lunes, 30 de junio de 2008

LAS REMESAS PUEDEN LAMINAR LA POBREZA EN ÁFRICA SUBSAHARIANA


Íñigo Moré

La agenda internacional en materia de ayuda al desarrollo está copada por los Objetivos del Milenio, que tienen en la reducción de la pobreza su primer objetivo. En concreto se aspira a reducir a la mitad el número de personas que viven con un dólar al día, y a reducir a la mitad el número de personas que sufren hambre.[1] Conviene recordar que las remesas de los emigrantes son el medio conocido más eficaz para alcanzar este objetivo debido a que se trata de flujos sin contrapartida; regalos en lenguaje coloquial. Cualquiera que reciba 300 euros es justo 300 euros menos pobre que antes. Si el receptor pertenecía al grupo más precario, los que viven con menos de un dólar al día, esta cantidad justo le permitiría salir durante un año de esa aguda carencia.

Las remesas que los emigrantes envían al África subsahariana tienen muchas posibilidades de terminar en manos de una persona de estas características. Según Naciones Unidas, en 2001 el 46,4% de la población de la región pertenecía a este grupo. Esto supone 313 millones de personas, o el 30% de todos los pobres de estas características en el mundo. Además, la ONU señala que los pobres de solemnidad africanos solo disponen de una media de 0,60 dólares al día mientras que en el resto del mundo la media asciende a 0,80 dólares.[2]

Por ejemplo, una remesa de 300 euros apenas permite vivir un mes a una familia tipo en Ecuador. Pero si este mismo dinero llega a Ruanda, representaría la producción media de tres años, considerando que el FMI cifró en 91 dólares anuales el PIB per cápita del país en 2004.

Pudiera pensarse que el envío de remesas está tan sometido a la incertidumbre como cualquier otro flujo económico tradicional. Pero las remesas se caracterizan por ser “mucho más estables y menos cíclicas que cualquier otro flujo de capitales”.[3] Por ello, representan un seguro frente a las inestabilidades económicas. Por ejemplo, cuando las remesas superan el 3% del PIB adquieren masa crítica suficiente como para hacer “menos probables las crisis financieras cuando se reducen las reservas en divisas”.[4]

Una de las razones es que el más evidente de sus determinantes son los vínculos familiares que suelen unir al que envía y recibe los fondos. Este vínculo es permanente y no se atenúa, por ejemplo, por las condiciones de los mercados financieros que, en cambio, afectan a la inversión extranjera. Incluso, esos vínculos son más estrechos cuando el país de destino atraviesa situaciones de crisis, como catástrofes naturales, que tienen efectos demoledores sobre flujos como los ingresos por turismo internacional.

En el caso de África, esos vínculos familiares tienen una dimensión más amplia que el núcleo tradicional europeo, tanto por su característica informalidad como por la poligamia allí donde es legal. Esto hace que el número de receptores por cada remisor sea mayor que en otras zonas, ampliando la relación entre familias y remesas.[5] Y, con ello, también se amplía el efecto que tienen las remesas sobre la pobreza.

¿Cuántas remesas recibe África?

La cifra oficial de remesas recibidas por África subsahariana es de 4.357 millones de dólares según la UNCTAD para 2003. Pero esta cifra infravalora al menos tres veces la real, como delata su desproporción con el número de emigrantes de la región. Según la Population Division de Naciones Unidas, para el período 2000-2005 la migración neta anual de los países de África es de 455.000 personas mientras que el stock de emigrantes de la región es de 16 millones de personas, de los que 3 millones corresponderían al norte de África.

La descompensación entre cifras de emigrantes y de remesas se explica, en parte, por la mala calidad de la estadística. De los 44 países de África subsahariana, hay 10 que no ofrecen cifras de remesas, entre los que figuran algunos con diásporas tan relevantes como Angola. Además, los países que ofrecen las cifras lo hacen de forma irregular y, en muchos casos, retrasada. Hay cinco casos en los que la última cifra de remesas data de 1995, como ocurre con Nigeria, cuya diáspora tiene una muy relevante dimensión. Es evidente que en la situación de extrema pobreza de la región hay otras tareas más urgentes que realizar una contabilidad nacional precisa.

Otra parte de la explicación está en que las condiciones de África hacen que el grado de informalidad en las remesas sea superior a la media mundial.

Un informe conjunto del FMI y el Banco Mundial señala que las remesas informales podrían representar a nivel mundial hasta un 75% más que las contabilizadas.[6] Estas remesas informales viajan frecuentemente por sistemas paralegales, organizados de forma clandestina y que reciben diferentes nombres según la región geográfica: de fei-ch’ien (China), hasta hundi (Pakistán, Bangladesh), siendo conocidas en los países árabes como hawala. Se han encontrado vínculos entre estas redes informales y la financiación de actividades ilegales e incluso de terrorismo.[7] El mismo informe señala que este fenómeno informal es más agudo en África que en otros continentes.

