lunes, 6 de octubre de 2008

MANTENERLE EL PASO A ASIA


Yoichi Funabashi

Estados Unidos y el nuevo equilibrio de poder

Cuando se trata de la política exterior estadounidense, muchos asiáticos prefieren a los republicanos que a los demócratas. Esta preferencia tiene sus razones. Algunos países asiáticos, Japón entre ellos, no pueden evitar sentirse incómodos, incluso amenazados, por los regímenes predominantemente inescrutables y desafiantemente comunistas que gobiernan en China, en Corea del Norte y en Vietnam. Para ellos, el sistema de alianzas de la segunda posguerra centrado en Estados Unidos y que aún domina a Asia del Este, ha sido una fuerza estabilizadora vital, y encuentran consuelo en un gobierno estadounidense que se muestra inflexible en asuntos de seguridad y que se mantiene firme en cuanto a sus ideas anticomunistas, cualidades que se asocian con frecuencia al Partido Republicano. El liderazgo chino tiene las mismas inclinaciones, aunque por diferentes razones: ve en el Partido Republicano al partido del libre comercio y en el Partido Demócrata al del proteccionismo; también cree que un gobierno republicano en Washington probablemente tendería menos a concentrarse en los problemas de derechos humanos o a inmiscuirse en áreas sensibles como el Tíbet. Para muchos de los gobiernos de Asia, un Estados Unidos republicano es sencillamente más predecible y, por ende, es más fácil lidiar con él.

A pesar de los recelos hacia el gobierno de Bush, los líderes de Asia generalmente consideran su historial de manera más positiva que sus contrapartes de otras regiones. El siguiente Presidente de Estados Unidos heredará la buena disposición creada por algunos de los logros de George W. Bush en Asia: nada menos que la estabilización de la región mediante el fortalecimiento de la cooperación en materia de seguridad entre Estados Unidos y Japón, la cual, en parte, ha girado en torno a la excepcionalmente amistosa relación con el ex Primer Ministro de Japón, Junichiro Koizumi. Después de los ataques del 11-S y durante las guerras de Estados Unidos en Afganistán e Iraq, la alianza ha llegado a un nivel casi sin precedente, debido en gran medida al apoyo que Japón mostró a la guerra contra el terrorismo iniciada por Estados Unidos.

Las relaciones con China también han mejorado considerablemente durante el gobierno de Bush. Las cosas no iniciaron bien: durante la campaña presidencial de 2000, Bush llamó a China un “competidor estratégico” de la región Asia-Pacífico. Pero debido, en parte, a las nuevas oportunidades de cooperación estratégica que surgieron después del 11-S y a la continua crisis nuclear norcoreana, los últimos 8 años han sido testigo de la consolidación de una saludable relación de trabajo entre China y Estados Unidos —el decidido compromiso de Bush de asistir a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing este verano es una excelente muestra de ello—. Quizá lo más importante, al menos para la estabilidad de Asia, es que Washington, durante el gobierno de Bush, ha podido promover relaciones sólidas con Beijing y Tokio de manera simultánea.

Para capitalizar los aspectos positivos de este legado, el próximo Presidente de Estados Unidos debe continuar buscando el diálogo con China y con Japón, y convertirlos en elementos clave de la política estadounidense en la región Asia-Pacífico. Asimismo, Washington debe aumentar su compromiso con la creación de instituciones multilaterales en Asia, además de tomar medidas serias para fortalecer el “poder blando” estadounidense en esa región, mediante estrategias innovadoras para desafíos urgentes, como el cambio climático y las violentas reacciones contra la globalización.

Los lazos que nos unen

A pesar de los logros de Washington, han surgido ciertas inquietudes en varios puntos de la región Asia-Pacífico. Por un lado, el miope interés del gobierno de Bush en la guerra contra el terrorismo ha dejado pocas posibilidades para que Estados Unidos participe en otros asuntos; además, los tintes ideológicos de la retórica de Washington han sido fuente de considerable frustración. A los ojos de muchos líderes asiáticos, Washington no está suficientemente comprometido con los asuntos que a ellos les preocupan más, como la pobreza, el comercio y la inversión, el medio ambiente, la educación, la construcción de Estados y la cooperación regional. Ciertamente no ayudó el obstinado y resuelto impulso que quiso dar a su agenda antiterrorista en las reuniones de los líderes del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) que se llevaron a cabo en Shanghái en 2001 y en Bangkok en 2003 —y en otros foros semejantes—. Washington ha demostrado una falta de iniciativa similar en su actitud hacia la Cumbre de Asia del Este (EAS, por sus siglas en inglés), un foro de dieciséis Estados asiáticos, que incluye a los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ANSEA). Condoleezza Rice, Secretaria de Estado de Estados Unidos, ha mostrado de manera consistente su falta de compromiso y ambigüedad hacia la EAS, y ha urgido a su contraparte, el ahora ex Ministro de Asuntos Exteriores de Japón, Taro Aso, a mantener el foro abierto, pero sin llegar a comprometerse con la cumbre en nombre de Estados Unidos. Ahora, a los ministros de exteriores de Asia les preocupa que la secretaria Rice haya considerado que la región no es digna de su atención. Ella no asistió a dos de las tres reuniones regionales de la ANSEA que se han llevado a cabo desde 2005. Asimismo, el presidente Bush canceló sus planes para asistir a la cumbre Estados Unidos-ANSEA que se llevó a cabo en Singapur en septiembre de 2007, un desacierto que provocó un disgusto aún más profundo debido a que no era una reunión rutinaria, sino una celebración especial de los 30 años de relaciones entre Estados Unidos y la organización.

Es importante destacar que Rice cambió su participación en el foro regional de la ANSEA de 2007 por una visita al Medio Oriente, y que Bush desairó la celebración del año pasado por asistir a una presentación sobre el “aumento” de tropas estadounidenses en Iraq, a cargo del general David Petraeus, el comandante estadounidense de más alto rango de la zona. Quizá es inevitable que la atención que Washington le presta a Asia sufra en cierta medida debido a la participación de Estados Unidos en el Medio Oriente, pero también es desafortunado. El senador Barack Obama (demócrata por Illinois) se ha comprometido a retirar de Iraq, para fines de 2010, a las tropas estadounidenses si es elegido Presidente de Estados Unidos. Sin embargo, los líderes de Asia no están convencidos. Creen que es más probable que las fuerzas estadounidenses permanezcan en Iraq durante muchos años —y que quizá esto sea necesario— sin importar si es Obama o el senador John McCain (republicano por Arizona) quien se muda a la Casa Blanca. Como ha argumentado el ex Primer Ministro de Singapur, Lee Kuan Yew, si Estados Unidos sale de manera precipitada de Iraq, todo el Medio Oriente corre el riesgo de desestabilizarse, lo que crearía ondas de choque que también podrían extenderse por toda Asia. En otras palabras, los líderes asiáticos están tan preocupados por lo que podría suceder si Estados Unidos abandona su misión en Iraq, como lo están por la negligencia estadounidense en sus relaciones con Asia, debido a que se encuentra sumido en los problemas del Medio Oriente.

Otra inquietud de los líderes de Asia es el continuo apego de Estados Unidos al sistema de alianzas basado en ese país que dominó a la región durante la Guerra Fría. Esa situación cumplió bien con su propósito, pero ahora existe una urgente necesidad de desarrollar un nuevo marco multilateral para la paz y la seguridad, que se adapte mejor a la dinámica y a los retos de la región que cambian rápidamente. Está en el mejor interés de Estados Unidos modelar activamente la cambiante arquitectura de seguridad de Asia y asumir el liderazgo para crear un nuevo orden mundial que sea abierto e incluyente, pacífico y basado en reglas. A medida que los países asiáticos se adaptan a este sistema internacional que aún está cambiando, en donde Estados Unidos y China están surgiendo como los pilares centrales, necesitan que Estados Unidos participe más, no menos. Sin embargo, parece que a últimas fechas Estados Unidos se está alejando, incluso cuando China ha reforzado los lazos con sus vecinos, iniciando lo que algunos analistas llaman una “ofensiva de encanto”.

