lunes, 22 de septiembre de 2008

LAS RELACIONES EXTERIORES TURCAS EN LA ERA DE LA POSGUERRA FRÍA


Atila Eralp

En esta reflexión abordaremos el precio que está teniendo que pagar la política exterior turca por su situación durante la transición desde la Guerra Fría hasta el período de la posguerra fría. Observamos que este período muestra un patrón llamativo en términos de la lentitud y larga duración del proceso, el cual también ha sido doloroso tanto para Turquía como para las élites en el Gobierno. En primer lugar, porque durante la Guerra Fría, las élites en el Gobierno gestionaron la política exterior turca en base a dos supuestos: primero, la creencia en la uniformidad de la Alianza Occidental y la idea de que en realidad no existían muchas diferencias entre Estados Unidos y Europa; y segundo, desde el punto de vista de la orientación de la política exterior en el ámbito regional, la estrecha cooperación que existía con la Alianza Occidental, con Occidente y especialmente con Estados Unidos. En todo lo relacionado con las orientaciones de su política exterior regional, Turquía siguió principalmente las políticas occidentales; en este sentido, las élites turcas no mostraban mucha autonomía.

Actualmente, si miramos el clima de posguerra fría, los supuestos de las élites turcas dejan de ser válidos a partir de los cambios que se han producido: ya no existe uniformidad en el interior de la Alianza Occidental, al mismo tiempo que existen diferencias entre Estados Unidos y Europa en relación con cuestiones clave de la política exterior.

Por otra parte, y en el ámbito de la política regional, las élites gubernamentales turcas cuentan con más oportunidades, hecho que las obliga a tener que tomar algunas opciones; así, la política exterior regional tiene más margen de maniobra. En el caso de Turquía, el inicio de su transición hacia el contexto de la posguerra fría coincidió con la negativa de la UE a su solicitud de adhesión presentada en 1987; la decisión de la Comisión se publicó en 1989, al mismo tiempo que la transición en la orientación de la política exterior turca desde el período de la Guerra Fría al de la posguerra fría. El rechazo de la UE dio lugar, por un lado, a un aumento del resentimiento hacia este bloque por parte de la población turca y, por el otro, a la búsqueda de nuevas alternativas a la vocación europea. En este sentido, entre 1989 y 1990, se comenzó a dibujar otro tipo de orientación en la política exterior regional. De esta manera, asistimos a la promoción de distintos intentos para encontrar alternativas a la vocación europea de Turquía; ejemplo de ello fue el aumento de la cooperación en el Mar Negro y con las repúblicas de Asia Central.

Si se analiza el período 1989-1999, este patrón de búsqueda de políticas regionales alternativas a la vocación europea resulta bastante sorprendente. Siempre que Turquía se ha enfrentado a problemas relacionados con la UE, se ha producido esta búsqueda de alternativas regionales, y este patrón resulta aún más llamativo en el contexto de la posguerra fría, especialmente después de 1989, pero también después de 1997, cuando la UE decidió establecer una política más excluyente respecto a Turquía. En ese momento se produjo otra vez una búsqueda de alternativas regionales.

Este patrón comenzó a cambiar a partir de 1999, con la decisión de la UE en la Cumbre de Helsinki de 1999. Se evidenció una actitud más inclusiva hacia Turquía, hecho que supuso, desde nuestro punto de vista, un cambio decisivo, no sólo en términos de las relaciones entre Turquía y la UE, sino también en todo lo relacionado con las orientaciones de política exterior turca en general. Podría incluso afirmarse que, después de Helsinki, Turquía comenzó a adoptar gradualmente una política exterior más “europeizada”. También en el ámbito interno se produjeron cambios de equilibrio, pero en lo que se refiere a la política exterior Turquía comenzó a adoptar esta orientación más europeizada.

En general, y en resumen, cabría entonces señalar que el gran proyecto de “occidentalización”, que era el proyecto básico de la República turca, comenzó a evolucionar; se convirtió en un proyecto mucho más concreto de europeización. Este proceso de europeización, las cuestiones centrales del cual se ubicaban en torno a la democratización, se iba transformando en un proyecto más concreto de la élite turca en el Gobierno –lentamente, ya que llevó cierto tiempo. Asimismo la cumbre de Copenhague (diciembre de 2002) también fue un momento decisivo en el proceso de europeización –la UE comienza a proporcionar más incentivos a Turquía en términos de su vocación europea. Cuando observamos el proceso de europeización, especialmente en lo referente a su reflejo en la política exterior, diríamos que el estilo de la actual política exterior turca comenzó a cambiar después de 1999 y especialmente después de 2002. Turquía abordó una estrategia más cooperativa en cuestiones de política exterior, especialmente en relación con sus vecinos; se produjeron importantes transformaciones en la orientación de la política exterior turca hacia Grecia, Bulgaria y sus vecinos orientales.

