precedentes, por lo que la política siria, luego de las mediaciones egipcia e iraní, decidió entregar la carta kurda [22] y limitar más su agenda de diferendo con Turquía al tema de los recursos hidráulicos para el cual sí puede contar con mucho mayor respaldo regional. Ello además le posibilitaría disminuir la sensación de asfixia estratégica y concentrar sus esfuerzos en la ya bien difícil situación del Líbano y de su conflicto con Israel. Según Efraim Inbar, “Assad definitivamente tiene diversas cualidades rescatables, entre ellas la cautela y su marcada habilidad para adaptarse al equilibrio de poder prevaleciente”. [23]
Los militares turcos y algunos sectores políticos cercanos a los mismos, parecieron actuar en esa ocasión inspirados en su creciente relación estratégica con Israel, pero también interesados en marcar una posición distinta y rectificar definitivamente, varias de las proyecciones internas y exteriores impulsadas por el gobierno de Necmettin Erbakan durante su año de mandato,[24] -que fueron consideradas como proislámicas y valoradas de “excesivas”-, y además siguiendo al pie de la letra las directivas contenidas en el National Security Paper del 31 de octubre de 1997 promulgado por el Consejo de Seguridad Nacional (MGK)[25], en el cual se explicitó el firme propósito de enfrentar a las dos principales amenazas a la seguridad nacional del país: el PKK y el movimiento islámico, junto a sus respectivos apoyos externos.
Habría que tener en cuenta que, ante las inclinaciones de Erbakan, los militares turcos primeramente lo obligaron a cumplir e incluso a ampliar los temas acordados con Israel, [26] y luego maniobraron internamente para cambiar el curso de los acontecimientos y desplazarlo de la cúpula del poder. “Las políticas de Erbakan causaron una preocupación considerable en el país y entraron en conflicto con los dos principales actores en materia de política exterior y seguridad: el Ministerio de Asuntos Exteriores y los militares.”[27]
En lo que se refiere al factor kurdo, el caso Oçalan ha tenido enorme repercusión internacional, pues luego de su expulsión de Siria comenzó un difícil periplo que lo llevó a Rusia, Italia y Grecia, culminando con su arresto mientras se escondía en la Embajada griega en Kenia. En la operación de captura parece haber existido coordinación entre los servicios especiales israelíes y turcos, e hipotéticamente pudiera igualmente pensarse en algún tipo de complicidad por la parte griega, pues al proteger a medias a Oçalan, fabricó un importante gesto político frente a Turquía que marcó el inicio de un acelerado proceso de reacercamiento bilateral durante 1999-2000.
Hasta comienzos del 2001, la política turca ha manejado con bastante habilidad el caso Oçalan, pues aunque ha sido condenado a muerte, su ejecución se ha pospuesto en aras de lograr una mejor imagen en su agenda de política interna y de derechos humanos, especialmente frente a las presiones, críticas y exigencias de la Unión Europea (a la que aspira ingresar), así como para intentar neutralizar por completo al movimiento kurdo a partir de las exhortaciones al diálogo y al cese de la lucha armada por parte de su máximo líder tradicional encarcelado.
Para Iraq las concertaciones turco-israelíes han sido igualmente preocupantes. A Bagdad le preocupa que los israelíes estén en mejores condiciones de efectuar operaciones de inteligencia desde territorio turco, y además puedan desde allí emprender acciones aéreas contra objetivos e instalaciones en el país.
Además se suman a esta lista, constantes temas neurálgicos de su relación con Turquía como son los ya mencionados del agua y el factor kurdo.
Diversas fuentes han dado a conocer que los israelíes tienen asesores permanentemente laborando en poblados turcos cercanos a la frontera con Iraq, y que han suministrado armamentos, minas, alambradas y equipos de vigilancia electrónica en estos territorios para contribuir a las acciones contra los grupos del PKK principalmente.[28] Ambas partes han mantenido su tradicional intercambio de información respecto a las actividades del PKK y de la OLP, el cual se ha intensificado a partir del año 1994, e incluso se ha dado a conocer que expertos israelíes han desempeñado un importante papel de planificación y asesoría durante algunas de las incursiones militares turcas en territorio iraquí ocurridas a partir de marzo de 1995.
Turquía fue un país clave desde el cual se efectuaron diversas acciones militares contra Iraq durante la Guerra del Golfo, y desde donde se han seguido desarrollando acciones de vigilancia y supervisión durante todos los años de la posguerra. Las ocasionales incursiones militares del ejército turco contra guerrillas kurdas que se retiran hacia, o cuentan con su retaguardia estratégica en territorio iraquí, siempre han sido denunciadas por Bagdad como una violación abierta a su soberanía nacional, aunque el poder central iraquí también esté interesado en el debilitamiento del factor kurdo y en ello pueda encontrar un factor de coincidencia con Ankara.[29]
Paralelamente a ello, Iraq mantiene altas preocupaciones sobre los intereses de la política turca de influir en el movimiento kurdo iraquí y sus no desaparecidas pretensiones sobre las ricas regiones petroleras de Mossul y Kirkuk. Al respecto merece recordarse el acercamiento experimentado por Turquía hacia organizaciones kurdas iraquíes durante los momentos de crisis y guerra, en los cuales se levantaba la hipótesis de una posible división del territorio iraquí, o una fecha más cercanas como mayo de 1995, cuando el presidente Demirel aseveró que la frontera con Iraq era incorrecta y debía ser rectificada.[30]
Pero también Turquía e Iraq encuentran elementos atractivos para el desarrollo de sus relaciones bilaterales, especialmente en temas ligados al intercambio comercial y al perspectivo restablecimiento total de la actividad de exportación petrolera iraquí a través de los dos oleoductos que atraviesan el territorio turco hasta puertos en el Mediterráneo.
La República Islámica de Irán también ha criticado fuertemente el acercamiento estratégico entre Israel y Turquía, pues con el primer país tiene fuertes contradicciones y con el segundo presenta muchos altibajos en sus relaciones.
A Teherán le preocupa que Israel gane una posición de avanzada y pueda realizar operaciones de espionaje e incluso golpear con su aviación a instalaciones de importancia económica, militar o nuclear en su territorio,[31] pues desde el punto de vista político-ideológico y estratégico el antagonismo sigue siendo muy marcado. Irán continúa oponiéndose al proceso de paz medioriental y expresando sus simpatías por algunos movimientos de base islámica en la zona, aspectos que son vistos con preocupación por Israel. A ello se suma la fuerte campaña israelí por presentar a Irán como la principal amenaza para la seguridad de toda la región y llamar constantemente la atención sobre cualquier avance real o hipotético del programa bélico iraní, particularmente a lo relacionado con programas de armas químicas, bacteriológicas y nucleares, y de desarrollo de portadores aéreos y coheteriles.
En lo que se refiere a la relación con Turquía, Teherán ha criticado a Ankara por algunas incursiones en su territorio, por violar contratos para la venta de gas iraní,[32] y por favorecer en muchos casos la exclusión de Irán dentro de las nuevas discusiones y negociaciones para el establecimiento de redes exportadoras de los energéticos del Cáucaso y del Asia Central. Por su parte, Turquía ha acusado a Irán de ser el responsable de las ocasionales tensiones político-diplomáticas a partir de su apoyo al movimiento islámico y a la guerrilla kurda, cargos que Irán insiste en rechazar. No obstante, en sus mejores momentos, ambas partes han logrado firmar algunos acuerdos para el incremento de la actividad comercial y adoptado compromisos en materia de seguridad.
Además del aspecto de la cooperación militar entre Israel y Turquía, que ha sido al cual más atención se le ha prestado, también las relaciones económicas bilaterales han florecido tanto con la firma de un Tratado de Libre Comercio [33], como con el impulso brindado por el sector privado de ambos países, calculándose que en el año 2000 las transacciones comerciales alcanzarían los 2 mil millones de dólares,[34] por mucho, el mayor volumen comercial entre dos países del Medio Oriente. Otras esferas de cooperación acordadas tocan temas de educación, ciencia, cultura, medioambiente, telecomunicaciones, lucha antinarcóticos, salud, agricultura, regulaciones aduaneras y protección de inversiones.
Los capitales israelíes no solamente se han mostrado interesados en el gran mercado turco, sino que se han lanzado también a la promoción de inversiones conjuntas en la región del Asia Central, fortaleciendo con ello los esfuerzos israelíes desde comienzos de los 90 hacia esta zona. Israel estableció relaciones diplomáticas y comerciales entre 1992 y 1993 con los cinco nuevos Estados del Asia Central y con Azeirbaidjan en el Cáucaso, llamando la atención en todos los casos la asesoría e inversiones en materia agrícola, agroindustrial, transferencia tecnológica, y proyectos para la explotación de yacimientos de petróleo y gas, e incluyendo en el caso azeirbaidjano el suministro de armas junto con Turquía.[35]
Para Israel existen al menos otras dos consideraciones de índole estratégica que lo impulsan a seguir desarrollando esta política hacia Ankara: la primera es la necesidad de la economía israelí de encontrar fuentes alternativas de suministros de agua.[36] Es bien conocido que una buena parte de la agricultura e infraestructura israelí en la actualidad emplea recursos hidráulicos de zonas en disputa, cuyo ejemplo más claro es el caso del Golán, [37] y que tales suministros pudieran verse alterados en la misma medida en que avanzara algún proceso negociador con Siria. Al respecto se han discutido planes para el suministro de agua procedente de ríos turcos a Israel, ya sea mediante la construcción de acueductos submarinos, canales, buques cisternas o mediante la transportación marítima de bolsones gigantes. Pero también existen otras propuestas que incluirían compromisos tripartitos para al mismo tiempo en que Israel mantenga un acceso a las aguas del Golán, Turquía garantice el suministro de recursos hídricos para la economía y agricultura siria.
La segunda, es la necesidad de la economía israelí de contar con fuentes energéticas alternativas, por lo que para Tel Aviv sería conveniente también garantizar algún tipo de acceso a los flujos de exportaciones energéticas que crecientemente se irán generando desde las regiones del Cáucaso y del Asia Central hacia la economía mundial, vía Turquía.
Es obvio que Turquía quiere optimizar su posición geográfica clave y trata de que el mayor número de las nuevas rutas de comercialización de energéticos procedentes de estas prometedoras regiones hacia el gran mercado europeo, pasen por su territorio. Hasta la actualidad, la mayor parte de los capitales internacionales, y especialmente norteamericanos, han favorecido los planes turcos en detrimento de otras alternativas regionales,[38] por lo que puede pensarse que las nuevas estrategias encaminadas al control de estas ricas áreas productoras de petróleo y gas, pueden tener un importante complemento en la creciente concertación de proyecciones turcas e israelíes para la zona.
Otro factor que ha contribuido notablemente al desarrollo de relaciones entre Turquía e Israel ha sido la comunidad judía mundial, especialmente la radicada en Estados Unidos. Por ejemplo, el Jewish National Congress ha tenido contactos directos con los sectores del poder en Turquía con vistas a incrementar la actividad comercial del país. Importantes representantes de la comunidad judía norteamericana, tanto con presencia congresional, como con participación en altos cargos del poder ejecutivo, ven positivamente el establecimiento de vínculos más fuertes y variados entre Israel y Turquía. “En síntesis, ellos desean establecer relaciones entre Ankara y Tel Aviv, semejantes a las que existen entre Tel Aviv y Washington”.[39] Tal como ha señalado el profesor Barry Rubin: “Israel apoya a Turquía a través de sus propias influencias en Washington.”[40]
Es evidente que por la parte turca, los sectores militares y de seguridad han sido los que más han impulsado este acercamiento estratégico con Israel, aunque el mismo haya tenido determinadas implicaciones negativas para la proyección turca hacia el mundo árabe-islámico, pues aunque el acercamiento parece haberse comenzado a gestar desde la época del gobierno de Rabin, se empezó a materializar y ampliar efectivamente durante los años del gobierno de Netanyahu, responsable del congelamiento del proceso de diálogo regional. Según Alain Gresh: “Contrario al punto de vista en el mundo árabe y en Damasco en particular, el ímpetu para la alianza entre los dos países no provino de Israel, sino de los generales turcos.”[41]
Aunque Turquía fue el primer país musulmán en reconocer a Israel en 1948 y desarrollar a partir de entonces relaciones cordiales, Ankara se mostró durante años favorable al proceso de paz medioriental, respaldó la posición árabe y palestina (especialmente después de la guerra de 1973 y del embargo petrolero árabe), siendo también uno de los primeros Estados en reconocer la Declaración de Independencia del Consejo Nacional Palestino en 1988.
Durante los últimos años, no sin altos y bajos, Turquía mostró ciertos avances en su nivel de interacción regional. Propuestas periódicamente reiteradas como la del “Acueducto para la Paz”, o la mayor intensidad de intercambios políticos, y de firmas de acuerdos económicos y comerciales con el mundo islámico experimentados por el gobierno de Erbakan, apuntaban en esa dirección. Puede decirse que incluso Turquía esperó a que se mostrara un avance palpable en el proceso de paz medioriental, antes de concretar un acercamiento estratégico con Israel.[42] No obstante, su proyección sigue siendo vista con dudas y escepticismo por sus vecinos regionales, pues de cualquier manera, la gran mayoría de todos los analistas están de acuerdo en que la cooperación bélica entre Israel y Turquía es la más importante relación militar de toda la región del Medio Oriente hoy.
Para Klieman, la relación turco-israelí “está basada en la lógica obligada de la geopolítica contemporánea del equilibrio de poderes, y tiene como premisa un amplio número de intereses bilaterales y regionales –mutuos, concurrentes y complementarios (...) en estas disputas están presentes técnicas tradicionales para el equilibrio de poder e influencia, tales como la carrera bélica y la disuasión convencional, las disputas territoriales y la guerra de recursos naturales, rivalidades comerciales, dinámicas de alianzas y contraalianzas, así como un repertorio de prácticas de divide y domina, dirigidas al debilitamiento de un oponente o bloque opositor”.[43]
En sentido semejante se inclina Gresh cuando opina que: “El Medio Oriente de hoy tiene poco que ver con el concepto de un Nuevo Medio Oriente promulgado por Peres, donde la cooperación regional remplazaría a la competencia política. Los principales protagonistas en la zona ya han entendido esto y están desarrollando nuevas estrategias basadas en viejos preceptos sobre guerra y diplomacia, equilibrio de poderes y alianzas militares.”[44]
Sin embargo, paralelamente al avance táctico de esta relación, han surgido otras contradicciones que en muchos casos son muestra del alcance más limitado de la misma.
Los propios militares turcos han expresado su preocupación respecto a que la relación militar y de inteligencia podrá perder gran parte de su significado en un escenario futuro de acercamiento entre Siria e Israel, por ejemplo. Y han sido precisamente altos funcionarios militares los que propusieron un congelamiento de la relación estratégica con Israel a partir del desarrollo de la llamada “Intifada al –Aqsa” desde septiembre del 2000, haciendo evidente la necesidad del interés nacional turco en cultivar también sus relaciones con los otros países de la región medioriental.
Este cierto enfriamiento de la relación estratégica turco israelí experimentado a fines del 2000 y a comienzos del 2001, fue incluso reconocido por la Liga Árabe, la que en su reunión de cancilleres del mes de marzo consideró como positivo:[45]
a) La cancelación del acuerdo para la modernización de tanques de guerra turcos por parte de Israel.
b) Las críticas de la prensa turca contra los excesos represivos israelíes y la consideración de la cancillería turca de que el empleo de armas en los lugares sagrados es humillante para los musulmanes turcos y del mundo.
c) La cancelación de intercambios de visitas militares y posposición de maniobras conjuntas.
No obstante, la diplomacia árabe exhortó a mantenerse cautelosa y dar seguimiento a esta relación preocupante para la seguridad nacional de varios países de la zona, insistiendo en las graves implicaciones regionales del tema del agua y los planes turcos al respecto.
III
Sin lugar a dudas, uno de los acontecimientos más importantes observados en la región de la Península Arábiga y el Golfo Pérsico durante los últimos años, ha sido el creciente acercamiento entre la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudita.
Este proceso escenificado entre dos de los actores de mayor peso regional, no sólo comienza a tener notables implicaciones dentro de las dinámicas políticas y estratégicas locales, sino que incluso llega a tener un impacto internacional, si tomamos como ejemplo el peso que pueden ejercer ambos productores de energéticos sobre las tendencias más actuales del mercado mundial.
Llama la atención que tal acelerado acercamiento bilateral, ocurra luego de casi 20 años de marcados antagonismos de variado contenido ideológico, religioso, nacionalista y de poder, que en muchas ocasiones fueron concebidos como elementos para la incompatibilidad bilateral perpetua. Sin embargo, una vez más queda demostrado que una agenda antagónica puede ser reformada en determinada coyuntura y dar lugar a espacios conciliadores y de planificación estratégica, política y económica, mutuamente ventajosos, aunque con variadas implicaciones y necesarios reajustes tanto propios, como sobre otros actores y dinámicas. Según palabras del presidente iraní Mohammed Khatamí, “la política de distensión de Irán ha creado una muy buena atmósfera en el mundo y la región, particularmente entre nosotros y Arabia Saudita. Nos movemos hacia una mayor cordialidad, cooperación y amistad cada día. Tenemos que aprovechar esta atmósfera para hacer avanzar y fortalecer nuestros lazos bilaterales”. [46]
Años de mutuo cuestionamiento ideológico y filosófico, de constantes campañas propagandísticas, de influencia iraní sobre las comunidades shiitas del Este saudí, de contradicciones en política petrolera, de crisis con las peregrinaciones iraníes durante el mes del hajj, de financiamiento saudita al esfuerzo bélico iraquí en su guerra contra Irán, de fortalecimiento de relaciones militares entre Riyadh y Washington, y de sospechas aún por dilucidar respecto al desarrollo de acciones violentas contra instalaciones militares norteamericanas en territorio saudita, parecen ahora ir siendo superados paulatinamente en una nueva etapa de mayor comunicación bilateral.