La clave para el siguiente gobierno de Estados Unidos será mantener el viejo sistema de alianzas con lazos bilaterales de seguridad, pero integrándolo, al mismo tiempo, a este nuevo esquema más amplio. La mayoría de los líderes de Asia desearía ver a Washington tomar medidas para armonizar la alianza Estados Unidos-Japón con la relación Estados Unidos-China y unir estas dos relaciones en una política integral para la región Asia-Pacífico. Aún no es necesario que dicha integración sea operativa. Por ahora, podría tomar la forma de un diálogo estratégico entre China, Estados Unidos y Japón, con miras a reducir errores de percepción potencialmente peligrosos y a modelar una visión cohesiva para la región.

Quizá uno de los aspectos más importantes de la presencia de Estados Unidos en Asia es su efecto estabilizador. La posibilidad de que China o Japón pudieran alcanzar una posición de predominio es desconcertante para el resto de Asia. El auge de China —con su agresiva actitud militar hacia la región, su autoritario nacionalismo (como lo ilustran las recientes campañas en el Tíbet) y sus aún no realizadas aspiraciones de lograr prestigio y poder globales— no es visto con buenos ojos por muchos asiáticos. Japón, por su parte, arrastra una enorme carga histórica, especialmente en Asia del Este y en el Pacífico, región que ocupó en gran parte antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Se considera que el nacionalismo de los japoneses y la ambición de Tokio de convertir a Japón en un “país normal” —es decir, uno con un ejército capaz de iniciar enfrentamientos activos para proteger su seguridad en el extranjero y con un pueblo y una constitución que le permitan llevar a cabo dichas empresas— son un peligro. Estados Unidos, por lo tanto, desempeñará un papel esencial como contrapeso para una China autoritaria y un Japón independiente.

Expreso de Tokio

La alianza Estados Unidos-Japón es y debe continuar siendo la piedra angular de la política de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico, un punto de referencia en medio de la tormentosa dinámica regional. Pero a pesar de lo robusta que parece ser esta relación, y de lo sólidas que son sus bases, recientemente han surgido algunas tensiones. Por ejemplo, ha sido causa de discordia la incertidumbre acerca de si la Fuerza de Autodefensa Marítima de Japón continuará las misiones de reabastecimiento de combustible para apoyar las actividades de la coalición dirigida por Estados Unidos en Afganistán. Cuando la misión fue temporalmente suspendida después de que el Partido Demócrata de Japón ganó las elecciones generales en julio de 2007, el Embajador de Estados Unidos en Japón, J. Thomas Schieffer, advirtió, en un discurso pronunciado ante el Club Nacional de Prensa de Japón, que Washington consideraría dicha acción como equivalente a que Tokio había “decidido abandonar la guerra contra el terrorismo”. Los ataques del 11-S proporcionaron a Estados Unidos y a Japón la oportunidad de darle a su alianza una dimensión global y de extender sus actividades más allá de Asia del Este, e incluso de abarcar a toda la región Asia-Pacífico. Sin embargo, ahora queda cada vez más claro que forzar la relación de esta manera ha creado expectativas poco realistas y tensiones que amenazan con erosionar su esencia misma.

Una de las dificultades en la gestión de la alianza Estados Unidos-Japón surge de las inevitables repercusiones de los conflictos del Medio Oriente y, específicamente, de la región del Golfo Pérsico. Por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos aún debe llegar a un acuerdo con sus aliados en la región Asia-Pacífico, en especial con Seúl y Tokio, con respecto al papel que cada uno de ellos adoptará y los recursos que deberán dedicar para ayudar a estabilizar a Afganistán y a Pakistán. Esto continúa siendo un grave desafío, pero, en vista de la creciente importancia global de Asia, la primera responsabilidad de la alianza Estados Unidos-Japón debe seguir siendo garantizar la estabilidad de la región, porque de eso depende la estabilidad mundial. Sin embargo, Estados Unidos y Japón no han encontrado hasta ahora la forma de navegar por el cambiante entorno de Asia.

Últimamente, lo que quizá ha amenazado más la alianza entre Washington y Tokio han sido sus discordantes temores, percepciones de amenaza y expectativas mutuas con respecto a las ambiciones nucleares de Corea del Norte, además de los desafíos de seguridad relacionados que se presentan en Asia. Tokio ha observado con cierto malestar el cambio de Washington hacia una posición algo más blanda en sus recientes interacciones con Pyongyang. Este año, después de casi seis décadas, el gobierno de Estados Unidos retiró las restricciones al comercio con Corea del Norte, según lo establecido en la Ley de Comercio con el Enemigo, y manifestó que, a cambio de una declaración parcial de los programas nucleares de Pyongyang, Washington iniciaría el proceso para retirar a Corea del Norte de la lista estadounidense de Estados patrocinadores del terrorismo. Al hacer esto ha “desvinculado”, de manera implícita, dichos incentivos de la resolución del problema que aún es el más importante para los japoneses: el regreso de los ciudadanos japoneses secuestrados por Corea del Norte. Estas acciones parecen ser un cambio total de la política y, desde el punto de vista de Tokio, no fueron indicados claramente ni se coordinaron de forma adecuada. Los diplomáticos japoneses veteranos que tratan con Pyongyang ahora perciben que la campaña de la secretaria Rice por crear su legado a partir de un éxito diplomático con Corea del Norte es una desconcertante repetición de los días finales de la secretaria de estado Madeleine Albright en el gobierno de Clinton, cuando trató febrilmente de coordinar una visita a Pyongyang para el Presidente de Estados Unidos.

Seguir una estrategia escalonada para Corea del Norte bien podría ser la única vía diplomática por el momento, y Japón sin duda reconoce que el encuentro de Washington con Pyongyang ha sido en gran parte positivo. La política pragmática que ha seguido el gobierno de Bush desde principios de 2007 ha dado frutos, al menos para limitar la producción de plutonio en Corea del Norte mediante los acuerdos a los que se llegó en junio. Sin embargo, el gobierno de Japón, al que recientemente se le unió el nuevo gobierno surcoreano de Lee Myung-bak, ha expresado su preocupación por el continuo silencio de Pyongyang con respecto a su programa de armas nucleares, a la falta de precisión de la información que Pyongyang ha proporcionado sobre sus supuestas actividades de enriquecimiento de uranio y a una posible relación de Corea del Norte con Siria. En Japón, algunos formuladores de políticas públicas también temen que Washington pudiera estar preparándose para aceptar la idea de que, a la larga, tendrá que vivir con una Corea del Norte con armas nucleares. Hasta que Asia pase su primera y crucial prueba —la total desnuclearización de Corea del Norte—, no se podrá decir cuán exitosas han sido realmente las negociaciones de las seis partes. Lo anterior es especialmente cierto porque la prueba nuclear de Pyongyang de octubre de 2006 y su continuo desdén hacia el Tratado de No Proliferación han asestado un golpe devastador a la credibilidad de la capacidad de disuasión nuclear de Estados Unidos, lo que representa, quizá, el fracaso más profundo de la política del gobierno de Bush en Asia.

Sin embargo, una razón para albergar un optimismo prudente es que las negociaciones de las seis partes ya han reforzado significativamente el compromiso de Estados Unidos con la seguridad en Asia. En particular, este incipiente intento de crear instituciones multilaterales ha logrado obtener de Beijing la aceptación de que la intervención de Estados Unidos, al igual que su presencia militar, es un elemento necesario e incluso legítimo para lograr la cooperación en la región. Las negociaciones de las seis partes han sentado las bases para que Washington y Tokio, en virtud de la alianza Estados Unidos-Japón, desempeñen papeles de estabilización en Asia, así como para lograr una mayor simbiosis entre Estados Unidos y la región. Aunque las negociaciones han sido frustrantes en ocasiones, y aunque su futuro aún es incierto, representan un paso alentador en la dirección correcta.