Este proceso se desarrolló lentamente. Turquía comenzó a centrarse más en el multilateralismo, la cooperación económica, los medios diplomáticos y las contribuciones a las operaciones de mantenimiento de la paz. Este período también fue testigo del inicio del alineamiento turco con la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la UE.

Observamos, pues, que Turquía se alinea en un 93% con las declaraciones de la PESC. Así, en términos de estilo, se ha producido un cambio fundamental en la política exterior turca. Pero si nos centramos en la sustancia de la cooperación entre Turquía y la UE, vemos que la relación y las mejoras han sido limitadas. Es decir, mientras la mayor parte de la documentación comunitaria enfatiza la contribución que podría hacer Turquía en cuestiones geopolíticas, desde un punto de vista discursivo existe mucho espacio para la cooperación cuando se trata de los asuntos de Oriente Medio, el Cáucaso, los Balcanes, entre otros; desde un punto de vista más sustancial, sin embargo, Turquía resulta invisible en la PESC y en términos de la nueva Política de Vecindad de la UE, donde Turquía no es ni socio ni país objetivo; no tiene ningún papel en estas dos áreas cruciales de la política exterior comunitaria.

Con relación a este tema, existen ciertas limitaciones por parte comunitaria, pero también en el ámbito internacional y en el interno. Brevemente apuntaremos tres limitaciones que definen y determinan la contribución de Turquía a la PESC y a la Política de Vecindad de la UE. Una limitación básica es la cuestión de Chipre. Sin entrar en muchos detalles, Chipre constituye un obstáculo fundamental, que si no se soluciona será imposible para Turquía contribuir a la PESC. En este sentido, el proceso de europeización permanece incompleto y esto tiene ramificaciones tanto en el área del Mediterráneo oriental como en términos de las relaciones entre Grecia y Turquía. Por consiguiente, en la medida en que el problema siga pendiente de resolución, Turquía y la UE se enfrentarán a importantes dificultades respecto a la PESC y a la Política de Vecindad.

La segunda limitación se produce a nivel sistémico, y entendemos por sistémico los crecientes problemas entre Estados Unidos y Europa. En la medida en que existe un creciente conflicto entre Europa y Estados Unidos, será extremadamente difícil para Turquía alinearse aún más con la PESC y la Política de Vecindad. Si analizamos la orientación de la política exterior turca, observamos que se produce una relación más estrecha con Europa y que hay una tendencia hacia una tipología más europea de política exterior; sin embargo, sería desastroso para Turquía optar entre Estados Unidos y Europa.

La tercera limitación presenta un carácter más doméstico. Como señala Soli Özel, el creciente aumento del nacionalismo kurdo en Turquía ha promovido, a su vez, el aumento del nacionalismo turco. Si tomamos la situación en Irak, observamos que existe una creciente inestabilidad en este país. Sin lugar a dudas, esto tendrá importantes ramificaciones, no sólo en el contexto regional, sino también en el contexto doméstico turco, y puede incluso llevar a un aumento del nacionalismo turco y al surgimiento de todo tipo de problemas.

A modo de conclusión, destacaremos que en este proceso se producen todo tipo de problemas y limitaciones, aunque, tal como apunta Giacomo Luciani, existen también amplios espacios de oportunidades. Evidentemente hay riesgos, pero estos también deben asumirse. Turquía tiene un papel destacado en el contexto de la posguerra fría porque es un Estado frontera importante y, como tal, tiene el potencial de vincular el proceso de ampliación a la Política de Vecindad de la UE. Una Turquía transformada dentro del proceso de ampliación tendrá definitivamente un papel importante en la Política de Vecindad de la UE y podrá crear más estabilidad en su área más cercana, una de las regiones más turbulentas del planeta.

Por último, un comentario optimista: si Turquía continúa avanzando hacia la adhesión a la UE, eventualmente estará en condiciones de desempeñar el tipo de papel que en su momento tuvo España cuando estuvo en condiciones de formular, de manera sustancial, la política de la UE hacia América Latina, o incluso el papel que está teniendo actualmente Polonia, que trata de moldear la política de la UE hacia Europa del Este. De la misma manera, Turquía podría algún día contribuir a diseñar la política de la UE en el Mediterráneo oriental.