El acontecimiento más representativo del acercamiento irano-saudita lo constituyó la visita de cinco días del presidente Khatamí al reino en mayo de 1999, durante una gira regional que también comprendiera a Siria y Qatar [47]. Esta fue la primera ocasión en que un presidente iraní viaja a Arabia Saudita desde 1979. Tal encuentro llamó la atención además por haber puesto a un lado los elementos más álgidos de la agenda bilateral tradicional, haciendo énfasis por el contrario en temas de interés común, especialmente en materia de seguridad regional, solidaridad islámica, cooperación económica y coordinación de políticas e influencia sobre el mercado mundial de energéticos.[48]
Esta histórica visita, había sido precedida por la asistencia del príncipe heredero saudita Abdullah Ibn Abdelaziz, a la reunión cumbre de la Conferencia Islámica celebrada en Teherán en 1998; por la visita del canciller Saud Al Faysal a Teherán en mayo de 1998 cuando firmaron amplios acuerdos de cooperación en materia económica, comercial, cultural y científico-técnica,[49] por la visita del canciller Karrazí a Riyadh (marzo 1999); y por el viaje a Teherán del ministro de Defensa saudí Sultán Ibn Abdelaziz y su encuentro con todas las más altas figuras de la dirección política iraní en el mes de mayo. En esa ocasión la parte iraní, además de sugerir ideas para la elaboración de nuevos planes de seguridad regional, llegó incluso a proponer un pacto militar bilateral mediante el cual Irán ofrecía sus capacidades defensivas al reino con vistas a la construcción de una fuerza única de defensa en el mundo musulmán, idea que fue considerada como “aún prematura” por los sauditas: “Hemos tenido un comienzo bueno y positivo, y debemos movernos primero hacia la cooperación cultural y económica. La colaboración militar no es fácil para dos países que no tuvieron vínculos durante años.”[50]
En la esfera militar, si bien es cierto que aún no se ha logrado ningún acuerdo de cooperación notable entre las dos partes,[51] sí parece ser que ambos actores desean adoptar una posición más conciliadora, y a partir de la distensión bilateral, ir paulatinamente disminuyendo la atmósfera de desconfianza en la zona, e incidir de alguna manera en los modelos respectivos de seguridad nacional y regional. Un punto clave sería la desaceleración de la carrera armamentista prevaleciente en la región, que sigue siendo altamente costosa para todos.[52]
Al respecto fueron muy notables las declaraciones del príncipe heredero saudita cuando llegó a defender incluso el derecho iraní a desarrollar su programa bélico, dando un cambio radical a las interpretaciones predominantes -en buena medida expresadas por actores tales como los Estados Unidos, Israel y con un cierto eco regional- respecto a la supuesta amenaza bélica iraní que se genera a partir de su programa de reconstrucción bélica de los últimos 10 años. Según Abdullah Ibn Abdelaziz: “Irán tiene todo el derecho a desarrollar sus capacidades defensivas para su seguridad sin lastimar o dañar los derechos de otros. Nosotros también hacemos lo mismo. Todos los países siguen la misma política, por eso ¿Por qué solamente se señala a Irán sin mencionar a otros? ¿Por qué no se indaga respecto al armamento israelí y su programa ilimitado de desarrollo de armas?[53] Y para no dejar dudas respecto a la importancia de la cooperación en esta materia también afirmó que: “La seguridad de Irán significa la seguridad de Arabia Saudita y viceversa.”[54]
De cualquier manera, si definitivamente se logra algún nuevo acuerdo bilateral futuro en la esfera militar, es casi seguro que el mismo no interferirá con los tratados vigentes entre el reino y varias potencias occidentales. Hasta el momento los sauditas han dependido de varios niveles estratégicos para su defensa en los años 90: el entorno regional inmediato -es decir los acuerdos con las otras monarquías miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG)-, la poco activa, pero aún vigente Declaración de Damasco donde participan además Siria y Egipto, y los diversos acuerdos militares firmados con los Estados Unidos y otras potencias militares.
Este marco múltiple de seguridad parecería en estos momentos intentar ser perfeccionado con una cierta neutralización del antagonismo potencial que pudiera provenir de Irán, explorando nuevas formas complementarias, pero no sustitutivas dentro del diseño de seguridad nacional saudí.[55]
Probablemente los sauditas no solamente estén aprovechando los mensajes reiterados de tono conciliador que han sido generados por Teherán desde los años de la presidencia de Hashemi Rafsanjaní, y en los cuales la administración de Khatamí[56] ha insistido muy notablemente a partir de 1997, sino que Riyadh puede estar tomando una rápida iniciativa conciliatoria concreta a partir de los primeros indicios de un desmontaje estadounidense de su ineficiente política de “doble contención” hacia el Golfo, cuya pieza central será el futuro reacercamiento de Washington con Irán.
El proceso de entendimiento y cooperación entre Irán y Arabia Saudita ha tenido varias repercusiones en materia de política regional, siendo de las más importantes el rechazo expresado por los Emiratos Árabes Unidos, y el deterioro, al menos temporal, de la tendencia distensiva entre Irán e Iraq.
Esta reconciliación saudita con Irán, luego de años de contradicciones y sospechas mutuas generó una fuerte respuesta por parte de los Emiratos, aún inmersos en una estancada disputa territorial con Irán respecto a la jurisdicción sobre tres islas del Golfo: Abu Musa, Tumb Mayor y Tumb Menor. El canciller de los Emiratos Arabes Unidos, Abdullah Al Nuaymi expresó que la reconciliación con Irán se estaba haciendo a expensas de su país, y que si un miembro del CCG actuaba por su cuenta y rompía la solidaridad del grupo, los Emiratos también dejarían de cumplir con sus respectivos compromisos. Añadió que se estaba enviando una señal equivocada a Irán, al hacerle creer que podría mantener la ocupación de las islas con total impunidad.[57]
Estas islas fueron ocupadas por Irán en 1971 durante tiempos de la monarquía Pahleví, luego de la retirada británica de la zona y un poco antes de la independencia de los Emiratos Árabes Unidos. Hasta hoy Irán sigue reclamando su total soberanía y fortalece su control práctico sobre las mismas, aunque se declara dispuesto a negociar y a “eliminar cualquier malentendido”. Los Emiratos rechazan la “ocupación” de las islas y presentan reclamaciones basadas en documentación generada durante los últimos tiempos de la presencia colonial británica, y en la cual se proponían regímenes de administración compartida.
En los últimos años, el CCG ha reiterado su posición de defensa a los reclamos soberanos de los Emiratos y ha exhortado a la solución pacífica, ya sea por el diálogo bilateral o mediante la presentación del caso a arbitraje internacional; pero en la nueva coyuntura surgieron inmediatas reacciones respecto a la incertidumbre generada por el cambio de actitud y la conciliación. Habría que recordar que el CCG fue creado en 1981 precisamente como instrumento de cooperación regional defensivo frente a Irán y en momentos que se desarrollaba la guerra irano-iraquí.
El fuerte enfrentamiento verbal entre los Emiratos y Arabia Saudita [58] no llevó a crisis mayores, pero sí fue un indicador más de las diversas fracturas que existen dentro del CCG. No obstante, se dieron a conocer nuevos compromisos diplomáticos: la propia Arabia Saudita se ofreció a mediar en la disputa en un gesto que fue reconocido positivamente por Teherán, mientras que el CCG se mostró favorable a una solución negociada del diferendo y decidió dar un nuevo paso a tales efectos con la creación de un comité especial ad hoc.
En cualquier escenario futuro, la diplomacia iraní tendrá que ceder en su actual posición y llegar a un nuevo compromiso respecto a las islas, si quiere efectivamente alcanzar una mayor armonía y construir un marco de confianza y cooperación en sus relaciones con sus vecinos meridionales. Irán ha fortalecido notablemente sus vínculos con las otras monarquías del Golfo durante los años 90, incluso a principios de 1999 restableció vínculos diplomáticos con Bahrein, país con el que ha tenido relaciones tradicionalmente tensas a partir de la mayoritaria población shiita que habita el mismo.
Según han opinado algunas fuentes, además de diversos problemas no muy divulgados entre Arabia Saudita y Emiratos respecto a temas fronterizos y financieros, también el tema de Iraq se agrega en estas tensiones y disputas, ya que “el apoyo de Abu Dhabi a la rehabilitación iraquí es la antítesis del enfoque presentado por Riyadh. Una razón primordial por la que los Emiratos favorecen la reconciliación entre Iraq y los Estados del Golfo es para limitar el poder de Irán en la región, mientras que la distensión de Arabia Saudita con Teherán no es lejana al interés de hacer causa conjunta contra su vecino común”.[59]
Curiosamente, las relaciones irano-iraquíes, que venían experimentando una marcada tendencia distensiva en los últimos años, comenzaron a mostrar signos nuevamente críticos al mismo tiempo en que ha ido avanzando este acercamiento entre Irán y Arabia Saudita. Particularmente a partir de la visita de Khatamí al reino, los medios de prensa iraquíes subieron notablemente el tono de su retórica contra Teherán.
La agenda negociadora irano-iraquí, en cierta medida propiciada por el aislamiento de ambos actores regionales a partir de la política norteamericana de la “doble contención”, había comenzado expresamente desde 1994 luego de una propuesta en tal sentido del propio presidente iraquí. En años posteriores comprendió: la creación de comisiones (1995) para proseguir con el intercambio de prisioneros e información sobre soldados desaparecidos durante el conflicto bélico entre Irán e Iraq; el acuerdo para que peregrinos iraníes viajen a las ciudades sagradas shiitas en Iraq (1997); la visita del canciller iraquí a Teherán en 1998, ocasión en la cual la figura máxima de la política exterior iraní declaró que: “Iraq seguirá siendo un país hermano y amistoso. Nuestras diferencias actuales podrán ser solventadas más tarde o más temprano”[60] ; así como la firma de varios convenios para el incremento de la actividad comercial, la que ha venido incrementándose desde 1997, especialmente a través del paso fronterizo de Munthiriya-Khursaw.[61]
Tales iniciativas y juicios contrastan notablemente con la situación experimentada durante varios meses de 1999 e inicios del 2000, pues a las tensiones verbales, se les sumó una ola de atentados en Irán (perpetrados por los Mujahedin-e Khalq apoyados y asentados en Iraq), así como el asesinato del vicejefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas iraníes Sayyed Shirazi, hechos que fueron respondidos por Irán con el lanzamiento de tres misiles contra el campamento militar de Ashraf[62] (utilizado por dicha organización) y con un fuerte verbo de advertencia en cada ocasión. Igualmente se piensa que Teherán puede haber estado detrás de un atentado perpetrado contra un vehículo en Bagdad, en el cual murieron varios miembros de la mencionada agrupación opositora.
Iraq condenó los ataques iraníes y advirtió respecto a las posibles consecuencias negativas futuras, mientras que Teherán acusó a Iraq de brindar apoyo a la oposición armada iraní y defendió su derecho a responder.
Las tensiones se incrementaron aún más, luego del discurso del presidente iraquí a principios de agosto de 1999, en ocasión del noveno aniversario de la ocupación de Kuwait, en el cual acusó a Irán de aún mantener y maltratar a prisioneros de guerra iraquíes,[63] responsabilizó a Teherán por los ocho años de guerra y su impacto negativo en la economía iraquí, y consideró que había sido un error haber enviado la aviación iraquí[64] a resguardo en territorio del país vecino, al iniciarse el ataque de las fuerzas de la coalición dirigidas por los Estados Unidos en 1991.
En los meses de agosto y septiembre los medios noticiosos iraquíes dieron a conocer el arresto de infiltrados desde Irán, la captura de espías iraníes, e incluso trataron de entorpecer el actual acercamiento de Irán con las monarquías del Golfo apoyando a la posición de Emiratos en su diferendo con Teherán, y llegando a asegurar por ejemplo, que Irán había secretamente apoyado la invasión iraquí de Kuwait en 1990. La prensa iraní también respondió insistiendo en el tema de los prisioneros de guerra y criticando al régimen iraquí y a Saddam Hussein por las penurias a las que ha sometido a su pueblo.
Irán por su parte también brinda apoyo a algunos elementos de la oposición antiiraquí, lo que es crecientemente preocupante para Bagdad, especialmente en momentos de acercamiento irano-saudita, pues por ejemplo, según declaraciones de Hamed Al Bayati, representante en Londres del SAIRI (Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Iraq), “Arabia Saudita está brindando apoyo moral, informacional y político a los opositores al presidente iraquí Saddam Hussein, no así militar ni financiero; aunque el SAIRI no rechazaría ninguna oferta de apoyo en instalaciones militares por parte de Arabia Saudita o de cualquier otro país de la región que le permitiera establecer campamentos de entrenamiento y desarrollar ataques fronterizos”.[65] De hecho, el principal líder de este grupo con sede en Irán, Sayyed Mohammed Baker Al Hakim, ha estado visitando el reino saudí periódicamente a invitación del príncipe a la corona Abdullah Ibn Abdelaziz.
Otro tema importante que sirvió para mostrar los reajustes de políticas entre Riyadh y Teherán, fue la crisis de 1998 entre Irán y Afganistán que casi desembocó en enfrentamiento bélico, a raíz de las ofensivas talibanas contra regiones de población shiitas y del encarcelamiento y ejecución de ciudadanos y diplomáticos iraníes, presentes en esas regiones septentrionales, hasta entonces sin control del gobierno central. A pesar de que Arabia Saudita es uno de los tres únicos países que reconoce al Emirato Islámico de Afganistán y ha sido apoyo fundamental del mismo, en esa ocasión optó por el enfriamiento diplomático retirando a su representante en Kabul, y expulsando al encargado de negocios afgano, anunciando que se actuaba “en correspondencia con el interés nacional”.[66]
En materia petrolera, la cooperación saudita-iraní incluso rindió importantes resultados en años recientes, aunque generalmente ambos países han tenido posiciones divergentes dentro de la OPEP.
Durante 1999 fue trascendental el acuerdo de ambos para reducir sus cuotas de producción y elevar los bajos precios de los últimos tiempos, así como las presiones y concertaciones que lograron a tales efectos, con otros importantes productores de energéticos, miembros y no miembros de la OPEP.[67] Con esta política enunciada en marzo de 1999 en un comunicado conjunto irano-saudí, y acordada por la OPEP en su reunión de ese mismo mes, se logró disminuir la oferta de energéticos en el mercado mundial y se alcanzó una notable recuperación de los precios, resultado atractivo para los productores y decisivo para las economías iraní y saudita que habían registrado enormes déficit en años anteriores.[68]
En septiembre de 1999, al mismo tiempo en que los precios mostraban una notable recuperación al alcanzar los mayores niveles de los últimos años, ambos países señalaron su interés por ocupar la secretaría general de la OPEP, en lo que algunos comentaron de manera apresurada que podría generar nuevas tensiones entre ambos actores y entorpecer su reciente acercamiento. Irán insistió en que solamente había podido presidir la organización en los primeros años de su fundación, a pesar de su peso enorme dentro del mercado de energéticos mundiales. No obstante, en medio de esta competencia por el puesto supremo de la OPEP, ambos hicieron una propuesta que nuevamente fue representativa del alto nivel de coordinación y acercamiento que las dos partes están experimentando: que sus dos candidatos fueran electos de manera conjunta para presidir la organización por un período de tres años.
Esta sugerencia tomó por sorpresa a expertos y miembros de la OPEP, cuya carta regula la elección de un solo secretario general por aprobación unánime de sus miembros. La reunión 108 de la organización celebrada en septiembre decidió mantener al Dr. Rilwanu Lukman como su secretario general hasta que se acordara más adelante la designación de una nueva figura, con lo cual se evitaron crisis de mayor envergadura en un momento de auge de la estrategia colectiva y se ganaba más tiempo para consultas, concertaciones y acuerdos.[69]
Frente a la notable elevación de los precios del crudo, que llegaron a sobrepasar los 30 dólares en los primeros dos meses del año 2000, se desarrollaron posiciones totalmente contrapuestas. Por un lado Arabia Saudita accediendo a las peticiones de la economía estadounidense y de otros grandes importadores, se mostraba más favorable a un incremento de las cuotas de producción, mientras que Irán (junto a otros productores como Libia y Argelia), se manifestó en contra de cualquier aumento drástico de los niveles de producción, considerando el incremento de precios era puramente coyuntural y obedecía a maniobras especulativas, a problemas estructurales de algunas economías importadoras, especialmente de la norteamericana, y no eran resultado de una carencia en la oferta internacional de crudos.
No obstante, a principios de marzo también ocurrió una nueva coordinación de políticas entre los dos países cuando Riyadh y Teherán consideraron en un comunicado oficial conjunto que el incremento de los precios y su volatilidad no favorecía a largo plazo ni a productores ni a consumidores, y acordaron propiciar ajustes entre todos los productores tanto miembros como no miembros de la OPEP, mediante el aumento de los suministros en el momento adecuado en aras de una estabilidad del mercado y del crecimiento de la economía mundial.[70]
A lo largo del 2000, la OPEP en definitiva aumentó en cinco ocasiones su cuota global de producción, política que se impuso a pesar de la oposición iraní y de los otros miembros de la organización considerados como “halcones”. Es sólo durante la 114 reunión de la organización en marzo del 2001 en que la OPEP acuerda reducir su producción en un millón de barriles diarios.
A pesar de estas contradicciones en política petrolera, la relación bilateral siguió dando muestras de fortalecimiento en diversas esferas durante la etapa 2000-2001, siendo el hecho más significativo, la firma en abril del 2001, y luego de dos años de discusiones, de un acuerdo de seguridad para la coordinación en la lucha contra el crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo. Este acuerdo no incluyó cooperación en materia militar.
Dentro de los muchos factores que pueden influir en el comportamiento futuro de estas relaciones, habrá que tomar en cuenta, por ejemplo, la evolución de los respectivos escenarios de política interna, tanto en Irán como en Arabia Saudita.
En el caso iraní, el ascenso a la presidencia en mayo de 1997 de una tendencia reformadora encabezada por el presidente Khatamí, ha tenido un enorme impacto en la proyección exterior del país, al mismo tiempo en que se desarrolla un debate muy fuerte entre los partidarios de esta línea –con diversos matices- y las otras tendencias de pensamiento calificadas generalmente como de “línea dura”, tanto conservadoras como radicales. Esta lucha por el poder y por llevar adelante un modelo de base islámico, pero con propuestas divergentes en los campos de la economía, la política, los derechos civiles y la estrategia exterior del proyecto nacional, obligatoriamente incide en las líneas respectivas que definitivamente toma el país, por lo que en todos los campos es lógico observar oscilaciones, avances y retrocesos.
Por ello, temas álgidos de la política exterior iraní como son las relaciones con los Estados Unidos y Occidente, la proyección internacional islámica, su agenda de seguridad regional, y en este caso, las relaciones con Arabia Saudita, podrían recibir otras influencias en el futuro a partir por ejemplo, de reacomodos y compromisos dentro del poder iraní, o a partir de algún deterioro o fortalecimiento ya sea de los reformistas o de las otras tendencias. No obstante, un esquema de cooperación económica regional, de concertaciones en temas de política y seguridad, y particularmente en el renglón de los energéticos, parecería ser un instrumento crecientemente atractivo para cualquier poder establecido en Teherán, pues le permitiría al país explotar al máximo su privilegiada ubicación geográfica y sus enormes potenciales económicos.
Para Arabia Saudita, es obvio que un escenario regional de menores tensiones y crisis puede contribuir notablemente a un menor gasto en materia de defensa y a una opción más creativa en la utilización de su inmensa renta anual, y aunque ello parecería ser la lectura más apropiada para el actual y futuro pensamiento saudí, también existen otros elementos que pudieran incidir en otra dirección. En este sentido el siempre importante tema de la transición en el reino, los diversos actores políticos, sus conocidos compromisos en la cúpula del poder, pero también sus percepciones e ideas divergentes, son un factor importante a la hora de ver el comportamiento futuro de la política exterior del reino y especialmente, su actual acercamiento con Irán.