El sonido del silencio

Para complicar aún más el efecto de sus desatinos diplomáticos, Washington también está perdiendo influencia económica en Asia. Debido al espectacular crecimiento de los fondos soberanos de los últimos años, las economías occidentales han tenido un duro despertar ante el rápidamente cambiante equilibrio del poder económico global: la división entre poder político y poder financiero se está haciendo cada vez más imprecisa. Los fondos provenientes de los grandes exportadores de la Cuenca del Pacífico (y de los Estados productores de petróleo del Medio Oriente) han rescatado con enormes inversiones a bancos estadounidenses en dificultades, como Citibank, Merrill Lynch y Morgan Stanley. Se estima que el valor colectivo de los fondos soberanos en todo el mundo llegará a un total de 12 billones de dólares para el año 2015, lo que eclipsaría los fondos privados de capital. Hoy en día, tres de las cuatro economías más importantes del mundo (medidas por la paridad del poder de compra) —China, Japón e India, en orden decreciente— están en Asia. Las economías asiáticas también se han ido integrando durante varios años, gracias a los diversos flujos de inversión y comercio, así como a una floreciente red de acuerdos bilaterales y multilaterales. En 2006, el comercio intrarregional constituyó el 58% del comercio total de Asia, en comparación con el 42% del TLCAN y el 65% de la Unión Europea. China ha utilizado la fuerza gravitacional de su poderío económico para fortalecer la integración económica regional. Actualmente, es el principal socio comercial de Australia, Japón y Corea del Sur y el segundo socio comercial de la India. En 2007, por primera vez desde el establecimiento de la ANSEA, el comercio total de China con los países miembros de esa entidad excedió al comercio de Estados Unidos con dichos Estados.

En marcado contraste con Beijing, Washington parece estar inseguro de su estrategia económica para Asia. Durante las crisis económicas de Asia de 1997 y 1998, el gobierno de Clinton dio a los gobiernos asiáticos la impresión de que no comprendía sus inquietudes cuando invalidó una propuesta presentada por el gobierno de Japón para establecer un fondo monetario asiático, que hubiera reunido los recursos de Asia y proporcionado una muy necesaria liquidez a los países que sufrían de salidas masivas de capital. Estados Unidos tampoco logró idear un nuevo mecanismo para lidiar con la crisis ni pudo promover un mejor equilibrio entre los dos principios centrales de la APEC —liberalización del mercado y cooperación económica y técnica—, con el fin de estimular el desarrollo económico regional. El gobierno de Clinton se centró casi exclusivamente en la liberalización. Hoy, debido a que el gobierno de Bush se ha concentrado en la guerra contra el terrorismo, la APEC ha perdido el rumbo.

Si se quiere revitalizar a la APEC —y habría que hacerlo—, se debe fortalecer el desarrollo y la cooperación económicos entre sus miembros, específicamente como un medio para lidiar con el aumento de las reacciones violentas contra la globalización. Asia, sin duda, se ha beneficiado de la integración de la economía mundial promovida por Estados Unidos; países como China, India y Vietnam ahora están recogiendo los frutos del despegue económico que experimentaron en la década de los noventa. Pero los beneficios también han traído perjuicios. En particular, el Banco Asiático de Desarrollo hizo notar, en un informe presentado en agosto de 2007, la creciente diferencia entre ricos y pobres en China y en otros países de Asia, y advirtió sobre la posibilidad de que se produjeran disturbios. Al igual que en Estados Unidos, la globalización ha ampliado la desigualdad entre los ingresos y las oportunidades en Asia, lo que ha hecho surgir dudas sobre el modelo estadounidense.

Un débil poder blando

Este problema se basa en la percepción generalizada de que el poder blando de Washington en Asia se ha ido debilitando, en buena parte como resultado de haber prestado demasiada atención a políticas erróneas (como la promoción de la democracia) y muy poca a los problemas fundamentales (como el cambio climático). Durante el gobierno de Bush, la promoción de la democracia se ha utilizado para guiar y justificar la política exterior de Estados Unidos. Sin embargo, en general, no ha producido resultados reales. Desde la perspectiva de Asia, se puede esperar poco de la propuesta del senador McCain de crear una “Liga de las Democracias” o, como él lo ha planteado, “un nuevo pacto global” para “explotar la amplia influencia de más de cien países democráticos de todo el mundo para promover nuestros valores y defender nuestros intereses compartidos”. Sin importar qué tan valiosa pueda ser la meta subyacente, la noción de que Washington debe promover la democracia en todo el mundo se ha visto afectada, quizá de forma permanente, por su desastrosa intervención en Iraq. Además, crear una liga como ésa fomentaría una mentalidad de club que podría dividir a Asia en dos bandos —lo que colocaría abiertamente a la poco democrática China fuera del círculo interno— y amenazaría, por ende, con desestabilizar a toda la región.

Esto no quiere decir que la democracia no tenga arrastre en Asia. Por el contrario, durante las últimas dos décadas ha hecho avances significativos y prometedores en la región: 23 de los 39 países de Asia ahora son democracias electorales, en las que se llevan a cabo elecciones libres y regulares, y donde se respetan las libertades políticas básicas. Además, a pesar de los recientes problemas en Filipinas, Tailandia y Timor Oriental —que alguna vez fueron considerados ejemplos de la democracia asiática—, la región aún cuenta con algunos de los nuevos Estados más dinámicos del mundo. Estados Unidos ha desempeñado un papel fundamental en estos avances, al abrir su mercado a la región y fungir como una fuerza estabilizadora en Asia. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la democracia ha ganado terreno en la región sin fanfarrias ni lemas ideológicos, y ha avanzado debido a medidas pragmáticas que promueven el crecimiento y el desarrollo y a la aparición de la clase media.

Considérese el ejemplo de Indonesia: después de la caída del gobierno de Suharto en 1998, cuatro presidentes han dirigido la evolución del país de un Estado autoritario a uno democrático y descentralizado. El actual gobierno de Indonesia no es, en modo alguno, perfecto; el país aún sufre de corrupción, de la mala aplicación del Estado de derecho y de la incertidumbre normativa. Pero en Indonesia la democracia ha demostrado ser sorprendentemente estable durante la última década, situación que desafía la expectativa de que el país se derrumbaría después de la crisis económica asiática de finales de la década de los noventa. También se ha beneficiado, de manera inesperada, del por demás catastrófico tsunami de 2004. Los ataques terroristas de los separatistas han sido aplacados desde entonces. Con Australia, la cooperación contra el terrorismo se ha intensificado. La continua asistencia japonesa para el desarrollo ha ayudado a consolidar la estabilización económica y social. Además, los lazos diplomáticos y militares entre Estados Unidos e Indonesia se han fortalecido desde finales de 2005, cuando el Pentágono decidió normalizar las relaciones ejército a ejército después de 6 años de colaboración restringida, debido a las violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas indonesias en Timor Oriental. Lo que resulta del reciente avance de Indonesia es un ejemplo positivo de lo que se puede lograr al margen de la muy decadente agenda estadounidense de promoción de la democracia.

Washington también ha desaprovechado parte de su poder blando al no ser capaz de liderar en temas de energía y medio ambiente. Debido a que Estados Unidos es el segundo emisor de dióxido de carbono más grande del mundo, la falta de una acción decisiva por parte de Washington sobre el cambio climático ha sido criticada en muchos sectores. La inactividad de Estados Unidos también ha complicado los problemas subyacentes al proporcionar una buena excusa para que China e India evadan sus propias responsabilidades e impidan el desarrollo de economías basadas en energías limpias. Este desafortunado vacío de liderazgo no es una falla exclusiva del gobierno de Bush: fue durante el gobierno de Clinton, en 1997, cuando el Senado aprobó por abrumadora mayoría una resolución para evitar que Estados Unidos ratificara el Protocolo de Kioto. Éste fue un importante error político, ya que la crisis del calentamiento global es más que un problema ambiental; también es una oportunidad decisiva para que Estados Unidos redefina lo que este país simboliza para el mundo. Ahora Washington está pagando su falta de acción con pérdida de influencia. Incluso Australia, tradicionalmente uno de los aliados más leales de Estados Unidos, ha dado señales de que podría estar reorientando lentamente su atención hacia China. El año pasado, alrededor del 43% de los australianos encuestados en un estudio de opinión de la BBC describió la influencia de China como “principalmente positiva”; sólo el 29% dijo lo mismo sobre la influencia de Estados Unidos.