Por su parte, el Banco de España afirma que su cifra oficial de las remesas que salen del país infraestima su dimensión real entre un “17% y un 46%”.[8] Estos porcentajes son más elevados para los países africanos. Por ejemplo, un informe de Eurostat señala que “el 95% de las remesas de Ghana son en especie”[9] mientras un informe de la ILO calcula que el 85% de las remesas recibidas por Sudán son informales[10] y otros análisis revelan que la importancia de las remesas supera su cifra oficial. Por ejemplo, “los depósitos bancarios de los emigrantes suponen un tercio de todos los depósitos privados en el sistema bancario de Mali”.[11]

Esta mayor propensión del África subsahariana a las remesas informales se explica por la debilidad de sus sistemas financieros, inexistentes en algunos países. Por este motivo, es imposible en la práctica enviar remesas por medio de sistemas formales y los usuarios deben recurrir a sistemas informales. Otro motivo es la alta proporción de migraciones intraregionales, en los que el emigrante va y viene llevando consigo sus remesas por fenómenos laborales, como el temporeo agrícola, o culturales, como el nomadismo.

Por ello, una estimación mínima de las remesas que realmente recibe África subsahariana podría ser tres veces la cifra oficial, colocándola en torno a los 13.000 millones de dólares anuales, una cantidad superior a las inversiones extranjeras que recibe la región y aproximadamente la mitad de toda la Ayuda Oficial al Desarrollo que, en términos netos, es el principal flujo económico de la región.

África subsahariana siempre ha sido el principal destino mundial de la ayuda oficial al desarrollo y su liderazgo se viene incrementando en las últimas décadas. Entre 1973 y 1982 absorbió el 26% de toda la ayuda concedida por los países miembros del DAC, departamento de la OCDE que analiza estos flujos. El porcentaje se incrementó al 31% en la siguiente década (1983-1992), llegando al 32% entre 1993 y 2002. En el caso de la ayuda europea, este porcentaje supera el 40% para todos los períodos.[12] En 2002 África completa recibió Ayuda al Desarrollo por valor de 22.296 millones de dólares.[13]

Por otro lado, la región recibió inversiones extranjeras por valor de 9.249,6 millones de dólares en 2003, con tres países petroleros en cabeza, Guinea Ecuatorial (1.430,7 millones de dólares), Angola (1.414,7 millones) y Nigeria (1.200,0 millones).

En este contexto, las remesas son uno de los principales flujos de divisas que recibe la región y, por tanto, su efecto tiene una importancia muy relevante.

¿Cuánto sale de España?

No existe un mapa de los destinos de las remesas de España. El Banco de España reportó por primera vez y para el año 2003 un reparto fragmentario de los tres principales destinos (Colombia, Ecuador y Marruecos). En octubre de 2004 amplió este ejercicio de transparencia, ofreciendo los diez primeros destinos de las remesas para 2003 y 2004. El único país subsahariano en este top ten es Senegal, que ocupa la 10ª posición en 2004 con el 2,1% de todas las remesas. Se puede calcular que esto supone 58 millones de euros para el ejercicio. No obstante, se puede estimar el potencial de estas remesas calculando que el último padrón contiene 163.014 subsaharianos, encabezados por los nacidos en Senegal, con 28.463, y Nigeria, con 25.800.

En ese mismo padrón se informa de una cifra de extranjeros de casi 5 millones. De estos, 1,5 vienen de países desarrollados y, en su mayoría, no realizan actividades económicas en España donde muchos residen como turistas de largo plazo. Por ello, cabe suponer que no envían remesas. Otros 3,5 millones vienen de países en desarrollo. Si dividimos la cifra oficial de remesas de 2004, 3.436 millones de euros, entre el número de emigrantes empadronados susceptibles de enviar remesas, tenemos una media anual aproximada de 1.000 euros por cada uno. Aplicando esta media al número de subsaharianos empadronados, podríamos estimar que su capacidad para enviar fondos a sus familias es de 163 millones de euros anuales como mínimo. En el caso concreto de Senegal, aproximadamente la media de remesas por cada empadronado es casi de 2.000 euros, el doble de la media general. Algo que podría obedecer a tres razones: bien son más reacios que el resto a empadronarse, bien tienen una mayor propensión a remesar o bien disponen de mayores rentas (posiblemente, la explicación más realista sea una combinación de las dos primeras). El caso es que aplicando esos 2.000 euros al universo de subsaharianos tendríamos 326 millones de euros anuales como estimación máxima de la horquilla. En su grado mínimo, la estimación supondría una cifra capaz de sacar de la extrema pobreza a medio millón de personas al año, mientras que, al máximo, la cifra supondría un millón de pobres menos.