Durante 1999 se hizo aún más notable el deterioro de la salud del monarca saudí Fahd Ibn Abdelaziz, y de hecho el príncipe a la corona Abdullah se ha estado encargando de algunos de los más importantes asuntos del reino [71]. Aunque obviamente esta transición de poderes no está exenta de tensiones e incertidumbres, en ocasiones el manejo de este tema en los medios internacionales de prensa aparece excesivamente cargado de especulaciones de corte sensacionalista.
La transición en el poder saudí tiene diversas experiencias históricas que han incluido desde la sustitución de facto de un monarca por otro, hasta el asesinato del rey Faysal en 1972 en medio de una fuerte lucha por la sucesión.
En los momentos actuales, independientemente de las conocidas diferencias existentes entre Abdullah, (príncipe heredero y jefe de la Guardia Nacional) y Sultán (ministro de Defensa con marcadas aspiraciones a alcanzar el trono en el futuro), el reino cuenta por primera vez con nuevas herramientas jurídicas que pueden favorecer la transición con un mayor grado de estabilidad.
Es útil recordar que el llamado “sistema básico de gobierno” proclamado por Fahd en 1992, se convirtió en el cuerpo legal escrito más importante generado desde la fundación del reino en 1932, y con el mismo se pretendió propiciar un mayor nivel de consulta en el proceso de toma de decisiones, buscar un nuevo equilibrio entre las tendencias tecnócratas-reformadoras y los sectores religiosos más ortodoxos representados dentro de los Ulama, y con ello lograr una perpetuidad en el poder con la menor afectación de sus bases de legitimidad religiosa y sociocultural.
Estos decretos reales, además de regular el establecimiento y funciones del Nuevo Consejo Consultivo (Majlis al Shura) prometido desde los años 50, también contemplaron varias disposiciones destinadas a regular diversas funciones administrativas, garantizar determinados derechos civiles y abordaron además el crucial tema de la sucesión real.
Un ejemplo de que las nuevas regularidades se empiezan a cumplir de acuerdo con la “ley básica” ha sido la periódica reestructuración del gabinete, lo que poco se hacía en etapas anteriores. La primera ocasión fue en 1995, y la segunda ocurrió más recientemente en junio de 1999. En el actual gabinete se mantiene un importante espacio para los representantes de tendencias reformistas favorables a la privatización y a la inversión foránea, al mismo tiempo en que se sigue dando especial atención a la alianza tradicional que existe entre la familia Saud y la familia Al-Sheikh de altísima legitimidad religiosa. Ello quedó demostrado particularmente con la designación de Saleh Al-Alsheikh como ministro de guía islámica, quien además es ministro de Justicia y Gran Mufti.[72]
Sobre el tema de la sucesión, el sistema básico de gobierno especifica que en el futuro, el nuevo rey será seleccionado en una estructura equivalente a un colegio electoral integrado por los príncipes de la familia, anulándose el derecho automático que tradicionalmente tenía el príncipe heredero de convertirse en rey. Hasta hoy, la sucesión al trono ha sido responsabilidad de los hijos de Abdelaziz, pero ahora el nuevo criterio para la selección trasciende la precedencia y se hace extensivo a los casi 500 príncipes más jóvenes, nietos del fundador de la dinastía.
Por otra parte, el rey tendrá el derecho en lo adelante a designar o incluso destituir al príncipe a la corona. Sin embargo, estas regulaciones sólo entrarán en vigor luego de que el actual heredero, Abdullah Ibn Abdelaziz se convierta en rey, pues otro edicto también proclamado por Fahd, lo reafirmó como su sustituto. De esta forma se trata de mantener un equilibrio entre la rama predominante en el poder, los Sudairis, y la minoritaria a la que pertenece Abdullah, a favor de la continuidad, la distribución de poderes y la armonía de la monarquía Saud.
No parece lógico que el ministro de Defensa Sultán Ibn Abdelaziz se incline por una variante traumática para garantizar su ascenso al trono, que resquebraje el potencial de maniobra con que cuenta el reino y que pueda facilitar el incremento de la oposición de diverso origen (hasta ahora neutralizada mediante cooptación o represión.), sino que puede perfectamente seguir aumentando su nivel de incidencia en las más importantes decisiones de la monarquía al conservar la dirección del cuerpo armado más importante del país, seguir acumulando poderes e influencias al frente del Consejo Supremo de Asuntos Islámicos creado en 1994, e incluso muy posiblemente sería nombrado oficialmente en el futuro como nuevo príncipe a la corona.
En síntesis, la relación bilateral irano-saudí ha mostrado efectivamente resultados muy importantes a corto plazo, pero se requiere más tiempo y una evolución propicia de determinados factores para que la misma pueda consolidarse como una nueva proyección de carácter estratégico en la región del Medio Oriente. Para la construcción de un nuevo marco regional menos antagónico, de mayor cooperación económica y con más sólidas garantías de seguridad, se requerirá seguir generando medidas de confianza mutua y nuevos compromisos, que incluso lleguen a incluir en el futuro al factor iraquí.
Tal como han señalado Chubin y Tripp: “Con la creciente dependencia internacional de los suministros petroleros de la región, las crecientes presiones internas a favor de los cambios y las perspectivas de un regreso de Iraq a la política regional y al mercado petrolero, ¿Sobre qué bases puede construirse la seguridad regional? La relación entre Irán y Arabia Saudita es la clave (...) las relaciones entre estos dos Estados han estado caracterizadas por la rivalidad y la desconfianza en diversos niveles. Si ello puede ser sobrepasado, dependerá en parte de las transformaciones dentro de ambos países, así como de la relación en sí misma, y es fuertemente influido por las relaciones de los dos Estados con los Estados Unidos. Estas asimetrías y prioridades discrepantes establecerán los parámetros para la cooperación en el Golfo Pérsico.” [73]
IV
A modo de observación final podríamos decir que, a pesar del alto nivel de iniciativa mostrado por los militares turcos para su acercamiento y concertación con Israel, y las ventajas ya mencionadas que ello ha brindado tanto en el plano bélico como en el económico, no puede perderse de vista que para el interés nacional turco en general, es mucho más atractivo seguir desarrollando una política “dans tous les azimut”, es decir, hacia Occidente, Medio Oriente, Cáucaso y Asia Central, que le permita aprovechar al máximo su privilegiada posición estratégica y participar de las nuevas dinámicas económicas que se generan en estas regiones -particularmente en materia de energéticos- por lo que resulta difícil imaginar que Ankara se incline en favor de la creación de un eje antagónico regional junto a Israel, y que deje a un lado los enormes beneficios inmediatos y potenciales que una política más equilibrada y multifacética le aportarían. De ahí que en buena medida, el actual acercamiento estratégico pueda tener más bien un carácter coyuntural desde la perspectiva turca, y podría ser acompañado en el futuro inmediato de otras iniciativas de política regional que ayuden a disminuir las preocupaciones al respecto, sigan abriendo espacios de intercambio y cooperación, y den prioridad a la discusión de temas neurálgicos bilateralmente, evitando la conformación de posiciones mancomunadas contra Turquía.
Es decir, en buena medida Turquía tendría condiciones para conservar su proyección Kemalista, en el sentido de rechazar la formación de alianzas para evitar así el surgimiento de contraalianzas que sean más perjudiciales para sus intereses. Su acercamiento con Israel puede ser considerado como uno de esos “ajustes dentro de la continuidad” que exhibe la política exterior turca, según el profesor Bilge Criss.[74]
Para Israel, las actuales ventajas económicas y militares en su relación con Turquía son obvias, pudiendo considerarse incluso como un factor adicional para ejercer presiones regionales por parte de la política israelí en medio de una coyuntura predominantemente antagónica. No obstante, para cualquier escenario futuro de negociación real árabe-israelí, Tel Aviv también se verá obligado a reformular el alcance de sus relaciones con Ankara. Tal como en alguna ocasión señalara Benjamin Netanyahu, esta relación constituye un eje central, pero no el único eje para un acuerdo de seguridad regional.
De hecho, varios estrategas de ambos países[75] han venido insistiendo en la necesidad de perseguir sus respectivos intereses nacionales, dando prioridad a lo político y económico, e ir disminuyendo la preponderancia de los aspectos bélicos mediante una política de “perfil bajo”, para evitar que esta relación bilateral sea percibida como amenaza tácita por parte de los otros actores regionales, insistiéndose en el discurso oficial que la misma no está basada en la hostilidad contra ningún otro país, sino que está diseñada para incrementar la paz, la estabilidad y la cooperación regional.
Según Ofra Bengio: “Ningún gobierno en Israel está preparado para hacer fracasar el proceso de paz, incluyendo la posibilidad de un acuerdo de paz con Siria, debido a su alineamiento con Turquía”.[76] Otros puntos de vista, como el de Amikam Nachmani, disminuyen considerablemente las posibilidades de formación de mecánicas de rechazo más fuertes a nivel regional: “A pesar de estos pasos, las respuestas mediorientales a las relaciones turco-israelíes han sido hasta ahora verbales, pero con muy poca acción. Las contraalianzas aún no surgen, y es dudoso que emerjan alguna vez, dada la existencia de profundas diferencias. Esto deja a los que se oponen al reacercamiento turco-israelí con muchas frustraciones, pero pocas opciones”. [77]
Respecto a las relaciones entre Arabia Saudita e Irán, una gran interrogante a dilucidar entonces, es si este acelerado acercamiento entre estos dos actores centrales de la política del Medio Oriente es puramente coyuntural, al estilo de muchas de las alianzas y contraalianzas escenificadas en la zona durante muchos años, o si puede incluir algunos ingredientes que apunten hacia una mayor durabilidad, o hacia una efectiva nueva propuesta de interacción regional.
Hoy parecería que hay elementos válidos en ambos razonamientos. Por una parte hay hechos que corresponden a una lógica de concertación y cooperación congruentes con un esquema mucho más avanzado en relaciones internacionales, más integrador, algo más equilibrado y menos antagonista, sin embargo, aún es muy prematuro pensar que la tradición de un enfoque de competencia de poderes y predominio regional –al mejor estilo de la escuela realista clásica de las relaciones internacionales- esté desapareciendo del pensamiento de los principales estrategas de la zona. Si bien es cierto que estos reacomodos estratégicos que estamos observando en este caso particular y en otros de la región medioriental, pueden efectivamente estar dando lugar a cualidades nuevas, es saludable seguir pensando que estamos inmersos en un proceso complicado y dilatado que obligatoriamente tendrá que seguir reajustándose en el futuro mediato, a partir del impacto que diversos elementos de variado carácter (internos, económicos e internacionales) puedan ejercer en estas dinámicas regionales.
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Notas
[1] La idea de la “periferia estratégica” de Ben Gurión concebía forjar relaciones estratégicas con países y minorías no árabes en el Medio Oriente y crear con ellos una infraestructura común que contribuyera a resistir las presiones del mundo árabe. En su momento fueron definidos como objetivos de tal estrategia: Etiopía, Irán, Turquía, los kurdos de Iraq, los cristianos del sur de Sudán, las tribus rebeldes del Yemen y los grupos cristianos del Líbano. Consultar a Zeev Schiff “Fifty years of Israeli security: The central role of the defense system”, The Middle East Journal, Summer, 1999 , pp.434-442.
[2] Jordania parece ser el país árabe menos preocupado por este acercamiento, y de hecho ha venido fortaleciendo sus relaciones militares con Turquía mediante el intercambio de información, análisis y perspectivas estratégicas, entrenamientos y maniobras bélicas conjuntas, etc. También está en estudio la firma de un acuerdo de libre comercio entre las dos partes. Consultar al respecto a Daniel Pipes, “The Real New Middle East”, Commentary, November 1998. “La teoría desarrollada en Amman es que el diálogo y los contactos permanentes con los turcos pueden beneficiar la estrategia jordana de paz, la que se encuentra bajo fuertes presiones de varias capitales árabes” , señalado en “Why Turkey’s embrace of Israel deals a further blow to peace”, Mideast Mirror, September 8 1998 (tomado de proquest).
[3] En: Robert Olson, “Israel and Turkey. Consolidating relations”, Middle East International, 4 April 1997, p.16
[4] Además de que al ser una topografía montañosa resulta ser ideal para ensayar golpes contra zonas muy semejantes en otros países vecinos.
[5] De los 150 mil millones, destinará 60 mil para las fuerzas terrestres, 25 mil para la marina y 65 mil para la fuerza aérea. La tercera parte serán gastos para modernización. En: Amikam Nachmani, “The Remarkable Turkish-Israeli Tie”, Middle East Forum, June 1998 (http://www.meforum.org/meq/june98/remarkable.htm)
[6] Ya a comienzos del 2000 se entregaron los primeros modelos reequipados con radares avanzados, sistemas de combate electrónico, nuevas armas y con sus estructuras fortalecidas.
[7] Los misiles Popeye son del tipo aire-tierra y aire-aire con alcances de 150 y 180 kilómetros en sus dos versiones, mientras que el Delilah es mucho más potente al tener 500 kilómetros de alcance. El proyecto para la fabricación de éste último tuvo auge especialmente durante 1998 en momentos en que se hablaba de la transferencia y posible instalación de sistemas de misiles S-300 de Rusia a Chipre. Dicho plan fue finalmente desechado, pero estuvo acompañado del episodio de la captura de dos espías israelíes que buscaban información al respecto para pasarla a los servicios de inteligencia militar turco. En esos momentos tanto Chipre como Grecia mostraron preocupación por el hecho de que en un futuro enfrentamiento con Turquía se añadiera de alguna manera el apoyo israelí, a pesar de la existencia de anteriores acuerdos de cooperación militar entre Grecia e Israel.
[8] Opción aparentemente desechada a comienzos del 2000.
[9] Datos tomados de Metehan Demir, “Turkey, Israel to co-produce long-range missiles”, Turkish Daily News, October 14, 1997 (en proquest).
[10] Nicole Pope, “Turkey’s generals behind the Israel axis”, The Middle East International, 16 May 1997, p.3
[11] Aharon Klieman, “New balance of power in the old Middle East”, The World and I, January 10, 1996 (tomado de Electric Library).
[12]En Dov Waxman, “Turkey and Israel: A new balance of power in the Middle East”, The Washington Quarterly, Winter 1999 (tomado de Lexis-Nexis)
[13] Citado en: “Greece’s enemies: Turkey, Israel and USA”, INAF News Bulletin, 22 January 2001 (http://www.inaf.gen.tr/english/newsbul/20010122.htm)
[14] Alan Makovsky, “Israeli-Turkish cooperation: Full steam ahead”, Policywatch, no.292, January 6, 1998.
[15] Sobre política exterior turca en los años de la posguerra fría consultar por ejemplo a Malik Mufti “Daring and Caution in Turkish foreign policy”, The Middle East Journal, Winter 1998, pp.32-50, y también a Joseph Leitmann and Çagri Erdem, “Turkey: benefiting from David’s army”, International Relations Journal, Winter 1997 (http://psirus.sfsu.edu/IntRel/IRJournal/Wi97/Leitmann.html)
[16] El South Eastern Anatolian Project, o GAP como es más comúnmente conocido, comprende 495 proyectos variados, 22 grandes diques, múltiples sistemas de riego y 19 plantas hidroeléctricas que se construirían en ambos ríos. El gobierno turco ha emprendido algunas obras, pero aún no ha podido encontrar financiamiento adecuado para el desarrollo del proyecto. Incluso el Banco Mundial se ha negado a otorgar financiamiento considerando las implicaciones políticas y ambientales que el GAP puede generar. En las Naciones Unidas Turquía tiene una posición absolutamente minoritaria en lo que respecta a las discusiones sobre el uso de las corrientes de ríos no navegables, pues las convenciones adoptadas protegen a los que emplean las aguas de los cauces inferiores y estipulan obligaciones para los países que disfrutan de las corrientes altas. Tanto el Éufrates como el Tigris se originan en Turquía y en sus recorridos se extienden de la siguiente manera: Éufrates 41% en Turquía, 23% en Siria y 36% en Iraq. Tigris 22% en Turquía, 77% por Iraq y sólo un 1% por Siria.
[17] Se calcula que el flujo a Siria se reducirá a la mitad y para Iraq se verá afectado en dos terceras partes. La calidad del agua se ve cada vez más afectada por el empleo de pesticidas y fertilizantes en la región de Anatolia.
[18] Para ampliar sobre el tema consultar a Shelby French, “The potential for cooperation or conflict in the Tigris-Euphrates Basin”, International Relations Journal, Spring 1995.
[19] Durante el Imperio Otomano, Iskenderun fue parte de la provincia de Aleppo. Al comenzar el mandato francés pasó a ser parte de la provincia de Beirut y posteriormente fue comprendida dentro del territorio sirio. Sin embargo, en 1937 la Liga de las Naciones decidió imponer sobre la misma un régimen administrativo especial bajo responsabilidad francesa y en 1939 París facilitó que fuera anexada a Turquía. No obstante, esta zona sigue siendo incluida en los mapas oficiales sirios. Para más datos sobre la evolución de este diferendo consultar: “The looted province: How Iskenderun slid from Syria to Turkey”, Mideast Mirror, November 10, 1998 (tomado de proquest).
[20] Siria y Grecia, por ejemplo, firmaron en 1995 un acuerdo militar mediante el cual se permite a los aviones de combate griegos, utilizar las bases aéreas sirias en caso de agudización del conflicto greco-turco por el tema de Chipre.
[21] Ob.cit. French, “The Potential for Cooperation ...” (tomado de internet).
[22] Siria y Turquía firmaron un acuerdo el 20 de octubre de 1998, en el cual se reconoció al PKK como organización terrorista y Damasco se comprometió a cerrar sus campos de entrenamiento, encarcelar a sus principales militantes, pasar la lista de nombre a los servicios especiales turcos, impedir cualquier tipo de apoyo logístico o financiero para el PKK así como el paso por su territorio de terroristas de terceros países, expulsar a Oçalan, garantizar la seguridad fronteriza, y desarrollar un constante intercambio directo a tales efectos. Ver “Syria and Turkey end standoff, reach security agreement
[23] Efraim Inbar, “Turkey deserves Israel’s support”, Jerusalem Post, 19 October 1998, p.8 (tomado de internet).
[24] Entre junio de 1996 y del 1997
[25] El MGK está encabezado por el Presidente y compuesto por el Jefe de Estado Mayor, los comandantes, el Primer Ministro y otros funcionarios civiles. Su anterior estatus de cuerpo asesor ha ido cambiando hacia un papel más central en todas las decisiones. Consultar a Lale Sariibrahimoglu, “Arming for Peace”, Jane’s Defence Weekly, August 19, 1998 (tomado de proquest) y a Ersin Kalaycioglu, “The logic of contemporary Turkish politics”, MERIA no.3, December 1997.