Mejorar la imagen

¿Cómo podría el próximo gobierno de Estados Unidos restaurar su deslucida imagen en Asia? Primero, Washington debe analizar con más cuidado la región Asia-Pacífico, hacia donde está cambiando el centro de gravedad del mundo. Los líderes de Estados Unidos con frecuencia dicen frases como “el auge de Asia” y “el siglo asiático”, pero hasta ahora sólo han dedicado alabanzas vacías a la creciente importancia de la región. Para mantener la credibilidad de Estados Unidos en Asia, el siguiente gobierno debe reducir la distancia entre la conciencia y la acción. Para esto, tendrá que comprometerse más firmemente con la construcción de instituciones en la región, en estrecha colaboración con los países asiáticos.

Sin duda, no será necesario que Estados Unidos sea parte de todos los ejercicios regionales de construcción de comunidad. De hecho, podría beneficiarse si retrocede y aprende a vivir con cierto regionalismo exclusivamente asiático. Todos los interesados, incluido Estados Unidos, ganarán a la larga si permiten que las instituciones asiáticas —la ANSEA + 3 (ANSEA y China, Japón y Corea del Sur), por ejemplo— tengan suficiente espacio para crecer y resolver por sí solas problemas complejos, ya que esto aumentaría el espíritu comunitario de la región. Al mismo tiempo, el siguiente gobierno de Estados Unidos debe expresar su clara intención de unirse a la EAS, con objeto de promover el desarrollo del foro como un marco de paz y seguridad más completo en el futuro. Los gobiernos de Asia deberían, a su vez, dar la bienvenida y animar a Washington para que se una a la organización. Gracias a sus recursos e influencia —que indudablemente se encuentran en los ámbitos económico y militar y en su poder blando, el cual, a pesar de haberse debilitado, aún es significativo—, Estados Unidos es una fuerza estabilizadora y, por ende, su cooperación proporcionaría un cimiento natural para la nueva estructura de paz y seguridad de Asia del Este.

Segundo, Washington debe encontrar vías para integrar sus diversas alianzas bilaterales al incipiente proceso multilateral, a partir de la promoción de la paz y de la seguridad, incluso mediante foros como la EAS. Ésta será una vía muy importante para que Estados Unidos equilibre sus relaciones con China y Japón. Reforzar únicamente la alianza Estados Unidos-Japón para contrarrestar a China desestabilizaría el statu quo; formar una sociedad entre Estados Unidos y China para contrarrestar la importancia de Japón amenazaría la alianza Estados Unidos-Japón. Ambos escenarios causarían graves problemas de seguridad en la región Asia-Pacífico. La forma más segura de evitar estos riesgos sería crear un proceso trilateral de consulta entre Estados Unidos, China y Japón que pudiera atender los problemas de seguridad de los tres países. Dichas conversaciones fortalecerían el papel de Estados Unidos como fuerza estabilizadora en la región. El proceso, que es un escenario en el que Washington se relacionaría con Beijing de manera equilibrada, persuadiría a China para que acate las normas internacionales, como corresponde a un participante responsable. Además, reforzar el cómodo marco de la alianza Estados Unidos-Japón tranquilizaría a Japón. Este proceso de tres vías debería promoverse de manera simultánea con otras de las conversaciones trilaterales de Estados Unidos, como las que incluyen a Japón y Corea del Sur, las iniciadas por Japón y Australia o las de Japón y la India. También podría ser útil vincular las reuniones de alto nivel de las conversaciones entre Estados Unidos, China y Japón con la EAS, para que un núcleo de los países participantes en las conversaciones pudiera realizar reuniones informales previas o paralelas a las reuniones de la EAS.

Tercero, la alianza Estados Unidos-Japón debería fortalecerse aún más con base en el principio de la complementariedad. En lugar de esforzarse por hacer aportaciones equivalentes para todas las tareas, ambas partes deberían contribuir a la relación en los ámbitos y de la forma en que cada una de ellas destaque; en Afganistán, por ejemplo, Estados Unidos debería trabajar principalmente en la estabilización, mientras que Japón podría concentrarse en el desarrollo. Además, la atención de la alianza, al menos por el momento, deberá centrarse en los problemas regionales y no en cuestiones globales. El gobierno de Bush se ha manifestado a favor de modelar la alianza Estados Unidos-Japón según la “relación especial” que tiene con el Reino Unido. Pero Japón no puede ser un socio como ese país, por muchas razones: por cuestiones culturales, históricas y políticas, pero quizá la razón más importante sea que no cuenta con vías establecidas para intercambiar información de inteligencia con el gobierno de Estados Unidos. Por el contrario, el siguiente gobierno de Estados Unidos debería concentrarse en profundizar el diálogo sobre políticas públicas entre Estados Unidos y Japón para atender de manera significativa los nuevos desafíos de seguridad que presenta Asia. El gobierno de Bush tomó medidas en ese sentido, pero de algún modo descuidó los dos problemas más importantes que enfrenta actualmente la alianza: el auge de China (tanto en términos económicos como políticos) y la acumulación nuclear con fines militares de Beijing (que tiene implicaciones para la función de disuasión nuclear de la alianza Estados Unidos-Japón). Uno de los desafíos para el próximo Presidente de Estados Unidos será satisfacer dos imperativos al parecer incompatibles: asegurarse de que el paraguas nuclear estadounidense siga siendo eficaz y, al mismo tiempo, avanzar hacia la meta de largo plazo del desarme nuclear.

El Primer Ministro de Japón, Yasuo Fukuda, ha utilizado la palabra kyomei (sinergia) para describir la filosofía que debe guiar los esfuerzos para armonizar la relación Estados Unidos-Japón con el incipiente proceso multilateral de Asia. Pero Washington y Tokio deben ir aún más allá de la kyomei y realmente integrar el viejo sistema de alianzas con el nuevo. Más que sólo vibrar con la misma energía, los dos sistemas deben producir la misma nota. Estados Unidos y Japón también deben cooperar plenamente con los miembros de la ANSEA, especialmente con Indonesia, un país densamente poblado, que tiene la comunidad musulmana más grande del mundo y que limita con el Estrecho de Malaca, la ruta de comercio más importante de Asia desde el punto de vista estratégico. La estabilidad de Indonesia y el trato que se le dé como potencia regional significativa serán esenciales para la paz y la seguridad de la región Asia-Pacífico. Por lo tanto, Washington debe fortalecer aún más sus lazos con Yakarta e instarla a cooperar con los principales protagonistas de Asia —entre ellos Beijing, Nueva Delhi y Tokio— con el fin de participar de manera eficaz en la región.

Cuarto, Estados Unidos necesita seguir una estrategia de “contoperación” con Corea del Norte basada en ciertos principios: una estrategia fundada principalmente en la cooperación, pero con un elemento de contención. Las conversaciones de las seis partes y las negociaciones bilaterales entre Estados Unidos y Corea del Norte han producido una serie de declaraciones y acuerdos, pero aún queda mucho camino por recorrer antes de que Corea del Norte esté totalmente desnuclearizada. Con base en los logros de las negociaciones que hasta ahora han entablado Estados Unidos y Corea del Norte, como la declaración conjunta de septiembre de 2005 en la que el gobierno norcoreano se comprometía a “abandonar todas las armas y programas nucleares existentes”, queda claro que la participación estadounidense debe seguir siendo uno de los puntales de las políticas públicas en el futuro. Para aprovechar tales avances, el siguiente gobierno de Estados Unidos debe comenzar donde el gobierno de Bush termine, y continuar, entre otras cosas, el proceso de verificación que se está llevando a cabo. Pero incluso mientras agota todas las iniciativas diplomáticas actuales, Washington también debe intentar contener la proliferación de la tecnología nuclear norcoreana.

En otras palabras: Estados Unidos no debe pensar en conformarse con una Corea del Norte nuclear; debe, en cambio, aplicar una rígida estrategia de incentivos y amenazas —cooperación y contención— para desnuclearizar totalmente a Corea del Norte. Mientras tanto, Washington debe prepararse, en colaboración con sus aliados y quizá con Beijing, para el posible colapso del régimen de Kim, que se está debilitando debido a la crisis mundial de alimentos, y para la posible reunificación de Corea del Norte y Corea del Sur —acontecimientos que podrían desencadenar un éxodo masivo de refugiados o la proliferación de materiales nucleares—. Asimismo, no se debe permitir que la política estadounidense hacia Corea del Norte separe a Washington y a Tokio. Mientras el desmantelamiento final del programa de armas nucleares de Corea del Norte siga siendo la única vía para la normalización de las relaciones Estados Unidos-Corea del Norte y Japón-Corea del Norte, las diferencias sobre la manera de manejar a Pyongyang no deben verse con alarmismo. Este objetivo común es la premisa básica sobre la que descansa la alianza Estados Unidos-Japón, y ambas partes deben respetarlo.