No obstante, esta cifra potencial muy posiblemente supera a la real debido a las patologías descritas que dificultan el flujo de remesas hacia la región. La debilidad de sus sistemas financieros hace que sean muy pocas las entidades locales capaces de abonar en destino estos giros y, por ello, sus servicios son caros. Según un informe de remesas.org,[14] el precio medio de enviar una remesa de 150 euros desde España al África subsahariana es del 9,8% de la cantidad enviada, lo que supone un 63% más que hacerlo a Ecuador, donde el precio medio es del 6%. Como es natural, en la diferencia de precios influye la menor demanda (163.014 subsaharianos empadronados frente a casi medio millón de ecuatorianos), pero también refleja problemas en la oferta pues apenas la mitad de los remesadores autorizados trabajan con África subsahariana, mientras que casi todos lo hacen con Ecuador. Esta situación deriva de la escasez de pagadores fiables en destino, aunque también influye el escaso atractivo que puede tener para una empresa cualquiera emprender un viaje para encontrar un corresponsal digamos en Gambia, pudiendo buscarlo en destinos como Colombia donde, para empezar, existe una pluralidad de entidades pagadoras para elegir, una jurisdicción más o menos fiable en caso de conflictos y donde se puede viajar sin necesidad de vacunarse contra una larga lista de enfermedades exóticas.

Todo ello sugiere que no se está aprovechando el potencial de los emigrantes africanos para reducir la pobreza en sus países de origen, puesto que estos fondos no se remiten o lo hacen en condiciones precarias o más onerosas que otros destinos.

¿Generan desarrollo?

Mientras que el demoledor efecto de las remesas sobre la pobreza es evidente, no existe un consenso sobre su efecto en el concepto más amplio de desarrollo. La razón parece estar más en a dónde se mira que en las remesas en sí mismas. Mientras que las remesas reducen la pobreza de forma automática y autónoma, el efecto que tengan sobre el desarrollo depende de lo que haga con ellas el receptor. Si las guarda debajo del colchón sin utilizarlas, no generan efecto alguno. Si las utiliza para gastos relacionados con salud, educación o las invierte, aunque sea en reformar una vivienda, producirán un efecto positivo. No tanto si las gasta en artículos suntuarios, como un lector de DVD importado.

Resulta imposible determinar el desarrollo que producen las remesas que salen de España pues carecemos de un mapa oficial de sus destinos.

No obstante, se puede aventurar que este efecto desarrollo sobre el África subsahariana es muy limitado. La forma más sencilla de darles un rendimiento es bancarizarlas. Si el receptor no es capaz de invertirlas, las entidades financieras pueden encontrar un destino productivo. Pero los sistemas financieros de África son extremadamente frágiles y su tamaño suele ser minúsculo. Hay países con menos de cincuenta oficinas bancarias, contando las sucursales del Banco Central.

En caso de que el receptor decidiera invertirlas por sí mismo, se encontraría con escasas opciones por la ausencia de mercados especializados. En muchos países de África es necesario hacer más de 100 km para encontrar un mercado donde adquirir bienes esenciales como bombas de agua, para transformar secanos en regadíos, o sacos de cemento, para construcciones.

Y eso sin contar con que en algunas sociedades africanas aún perviven vestigios de la tradicional aversión al trabajo de las elites aristocráticas que consideran, por ejemplo, la agricultura como una actividad deshonrosa, prefiriendo la ganadería.

Respecto del marco institucional, hay que señalar que África en general es una región que no se destaca por el interés que demuestra por sus emigrantes. En parte debido a que las prioridades de la región son diferentes, pero también debido a la asimetría entre una diáspora que ha adquirido una perspectiva democrática y a la naturaleza tiránica de muchos regímenes africanos. Esto lleva a que los emigrantes sean considerados por sus Estados como potenciales opositores dispuestos, cuando menos, a financiar el derrocamiento del régimen. Parece incluso que esta percepción no está tan alejada de la realidad, pues el Banco Mundial[15] llegó a la conclusión de que “una diáspora amplia incrementa el riesgo de que un conflicto civil se repita en cualquier país”.

Conclusiones

En resumen, la extrema precariedad de África afila la capacidad para reducir la pobreza de las remesas de los emigrantes. Pero esa misma precariedad reduce la posibilidad que tienen las remesas para generar desarrollo, debido al subdesarrollo de su sector financiero, lo que hace particularmente caro enviar fondos a la región.

Una forma de solventar este primer problema podría ser fomentar que en España haya más remesadores que ofrezcan servicios sobre la región. Esto podría lograrse fácilmente por dos vías. Por un lado, autorizando la creación de pequeños remesadores especializados en emitir fondos a la región. Sería factible reduciendo los requisitos establecidos por el Banco de España para otorgar licencias de remesadores. En la actualidad, se exige un capital mínimo de 300.000 euros para emprender esta actividad. Esta cantidad podría reducirse para entidades que deseen especializarse en solo unos pocos países, por ejemplo de África subsahariana. De este modo se estimularía la competencia en el sector, lo que reduciría los precios.