[26] Precisamente, una de las mayores preocupaciones expresadas por los estrategas israelíes respecto a la durabilidad de estas más estrechas relaciones, es que puedan ser afectadas en el futuro por el ascenso al poder en Turquía de tendencias proislámicas.
[27] Kemal Kirisci, “Post Cold War Turkish Security and the Middle East”, en Barry Rubin Ed. Turkish Politics and Foreign Policy, MERIA Books, December 1997 Edition. (recibido por e-mail).
[28] Consultar: Robert Olson, “PKK the target”, Middle East International, 21 February 1997, p.14
[29] Recordemos por ejemplo, que durante los años de guerra irano-iraquí, Bagdad firmó acuerdos secretos con los turcos permitiéndoles que traspasaran las fronteras en sus acciones militares contra los kurdos.
[30] Citado por Daniel Pipes, “A New Axis”, The National Interest, Winter 1997-98 (tomado de proquest).
[31] Al respecto, por ejemplo, se ha dado a conocer la existencia de la llamada “Operación Shlomo”, cuyo objetivo sería golpear instalaciones nucleares y fábricas de misiles iraníes con aviación israelí procedente de territorio turco, en alguna coyuntura que se entendiera pertinente, al estilo del ataque israelí contra el reactor nuclear iraquí de Osirak en junio de 1981.
[32] Precisamente acordados durante el período de Erbakan quien favoreció un acercamiento con Irán.
[33] Firmado en marzo de 1996 y ratificado en enero de 1997.
[34] Según Daniel Pipes, editor del The Middle East Quarterly, se ha producido un incremento notable del turismo israelí hacia Turquía que oscila entre 300 y 400 mil turistas anuales, con ingresos significativos para la economía turca ascendentes a casi 3 mil millones de dólares. Por otra parte Amikan Nachman, profesor de la Universidad Bar-Ilan de Jerusalem ha señalado que Turquía se ha convertido en uno de los principales destinos turísticos de los israelíes, los que solamente en los casinos (prohibidos en Israel) gastan más de mil millones de dólares.
[35] Consultar al respecto a Bulent Aras, “Post-cold war realities: Israel’s strategy in Azeirbaidjan and Central Asia, Middle East Policy, January 1998 (tomado de proquest).
[36] Aunque paralelamente se siguen estudiando planes para la construcción de plantas desalinizadoras, lo que implica menores niveles de dependencia y mayor seguridad.
[37] Israel depende entre un 20 y 30 por ciento de las aguas del Golán.
[38] Por ejemplo, durante la reunión cumbre de la seguridad europea celebrada a fines de 1999 en Turquía se firmó un gran acuerdo para la construcción de oleoductos a través de este país.
[39] Robert Olson, “Turkey, Israel and American Jews” en Middle East International, 26 September 1997, p.16
[40] Barry Rubin, “Notes on Turkey-Israel Relations” MERIA News, no.7, July 1997 (recibido por e-mail).
[41]Alain Gresh, “Turkish-Israeli-Syrian relations and their impact on the Middle East”, The Middle East Journal, no.2, Spring 1998 (http://www.mideasti.org/mei/gresh.html)
[42] De hecho la restauración de relaciones diplomáticas a nivel de embajador sólo se dio a partir de diciembre de 1991. Turquía las había llevado a un bajo perfil en la etapa 80-85 luego de que la Knesset israelí aprobara la conocida Ley sobre Jerusalém que fuera rechazada en todo el mundo islámico.
[43] Ob.cit. Klieman, “New balance of power...” (tomado de Electric Library).
[44] Ob.cit. Gresh, “Turkish-Israeli-Syrian relations...(tomado de internet).
[45] “A report on the Turkish-Israeli military cooperation”, Arabic News citado por: (www.freedom-for-.htm)ocalan.com/bulletin/2001/eMarch6.htm)
[46] Despacho cablegráfico BBC, 22 de febrero de 1999. Ver además “Iran’s Diplomatic Initiatives”, The New York Times, Editorial, May 23 1999, p.16
[47] Durante su estancia en Siria, Khatamí se reunió con el jefe del Hezbollah libanés Sheikh Hassan Nasrallah, y luego del encuentro declaró que este era un movimiento “ideológico y humanitario” que trata de liberar al territorio libanés de la ocupación israelí, por lo que merece el apoyo de Irán.
[48] A partir de entonces se han creado diversas comisiones conjuntas para abordar temas de comercio, líneas marítimas, banca, aduanas, turismo, información, comunicaciones y otras, acordándose el incremento considerable del comercio, las inversiones y la creación de empresas mixtas. También la línea aérea iraní reanudó sus vuelos regulares al reino.
[49] En mayo de 1998 se firmó un memorándum para la cooperación técnica e industrial que consideró la posibilidad de que Arabia Saudita participe en la construcción de gasoductos y oleoductos entre Irán e India, así como la creación de empresas mixtas para la generación de energía. En: “The Foreign Minister Visits Iran”, Country Report, Saudi Arabia, no.3, 1998, The Economist Intelligence Unit, p.12
[50] Declaración del ministro de Defensa Sultan Ibn Abdelaziz citada en: Ed Blanche, “Saudi Prince Sultan makes visit to build ties with Iran”, Jane’s Defence Weekly, May 12, 1999 (tomado de proquest).
[51] No obstante ambas partes acordaron designar agregados militares en sus respectivas misiones diplomáticas.
[52] El ministro de defensa saudí ha insistido en que el reino cumplirá con todos los contratos de compras militares acordados hasta el momento a pesar de los menores ingresos del reino ocasionados por la baja de los precios del petróleo. En 1998 el reino tuvo gastos por nuevas compras militares ascendentes a casi 8 mil millones de dólares, lo que sigue siendo una cifra astronómica a nivel mundial.
[53] Ed Blanche, “Saudis defend Iran’s right to arm itself”, Jane’s Defence Weekly, June 16, 1999 (tomado de proquest).
[54] Despacho cablegráfico IRNA 22 de julio de 1999.
[55] Para ampliar al respecto consultar a Joseph Kechichian, “Trends in Saudi National Security”, The Middle East Journal, Spring 1999, pp.232-253
[56] Según una fuente diplomática saudita, existen esperanzas reales de que esta política conciliadora se mantenga a partir de una consolidación de la línea Khatamí. Los saudis dicen haber identificado como positivo una disminución de los operativos de inteligencia iraní en todos los países del Golfo y la cancelación del verbo antisaudí. “Está claro que el tono ha cambiado. El problema es si es permanente o temporal. Si se deba a Khatamí ¿acaso ha consolidado el poder? No pensamos eso. Por ello no estamos apurados, pero seguiremos construyendo vínculos con Irán lentamente”. Citado por Kenneth Timmerman, “The Saudi-Iranian Thaw”, Wall Street Journal, May 26, 1999, p.A 22 (tomado de proquest)
[57] Citado por Douglas Heard en “Overtures From Iran Ignite a Bitter Debate Among Arab States”, The New York Times, June 9, 1999 (tomado de internet)
[58] Al responder a las críticas de las principales figuras de los Emiratos Árabes Unidos, el ministro de defensa saudita, Sultán Ibn Abdelaziz declaró que: “No caeremos en una discusión de muchachos. Lo que es impresionante es que alguna gente crea que el reacercamiento entre el reino y otro país islámico se dé a expensas de un tercero. Eso es falso. Cada uno debe autocriticarse cientos de veces antes de decir cosas ilógicas. Un ignorante es simplemente un enemigo de sí mismo” (junio 8, 1999 AFP).
El presidente de los Emiratos Árabes Unidos expresó su rechazo al no asistir a la reunión cumbre del CCG celebrada en Riyadh el 10 de mayo.
[59] “Row with the Saudis”, Middle East International, 18 June 1999, p.13.
[60] Citado en Mideast Mirror, August 19 (tomado de proquest). Además de temas como el de los prisioneros de guerra, las aeronaves iraquíes en territorio iraní, la navegación por el estuario del Shaat el Arab, y el apoyo recíproco a grupos opositores, también Irán insiste en su reclamación a Iraq de 100 mil millones de dólares en reparaciones por daños de ocho años de guerra, demanda que es apoyada por las Naciones Unidas al haber sido declarado Iraq como país agresor.
[61] “Saddam Greets Iran for Revolution Aniversary”, ABC News, February 11, 1999
[62] Ubicado 110 kilómetros al noreste de Bagdad.
[63] Iraq acusa a Irán de tener 13 mil prisioneros, mientras que Teherán acusa a Bagdad de aún tener 5 mil.
[64] Iraq envió 27 aeronaves civiles y 115 aviones de combate a territorio iraní para evitar que fueran destruidos en sus bases con los ataques de la coalición. Irán no ha accedido a las peticiones iraquíes para que sean devueltos y dice que sólo lo hará según las regulaciones de las Naciones Unidas impuestas a tales efectos.
[65] “Saudis warming to Iran-based dissident Iraqui Shiite group” Mideast Mirror, London, August 5 1999 (tomado de proquest).
[66] CNN, September 22, 1998
[67] LA OPEP acordó en marzo de 1999 cortar la producción diaria en 1,7 millones de barriles y paralelamente los no miembros accedieron a hacer cortes equivalentes a 400 mil barriles diarios, lo que significó un primer corte de 2,1 m.b.d., que se planteó mantener, al menos, hasta marzo del 2000, e incluso por algunos meses más.
[68] Arabia Saudita, por ejemplo, tuvo un déficit presupuestario en 1998 superior a los 12 mil millones de dólares.
[69] Aparentemente la oposición iraquí a la propuesta conjunta irano-saudita influyó de manera decisiva en tal decisión del organismo.
[70] Despacho cablegráfico IRNA, 8 de marzo del 2000.
[71] Abdullah ya se había encargado durante semanas de la dirección del reino a principios de 1996 debido a problemas de salud del rey Fahd en aquellos momentos. En los últimos tiempos cada vez más se ocupa de los principales temas del reino e incluso toma decisiones importantes. Un ejemplo de ello fue la decisión por él adoptada a mediados de 1999 de liberar a tres de las más importantes figuras religiosas opositoras luego de 5 años de prisión.
[72] La familia Saud siguió conservando los puestos centrales tales como: Defensa, Interior, Relaciones Exteriores, así como obras públicas y viviendas.
[73] Shahram Chubin y Charles Tripp, “Iran-Saudi Arabia relations and Regional Order”, Adelphi Papers no. 304, IISS, Oxford University Press, 1996, p.3
[74] Consultar a Bilge Criss, “Turkish Foreign Policy Toward the Middle East”, en Barry Rubin Ed. Turkish Politics and Foreign Policy, MERIA Books, December 1997 Edition (tomado de internet).
[75] Ver por ejemplo opinión al respecto del Dr. Alon Liel citado en “Turkish-israeli relation: Alignment or Alliance?, Bulletin, The Moshe Dayan Center for Middle Eastern and African Studies, Tel Aviv University, no. 27, Spring 1998, p.4
[76] Conferencia en seminario sobre relaciones Israel-Turquía reseñado en Ob.cit. Bulletin, p.20
[77] Ob.cit Nachmani, “The remarkable...”, p.28
I
La dinámica política-económica-militar del Medio Oriente de entre siglos, exhibe una diversidad de factores que llaman poderosamente la atención, tanto a cotidianos observadores internacionales como a expertos, analistas y académicos especializados en el estudio de esta región.
El área enfrenta retos comunes a otras zonas del mundo en lo que se refiere a la inserción y definición del espacio de la misma dentro del llamado proceso de globalización, siendo importante a tales efectos la continuidad de intentos de integración económica regional, así como la constante preocupación por incrementar sus relaciones con mercados adyacentes y con los grandes nuevos polos de la economía mundial. Tales redimensionamientos no sólo se limitan a sus facetas económicas, sino que obviamente aparecen acompañados de importantes valoraciones de carácter político y estratégico.
La región ha sido considerada tradicionalmente como cuna civilizatoria y centro de difusión de un gran legado cultural, valorándose siempre muy positivamente su particular ubicación geográfica que le ha permitido ser punto para el intercambio de ideas, así como de tránsito financiero y comercial. Pero incluso, durante el siglo recientemente finalizado, su importancia a nivel mundial se vio incrementada, si tomamos en consideración los enormes recursos en petróleo y gas que contiene la misma, y el impacto que su producción y exportación ejerce sobre toda la economía internacional. En los últimos años, la importancia estratégica de este factor, se hace aún mayor con la adhesión al esquema analítico regional de nuevas y complejas dinámicas presentes en las áreas del Cáucaso y del Asia Central.
Algunos de los otros temas que siguen ocupando un destacado espacio dentro de la gran agenda regional resultan ser:
1. El conflicto árabe-israelí (especialmente su dimensión palestina-israelí) y su dilatada agenda negociadora con avances, posposiciones y retrocesos
2. Los imperativos del desarrollo socioeconómico, tanto a escala regional como en sus respectivos marcos nacionales, los que se expresan en muchas ocasiones no sólo en la desigual generación y distribución de la riqueza en la zona, sino también en tensiones políticas dentro de las respectivas estructuras del poder, o entre los poderes tradicionales y diversos sectores de la sociedad en general con plataformas alternativas de corte democratizador, tecnocrático-reformista, o de base islámica
3. La persistencia de reclamos autonómicos o de simple justicia social por parte de numerosas minorías étnicas presentes en distintos países de la zona
4. La ocasional reactivación de litigios y reclamos fronterizos y territoriales
5. La permanente lucha entre tendencias a favor de estrategias para el predominio regional, y propuestas de corte más conciliador e integrador entre los actores de la zona.
Precisamente, a este último tema es al que pretendemos prestar atención en este capítulo, ejemplificando con los hechos y argumentos de mayor importancia que han estado presentes tanto en el proceso de formación de una llamada “alianza estratégica” entre Israel y Turquía, como en el marcado acercamiento experimentado entre dos actores que exhibieron notables diferencias en los últimos dos decenios: Arabia Saudita e Irán. Es objetivo también de este breve estudio, detectar hasta qué punto estas reformulaciones de políticas obedecen a consideraciones tácticas -es decir, de carácter mucho más coyuntural y dependientes de la evolución de muchas otras variables -, o efectivamente pudieran sentar pautas para proyecciones estratégicas regionales a largo plazo, o alguna combinación de ambas perspectivas.
II
La creciente concertación multifacética turco-israelí, especialmente en materia militar, ha generado numerosos comentarios y justificadas preocupaciones de parte de otros actores de la región medioriental, llegándose incluso a hablar de la “creación de un nuevo eje estratégico” en la zona, por lo que resulta clave tratar de detectar cuáles son los principales factores que en la actual coyuntura han favorecido este acercamiento y cuáles otros elementos podrían propiciar proyecciones más equilibradas hacia la zona, y que no impliquen obligatoriamente pensar en dicho modelo estratégico de “eje antagónico” o de absoluta dicotomía regional para el futuro.
Es obvio que el acercamiento turco-israelí de los últimos años haya llamado la atención si tomamos en cuenta que son dos importantes actores mediorientales, que han avanzado acuerdos en numerosas esferas, que es un acercamiento que comenzó a cristalizar en medio de un notable estancamiento del proceso de paz regional, y que ha estado además acompañado de la persistencia de temas agudos en sus agendas con otros países de la zona.
El desarrollo de tales vínculos ha hecho recordar algunos de los postulados básicos promulgados por David Ben Gurión en los primeros años de existencia del Estado de Israel, especialmente lo relacionado con la necesidad de concertar alianzas estratégicas con actores no árabes de la periferia regional.[1] Si bien sería difícil aseverar que tal sugerencia siga teniendo los mismos contenidos iniciales, o que pueda definirse como estructural dentro del actual pensamiento estratégico israelí, no es menos cierto que algunos elementos de ella pudieran conservar su vigencia y que definitivamente, cualquier valoración semejante sólo contribuiría a añadir mayores incertidumbres al difícil proceso negociador árabe-israelí.
Dentro de los encuentros más notables que han contribuido al mayor acercamiento turco-israelí de los últimos años, aparecen las visitas del presidente israelí Herzog en 1992 y la del canciller turco Hikmet Çetin en 1993; la de la entonces primera ministra turca Tansu Çiller en 1994; las visitas de los presidentes Demirel (1996 y 1999) y Weizman (1994 y 1996); la del canciller Levy a Turquía en 1997; la del primer ministro Mesut Yilmaz y de su canciller Ismail Cem a Israel en 1998; la del entonces recién electo primer ministro Ehud Barak en 1999; así como importantes intercambios de delegaciones militares encabezadas por los respectivos Ministros de Defensa, Jefes de Estados Mayores y otras altas figuras militares.
Estos encuentros sin duda alguna, facilitaron la concertación de un marco jurídico bilateral que progresivamente se ha venido perfeccionando y que cuenta con dos hitos fundamentales, estos son: el Acuerdo de Cooperación y Entrenamiento Militar firmado entre ambos países el 24 de febrero de 1996, y el Acuerdo de Cooperación para la Industria de Defensa de agosto de ese mismo año.
Dichos acuerdos han sido considerados como acontecimientos trascendentales en materia estratégica regional, y han sido muy criticados, principalmente por políticas árabes (tales como Siria, Egipto, Iraq, Arabia Saudita y la Liga Arabe en su conjunto) [2] y también por otros actores como Irán, Grecia y Chipre.
Ambos documentos han brindado las bases para la cooperación y realización de importantes transacciones entre las respectivas industrias bélicas; el intercambio de personal militar y especialmente de miembros de sus fuerzas aéreas; acceso bilateral a bases navales y aéreas particularmente en momentos de crisis, incluyendo la posibilidad de realizar acciones coordinadas; celebración de conversaciones estratégicas semestrales de alto nivel, y también para dar continuidad al intercambio de información secreta bilateral estipulado en el Acuerdo Secreto de Seguridad del 31 de marzo de 1994, [3] incrementando considerablemente la cooperación en materia de inteligencia y contrainteligencia sobre temas neurálgicos respectivos: movimientos islámicos, organizaciones palestinas, organizaciones kurdas, etcétera.
Con ello se ha facilitado que los pilotos israelíes puedan probar sus modelos avanzados y algún que otro equipo militar en el mucho mayor espacio aéreo que ofrece Turquía,[4] lo que ha generado inmediatamente fuertes presiones de índole estratégica y obvias preocupaciones en países fronterizos como Siria, Iraq e Irán, ya que los israelíes están entonces en condiciones de incrementar sus labores de espionaje electrónico sobre esos territorios, y de aumentar su potencial para la acción bélica en caso de un conflicto armado futuro. Otros acuerdos posteriores han propiciado el intercambio de delegaciones, cursos de entrenamiento diverso (como el perfeccionamiento de pilotos turcos en instalaciones avanzadas de la Fuerza Aérea Israelí, y la celebración de maniobras conjuntas navales y aéreas, en algunas de las cuales han llegado incluso a participar fuerzas estadounidenses, generando aún más preocupaciones regionales.