Quinto, el gobierno de Estados Unidos debe resistirse a la fiebre proteccionista en su país y demostrar un liderazgo renovado para promover el libre comercio en todo el mundo. La firma de acuerdos de libre comercio con Japón y Corea del Sur, por ejemplo, podría servir como una poderosa expresión del compromiso de Estados Unidos con Asia del Este y la región Asia-Pacífico en general. Al profundizar la interdependencia económica de los tres países, estos tratados crearían un amortiguador para el choque potencial que podría provocar el colapso de Corea del Norte o la posible reunificación de las dos Coreas. Washington también debe concentrarse en reconstruir la APEC y devolverle su formato original: un foro para incrementar el comercio y la inversión, el desarrollo y la cooperación, en lugar de uno para hacerle la guerra al terrorismo o para discutir asuntos de seguridad (que deberían delegarse a la EAS). Singapur, Japón y Estados Unidos —anfitriones de las reuniones de la APEC de 2009, 2010 y 2011, respectivamente— deben colaborar de manera efectiva para dar impulso a la institución. El Secretariado de la APEC debe fortalecerse mediante la designación, por ejemplo, de un Director Ejecutivo para un período definido. También se deben establecer nuevos objetivos, como la creación de un acuerdo de libre comercio para toda la región Asia-Pacífico.

Washington, asimismo, necesitará demostrar que está tomando en cuenta seriamente el otro lado de la moneda del comercio y de la inversión: el efecto potencialmente dañino de la globalización. Con ese fin, el gobierno de Estados Unidos debe considerar establecer, por medio de la APEC, un “grupo de sabios” —de manera muy similar al que se estableció a principios de la década de los noventa para explorar de manera informal las opciones económicas de largo plazo que tenía la región—, con el fin de desarrollar políticas que traten los problemas que causa la globalización, en especial el aumento de las diferencias entre ricos y pobres. Para sobrevivir y crecer en el largo plazo, el capitalismo global necesitará tanto del intervencionismo keynesiano como del liberalismo schumpeteriano. En este momento, sin embargo, necesita a Keynes en especial. Hoy más que nunca, son esenciales la educación y la seguridad social, y, una vez más, los gobiernos deben desempeñar un papel central para proporcionarlas. Ésta es una oportunidad para que Estados Unidos esté otra vez a la altura de las circunstancias. Debido a que durante décadas inspiró el cambio en todo lo largo y ancho de Asia —los reformistas en Japón invocaban a la gaiatsu (presión externa) para impulsar la agenda nacional, especialmente en las décadas de los setenta y de los ochenta—, Estados Unidos ahora debe liderar la respuesta a la violenta reacción contra la globalización.

Sexto, para restablecer el poder blando de Estados Unidos, el próximo gobierno de ese país debe moderar su uso de la palabra “democracia”. Frases como “promoción de la democracia” suenan vacías después de Iraq. Washington sería mejor recibido si simplemente hablara de transparencia, Estado de derecho y buena gobernanza. Durante la última mitad del siglo XX, Estados Unidos desempeñó un papel vital para crear los cimientos democráticos en Asia, al abrir sus mercados a la región y fungir como fuerza estabilizadora. Debe continuar haciéndolo. Eso significaría, entre otras cosas, esforzarse por presentar un frente unido en Washington y dejar atrás la dañina división entre ideólogos y pragmatistas, tradicionalistas y neoconservadores, que ha caracterizado al gobierno de Bush. Estas rupturas han puesto a prueba las relaciones de Estados Unidos con sus aliados tradicionales, en especial cuando se trató de formular una política de desnuclearización con respecto a Corea del Norte. Es de esperarse que en cualquier democracia exitosa surjan desacuerdos en el discurso público o entre los partidos políticos, pero una cacofonía de voces dentro de un gobierno puede paralizar la política y dañar los lazos del país con otros Estados. El próximo Presidente de Estados Unidos debe esforzarse por reparar el problema de imagen resultante, mediante la restauración de la unidad en Washington.

Séptimo, Washington debe actuar de manera significativa con respecto al calentamiento global. A pesar de lo problemático de la participación de Estados Unidos en Afganistán e Iraq, no existe ninguna excusa para la inacción de Estados Unidos con respecto a esta inminente crisis internacional. El programa Apollo de John F. Kennedy dio pie a uno de los episodios más dramáticos del siglo XX —señaló el punto máximo de la inspiración y del poder estadounidenses— y fue presentado durante la Guerra de Vietnam. Con un precedente como ése, no es poco realista esperar un liderazgo creativo de Estados Unidos sobre el problema del cambio climático, incluso mientras el país libra dos guerras. Los países asiáticos no tienen una posición única sobre el tema del cambio climático; como Estados Unidos, la mayoría de ellos depende del carbón para obtener energía, así como para su crecimiento económico. Pero debido a que las economías emergentes de Asia se están convirtiendo en los principales emisores de gases invernadero, su participación activa para enfrentarse al calentamiento global es fundamental. Estados Unidos debe encabezar a China, la India, Japón, Rusia y la Unión Europea —los otros grandes emisores de dióxido de carbono— con el objeto de disminuir el calentamiento global.

Lo que Asia desea y necesita es un Estados Unidos abierto e internacionalista. Sin una colaboración entre Asia y Estados Unidos, es poco probable que el potencial del siglo XXI de convertirse en “el siglo asiático” se haga realidad. Dejando de lado todas las sensibilidades partidistas, una cosa es cierta: Asia aún es territorio estadounidense. Estados Unidos se involucró en tres importantes guerras en Asia durante el siglo pasado —la Guerra del Pacífico, la Guerra de Corea y la Guerra de Vietnam— y el efecto ha sido profundo. Estados Unidos está ligado a la región Asia-Pacífico por la historia, el comercio y las ideas; es un elemento indispensable del tejido económico y social, y para la seguridad de la región. Y aunque su imagen se ha deteriorado un poco, Estados Unidos sigue teniendo una fuerte influencia y un gran prestigio en toda Asia.

Al mismo tiempo, Asia es ahora mucho más que un espectador. Ya no está esperando a quién seguir; es un socio dispuesto y capaz, y espera ser tratado como tal. En asuntos de desarrollo y crecimiento económico, construcción de Estados, antiterrorismo y calentamiento global por igual, la región ha producido y continuará produciendo ideas y recursos valiosos.

Asia tiene que desempeñar un papel complementario al de Estados Unidos, y éste es un hecho que Washington no puede darse el lujo de pasar por alto, especialmente cuando el equilibrio de poder global continúa moviéndose hacia Oriente. Ya sea demócrata o republicano, sería muy conveniente que el próximo Presidente de ese país renovara el compromiso con Asia y que dedicara la debida atención a las inquietudes e intereses de sus amigos y aliados asiáticos

LAS POLÍTICAS DE SEGURIDAD Y DE DEFENSA DE LOS PAÍSES DEL MAGREB


Carlos Echeverría Jesús

Presentación

Las políticas de seguridad y de defensa de los cinco Estados miembros de la Unión del Magreb Árabe (UMA) han sufrido profundos cambios en la última década, debiendo adaptarse tanto a las transformaciones internacionales de carácter global producidas (fin de la Guerra Fría, proceso de globalización acelerado en todos los ámbitos, cambios en el Mediterráneo, en Oriente Próximo y Medio, en África Subsahariana y en Europa) como a las que han tenido lugar dentro de las respectivas fronteras nacionales. En el contexto de un análisis elaborado en clave positiva de vecindad se hace necesario estudiar estos cambios, las respuestas dadas a ellos por cada uno de los Estados, los proyectos y las realizaciones concretas de respuestas a escala subregional magrebí (o a escala regional árabe, islámica o africana) así como las respuestas de la propia España y/o, en relación directa con estas últimas, de los contextos regionales (Unión Europea) o sectoriales (Alianza Atlántica) en los que España participa activamente.[1]

Cualquier estudio sobre políticas de seguridad obliga de partida a una clarificación terminológica, aún más necesaria en el caso que nos ocupa por tratarse de una subregión, el Magreb, vecino inmediato de Europa Occidental entendida no sólo en términos geográficos sino también geopolíticos, de la UE, de la OTAN y en un sentido más amplio de Occidente; geo-económicos por ser limítrofe del mundo desarrollado en su máximo exponente por tratarse la UE de la primera potencia comercial del mundo y de la experiencia de integración progresiva más exitosa también a nivel mundial; y, finalmente, geo-cultural, por ser la subregión euro-magrebí la zona de contacto más amplia y directa entre el mundo arabo-islámico y el mundo cristiano-occidental.