El mismo resultado se lograría tratando a las empresas remesadoras como a cualquier otra empresa en lo que se refiere a disfrutar de los estímulos a la internacionalización que otorga el Estado, creando un programa específico para ellas. De este modo más entidades viajarían a África para cerrar acuerdos con pagadores, incrementándose de este modo la oferta y reduciéndose los precios. Por cualquiera de estas dos vías se lograría ofrecer a los usuarios caminos alternativos al de las remesas informales, muy frecuentemente controlados por las mismas mafias responsables de la emigración ilegal.

En cuanto al desarrollo que generan estas remesas, sería fácil incrementarlo con tratar a los emigrantes como a cualquier otro particular, ofreciéndoles los mismos apoyos que el Estado concede a cualquier otro que intente invertir en el exterior. Por ejemplo, facilitándoles acceso a las pólizas de inversiones donde Cesce cubre por cuenta del Estado riesgos políticos. Es cierto que las cantidades que puede invertir un emigrante con sus remesas son escasas. Pero está igual de expuesto a su expropiación como cualquier otro. Otro ejemplo sería facilitarles acceso en igualdad de condiciones a las líneas de financiación estatal para acometer inversiones en el exterior. Hay que señalar que ninguna de estas alternativas está expresamente prohibida para emigrantes y/o operaciones de pequeños montantes, pero las entidades que ejecutan estas actividades no han realizado acercamientos a esta comunidad, cuyas especiales características quizá hagan aconsejable la creación de una entidad específica que canalice estos apoyos, proporcionando asistencia y asesoramiento.

El resultado final sería un flujo estable de remesas que ofrecería una vía alternativa para el desarrollo de la región, hasta ahora confiado a la ayuda al desarrollo tradicional que viene teniendo dificultades para insertarse en una acción eficaz de los países receptores. Por ello, en ocasiones los proyectos no se llevan a término, mientras los casos de corrupción no son desconocidos en la región. Frente a este problema, las remesas son flujos de persona a persona. Individuos conscientes de las condiciones locales y que se van a preocupar por elegir cuidadosamente el destino de sus fondos y darles el rendimiento esperado. Al fin y al cabo es su dinero.

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[1] La División de Estadística de las Naciones Unidas ha creado una página específica sobre los Objetivos del milenio y el grado de cumplimiento: http://unstats.un.org/unsd/mi/mi_worldmillennium_new.asp

[2] The Millennium Development Goals Report, Naciones Unidas, 2005.

[3] Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook, abril, capítulo II.

[4] Matteo Bugamelli (Banca d’Italia), Do Migrants’ Remittances Reduce the Probability of Financial Crises in Emerging Markets, Working Paper presentado en el Third Workshop on Emerging Markets, Banco de España, Madrid, 24-25/XI/2005.

[5] Richmond Tiemoko, Migration, Return and Socio-Economic Change in West Africa: The Role of Family, Working Paper nº 15, Sussex Centre for Migration Research, University of Sussex, 2003.

[6]Caroline Freund y Nikola Spatafora, Remittances: Transaction Costs, Determinants, and Informal Flows, Policy Research Working Paper, Banco Mundial, 2005.

[7] Para un análisis de este aspecto, y otros de las remesas como flujo económico en general, véase Íñigo Moré, Las remesas de los emigrantes en España: una oportunidad para la acción exterior, Real Instituto Elcano, DT nº 3/2005, disponible en http://www.realinstitutoelcano.org/documentos/167.asp

[8] Banco de España, Balanza de Pagos 2004.

[9] John K. Anarfi, K. Awusabo-Asare y N.N.N. Nsowah-Nuamah, Push and Pull Factors of International Migration: Country Report Ghana, Eurostat, 2000.

[10] Shivani Puri y Tineke Ritzeme, Migrant Worker Remittances, Micro-finance and the Informal Economy: Prospects and Issues, Working Paper nº 21, Social Finance Unit, Organización Internacional del Trabajo, Ginebra, 1999.

[11] A.S. Fall, “Enjeux et défis de la migration internationale de travail ouest-africaine”, Cahiers de Migrations Internationales, nº 62, Organización Internacional del Trabajo, Ginebra, 2002.

[12] Carlos Montes y Stefano Migliorisi, EU Donor Atlas, Mapping Official Development Assistance, informe financiado por la Unión Europea, mayo de 2004.

[13] OCDE DAC, Net Aid by Region.

[14] www.remesas.org

[15] P. Collier y A Hoeffler, Greed and Grievance in Civil War, Working Paper nº 2355, Banco Mundial, Washington, 2000.