Turquía ha asignado un presupuesto de 150 mil millones de dólares para la modernización de sus fuerzas militares en los próximos 25 años[5] y ha acordado con Israel importantes transacciones, entre ellas: el pago de 715 millones de dólares para la modernización de 54 aviones F-4 y 800 millones para el reequipamiento de 48 aviones F-5s;[6] la modernización de aviones de combate F-16; producción conjunta de misiles de mediano alcance, del sistema de misil antibalístico HOMA y de los misiles Arrow y Delilah; así como la compra de 200 misiles Popeye I y la fabricación conjunta de misiles Popeye II.[7]
Además están en estudio otras propuestas para: establecer un sistema avanzado de comunicación satelital que les permita fortalecer los canales de intercambio de informaciones estratégicas; ventas de sistemas de alerta temprana; la modernización por parte de la Israeli Military Industries de los tanques M-60 de fabricación norteamericana que posee el ejército turco; la producción conjunta del tanque israelí Merkava ;[8] ventas de aviones no piloteados a Turquía; sustitución del fusil G-3 que emplea la infantería turca por el rifle Galileo israelí; que Turquía compre a Israel el sistema antimisil Guitar para equipar a sus helicópteros que operan principalmente en la zona del Kurdistán[9], etcétera, con lo cual Israel muestra una creciente disposición a compartir algunos de sus más sensibles secretos militares.
Asimismo se ha discutido sobre la posible compra de unos 150 helicópteros de ataque avanzados de fabricación estadounidense, pero que se tratarían de adquirir vía Israel, contribuyendo consecuentemente al intercambio estratégico trilateral Estados Unidos-Israel-Turquía.
Ello es particularmente importante en estos momentos, si se toma en cuenta el bajo nivel de transacciones militares que hoy existe entre Washington y Ankara, por lo que Israel aparece como una vía alternativa temporal para llevar adelante los planes estratégicos turcos. Según Nicole Pope: “La cooperación entre los dos países, ambos aliados de los Estados Unidos, es fuertemente apoyada por Washington. Israel tiene la tecnología apropiada para contribuir al perfeccionamiento del equipamiento militar turco, y puede, hasta cierto punto, compensar las afectaciones causadas por las presiones del Congreso y de varios lobbies que, tomando en consideración los temas de los derechos humanos y el caso chipriota, han logrado imponer casi un embargo sobre ventas de armas a Turquía.”[10]
Para Aharon Klieman, “Al Israel y Turquía clasificar separadamente como aliados estratégicos, resulta ser mucho mejor para los Estados Unidos y para la estabilidad del Mediterráneo oriental, que los dos poderes regionales estén preparados para actuar concertadamente. No es sorpresivo que la administración norteamericana haya dado su bendición a la estructura conjunta turco-israelí”.[11] Al respecto, podemos tener en cuenta la declaración del vocero del Departamento de Estado norteamericano en mayo de 1997, cuando aseveró que era un objetivo estratégico de los Estados Unidos que Turquía e Israel ampliaran sus relaciones políticas y cooperación militar.[12]
En la misma dirección se manifestaría el ex subsecretario de Estado Richard Holbrooke, cuando aseveró que: “Turquía está ubicada en la intersección de casi todos los asuntos de importancia para los Estados Unidos en el continente euroasiático, incluyendo a la OTAN, los Balcanes, Chipre, el Mar Egeo, las sanciones iraquíes, las relaciones de Rusia en el Cáucaso y el Asia Central, y las rutas de tránsito para el petróleo y gas del Cáucaso. Nuestra política refleja la continuidad de intereses de seguridad compartidos y de una intensa cooperación en seguridad”.[13]
De todas formas, Alan Makovsky parece tener razón cuando considera que “los Estados Unidos pueden más fácilmente obtener beneficios si la relación turco-israelí no lleva la etiqueta de Made in USA”. [14]
Hay que tener en cuenta además que este proceso se inserta dentro de todo un proceso de rediseño de la política exterior turca para la nueva etapa de la posguerra fría, en la cual pretende reafirmarse como poder regional firmando acuerdos de cooperación militar con vecinos tanto europeos como del Cáucaso y Asia Central, y promoviendo la formación de fuerzas pacificadoras y de intervención en su entorno: Balcanes, Cáucaso, Mar Negro y Medio Oriente.
Según quedó recogido en el Libro Blanco emitido por el Ministerio Turco de Defensa en 1998, la proyección estratégica se fundamenta en una defensiva avanzada, en la participación en mecanismos de seguridad colectiva, y en la capacidad de enfrentar cualquier amenaza interna o externa por sus propios medios. Turquía considera que debido a su posición geopolítica y geoestratégica, se encuentra en la zona más inestable, incierta e impredecible de todo el mundo, y que es un país que debe encarar retos en muchos frentes al mismo tiempo, pues ha sido testigo de numerosas transformaciones dramáticas en casi todos sus vecinos y regiones adyacentes.[15]
Para Turquía, el mayor nivel de concertación estratégica con Israel, también se desarrolla paralelamente a una creciente atmósfera de tensiones que comparte con varios países árabes, a partir de la oposición de estos frente a Ankara por su política de control sobre las aguas de la cuenca del Tigris y el Éufrates.
El desarrollo del Proyecto del Sureste de la Anatolia, Güneydogu Anadolu Projesi (GAP) [16] en el Este turco, ha sido oficialmente presentado como un inmenso esquema para el mejor control de los recursos hídricos y para el desarrollo agrícola de la zona. Sin embargo, numerosas críticas han surgido a partir de los efectos negativos que dicho proyecto tiene sobre el habitat tradicional de las poblaciones kurdas, y los menores volúmenes de agua y calidad de la misma [17] que reciben entonces Siria e Iraq, con sus consiguientes afectaciones económicas.
Turquía considera que tiene exclusividad, o al menos privilegios sobre el Éufrates y el Tigris, y que no tiene ningún tipo de obligaciones al respecto con sus vecinos ribereños. En varias ocasiones ha manifestado que los recursos hídricos de la zona son de su propiedad al igual que el petróleo es de los árabes.[18]
Para Siria, las preocupaciones a partir de estos acuerdos han sido muy grandes, pues Damasco percibe que está siendo rodeada estratégicamente por dos vecinos. Israel es considerado como el principal enemigo para los sirios, manteniéndose con total vigencia los temas conflictivos referentes al Golán, el Líbano y el proceso general de crisis y diálogo árabe-israelí. A ello se le suma ahora un antagonista por el norte, Turquía, en cuya agenda bilateral resaltan como temas estratégicos no sólo el ya mencionado respecto a los recursos hídricos de la zona, sino también un litigio territorial respecto a la provincia de Iskenderun (o Hatay)[19], posiciones antagónicas en lo referente al caso chipriota[20], así como recurrentes tensiones relacionadas con la problemática kurda, contradicciones todas que han sido expresadas no solamente en términos políticos sino también militares, con la ocasional concentración de efectivos y realización de maniobras militares por ambos países en regiones fronterizas.
Precisamente, podemos encontrar un primer gran resultado de estas nuevas presiones estratégicas sobre Damasco en la crisis escenificada entre Siria y Turquía a fines de 1998, en la cual ambos países estuvieron muy cerca de comenzar un conflicto bélico, y que se resolvió a partir de la decisión de la política siria de no brindar más residencia ni protección a Abdullah Oçalan, líder principal del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
Tradicionalmente Damasco había mostrado simpatías y brindado apoyo concreto a los militantes del PKK, principal movimiento kurdo con plataforma autonómica-independentista en Turquía. Siempre que Siria protestaba por el tema de las aguas, los turcos respondían criticando la solidaridad del país árabe con el PKK, presentando a ambos problemas como “las dos caras de una misma moneda”.[21]
Sin embargo, a fines de 1998 la presión militar y amenazas expresas por parte de Turquía no tuvieron precedentes, por lo que la política siria, luego de las mediaciones egipcia e iraní, decidió entregar la carta kurda [22] y limitar más su agenda de diferendo con Turquía al tema de los recursos hidráulicos para el cual sí puede contar con mucho mayor respaldo regional. Ello además le posibilitaría disminuir la sensación de asfixia estratégica y concentrar sus esfuerzos en la ya bien difícil situación del Líbano y de su conflicto con Israel. Según Efraim Inbar, “Assad definitivamente tiene diversas cualidades rescatables, entre ellas la cautela y su marcada habilidad para adaptarse al equilibrio de poder prevaleciente”. [23]
Los militares turcos y algunos sectores políticos cercanos a los mismos, parecieron actuar en esa ocasión inspirados en su creciente relación estratégica con Israel, pero también interesados en marcar una posición distinta y rectificar definitivamente, varias de las proyecciones internas y exteriores impulsadas por el gobierno de Necmettin Erbakan durante su año de mandato,[24] -que fueron consideradas como proislámicas y valoradas de “excesivas”-, y además siguiendo al pie de la letra las directivas contenidas en el National Security Paper del 31 de octubre de 1997 promulgado por el Consejo de Seguridad Nacional (MGK)[25], en el cual se explicitó el firme propósito de enfrentar a las dos principales amenazas a la seguridad nacional del país: el PKK y el movimiento islámico, junto a sus respectivos apoyos externos.
Habría que tener en cuenta que, ante las inclinaciones de Erbakan, los militares turcos primeramente lo obligaron a cumplir e incluso a ampliar los temas acordados con Israel, [26] y luego maniobraron internamente para cambiar el curso de los acontecimientos y desplazarlo de la cúpula del poder. “Las políticas de Erbakan causaron una preocupación considerable en el país y entraron en conflicto con los dos principales actores en materia de política exterior y seguridad: el Ministerio de Asuntos Exteriores y los militares.”[27]
En lo que se refiere al factor kurdo, el caso Oçalan ha tenido enorme repercusión internacional, pues luego de su expulsión de Siria comenzó un difícil periplo que lo llevó a Rusia, Italia y Grecia, culminando con su arresto mientras se escondía en la Embajada griega en Kenia. En la operación de captura parece haber existido coordinación entre los servicios especiales israelíes y turcos, e hipotéticamente pudiera igualmente pensarse en algún tipo de complicidad por la parte griega, pues al proteger a medias a Oçalan, fabricó un importante gesto político frente a Turquía que marcó el inicio de un acelerado proceso de reacercamiento bilateral durante 1999-2000.
Hasta comienzos del 2001, la política turca ha manejado con bastante habilidad el caso Oçalan, pues aunque ha sido condenado a muerte, su ejecución se ha pospuesto en aras de lograr una mejor imagen en su agenda de política interna y de derechos humanos, especialmente frente a las presiones, críticas y exigencias de la Unión Europea (a la que aspira ingresar), así como para intentar neutralizar por completo al movimiento kurdo a partir de las exhortaciones al diálogo y al cese de la lucha armada por parte de su máximo líder tradicional encarcelado.
Para Iraq las concertaciones turco-israelíes han sido igualmente preocupantes. A Bagdad le preocupa que los israelíes estén en mejores condiciones de efectuar operaciones de inteligencia desde territorio turco, y además puedan desde allí emprender acciones aéreas contra objetivos e instalaciones en el país.
Además se suman a esta lista, constantes temas neurálgicos de su relación con Turquía como son los ya mencionados del agua y el factor kurdo.
Diversas fuentes han dado a conocer que los israelíes tienen asesores permanentemente laborando en poblados turcos cercanos a la frontera con Iraq, y que han suministrado armamentos, minas, alambradas y equipos de vigilancia electrónica en estos territorios para contribuir a las acciones contra los grupos del PKK principalmente.[28] Ambas partes han mantenido su tradicional intercambio de información respecto a las actividades del PKK y de la OLP, el cual se ha intensificado a partir del año 1994, e incluso se ha dado a conocer que expertos israelíes han desempeñado un importante papel de planificación y asesoría durante algunas de las incursiones militares turcas en territorio iraquí ocurridas a partir de marzo de 1995.
Turquía fue un país clave desde el cual se efectuaron diversas acciones militares contra Iraq durante la Guerra del Golfo, y desde donde se han seguido desarrollando acciones de vigilancia y supervisión durante todos los años de la posguerra. Las ocasionales incursiones militares del ejército turco contra guerrillas kurdas que se retiran hacia, o cuentan con su retaguardia estratégica en territorio iraquí, siempre han sido denunciadas por Bagdad como una violación abierta a su soberanía nacional, aunque el poder central iraquí también esté interesado en el debilitamiento del factor kurdo y en ello pueda encontrar un factor de coincidencia con Ankara.[29]
Paralelamente a ello, Iraq mantiene altas preocupaciones sobre los intereses de la política turca de influir en el movimiento kurdo iraquí y sus no desaparecidas pretensiones sobre las ricas regiones petroleras de Mossul y Kirkuk. Al respecto merece recordarse el acercamiento experimentado por Turquía hacia organizaciones kurdas iraquíes durante los momentos de crisis y guerra, en los cuales se levantaba la hipótesis de una posible división del territorio iraquí, o una fecha más cercanas como mayo de 1995, cuando el presidente Demirel aseveró que la frontera con Iraq era incorrecta y debía ser rectificada.[30]
Pero también Turquía e Iraq encuentran elementos atractivos para el desarrollo de sus relaciones bilaterales, especialmente en temas ligados al intercambio comercial y al perspectivo restablecimiento total de la actividad de exportación petrolera iraquí a través de los dos oleoductos que atraviesan el territorio turco hasta puertos en el Mediterráneo.
La República Islámica de Irán también ha criticado fuertemente el acercamiento estratégico entre Israel y Turquía, pues con el primer país tiene fuertes contradicciones y con el segundo presenta muchos altibajos en sus relaciones.
A Teherán le preocupa que Israel gane una posición de avanzada y pueda realizar operaciones de espionaje e incluso golpear con su aviación a instalaciones de importancia económica, militar o nuclear en su territorio,[31] pues desde el punto de vista político-ideológico y estratégico el antagonismo sigue siendo muy marcado. Irán continúa oponiéndose al proceso de paz medioriental y expresando sus simpatías por algunos movimientos de base islámica en la zona, aspectos que son vistos con preocupación por Israel. A ello se suma la fuerte campaña israelí por presentar a Irán como la principal amenaza para la seguridad de toda la región y llamar constantemente la atención sobre cualquier avance real o hipotético del programa bélico iraní, particularmente a lo relacionado con programas de armas químicas, bacteriológicas y nucleares, y de desarrollo de portadores aéreos y coheteriles.
En lo que se refiere a la relación con Turquía, Teherán ha criticado a Ankara por algunas incursiones en su territorio, por violar contratos para la venta de gas iraní,[32] y por favorecer en muchos casos la exclusión de Irán dentro de las nuevas discusiones y negociaciones para el establecimiento de redes exportadoras de los energéticos del Cáucaso y del Asia Central. Por su parte, Turquía ha acusado a Irán de ser el responsable de las ocasionales tensiones político-diplomáticas a partir de su apoyo al movimiento islámico y a la guerrilla kurda, cargos que Irán insiste en rechazar. No obstante, en sus mejores momentos, ambas partes han logrado firmar algunos acuerdos para el incremento de la actividad comercial y adoptado compromisos en materia de seguridad.
Además del aspecto de la cooperación militar entre Israel y Turquía, que ha sido al cual más atención se le ha prestado, también las relaciones económicas bilaterales han florecido tanto con la firma de un Tratado de Libre Comercio [33], como con el impulso brindado por el sector privado de ambos países, calculándose que en el año 2000 las transacciones comerciales alcanzarían los 2 mil millones de dólares,[34] por mucho, el mayor volumen comercial entre dos países del Medio Oriente. Otras esferas de cooperación acordadas tocan temas de educación, ciencia, cultura, medioambiente, telecomunicaciones, lucha antinarcóticos, salud, agricultura, regulaciones aduaneras y protección de inversiones.
Los capitales israelíes no solamente se han mostrado interesados en el gran mercado turco, sino que se han lanzado también a la promoción de inversiones conjuntas en la región del Asia Central, fortaleciendo con ello los esfuerzos israelíes desde comienzos de los 90 hacia esta zona. Israel estableció relaciones diplomáticas y comerciales entre 1992 y 1993 con los cinco nuevos Estados del Asia Central y con Azeirbaidjan en el Cáucaso, llamando la atención en todos los casos la asesoría e inversiones en materia agrícola, agroindustrial, transferencia tecnológica, y proyectos para la explotación de yacimientos de petróleo y gas, e incluyendo en el caso azeirbaidjano el suministro de armas junto con Turquía.[35]
Para Israel existen al menos otras dos consideraciones de índole estratégica que lo impulsan a seguir desarrollando esta política hacia Ankara: la primera es la necesidad de la economía israelí de encontrar fuentes alternativas de suministros de agua.[36] Es bien conocido que una buena parte de la agricultura e infraestructura israelí en la actualidad emplea recursos hidráulicos de zonas en disputa, cuyo ejemplo más claro es el caso del Golán, [37] y que tales suministros pudieran verse alterados en la misma medida en que avanzara algún proceso negociador con Siria. Al respecto se han discutido planes para el suministro de agua procedente de ríos turcos a Israel, ya sea mediante la construcción de acueductos submarinos, canales, buques cisternas o mediante la transportación marítima de bolsones gigantes. Pero también existen otras propuestas que incluirían compromisos tripartitos para al mismo tiempo en que Israel mantenga un acceso a las aguas del Golán, Turquía garantice el suministro de recursos hídricos para la economía y agricultura siria.
La segunda, es la necesidad de la economía israelí de contar con fuentes energéticas alternativas, por lo que para Tel Aviv sería conveniente también garantizar algún tipo de acceso a los flujos de exportaciones energéticas que crecientemente se irán generando desde las regiones del Cáucaso y del Asia Central hacia la economía mundial, vía Turquía.
Es obvio que Turquía quiere optimizar su posición geográfica clave y trata de que el mayor número de las nuevas rutas de comercialización de energéticos procedentes de estas prometedoras regiones hacia el gran mercado europeo, pasen por su territorio. Hasta la actualidad, la mayor parte de los capitales internacionales, y especialmente norteamericanos, han favorecido los planes turcos en detrimento de otras alternativas regionales,[38] por lo que puede pensarse que las nuevas estrategias encaminadas al control de estas ricas áreas productoras de petróleo y gas, pueden tener un importante complemento en la creciente concertación de proyecciones turcas e israelíes para la zona.