Finalmente, deberemos hacer un estudio específico del papel de España que como vecino más inmediato, con fronteras terrestres con Marruecos y con una escasa separación marítima tanto en el Estrecho como en el espacio oceánico que separa el archipiélago canario de las costas norteafricanas, ha jugado en el último cuarto del siglo XX y hasta la actualidad un gran papel destinado tanto a reforzar su política bilateral hacia todo el Magreb como a impulsar iniciativas hacia él de carácter multilateral aprovechando los importantes foros a los que paulatinamente se ha ido incorporando, y que van desde la Unión Europea hasta la Unión Europea Occidental (UEO) y la Alianza Atlántica (OTAN).[2]

Los desafíos de seguridad interior y exterior en el Magreb de principios del siglo XXI

Los desafíos de seguridad y defensa en los ámbitos nacionales

Desafíos globales como el terrorismo islamista, los tráficos ilícitos transfronterizos, en especial la inmigración irregular, o el conflicto no resuelto del Sáhara Occidental con su impacto en la subregión; los desafíos de seguridad medioambiental; la inestabilidad interna como la que se refleja en sendos intentos de golpe de Estado en Mauritania en 2003 y 2004, respectivamente; y otros, se dan cita en el Magreb. La envergadura de algunos de ellos ha llevado a alterar en tiempos recientes las tradicionales políticas de seguridad y de defensa de los países del Magreb haciendo necesaria la descripción de las nuevas orientaciones e invitándonos a seguir con atención su evolución en el futuro.[3]

El terrorismo transnacionalizado constituye el principal desafío de seguridad a escala regional.[4] En este sentido la experiencia argelina ha sido durante más de una década la referencia más importante, y el terrorismo islamista, aunque residual en los últimos tiempos si lo comparamos con los niveles que alcanzó a mediados de la pasada década, sigue siendo una realidad a considerar. A título de ejemplo, el 12 de febrero de 2004 siete policías eran asesinados por el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) en la Cabilia y el 13 de julio del mismo año dos gendarmes argelinos eran degollados en Buira en un falso control de carreteras del mismo grupo, produciéndose esta última acción en los mismos días en que más de 3.000 soldados realizaban una operación de limpieza en la región de Dellys contra unos 250 terroristas del mismo grupo, unidos entonces en torno a quien parecía ser su nuevo líder, Abdul Hamid Saadawi (Abu Haithem), con la intención de liberar toda la región de Bumerdés de su presencia.[5] Meses después, a fines de enero de 2005, destacaban los rumores insistentes sobre contactos entre las autoridades argelinas y algunos sectores yihadistas de la Cabilia, dispuestos éstos a rendirse mientras los más recalcitrantes seguían tratando de mantener su activismo dentro y fuera de Argelia.[6] También las redes marroquíes actúan dentro y fuera del país, como lo han demostrado sobradamente los atentados suicidas de Casablanca de 16 de mayo de 2003, que provocaron 45 muertos, o los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, con 191 víctimas mortales, unido todo ello a acciones terroristas y a redadas de las autoridades en lugares como Meknes, Rabat o Tánger, en Marruecos, o en España, Francia, Bélgica, Italia, Holanda y otros países de dentro y fuera de la UE.[7] Añadiéndose a las operaciones propiciadas por los citados atentados de Casablanca y de Madrid, las autoridades marroquíes han emprendido importantes acciones en el último año, como la lanzada en enero de 2004 en la región de Meknes y la realizada entre el 26 y el 27 de abril del mismo año en las regiones de Fez y, de nuevo, Meknes con el resultado de una treintena larga de islamistas radicales detenidos.[8] Además, el 21 de febrero del mismo año un Tribunal de Rabat condenaba a ocho años de prisión a 10 miembros de la red Salafiya Yihadiya, surgida a principios de los años noventa, por los atentados de Casablanca.[9] Además, el creciente número de magrebíes que encuentran en el Irak de posguerra un escenario ideal para recrear el yihad de Afganistán de los años ochenta preocupa en las capitales magrebíes.[10] De hecho, el terrorismo atroz del grupo de Abu Musab al Zarqaui ha atraído a individuos como el franco-tunecino Redouane El Hakim, muerto en un bombardeo estadounidense en Faluya, o como Abdelhakim Badjouidi, nacido en el departamento francés de Seine-Saint Denis y fallecido en Bagdad como terrorista suicida al lanzarse contra un puesto militar estadounidense.[11]

La vecindad con el Sahel y el África Subsahariana constituye de forma acelerada en la reflexión magrebí sobre su seguridad un motivo de inquietud creciente, dados los múltiples desafíos de seguridad que ello plantea, desde la creciente presión migratoria irregular hasta la delincuencia organizada, la proliferación de conflictos no resueltos y sus efectos perniciosos en las regiones vecinas inmediatas, el fenómeno terrorista, las enfermedades endémicas o los desafíos medioambientales.[12] La constatación de una amenaza terrorista que se manifiesta en clave regional ha llevado a algunos actores, sobre todo a los foráneos y en especial a los EEUU y a Francia, a buscar respuestas regionales; así, el 22 de marzo de 2004 los Jefes de Estado Mayor de la Defensa de Argelia, Chad, Malí, Marruecos, Mauritania, Níger y Senegal se reunieron en el Cuartel General de las Fuerzas Estadounidenses en Europa, en la ciudad alemana de Stuttgart, para fortalecer su estrategia común contra redes terroristas actuando en el Sahel en coordinación con otros grupos terroristas presentes tradicionalmente en la zona como el GSPC argelino, el Grupo Islámico Combatiente (GIC) marroquí, el GIC libio o los Caballeros del Cambio en Mauritania.[13] Por otro lado, en cuanto a los desafíos medioambientales es preciso destacar que la reciente plaga de langosta peregrina ha representado una verdadera amenaza para la seguridad económica y humana de la región, que lleva a los expertos a prepararse para un incremento de la inmigración irregular en los próximos meses por esta causa y que motivó la reunión, el 31 de agosto de 2004 en Dakar y por primera vez en su historia, de los Ministros de Defensa, junto a sus homólogos de Agricultura, de los doce países miembros del Club del Sahel para buscar respuestas conjuntas.[14]

La inmigración irregular de origen subsahariano ha pasado a ser en los últimos años el principal desafío de seguridad en lo que a las políticas de los Estados magrebíes respecta.[15] Argelia ha pasado de detener a 3.807 irregulares subsaharianos en los tres primeros trimestres de 2003 a 4.195 en el mismo período del año 2004.[16] Marruecos ha comenzado el año 2005 con la decisión de enviar al Sáhara Occidental entre 3.000 y 5.000 militares para reforzar a los 7.000 gendarmes reales que están allí desplegados para controlar los flujos de irregulares.[17] Desde fines de 2003 Marruecos ha fletado en diversas ocasiones vuelos comerciales para enviar irregulares subsaharianos a sus países de origen, en especial Nigeria, en una práctica sólo llevada a cabo hasta entonces por algunos países europeos.[18] Libia se ha aproximado en especial a Italia –la visita del Primer Ministro Silvio Berlusconi a Libia el 25 de agosto de 2004 marcó un hito en este sentido– para reforzar los lazos bilaterales en este terreno y para hacer oír su deseo de alcanzar respuestas multilateralizadas a este problema, que por otro lado también preocupa a Túnez donde se reproducen entre sus costas y las de Sicilia las conocidas imágenes de las pateras en el Estrecho de Gibraltar.[19] De hecho, el desafío de la inmigración irregular en los dos extremos del Mediterráneo Occidental ha centrado la atención de las autoridades de España, Marruecos, Italia, Túnez y Libia a lo largo de 2004.[20]