Otro factor que ha contribuido notablemente al desarrollo de relaciones entre Turquía e Israel ha sido la comunidad judía mundial, especialmente la radicada en Estados Unidos. Por ejemplo, el Jewish National Congress ha tenido contactos directos con los sectores del poder en Turquía con vistas a incrementar la actividad comercial del país. Importantes representantes de la comunidad judía norteamericana, tanto con presencia congresional, como con participación en altos cargos del poder ejecutivo, ven positivamente el establecimiento de vínculos más fuertes y variados entre Israel y Turquía. “En síntesis, ellos desean establecer relaciones entre Ankara y Tel Aviv, semejantes a las que existen entre Tel Aviv y Washington”.[39] Tal como ha señalado el profesor Barry Rubin: “Israel apoya a Turquía a través de sus propias influencias en Washington.”[40]
Es evidente que por la parte turca, los sectores militares y de seguridad han sido los que más han impulsado este acercamiento estratégico con Israel, aunque el mismo haya tenido determinadas implicaciones negativas para la proyección turca hacia el mundo árabe-islámico, pues aunque el acercamiento parece haberse comenzado a gestar desde la época del gobierno de Rabin, se empezó a materializar y ampliar efectivamente durante los años del gobierno de Netanyahu, responsable del congelamiento del proceso de diálogo regional. Según Alain Gresh: “Contrario al punto de vista en el mundo árabe y en Damasco en particular, el ímpetu para la alianza entre los dos países no provino de Israel, sino de los generales turcos.”[41]
Aunque Turquía fue el primer país musulmán en reconocer a Israel en 1948 y desarrollar a partir de entonces relaciones cordiales, Ankara se mostró durante años favorable al proceso de paz medioriental, respaldó la posición árabe y palestina (especialmente después de la guerra de 1973 y del embargo petrolero árabe), siendo también uno de los primeros Estados en reconocer la Declaración de Independencia del Consejo Nacional Palestino en 1988.
Durante los últimos años, no sin altos y bajos, Turquía mostró ciertos avances en su nivel de interacción regional. Propuestas periódicamente reiteradas como la del “Acueducto para la Paz”, o la mayor intensidad de intercambios políticos, y de firmas de acuerdos económicos y comerciales con el mundo islámico experimentados por el gobierno de Erbakan, apuntaban en esa dirección. Puede decirse que incluso Turquía esperó a que se mostrara un avance palpable en el proceso de paz medioriental, antes de concretar un acercamiento estratégico con Israel.[42] No obstante, su proyección sigue siendo vista con dudas y escepticismo por sus vecinos regionales, pues de cualquier manera, la gran mayoría de todos los analistas están de acuerdo en que la cooperación bélica entre Israel y Turquía es la más importante relación militar de toda la región del Medio Oriente hoy.
Para Klieman, la relación turco-israelí “está basada en la lógica obligada de la geopolítica contemporánea del equilibrio de poderes, y tiene como premisa un amplio número de intereses bilaterales y regionales –mutuos, concurrentes y complementarios (...) en estas disputas están presentes técnicas tradicionales para el equilibrio de poder e influencia, tales como la carrera bélica y la disuasión convencional, las disputas territoriales y la guerra de recursos naturales, rivalidades comerciales, dinámicas de alianzas y contraalianzas, así como un repertorio de prácticas de divide y domina, dirigidas al debilitamiento de un oponente o bloque opositor”.[43]
En sentido semejante se inclina Gresh cuando opina que: “El Medio Oriente de hoy tiene poco que ver con el concepto de un Nuevo Medio Oriente promulgado por Peres, donde la cooperación regional remplazaría a la competencia política. Los principales protagonistas en la zona ya han entendido esto y están desarrollando nuevas estrategias basadas en viejos preceptos sobre guerra y diplomacia, equilibrio de poderes y alianzas militares.”[44]
Sin embargo, paralelamente al avance táctico de esta relación, han surgido otras contradicciones que en muchos casos son muestra del alcance más limitado de la misma.
Los propios militares turcos han expresado su preocupación respecto a que la relación militar y de inteligencia podrá perder gran parte de su significado en un escenario futuro de acercamiento entre Siria e Israel, por ejemplo. Y han sido precisamente altos funcionarios militares los que propusieron un congelamiento de la relación estratégica con Israel a partir del desarrollo de la llamada “Intifada al –Aqsa” desde septiembre del 2000, haciendo evidente la necesidad del interés nacional turco en cultivar también sus relaciones con los otros países de la región medioriental.
Este cierto enfriamiento de la relación estratégica turco israelí experimentado a fines del 2000 y a comienzos del 2001, fue incluso reconocido por la Liga Árabe, la que en su reunión de cancilleres del mes de marzo consideró como positivo:[45]
a) La cancelación del acuerdo para la modernización de tanques de guerra turcos por parte de Israel.
b) Las críticas de la prensa turca contra los excesos represivos israelíes y la consideración de la cancillería turca de que el empleo de armas en los lugares sagrados es humillante para los musulmanes turcos y del mundo.
c) La cancelación de intercambios de visitas militares y posposición de maniobras conjuntas.
No obstante, la diplomacia árabe exhortó a mantenerse cautelosa y dar seguimiento a esta relación preocupante para la seguridad nacional de varios países de la zona, insistiendo en las graves implicaciones regionales del tema del agua y los planes turcos al respecto.
III
Sin lugar a dudas, uno de los acontecimientos más importantes observados en la región de la Península Arábiga y el Golfo Pérsico durante los últimos años, ha sido el creciente acercamiento entre la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudita.
Este proceso escenificado entre dos de los actores de mayor peso regional, no sólo comienza a tener notables implicaciones dentro de las dinámicas políticas y estratégicas locales, sino que incluso llega a tener un impacto internacional, si tomamos como ejemplo el peso que pueden ejercer ambos productores de energéticos sobre las tendencias más actuales del mercado mundial.
Llama la atención que tal acelerado acercamiento bilateral, ocurra luego de casi 20 años de marcados antagonismos de variado contenido ideológico, religioso, nacionalista y de poder, que en muchas ocasiones fueron concebidos como elementos para la incompatibilidad bilateral perpetua. Sin embargo, una vez más queda demostrado que una agenda antagónica puede ser reformada en determinada coyuntura y dar lugar a espacios conciliadores y de planificación estratégica, política y económica, mutuamente ventajosos, aunque con variadas implicaciones y necesarios reajustes tanto propios, como sobre otros actores y dinámicas. Según palabras del presidente iraní Mohammed Khatamí, “la política de distensión de Irán ha creado una muy buena atmósfera en el mundo y la región, particularmente entre nosotros y Arabia Saudita. Nos movemos hacia una mayor cordialidad, cooperación y amistad cada día. Tenemos que aprovechar esta atmósfera para hacer avanzar y fortalecer nuestros lazos bilaterales”. [46]
Años de mutuo cuestionamiento ideológico y filosófico, de constantes campañas propagandísticas, de influencia iraní sobre las comunidades shiitas del Este saudí, de contradicciones en política petrolera, de crisis con las peregrinaciones iraníes durante el mes del hajj, de financiamiento saudita al esfuerzo bélico iraquí en su guerra contra Irán, de fortalecimiento de relaciones militares entre Riyadh y Washington, y de sospechas aún por dilucidar respecto al desarrollo de acciones violentas contra instalaciones militares norteamericanas en territorio saudita, parecen ahora ir siendo superados paulatinamente en una nueva etapa de mayor comunicación bilateral.
El acontecimiento más representativo del acercamiento irano-saudita lo constituyó la visita de cinco días del presidente Khatamí al reino en mayo de 1999, durante una gira regional que también comprendiera a Siria y Qatar [47]. Esta fue la primera ocasión en que un presidente iraní viaja a Arabia Saudita desde 1979. Tal encuentro llamó la atención además por haber puesto a un lado los elementos más álgidos de la agenda bilateral tradicional, haciendo énfasis por el contrario en temas de interés común, especialmente en materia de seguridad regional, solidaridad islámica, cooperación económica y coordinación de políticas e influencia sobre el mercado mundial de energéticos.[48]
Esta histórica visita, había sido precedida por la asistencia del príncipe heredero saudita Abdullah Ibn Abdelaziz, a la reunión cumbre de la Conferencia Islámica celebrada en Teherán en 1998; por la visita del canciller Saud Al Faysal a Teherán en mayo de 1998 cuando firmaron amplios acuerdos de cooperación en materia económica, comercial, cultural y científico-técnica,[49] por la visita del canciller Karrazí a Riyadh (marzo 1999); y por el viaje a Teherán del ministro de Defensa saudí Sultán Ibn Abdelaziz y su encuentro con todas las más altas figuras de la dirección política iraní en el mes de mayo. En esa ocasión la parte iraní, además de sugerir ideas para la elaboración de nuevos planes de seguridad regional, llegó incluso a proponer un pacto militar bilateral mediante el cual Irán ofrecía sus capacidades defensivas al reino con vistas a la construcción de una fuerza única de defensa en el mundo musulmán, idea que fue considerada como “aún prematura” por los sauditas: “Hemos tenido un comienzo bueno y positivo, y debemos movernos primero hacia la cooperación cultural y económica. La colaboración militar no es fácil para dos países que no tuvieron vínculos durante años.”[50]
En la esfera militar, si bien es cierto que aún no se ha logrado ningún acuerdo de cooperación notable entre las dos partes,[51] sí parece ser que ambos actores desean adoptar una posición más conciliadora, y a partir de la distensión bilateral, ir paulatinamente disminuyendo la atmósfera de desconfianza en la zona, e incidir de alguna manera en los modelos respectivos de seguridad nacional y regional. Un punto clave sería la desaceleración de la carrera armamentista prevaleciente en la región, que sigue siendo altamente costosa para todos.[52]
Al respecto fueron muy notables las declaraciones del príncipe heredero saudita cuando llegó a defender incluso el derecho iraní a desarrollar su programa bélico, dando un cambio radical a las interpretaciones predominantes -en buena medida expresadas por actores tales como los Estados Unidos, Israel y con un cierto eco regional- respecto a la supuesta amenaza bélica iraní que se genera a partir de su programa de reconstrucción bélica de los últimos 10 años. Según Abdullah Ibn Abdelaziz: “Irán tiene todo el derecho a desarrollar sus capacidades defensivas para su seguridad sin lastimar o dañar los derechos de otros. Nosotros también hacemos lo mismo. Todos los países siguen la misma política, por eso ¿Por qué solamente se señala a Irán sin mencionar a otros? ¿Por qué no se indaga respecto al armamento israelí y su programa ilimitado de desarrollo de armas?[53] Y para no dejar dudas respecto a la importancia de la cooperación en esta materia también afirmó que: “La seguridad de Irán significa la seguridad de Arabia Saudita y viceversa.”[54]
De cualquier manera, si definitivamente se logra algún nuevo acuerdo bilateral futuro en la esfera militar, es casi seguro que el mismo no interferirá con los tratados vigentes entre el reino y varias potencias occidentales. Hasta el momento los sauditas han dependido de varios niveles estratégicos para su defensa en los años 90: el entorno regional inmediato -es decir los acuerdos con las otras monarquías miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG)-, la poco activa, pero aún vigente Declaración de Damasco donde participan además Siria y Egipto, y los diversos acuerdos militares firmados con los Estados Unidos y otras potencias militares.
Este marco múltiple de seguridad parecería en estos momentos intentar ser perfeccionado con una cierta neutralización del antagonismo potencial que pudiera provenir de Irán, explorando nuevas formas complementarias, pero no sustitutivas dentro del diseño de seguridad nacional saudí.[55]
Probablemente los sauditas no solamente estén aprovechando los mensajes reiterados de tono conciliador que han sido generados por Teherán desde los años de la presidencia de Hashemi Rafsanjaní, y en los cuales la administración de Khatamí[56] ha insistido muy notablemente a partir de 1997, sino que Riyadh puede estar tomando una rápida iniciativa conciliatoria concreta a partir de los primeros indicios de un desmontaje estadounidense de su ineficiente política de “doble contención” hacia el Golfo, cuya pieza central será el futuro reacercamiento de Washington con Irán.
El proceso de entendimiento y cooperación entre Irán y Arabia Saudita ha tenido varias repercusiones en materia de política regional, siendo de las más importantes el rechazo expresado por los Emiratos Árabes Unidos, y el deterioro, al menos temporal, de la tendencia distensiva entre Irán e Iraq.
Esta reconciliación saudita con Irán, luego de años de contradicciones y sospechas mutuas generó una fuerte respuesta por parte de los Emiratos, aún inmersos en una estancada disputa territorial con Irán respecto a la jurisdicción sobre tres islas del Golfo: Abu Musa, Tumb Mayor y Tumb Menor. El canciller de los Emiratos Arabes Unidos, Abdullah Al Nuaymi expresó que la reconciliación con Irán se estaba haciendo a expensas de su país, y que si un miembro del CCG actuaba por su cuenta y rompía la solidaridad del grupo, los Emiratos también dejarían de cumplir con sus respectivos compromisos. Añadió que se estaba enviando una señal equivocada a Irán, al hacerle creer que podría mantener la ocupación de las islas con total impunidad.[57]
Estas islas fueron ocupadas por Irán en 1971 durante tiempos de la monarquía Pahleví, luego de la retirada británica de la zona y un poco antes de la independencia de los Emiratos Árabes Unidos. Hasta hoy Irán sigue reclamando su total soberanía y fortalece su control práctico sobre las mismas, aunque se declara dispuesto a negociar y a “eliminar cualquier malentendido”. Los Emiratos rechazan la “ocupación” de las islas y presentan reclamaciones basadas en documentación generada durante los últimos tiempos de la presencia colonial británica, y en la cual se proponían regímenes de administración compartida.
En los últimos años, el CCG ha reiterado su posición de defensa a los reclamos soberanos de los Emiratos y ha exhortado a la solución pacífica, ya sea por el diálogo bilateral o mediante la presentación del caso a arbitraje internacional; pero en la nueva coyuntura surgieron inmediatas reacciones respecto a la incertidumbre generada por el cambio de actitud y la conciliación. Habría que recordar que el CCG fue creado en 1981 precisamente como instrumento de cooperación regional defensivo frente a Irán y en momentos que se desarrollaba la guerra irano-iraquí.
El fuerte enfrentamiento verbal entre los Emiratos y Arabia Saudita [58] no llevó a crisis mayores, pero sí fue un indicador más de las diversas fracturas que existen dentro del CCG. No obstante, se dieron a conocer nuevos compromisos diplomáticos: la propia Arabia Saudita se ofreció a mediar en la disputa en un gesto que fue reconocido positivamente por Teherán, mientras que el CCG se mostró favorable a una solución negociada del diferendo y decidió dar un nuevo paso a tales efectos con la creación de un comité especial ad hoc.
En cualquier escenario futuro, la diplomacia iraní tendrá que ceder en su actual posición y llegar a un nuevo compromiso respecto a las islas, si quiere efectivamente alcanzar una mayor armonía y construir un marco de confianza y cooperación en sus relaciones con sus vecinos meridionales. Irán ha fortalecido notablemente sus vínculos con las otras monarquías del Golfo durante los años 90, incluso a principios de 1999 restableció vínculos diplomáticos con Bahrein, país con el que ha tenido relaciones tradicionalmente tensas a partir de la mayoritaria población shiita que habita el mismo.
Según han opinado algunas fuentes, además de diversos problemas no muy divulgados entre Arabia Saudita y Emiratos respecto a temas fronterizos y financieros, también el tema de Iraq se agrega en estas tensiones y disputas, ya que “el apoyo de Abu Dhabi a la rehabilitación iraquí es la antítesis del enfoque presentado por Riyadh. Una razón primordial por la que los Emiratos favorecen la reconciliación entre Iraq y los Estados del Golfo es para limitar el poder de Irán en la región, mientras que la distensión de Arabia Saudita con Teherán no es lejana al interés de hacer causa conjunta contra su vecino común”.[59]
Curiosamente, las relaciones irano-iraquíes, que venían experimentando una marcada tendencia distensiva en los últimos años, comenzaron a mostrar signos nuevamente críticos al mismo tiempo en que ha ido avanzando este acercamiento entre Irán y Arabia Saudita. Particularmente a partir de la visita de Khatamí al reino, los medios de prensa iraquíes subieron notablemente el tono de su retórica contra Teherán.
La agenda negociadora irano-iraquí, en cierta medida propiciada por el aislamiento de ambos actores regionales a partir de la política norteamericana de la “doble contención”, había comenzado expresamente desde 1994 luego de una propuesta en tal sentido del propio presidente iraquí. En años posteriores comprendió: la creación de comisiones (1995) para proseguir con el intercambio de prisioneros e información sobre soldados desaparecidos durante el conflicto bélico entre Irán e Iraq; el acuerdo para que peregrinos iraníes viajen a las ciudades sagradas shiitas en Iraq (1997); la visita del canciller iraquí a Teherán en 1998, ocasión en la cual la figura máxima de la política exterior iraní declaró que: “Iraq seguirá siendo un país hermano y amistoso. Nuestras diferencias actuales podrán ser solventadas más tarde o más temprano”[60] ; así como la firma de varios convenios para el incremento de la actividad comercial, la que ha venido incrementándose desde 1997, especialmente a través del paso fronterizo de Munthiriya-Khursaw.[61]
Tales iniciativas y juicios contrastan notablemente con la situación experimentada durante varios meses de 1999 e inicios del 2000, pues a las tensiones verbales, se les sumó una ola de atentados en Irán (perpetrados por los Mujahedin-e Khalq apoyados y asentados en Iraq), así como el asesinato del vicejefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas iraníes Sayyed Shirazi, hechos que fueron respondidos por Irán con el lanzamiento de tres misiles contra el campamento militar de Ashraf[62] (utilizado por dicha organización) y con un fuerte verbo de advertencia en cada ocasión. Igualmente se piensa que Teherán puede haber estado detrás de un atentado perpetrado contra un vehículo en Bagdad, en el cual murieron varios miembros de la mencionada agrupación opositora.
Iraq condenó los ataques iraníes y advirtió respecto a las posibles consecuencias negativas futuras, mientras que Teherán acusó a Iraq de brindar apoyo a la oposición armada iraní y defendió su derecho a responder.
Las tensiones se incrementaron aún más, luego del discurso del presidente iraquí a principios de agosto de 1999, en ocasión del noveno aniversario de la ocupación de Kuwait, en el cual acusó a Irán de aún mantener y maltratar a prisioneros de guerra iraquíes,[63] responsabilizó a Teherán por los ocho años de guerra y su impacto negativo en la economía iraquí, y consideró que había sido un error haber enviado la aviación iraquí[64] a resguardo en territorio del país vecino, al iniciarse el ataque de las fuerzas de la coalición dirigidas por los Estados Unidos en 1991.
En los meses de agosto y septiembre los medios noticiosos iraquíes dieron a conocer el arresto de infiltrados desde Irán, la captura de espías iraníes, e incluso trataron de entorpecer el actual acercamiento de Irán con las monarquías del Golfo apoyando a la posición de Emiratos en su diferendo con Teherán, y llegando a asegurar por ejemplo, que Irán había secretamente apoyado la invasión iraquí de Kuwait en 1990. La prensa iraní también respondió insistiendo en el tema de los prisioneros de guerra y criticando al régimen iraquí y a Saddam Hussein por las penurias a las que ha sometido a su pueblo.
Irán por su parte también brinda apoyo a algunos elementos de la oposición antiiraquí, lo que es crecientemente preocupante para Bagdad, especialmente en momentos de acercamiento irano-saudita, pues por ejemplo, según declaraciones de Hamed Al Bayati, representante en Londres del SAIRI (Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Iraq), “Arabia Saudita está brindando apoyo moral, informacional y político a los opositores al presidente iraquí Saddam Hussein, no así militar ni financiero; aunque el SAIRI no rechazaría ninguna oferta de apoyo en instalaciones militares por parte de Arabia Saudita o de cualquier otro país de la región que le permitiera establecer campamentos de entrenamiento y desarrollar ataques fronterizos”.[65] De hecho, el principal líder de este grupo con sede en Irán, Sayyed Mohammed Baker Al Hakim, ha estado visitando el reino saudí periódicamente a invitación del príncipe a la corona Abdullah Ibn Abdelaziz.
Otro tema importante que sirvió para mostrar los reajustes de políticas entre Riyadh y Teherán, fue la crisis de 1998 entre Irán y Afganistán que casi desembocó en enfrentamiento bélico, a raíz de las ofensivas talibanas contra regiones de población shiitas y del encarcelamiento y ejecución de ciudadanos y diplomáticos iraníes, presentes en esas regiones septentrionales, hasta entonces sin control del gobierno central. A pesar de que Arabia Saudita es uno de los tres únicos países que reconoce al Emirato Islámico de Afganistán y ha sido apoyo fundamental del mismo, en esa ocasión optó por el enfriamiento diplomático retirando a su representante en Kabul, y expulsando al encargado de negocios afgano, anunciando que se actuaba “en correspondencia con el interés nacional”.[66]
En materia petrolera, la cooperación saudita-iraní incluso rindió importantes resultados en años recientes, aunque generalmente ambos países han tenido posiciones divergentes dentro de la OPEP.
Durante 1999 fue trascendental el acuerdo de ambos para reducir sus cuotas de producción y elevar los bajos precios de los últimos tiempos, así como las presiones y concertaciones que lograron a tales efectos, con otros importantes productores de energéticos, miembros y no miembros de la OPEP.[67] Con esta política enunciada en marzo de 1999 en un comunicado conjunto irano-saudí, y acordada por la OPEP en su reunión de ese mismo mes, se logró disminuir la oferta de energéticos en el mercado mundial y se alcanzó una notable recuperación de los precios, resultado atractivo para los productores y decisivo para las economías iraní y saudita que habían registrado enormes déficit en años anteriores.[68]
En septiembre de 1999, al mismo tiempo en que los precios mostraban una notable recuperación al alcanzar los mayores niveles de los últimos años, ambos países señalaron su interés por ocupar la secretaría general de la OPEP, en lo que algunos comentaron de manera apresurada que podría generar nuevas tensiones entre ambos actores y entorpecer su reciente acercamiento. Irán insistió en que solamente había podido presidir la organización en los primeros años de su fundación, a pesar de su peso enorme dentro del mercado de energéticos mundiales. No obstante, en medio de esta competencia por el puesto supremo de la OPEP, ambos hicieron una propuesta que nuevamente fue representativa del alto nivel de coordinación y acercamiento que las dos partes están experimentando: que sus dos candidatos fueran electos de manera conjunta para presidir la organización por un período de tres años.
Esta sugerencia tomó por sorpresa a expertos y miembros de la OPEP, cuya carta regula la elección de un solo secretario general por aprobación unánime de sus miembros. La reunión 108 de la organización celebrada en septiembre decidió mantener al Dr. Rilwanu Lukman como su secretario general hasta que se acordara más adelante la designación de una nueva figura, con lo cual se evitaron crisis de mayor envergadura en un momento de auge de la estrategia colectiva y se ganaba más tiempo para consultas, concertaciones y acuerdos.[69]
Frente a la notable elevación de los precios del crudo, que llegaron a sobrepasar los 30 dólares en los primeros dos meses del año 2000, se desarrollaron posiciones totalmente contrapuestas. Por un lado Arabia Saudita accediendo a las peticiones de la economía estadounidense y de otros grandes importadores, se mostraba más favorable a un incremento de las cuotas de producción, mientras que Irán (junto a otros productores como Libia y Argelia), se manifestó en contra de cualquier aumento drástico de los niveles de producción, considerando el incremento de precios era puramente coyuntural y obedecía a maniobras especulativas, a problemas estructurales de algunas economías importadoras, especialmente de la norteamericana, y no eran resultado de una carencia en la oferta internacional de crudos.
No obstante, a principios de marzo también ocurrió una nueva coordinación de políticas entre los dos países cuando Riyadh y Teherán consideraron en un comunicado oficial conjunto que el incremento de los precios y su volatilidad no favorecía a largo plazo ni a productores ni a consumidores, y acordaron propiciar ajustes entre todos los productores tanto miembros como no miembros de la OPEP, mediante el aumento de los suministros en el momento adecuado en aras de una estabilidad del mercado y del crecimiento de la economía mundial.[70]
A lo largo del 2000, la OPEP en definitiva aumentó en cinco ocasiones su cuota global de producción, política que se impuso a pesar de la oposición iraní y de los otros miembros de la organización considerados como “halcones”. Es sólo durante la 114 reunión de la organización en marzo del 2001 en que la OPEP acuerda reducir su producción en un millón de barriles diarios.
A pesar de estas contradicciones en política petrolera, la relación bilateral siguió dando muestras de fortalecimiento en diversas esferas durante la etapa 2000-2001, siendo el hecho más significativo, la firma en abril del 2001, y luego de dos años de discusiones, de un acuerdo de seguridad para la coordinación en la lucha contra el crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo. Este acuerdo no incluyó cooperación en materia militar.
Dentro de los muchos factores que pueden influir en el comportamiento futuro de estas relaciones, habrá que tomar en cuenta, por ejemplo, la evolución de los respectivos escenarios de política interna, tanto en Irán como en Arabia Saudita.
En el caso iraní, el ascenso a la presidencia en mayo de 1997 de una tendencia reformadora encabezada por el presidente Khatamí, ha tenido un enorme impacto en la proyección exterior del país, al mismo tiempo en que se desarrolla un debate muy fuerte entre los partidarios de esta línea –con diversos matices- y las otras tendencias de pensamiento calificadas generalmente como de “línea dura”, tanto conservadoras como radicales. Esta lucha por el poder y por llevar adelante un modelo de base islámico, pero con propuestas divergentes en los campos de la economía, la política, los derechos civiles y la estrategia exterior del proyecto nacional, obligatoriamente incide en las líneas respectivas que definitivamente toma el país, por lo que en todos los campos es lógico observar oscilaciones, avances y retrocesos.
Por ello, temas álgidos de la política exterior iraní como son las relaciones con los Estados Unidos y Occidente, la proyección internacional islámica, su agenda de seguridad regional, y en este caso, las relaciones con Arabia Saudita, podrían recibir otras influencias en el futuro a partir por ejemplo, de reacomodos y compromisos dentro del poder iraní, o a partir de algún deterioro o fortalecimiento ya sea de los reformistas o de las otras tendencias. No obstante, un esquema de cooperación económica regional, de concertaciones en temas de política y seguridad, y particularmente en el renglón de los energéticos, parecería ser un instrumento crecientemente atractivo para cualquier poder establecido en Teherán, pues le permitiría al país explotar al máximo su privilegiada ubicación geográfica y sus enormes potenciales económicos.
Para Arabia Saudita, es obvio que un escenario regional de menores tensiones y crisis puede contribuir notablemente a un menor gasto en materia de defensa y a una opción más creativa en la utilización de su inmensa renta anual, y aunque ello parecería ser la lectura más apropiada para el actual y futuro pensamiento saudí, también existen otros elementos que pudieran incidir en otra dirección. En este sentido el siempre importante tema de la transición en el reino, los diversos actores políticos, sus conocidos compromisos en la cúpula del poder, pero también sus percepciones e ideas divergentes, son un factor importante a la hora de ver el comportamiento futuro de la política exterior del reino y especialmente, su actual acercamiento con Irán.
Durante 1999 se hizo aún más notable el deterioro de la salud del monarca saudí Fahd Ibn Abdelaziz, y de hecho el príncipe a la corona Abdullah se ha estado encargando de algunos de los más importantes asuntos del reino [71]. Aunque obviamente esta transición de poderes no está exenta de tensiones e incertidumbres, en ocasiones el manejo de este tema en los medios internacionales de prensa aparece excesivamente cargado de especulaciones de corte sensacionalista.
La transición en el poder saudí tiene diversas experiencias históricas que han incluido desde la sustitución de facto de un monarca por otro, hasta el asesinato del rey Faysal en 1972 en medio de una fuerte lucha por la sucesión.
En los momentos actuales, independientemente de las conocidas diferencias existentes entre Abdullah, (príncipe heredero y jefe de la Guardia Nacional) y Sultán (ministro de Defensa con marcadas aspiraciones a alcanzar el trono en el futuro), el reino cuenta por primera vez con nuevas herramientas jurídicas que pueden favorecer la transición con un mayor grado de estabilidad.
Es útil recordar que el llamado “sistema básico de gobierno” proclamado por Fahd en 1992, se convirtió en el cuerpo legal escrito más importante generado desde la fundación del reino en 1932, y con el mismo se pretendió propiciar un mayor nivel de consulta en el proceso de toma de decisiones, buscar un nuevo equilibrio entre las tendencias tecnócratas-reformadoras y los sectores religiosos más ortodoxos representados dentro de los Ulama, y con ello lograr una perpetuidad en el poder con la menor afectación de sus bases de legitimidad religiosa y sociocultural.
Estos decretos reales, además de regular el establecimiento y funciones del Nuevo Consejo Consultivo (Majlis al Shura) prometido desde los años 50, también contemplaron varias disposiciones destinadas a regular diversas funciones administrativas, garantizar determinados derechos civiles y abordaron además el crucial tema de la sucesión real.
Un ejemplo de que las nuevas regularidades se empiezan a cumplir de acuerdo con la “ley básica” ha sido la periódica reestructuración del gabinete, lo que poco se hacía en etapas anteriores. La primera ocasión fue en 1995, y la segunda ocurrió más recientemente en junio de 1999. En el actual gabinete se mantiene un importante espacio para los representantes de tendencias reformistas favorables a la privatización y a la inversión foránea, al mismo tiempo en que se sigue dando especial atención a la alianza tradicional que existe entre la familia Saud y la familia Al-Sheikh de altísima legitimidad religiosa. Ello quedó demostrado particularmente con la designación de Saleh Al-Alsheikh como ministro de guía islámica, quien además es ministro de Justicia y Gran Mufti.[72]
Sobre el tema de la sucesión, el sistema básico de gobierno especifica que en el futuro, el nuevo rey será seleccionado en una estructura equivalente a un colegio electoral integrado por los príncipes de la familia, anulándose el derecho automático que tradicionalmente tenía el príncipe heredero de convertirse en rey. Hasta hoy, la sucesión al trono ha sido responsabilidad de los hijos de Abdelaziz, pero ahora el nuevo criterio para la selección trasciende la precedencia y se hace extensivo a los casi 500 príncipes más jóvenes, nietos del fundador de la dinastía.
Por otra parte, el rey tendrá el derecho en lo adelante a designar o incluso destituir al príncipe a la corona. Sin embargo, estas regulaciones sólo entrarán en vigor luego de que el actual heredero, Abdullah Ibn Abdelaziz se convierta en rey, pues otro edicto también proclamado por Fahd, lo reafirmó como su sustituto. De esta forma se trata de mantener un equilibrio entre la rama predominante en el poder, los Sudairis, y la minoritaria a la que pertenece Abdullah, a favor de la continuidad, la distribución de poderes y la armonía de la monarquía Saud.
No parece lógico que el ministro de Defensa Sultán Ibn Abdelaziz se incline por una variante traumática para garantizar su ascenso al trono, que resquebraje el potencial de maniobra con que cuenta el reino y que pueda facilitar el incremento de la oposición de diverso origen (hasta ahora neutralizada mediante cooptación o represión.), sino que puede perfectamente seguir aumentando su nivel de incidencia en las más importantes decisiones de la monarquía al conservar la dirección del cuerpo armado más importante del país, seguir acumulando poderes e influencias al frente del Consejo Supremo de Asuntos Islámicos creado en 1994, e incluso muy posiblemente sería nombrado oficialmente en el futuro como nuevo príncipe a la corona.
En síntesis, la relación bilateral irano-saudí ha mostrado efectivamente resultados muy importantes a corto plazo, pero se requiere más tiempo y una evolución propicia de determinados factores para que la misma pueda consolidarse como una nueva proyección de carácter estratégico en la región del Medio Oriente. Para la construcción de un nuevo marco regional menos antagónico, de mayor cooperación económica y con más sólidas garantías de seguridad, se requerirá seguir generando medidas de confianza mutua y nuevos compromisos, que incluso lleguen a incluir en el futuro al factor iraquí.
Tal como han señalado Chubin y Tripp: “Con la creciente dependencia internacional de los suministros petroleros de la región, las crecientes presiones internas a favor de los cambios y las perspectivas de un regreso de Iraq a la política regional y al mercado petrolero, ¿Sobre qué bases puede construirse la seguridad regional? La relación entre Irán y Arabia Saudita es la clave (...) las relaciones entre estos dos Estados han estado caracterizadas por la rivalidad y la desconfianza en diversos niveles. Si ello puede ser sobrepasado, dependerá en parte de las transformaciones dentro de ambos países, así como de la relación en sí misma, y es fuertemente influido por las relaciones de los dos Estados con los Estados Unidos. Estas asimetrías y prioridades discrepantes establecerán los parámetros para la cooperación en el Golfo Pérsico.” [73]
IV
A modo de observación final podríamos decir que, a pesar del alto nivel de iniciativa mostrado por los militares turcos para su acercamiento y concertación con Israel, y las ventajas ya mencionadas que ello ha brindado tanto en el plano bélico como en el económico, no puede perderse de vista que para el interés nacional turco en general, es mucho más atractivo seguir desarrollando una política “dans tous les azimut”, es decir, hacia Occidente, Medio Oriente, Cáucaso y Asia Central, que le permita aprovechar al máximo su privilegiada posición estratégica y participar de las nuevas dinámicas económicas que se generan en estas regiones -particularmente en materia de energéticos- por lo que resulta difícil imaginar que Ankara se incline en favor de la creación de un eje antagónico regional junto a Israel, y que deje a un lado los enormes beneficios inmediatos y potenciales que una política más equilibrada y multifacética le aportarían. De ahí que en buena medida, el actual acercamiento estratégico pueda tener más bien un carácter coyuntural desde la perspectiva turca, y podría ser acompañado en el futuro inmediato de otras iniciativas de política regional que ayuden a disminuir las preocupaciones al respecto, sigan abriendo espacios de intercambio y cooperación, y den prioridad a la discusión de temas neurálgicos bilateralmente, evitando la conformación de posiciones mancomunadas contra Turquía.
Es decir, en buena medida Turquía tendría condiciones para conservar su proyección Kemalista, en el sentido de rechazar la formación de alianzas para evitar así el surgimiento de contraalianzas que sean más perjudiciales para sus intereses. Su acercamiento con Israel puede ser considerado como uno de esos “ajustes dentro de la continuidad” que exhibe la política exterior turca, según el profesor Bilge Criss.[74]
Para Israel, las actuales ventajas económicas y militares en su relación con Turquía son obvias, pudiendo considerarse incluso como un factor adicional para ejercer presiones regionales por parte de la política israelí en medio de una coyuntura predominantemente antagónica. No obstante, para cualquier escenario futuro de negociación real árabe-israelí, Tel Aviv también se verá obligado a reformular el alcance de sus relaciones con Ankara. Tal como en alguna ocasión señalara Benjamin Netanyahu, esta relación constituye un eje central, pero no el único eje para un acuerdo de seguridad regional.
De hecho, varios estrategas de ambos países[75] han venido insistiendo en la necesidad de perseguir sus respectivos intereses nacionales, dando prioridad a lo político y económico, e ir disminuyendo la preponderancia de los aspectos bélicos mediante una política de “perfil bajo”, para evitar que esta relación bilateral sea percibida como amenaza tácita por parte de los otros actores regionales, insistiéndose en el discurso oficial que la misma no está basada en la hostilidad contra ningún otro país, sino que está diseñada para incrementar la paz, la estabilidad y la cooperación regional.
Según Ofra Bengio: “Ningún gobierno en Israel está preparado para hacer fracasar el proceso de paz, incluyendo la posibilidad de un acuerdo de paz con Siria, debido a su alineamiento con Turquía”.[76] Otros puntos de vista, como el de Amikam Nachmani, disminuyen considerablemente las posibilidades de formación de mecánicas de rechazo más fuertes a nivel regional: “A pesar de estos pasos, las respuestas mediorientales a las relaciones turco-israelíes han sido hasta ahora verbales, pero con muy poca acción. Las contraalianzas aún no surgen, y es dudoso que emerjan alguna vez, dada la existencia de profundas diferencias. Esto deja a los que se oponen al reacercamiento turco-israelí con muchas frustraciones, pero pocas opciones”. [77]
Respecto a las relaciones entre Arabia Saudita e Irán, una gran interrogante a dilucidar entonces, es si este acelerado acercamiento entre estos dos actores centrales de la política del Medio Oriente es puramente coyuntural, al estilo de muchas de las alianzas y contraalianzas escenificadas en la zona durante muchos años, o si puede incluir algunos ingredientes que apunten hacia una mayor durabilidad, o hacia una efectiva nueva propuesta de interacción regional.
Hoy parecería que hay elementos válidos en ambos razonamientos. Por una parte hay hechos que corresponden a una lógica de concertación y cooperación congruentes con un esquema mucho más avanzado en relaciones internacionales, más integrador, algo más equilibrado y menos antagonista, sin embargo, aún es muy prematuro pensar que la tradición de un enfoque de competencia de poderes y predominio regional –al mejor estilo de la escuela realista clásica de las relaciones internacionales- esté desapareciendo del pensamiento de los principales estrategas de la zona. Si bien es cierto que estos reacomodos estratégicos que estamos observando en este caso particular y en otros de la región medioriental, pueden efectivamente estar dando lugar a cualidades nuevas, es saludable seguir pensando que estamos inmersos en un proceso complicado y dilatado que obligatoriamente tendrá que seguir reajustándose en el futuro mediato, a partir del impacto que diversos elementos de variado carácter (internos, económicos e internacionales) puedan ejercer en estas dinámicas regionales.
Bibliografía
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Notas
[1] La idea de la “periferia estratégica” de Ben Gurión concebía forjar relaciones estratégicas con países y minorías no árabes en el Medio Oriente y crear con ellos una infraestructura común que contribuyera a resistir las presiones del mundo árabe. En su momento fueron definidos como objetivos de tal estrategia: Etiopía, Irán, Turquía, los kurdos de Iraq, los cristianos del sur de Sudán, las tribus rebeldes del Yemen y los grupos cristianos del Líbano. Consultar a Zeev Schiff “Fifty years of Israeli security: The central role of the defense system”, The Middle East Journal, Summer, 1999 , pp.434-442.