Otra vecindad, aunque esta aparentemente más benigna, que también presenta desafíos y que obliga a buscar respuestas en materia de seguridad es la de la UE, ampliada desde el 1 de mayo de 2004 de 15 Estados miembros a 25 con una población que ha pasado de los 380 millones de habitantes a los 450 millones. Desde la firma de los primeros Acuerdos de Asociación de los años sesenta con Marruecos y con Túnez hasta los Acuerdos de Cooperación de 1976 con Argelia, Marruecos y Túnez, pasando por las sucesivas ampliaciones de las Comunidades Europeas –con el epicentro de las adhesiones ibéricas a partir de 1986, que tantos recelos despertaron desde la perspectiva de la seguridad económica y comercial en el Magreb– y por el fortalecimiento progresivo de la ya UE en los años noventa, la visión magrebí del proceso de integración europea debe ser entendida en clave de percepciones, cuestión esta que es clave en la región mediterránea. Desde los recelos marroquíes a perder lo que Rabat considera su especificidad[21] hasta los riesgos que para todos los magrebíes han representado las sucesivas ampliaciones, y sobre todo la última de mayo de 2004 por el potencial efecto de distracción que la puesta en marcha de una nueva Unión siempre conlleva, los europeos debemos entender que todo lo que hacemos, incluida la definición progresiva de una Política Europea de Seguridad y de Defensa (PESD) dotada de cada vez más órganos y medios, es seguido atentamente, e interpretado, por nuestros vecinos. En este sentido es interesante destacar la percepción tunecina sobre su propia seguridad y sobre la seguridad regional en el Magreb y en la subregión euro-magrebí: junto a las vulnerabilidades económicas y culturales, consideradas tradicionalmente como centrales en la elaboración de la reflexión estratégica tunecina, otros factores como la vecindad libia o el papel de Túnez como “capital” política del mundo árabe durante la década de los ochenta –con la sede temporal de la Liga Árabe y del Cuartel General de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en su suelo–, deben ser tenidos en cuenta, y ello independientemente de que haya sido el primer país del Magreb en sufrir el azote del terrorismo islamista, a mediados de los años ochenta, y de que haya sido considerado tradicionalmente como un firme aliado de Francia y de Occidente en el mundo árabe.[22]

Mauritania ha debido hacer frente en los últimos tiempos a diversos desafíos, y todo ello en un ambiente cada vez más positivo dada la emergencia del país como productor de crudo en los próximos años. Tras la desarticulación el 10 de agosto de 2004 de un segundo golpe de Estado –el anterior tuvo lugar el 8 de junio de 2003 y en él estuvieron implicados los Caballeros del Cambio y contó con apoyos en la tribu “kounta” que se extiende en el escenario saheliano entre Mauritania y Malí– el Presidente Maauiya Uld Sid’Ahmed Taya terminaba 2004 debiendo afrontar los terribles efectos de una plaga de langosta peregrina que el 6 de agosto había devastado Nuakchott y acabado con el 80% de las cosechas del país.[23]

Los factores belígeros que han mantenido la tensión y que en ocasiones han llevado a los Estados del Magreb a enfrentarse entre sí después de las independencias han remitido afortunadamente en los últimos años, quedando como cuestión siempre pendiente la resolución del conflicto del Sáhara Occidental. En la actualidad Marruecos juega con el escenario del desprecio definitivo al Plan Baker II, al calendario de solución que éste ofrece y, en especial, a cualquier idea de referéndum de autodeterminación; en coherencia con su política de hechos consumados en lo que a la marroquinidad del Sáhara Occidental respecta el 14 de octubre de 2004 el Primer Ministro, Driss Jettu, visitó El Aaiún para presidir la primera reunión de la Agencia de Desarrollo de las Provincias del Sur.[24] Es preciso constatar que el estancamiento de este conflicto, y la desconfianza argelino-marroquí, neutraliza todo posible avance en la integración magrebí y resta eficacia a la notable dinamización de marcos subregionales como el Grupo 5+5 o la Conferencia de Ministros de Interior del Mediterráneo Occidental (CIMO) producida como veremos más adelante en los últimos meses.

La falta de confianza entre los Estados miembros de la UMA como factor esencial de inestabilidad en un contexto de crecientes amenazas y riesgos transnacionales

Aunque no es el único, el conflicto del Sáhara Occidental aparece como el motivo central de la falta de entendimiento entre los dos grandes Estados del Magreb, Argelia y Marruecos, y, en consecuencia, de la falta de integración regional magrebí. Otros motivos son la desconfianza que perdura desde el momento de las independencias por otros litigios fronterizos, por la diferencia en la orientación política y económica de sus regímenes durante décadas, y por la búsqueda de la hegemonía regional y de posiciones más privilegiadas en sus relaciones con actores relevantes de la Comunidad Internacional como la UE o los EEUU. Aún hoy cuestiones como la adquisición de equipos militares –intensa en los casos tanto de Argelia como de Marruecos en los últimos años y ello por la doble necesidad de responder a los cambios en los desafíos de seguridad o por la de renovar materiales[25]– o el acercamiento a otras potencias activa de inmediato las alarmas y alimenta temores y desconfianzas. A título de ejemplo, la visita a principios de febrero de 2004 a Argel del Presidente chino, Hu Jintao, despertó en algunos círculos periodísticos marroquíes viejos temores, basados en los informes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de principios de los noventa sobre el reactor nuclear argelino de tecnología china de Aïn Oussera, sobre el supuesto deseo argelino de dotarse del arma nuclear, preocupación avivada además por los descubrimientos en aquellas fechas sobre el apoyo de la República Popular China al desarrollo del programa nuclear libio con fines militares.[26] Tales rumores sobre las intenciones argelinas en materia nuclear ya habían sido también aireados desde Marruecos cuando en junio de 2001 se reunió en Madrid el Alto Comité Mixto de Defensa hispano-marroquí, rumores que no consideraban relevante que Argelia se hubiera vinculado al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que había ratificado en 1995, o incluso al Tratado de Pelindaba –firmado por el Estado argelino en 1996, el mismo año de su apertura a la firma, y ratificado en 1998– destinado a crear una zona libre de armas nucleares en el continente africano, Tratado este último que países como Egipto, Libia o el propio Marruecos aún no han ratificado.[27]

Volviendo al conflicto no resuelto del Sáhara Occidental, la dimisión de James Baker III de su puesto de Enviado Personal del Secretario General de la ONU para el Sáhara Occidental que ocupaba desde 1997, hecha pública el 11 de junio de 2004, ponía punto final a una nueva fase en el difícil tratamiento de este complejo conflicto.[28] Su plan modificado, el denominado Plan Baker II presentado en enero de 2003, que prevé entre 4 y 5 años de autonomía previos a la celebración de un referéndum de autodeterminación es rechazado por Marruecos. La última versión del Plan había sido aceptada por el Frente Polisario y por Argelia en julio de 2003 pero fue rechazada formalmente por Marruecos que presentó en diciembre de aquel año un plan de autonomía limitada para el territorio, descartando la vía del referéndum. El 31 de octubre de 2004 el Consejo de Seguridad prorrogaba hasta el 30 de abril de 2005 el mandato de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO) –que cuenta con 230 observadores militares en la actualidad– en aplicación de la Resolución 1541 del Consejo de Seguridad de 29 de abril de 2004, retrasando una vez más el tratamiento directo de un conflicto congelado que contribuye a dificultar la integración regional norteafricana.[29] El reconocimiento como Estado de la denominada República Árabe Saharaui Democrática (RASD) por parte de Sudáfrica el 15 de septiembre de 2004, anunciada por el Presidente Thabo Mbeki en la inauguración en Ciudad del Cabo de la primera sesión del Parlamento Panafricano creado por la Unión Africana (UA), había supuesto para Marruecos un serio revés en el contexto regional africano del que permanece ausente, al menos del institucional, desde su abandono de la Organización para la Unidad Africana (OUA) –hoy UA– en 1984 tras el ingreso en esta de la RASD.[30] La ausencia marroquí contrasta con el gran dinamismo africanista del Presidente argelino Abdelaziz Buteflika en la nueva UA así como en el lanzamiento de la iniciativa NEPAD, siglas de la Nueva Asociación para el Desarrollo Económico de África que cuenta con importantes valedores internacionales como instrumento útil para el despegue del continente en los próximos años; poco después de su victoria electoral Buteflika inició el 19 de abril una larga gira africana para participar después en la Reunión del Comité Director de la NEPAD, celebrado en Maputo el 23 de mayo de 2004, y el 25 del mismo mes en el lanzamiento oficial del Consejo de Paz y Seguridad de la UA.[31]