[2] Jordania parece ser el país árabe menos preocupado por este acercamiento, y de hecho ha venido fortaleciendo sus relaciones militares con Turquía mediante el intercambio de información, análisis y perspectivas estratégicas, entrenamientos y maniobras bélicas conjuntas, etc. También está en estudio la firma de un acuerdo de libre comercio entre las dos partes. Consultar al respecto a Daniel Pipes, “The Real New Middle East”, Commentary, November 1998. “La teoría desarrollada en Amman es que el diálogo y los contactos permanentes con los turcos pueden beneficiar la estrategia jordana de paz, la que se encuentra bajo fuertes presiones de varias capitales árabes” , señalado en “Why Turkey’s embrace of Israel deals a further blow to peace”, Mideast Mirror, September 8 1998 (tomado de proquest).
[3] En: Robert Olson, “Israel and Turkey. Consolidating relations”, Middle East International, 4 April 1997, p.16
[4] Además de que al ser una topografía montañosa resulta ser ideal para ensayar golpes contra zonas muy semejantes en otros países vecinos.
[5] De los 150 mil millones, destinará 60 mil para las fuerzas terrestres, 25 mil para la marina y 65 mil para la fuerza aérea. La tercera parte serán gastos para modernización. En: Amikam Nachmani, “The Remarkable Turkish-Israeli Tie”, Middle East Forum, June 1998 (http://www.meforum.org/meq/june98/remarkable.htm)
[6] Ya a comienzos del 2000 se entregaron los primeros modelos reequipados con radares avanzados, sistemas de combate electrónico, nuevas armas y con sus estructuras fortalecidas.
[7] Los misiles Popeye son del tipo aire-tierra y aire-aire con alcances de 150 y 180 kilómetros en sus dos versiones, mientras que el Delilah es mucho más potente al tener 500 kilómetros de alcance. El proyecto para la fabricación de éste último tuvo auge especialmente durante 1998 en momentos en que se hablaba de la transferencia y posible instalación de sistemas de misiles S-300 de Rusia a Chipre. Dicho plan fue finalmente desechado, pero estuvo acompañado del episodio de la captura de dos espías israelíes que buscaban información al respecto para pasarla a los servicios de inteligencia militar turco. En esos momentos tanto Chipre como Grecia mostraron preocupación por el hecho de que en un futuro enfrentamiento con Turquía se añadiera de alguna manera el apoyo israelí, a pesar de la existencia de anteriores acuerdos de cooperación militar entre Grecia e Israel.
[8] Opción aparentemente desechada a comienzos del 2000.
[9] Datos tomados de Metehan Demir, “Turkey, Israel to co-produce long-range missiles”, Turkish Daily News, October 14, 1997 (en proquest).
[10] Nicole Pope, “Turkey’s generals behind the Israel axis”, The Middle East International, 16 May 1997, p.3
[11] Aharon Klieman, “New balance of power in the old Middle East”, The World and I, January 10, 1996 (tomado de Electric Library).
[12]En Dov Waxman, “Turkey and Israel: A new balance of power in the Middle East”, The Washington Quarterly, Winter 1999 (tomado de Lexis-Nexis)
[13] Citado en: “Greece’s enemies: Turkey, Israel and USA”, INAF News Bulletin, 22 January 2001 (http://www.inaf.gen.tr/english/newsbul/20010122.htm)
[14] Alan Makovsky, “Israeli-Turkish cooperation: Full steam ahead”, Policywatch, no.292, January 6, 1998.
[15] Sobre política exterior turca en los años de la posguerra fría consultar por ejemplo a Malik Mufti “Daring and Caution in Turkish foreign policy”, The Middle East Journal, Winter 1998, pp.32-50, y también a Joseph Leitmann and Çagri Erdem, “Turkey: benefiting from David’s army”, International Relations Journal, Winter 1997 (http://psirus.sfsu.edu/IntRel/IRJournal/Wi97/Leitmann.html)
[16] El South Eastern Anatolian Project, o GAP como es más comúnmente conocido, comprende 495 proyectos variados, 22 grandes diques, múltiples sistemas de riego y 19 plantas hidroeléctricas que se construirían en ambos ríos. El gobierno turco ha emprendido algunas obras, pero aún no ha podido encontrar financiamiento adecuado para el desarrollo del proyecto. Incluso el Banco Mundial se ha negado a otorgar financiamiento considerando las implicaciones políticas y ambientales que el GAP puede generar. En las Naciones Unidas Turquía tiene una posición absolutamente minoritaria en lo que respecta a las discusiones sobre el uso de las corrientes de ríos no navegables, pues las convenciones adoptadas protegen a los que emplean las aguas de los cauces inferiores y estipulan obligaciones para los países que disfrutan de las corrientes altas. Tanto el Éufrates como el Tigris se originan en Turquía y en sus recorridos se extienden de la siguiente manera: Éufrates 41% en Turquía, 23% en Siria y 36% en Iraq. Tigris 22% en Turquía, 77% por Iraq y sólo un 1% por Siria.
[17] Se calcula que el flujo a Siria se reducirá a la mitad y para Iraq se verá afectado en dos terceras partes. La calidad del agua se ve cada vez más afectada por el empleo de pesticidas y fertilizantes en la región de Anatolia.
[18] Para ampliar sobre el tema consultar a Shelby French, “The potential for cooperation or conflict in the Tigris-Euphrates Basin”, International Relations Journal, Spring 1995.
[19] Durante el Imperio Otomano, Iskenderun fue parte de la provincia de Aleppo. Al comenzar el mandato francés pasó a ser parte de la provincia de Beirut y posteriormente fue comprendida dentro del territorio sirio. Sin embargo, en 1937 la Liga de las Naciones decidió imponer sobre la misma un régimen administrativo especial bajo responsabilidad francesa y en 1939 París facilitó que fuera anexada a Turquía. No obstante, esta zona sigue siendo incluida en los mapas oficiales sirios. Para más datos sobre la evolución de este diferendo consultar: “The looted province: How Iskenderun slid from Syria to Turkey”, Mideast Mirror, November 10, 1998 (tomado de proquest).
[20] Siria y Grecia, por ejemplo, firmaron en 1995 un acuerdo militar mediante el cual se permite a los aviones de combate griegos, utilizar las bases aéreas sirias en caso de agudización del conflicto greco-turco por el tema de Chipre.
[21] Ob.cit. French, “The Potential for Cooperation ...” (tomado de internet).
[22] Siria y Turquía firmaron un acuerdo el 20 de octubre de 1998, en el cual se reconoció al PKK como organización terrorista y Damasco se comprometió a cerrar sus campos de entrenamiento, encarcelar a sus principales militantes, pasar la lista de nombre a los servicios especiales turcos, impedir cualquier tipo de apoyo logístico o financiero para el PKK así como el paso por su territorio de terroristas de terceros países, expulsar a Oçalan, garantizar la seguridad fronteriza, y desarrollar un constante intercambio directo a tales efectos. Ver “Syria and Turkey end standoff, reach security agreement
[23] Efraim Inbar, “Turkey deserves Israel’s support”, Jerusalem Post, 19 October 1998, p.8 (tomado de internet).
[24] Entre junio de 1996 y del 1997
[25] El MGK está encabezado por el Presidente y compuesto por el Jefe de Estado Mayor, los comandantes, el Primer Ministro y otros funcionarios civiles. Su anterior estatus de cuerpo asesor ha ido cambiando hacia un papel más central en todas las decisiones. Consultar a Lale Sariibrahimoglu, “Arming for Peace”, Jane’s Defence Weekly, August 19, 1998 (tomado de proquest) y a Ersin Kalaycioglu, “The logic of contemporary Turkish politics”, MERIA no.3, December 1997.
[26] Precisamente, una de las mayores preocupaciones expresadas por los estrategas israelíes respecto a la durabilidad de estas más estrechas relaciones, es que puedan ser afectadas en el futuro por el ascenso al poder en Turquía de tendencias proislámicas.
[27] Kemal Kirisci, “Post Cold War Turkish Security and the Middle East”, en Barry Rubin Ed. Turkish Politics and Foreign Policy, MERIA Books, December 1997 Edition. (recibido por e-mail).
[28] Consultar: Robert Olson, “PKK the target”, Middle East International, 21 February 1997, p.14
[29] Recordemos por ejemplo, que durante los años de guerra irano-iraquí, Bagdad firmó acuerdos secretos con los turcos permitiéndoles que traspasaran las fronteras en sus acciones militares contra los kurdos.
[30] Citado por Daniel Pipes, “A New Axis”, The National Interest, Winter 1997-98 (tomado de proquest).
[31] Al respecto, por ejemplo, se ha dado a conocer la existencia de la llamada “Operación Shlomo”, cuyo objetivo sería golpear instalaciones nucleares y fábricas de misiles iraníes con aviación israelí procedente de territorio turco, en alguna coyuntura que se entendiera pertinente, al estilo del ataque israelí contra el reactor nuclear iraquí de Osirak en junio de 1981.
[32] Precisamente acordados durante el período de Erbakan quien favoreció un acercamiento con Irán.
[33] Firmado en marzo de 1996 y ratificado en enero de 1997.
[34] Según Daniel Pipes, editor del The Middle East Quarterly, se ha producido un incremento notable del turismo israelí hacia Turquía que oscila entre 300 y 400 mil turistas anuales, con ingresos significativos para la economía turca ascendentes a casi 3 mil millones de dólares. Por otra parte Amikan Nachman, profesor de la Universidad Bar-Ilan de Jerusalem ha señalado que Turquía se ha convertido en uno de los principales destinos turísticos de los israelíes, los que solamente en los casinos (prohibidos en Israel) gastan más de mil millones de dólares.
[35] Consultar al respecto a Bulent Aras, “Post-cold war realities: Israel’s strategy in Azeirbaidjan and Central Asia, Middle East Policy, January 1998 (tomado de proquest).
[36] Aunque paralelamente se siguen estudiando planes para la construcción de plantas desalinizadoras, lo que implica menores niveles de dependencia y mayor seguridad.
[37] Israel depende entre un 20 y 30 por ciento de las aguas del Golán.
[38] Por ejemplo, durante la reunión cumbre de la seguridad europea celebrada a fines de 1999 en Turquía se firmó un gran acuerdo para la construcción de oleoductos a través de este país.
[39] Robert Olson, “Turkey, Israel and American Jews” en Middle East International, 26 September 1997, p.16
[40] Barry Rubin, “Notes on Turkey-Israel Relations” MERIA News, no.7, July 1997 (recibido por e-mail).
[41]Alain Gresh, “Turkish-Israeli-Syrian relations and their impact on the Middle East”, The Middle East Journal, no.2, Spring 1998 (http://www.mideasti.org/mei/gresh.html)
[42] De hecho la restauración de relaciones diplomáticas a nivel de embajador sólo se dio a partir de diciembre de 1991. Turquía las había llevado a un bajo perfil en la etapa 80-85 luego de que la Knesset israelí aprobara la conocida Ley sobre Jerusalém que fuera rechazada en todo el mundo islámico.
[43] Ob.cit. Klieman, “New balance of power...” (tomado de Electric Library).
[44] Ob.cit. Gresh, “Turkish-Israeli-Syrian relations...(tomado de internet).
[45] “A report on the Turkish-Israeli military cooperation”, Arabic News citado por: (www.freedom-for-.htm)ocalan.com/bulletin/2001/eMarch6.htm)
[46] Despacho cablegráfico BBC, 22 de febrero de 1999. Ver además “Iran’s Diplomatic Initiatives”, The New York Times, Editorial, May 23 1999, p.16
[47] Durante su estancia en Siria, Khatamí se reunió con el jefe del Hezbollah libanés Sheikh Hassan Nasrallah, y luego del encuentro declaró que este era un movimiento “ideológico y humanitario” que trata de liberar al territorio libanés de la ocupación israelí, por lo que merece el apoyo de Irán.
[48] A partir de entonces se han creado diversas comisiones conjuntas para abordar temas de comercio, líneas marítimas, banca, aduanas, turismo, información, comunicaciones y otras, acordándose el incremento considerable del comercio, las inversiones y la creación de empresas mixtas. También la línea aérea iraní reanudó sus vuelos regulares al reino.
[49] En mayo de 1998 se firmó un memorándum para la cooperación técnica e industrial que consideró la posibilidad de que Arabia Saudita participe en la construcción de gasoductos y oleoductos entre Irán e India, así como la creación de empresas mixtas para la generación de energía. En: “The Foreign Minister Visits Iran”, Country Report, Saudi Arabia, no.3, 1998, The Economist Intelligence Unit, p.12
[50] Declaración del ministro de Defensa Sultan Ibn Abdelaziz citada en: Ed Blanche, “Saudi Prince Sultan makes visit to build ties with Iran”, Jane’s Defence Weekly, May 12, 1999 (tomado de proquest).
[51] No obstante ambas partes acordaron designar agregados militares en sus respectivas misiones diplomáticas.
[52] El ministro de defensa saudí ha insistido en que el reino cumplirá con todos los contratos de compras militares acordados hasta el momento a pesar de los menores ingresos del reino ocasionados por la baja de los precios del petróleo. En 1998 el reino tuvo gastos por nuevas compras militares ascendentes a casi 8 mil millones de dólares, lo que sigue siendo una cifra astronómica a nivel mundial.
[53] Ed Blanche, “Saudis defend Iran’s right to arm itself”, Jane’s Defence Weekly, June 16, 1999 (tomado de proquest).
[54] Despacho cablegráfico IRNA 22 de julio de 1999.
[55] Para ampliar al respecto consultar a Joseph Kechichian, “Trends in Saudi National Security”, The Middle East Journal, Spring 1999, pp.232-253
[56] Según una fuente diplomática saudita, existen esperanzas reales de que esta política conciliadora se mantenga a partir de una consolidación de la línea Khatamí. Los saudis dicen haber identificado como positivo una disminución de los operativos de inteligencia iraní en todos los países del Golfo y la cancelación del verbo antisaudí. “Está claro que el tono ha cambiado. El problema es si es permanente o temporal. Si se deba a Khatamí ¿acaso ha consolidado el poder? No pensamos eso. Por ello no estamos apurados, pero seguiremos construyendo vínculos con Irán lentamente”. Citado por Kenneth Timmerman, “The Saudi-Iranian Thaw”, Wall Street Journal, May 26, 1999, p.A 22 (tomado de proquest)
[57] Citado por Douglas Heard en “Overtures From Iran Ignite a Bitter Debate Among Arab States”, The New York Times, June 9, 1999 (tomado de internet)
[58] Al responder a las críticas de las principales figuras de los Emiratos Árabes Unidos, el ministro de defensa saudita, Sultán Ibn Abdelaziz declaró que: “No caeremos en una discusión de muchachos. Lo que es impresionante es que alguna gente crea que el reacercamiento entre el reino y otro país islámico se dé a expensas de un tercero. Eso es falso. Cada uno debe autocriticarse cientos de veces antes de decir cosas ilógicas. Un ignorante es simplemente un enemigo de sí mismo” (junio 8, 1999 AFP).
El presidente de los Emiratos Árabes Unidos expresó su rechazo al no asistir a la reunión cumbre del CCG celebrada en Riyadh el 10 de mayo.
[59] “Row with the Saudis”, Middle East International, 18 June 1999, p.13.
[60] Citado en Mideast Mirror, August 19 (tomado de proquest). Además de temas como el de los prisioneros de guerra, las aeronaves iraquíes en territorio iraní, la navegación por el estuario del Shaat el Arab, y el apoyo recíproco a grupos opositores, también Irán insiste en su reclamación a Iraq de 100 mil millones de dólares en reparaciones por daños de ocho años de guerra, demanda que es apoyada por las Naciones Unidas al haber sido declarado Iraq como país agresor.
[61] “Saddam Greets Iran for Revolution Aniversary”, ABC News, February 11, 1999
[62] Ubicado 110 kilómetros al noreste de Bagdad.
[63] Iraq acusa a Irán de tener 13 mil prisioneros, mientras que Teherán acusa a Bagdad de aún tener 5 mil.
[64] Iraq envió 27 aeronaves civiles y 115 aviones de combate a territorio iraní para evitar que fueran destruidos en sus bases con los ataques de la coalición. Irán no ha accedido a las peticiones iraquíes para que sean devueltos y dice que sólo lo hará según las regulaciones de las Naciones Unidas impuestas a tales efectos.
[65] “Saudis warming to Iran-based dissident Iraqui Shiite group” Mideast Mirror, London, August 5 1999 (tomado de proquest).
[66] CNN, September 22, 1998
[67] LA OPEP acordó en marzo de 1999 cortar la producción diaria en 1,7 millones de barriles y paralelamente los no miembros accedieron a hacer cortes equivalentes a 400 mil barriles diarios, lo que significó un primer corte de 2,1 m.b.d., que se planteó mantener, al menos, hasta marzo del 2000, e incluso por algunos meses más.
[68] Arabia Saudita, por ejemplo, tuvo un déficit presupuestario en 1998 superior a los 12 mil millones de dólares.
[69] Aparentemente la oposición iraquí a la propuesta conjunta irano-saudita influyó de manera decisiva en tal decisión del organismo.
[70] Despacho cablegráfico IRNA, 8 de marzo del 2000.
[71] Abdullah ya se había encargado durante semanas de la dirección del reino a principios de 1996 debido a problemas de salud del rey Fahd en aquellos momentos. En los últimos tiempos cada vez más se ocupa de los principales temas del reino e incluso toma decisiones importantes. Un ejemplo de ello fue la decisión por él adoptada a mediados de 1999 de liberar a tres de las más importantes figuras religiosas opositoras luego de 5 años de prisión.
[72] La familia Saud siguió conservando los puestos centrales tales como: Defensa, Interior, Relaciones Exteriores, así como obras públicas y viviendas.
[73] Shahram Chubin y Charles Tripp, “Iran-Saudi Arabia relations and Regional Order”, Adelphi Papers no. 304, IISS, Oxford University Press, 1996, p.3
[74] Consultar a Bilge Criss, “Turkish Foreign Policy Toward the Middle East”, en Barry Rubin Ed. Turkish Politics and Foreign Policy, MERIA Books, December 1997 Edition (tomado de internet).
[75] Ver por ejemplo opinión al respecto del Dr. Alon Liel citado en “Turkish-israeli relation: Alignment or Alliance?, Bulletin, The Moshe Dayan Center for Middle Eastern and African Studies, Tel Aviv University, no. 27, Spring 1998, p.4
[76] Conferencia en seminario sobre relaciones Israel-Turquía reseñado en Ob.cit. Bulletin, p.20
[77] Ob.cit Nachmani, “The remarkable...”, p.28