El conflicto del Sáhara Occidental agrava la desconfianza entre los dos Estados, Argelia y Marruecos, que son claves para cualquier escenario de integración magrebí. De hecho, tras diez años de cierre de la frontera común, en agosto de 1994, la decisión de Mohamed VI de 30 de julio de 2004 de suprimir la exigencia de visados para los ciudadanos argelinos no se veía correspondida por Argel y el 8 de septiembre el Ministro argelino del Interior, Nureddine Yazid Zerhuni, exigía a Rabat garantizar a sus ciudadanos no sólo la entrada en Marruecos sino también el libre desplazamiento por su territorio.[32] Por otro lado, aunque el 15 de julio de 2004 el Ministro marroquí de Comunicación y Portavoz del Gobierno, Nabil Benabdallah, había anunciado que antes de finalizar 2004 el Primer Ministro Jettu y su Ministro del Interior, Mustafá Sahel, visitarían Argelia tal visita finalmente no se produjo.[33]

Las políticas nacionales de los Estados magrebíes en materia de seguridad y defensa se reflejan en el fortalecimiento de vínculos en dicho ámbito con otros Estados de la sociedad internacional. A título de ejemplo, Marruecos celebraba entre el 11 y el 17 de julio de 2004 unas maniobras aero-marítimas en sus aguas dirigidas por el Mando de la OTAN y en las que participaron casi 20.000 hombres.[34] El 3 de junio de 2004 el Presidente George W. Bush había anunciado la concesión a Marruecos del estatuto de aliado preferente fuera de la OTAN, que también lo disfrutan otros doce Estados más en todo el mundo, reconociendo con ello a Marruecos un papel clave en la región así como en el marco geopolítico arabo-musulmán y en la lucha global contra el terrorismo.[35] El 15 de junio de 2004 se había firmado solemnemente en Washington el Tratado de Libre Comercio entre los EEUU y Marruecos, comenzado a negociar en 2002 y ultimado el 2 de marzo de 2004 tras arduas discusiones en el incómodo contexto internacional marcado por la guerra y posguerra de Irak. Dicho Tratado tiene, aparte de su contenido específico en materia económica y comercial, una importancia política de primer orden pues reconoce a Rabat un papel preponderante en el mundo árabe por ser el segundo país de ese marco geopolítico, tras Jordania, en vincularse con los EEUU en dicho ámbito.[36] En adelante, Marruecos recibirá desde Washington un tratamiento bilateral idéntico al de Jordania o Pakistán, vinculados ambos por acuerdos de libre comercio y beneficiarios también del tratamiento de aliados preferentes, constituyendo una selecta avanzadilla arabo-musulmana en la iniciativa estadounidense del ahora denominado “Amplio Oriente Medio y Norte de África”, una gran estrategia estadounidense para las próximas décadas que fue presentada oficialmente en junio de 2004 en el triple marco del G-8 (Sea Island, Georgia), de la Cumbre UE-EEUU de Bruselas y de la Cumbre de la Alianza Atlántica de Estambul, y para cuyo arranque multilateral se eligió precisamente como escenario a Marruecos.[37] Por otro lado, el reforzamiento de lazos entre Rabat y la UE es un hecho evidente y para este apartado hemos de destacar la reunión, el 29 de junio de 2004 en Rabat, del Diálogo Político Reforzado de carácter bilateral, donde se trataron cuestiones de seguridad de interés bilateral y regional.[38]

Argelia por su parte ha profundizado en los últimos años sus relaciones con socios como los EEUU o Francia en materia de seguridad y defensa: la Ministra Michèle Alliot-Marie realizaba una importante visita oficial a Argel del 16 al 17 de julio de 2004, la primera visita ministerial francesa en el ámbito de la defensa a la Argelia independiente, producida en el marco del descongelamiento por Francia de un presupuesto en favor de Argelia de 2.000 millones de euros, y en la que se revisaron los distintos aspectos de la cooperación bilateral y se reforzó la aproximación común a la necesaria gestión multilateral de las tensiones y conflictos internacionales. En ella también se debatió la propuesta francesa de reunir en octubre en París a los Ministros de Defensa del Mediterráneo Occidental.[39] Esta iniciativa regional francesa era bien recibida en Marruecos, desde donde se seguía la visita a Argel con atención, se destacaba la proliferación de visitas ministeriales francesas a Argelia en los últimos meses y se señalaba la ausencia durante la visita de la Ministra Alliot-Marie del entonces aún Jefe de Estado Mayor de la Defensa, General Mohamed Lamari quien dimitiría tan sólo un día después de dicha visita.[40] Visto en un contexto global magrebí, en el que París debía culminar sus acuerdos en el ámbito de la seguridad y defensa firmados desde antiguo con Marruecos y Túnez con otro con Argelia con vistas a lograr esa aproximación regional deseada, las conversaciones de Argel no despertaban recelos en Rabat que veía dicha aproximación regional francesa al Magreb como ventajosa para el fortalecimiento de los intereses de Marruecos y confía en el mantenimiento de las tradicionales posiciones de Francia hacia los intereses marroquíes. Distinta es la percepción marroquí de la aproximación argelina a los EEUU: con unas inversiones estadounidenses en Argelia de más de 5.000 millones de dólares –2.800 millones de ellos en 2003–, Argel y Washington han firmado en 2004 un acuerdo de cielos abiertos destinado a facilitar el transporte de mercancías entre ellos, y Argelia aparece como un socio cada vez más atractivo con los 30.000 millones de dólares ingresados en 2004 por al venta de sus hidrocarburos.[41] A Marruecos le preocupa también el protagonismo internacional adquirido en los últimos años por Argelia y por el Presidente Buteflika, en especial a los ojos del Ejecutivo estadounidense: Buteflika, reforzado internamente por su holgada victoria electoral en las presidenciales de 8 de abril de 2004 (83,5% de los votos y una participación del 57,78%), era invitado a participar en la Cumbre del G-8 de Sea Island de 8 a 10 de junio de 2004 no sólo como mandatario africano valedor de la gran iniciativa NEPAD sino también como país de Oriente Próximo para discutir la gran estrategia recién anunciada por Washington del Amplio Oriente Medio y Norte de África.[42]

Mención especial merece la evolución de Libia en los últimos meses destacándose ya su plena reinserción internacional, sobre todo tras las decisiones de los EEUU, de 20 de septiembre de 2004, y de la UE de dos días después, de poner fin a sendos embargos de armas impuestos ambos en 1986. El acuerdo de indemnización a las familias de los heridos europeos en el atentado de abril de 1986 contra la discoteca berlinesa “La Belle”, firmado el 3 de septiembre en Trípoli, despejó ya definitivamente el camino para la normalización entre Libia y la UE, siendo Alemania el único Estado miembro que quedaba por satisfacer tras los acuerdos bilaterales también de indemnización firmados por Libia con el Reino Unido y con Francia en los últimos años por los atentados aéreos de Lockerbie, en 1988, y de Níger, en 1989.[43] Ahora los países europeos podrán vender tanto el material que Libia necesita para frenar los flujos migratorios irregulares (patrulleras, sistemas de visión nocturna, helicópteros, etc.) como el que permita adaptar las Fuerzas Armadas libias a una situación afortunadamente nueva. El pragmatismo del Coronel Muammar el Gaddafi ha logrado restablecer las relaciones con Washington, restablecimiento que ha seguido los siguientes pasos: el 26 de febrero el Presidente Bush autorizaba a las compañías petroleras estadounidenses a trabajar en Libia y a sus ciudadanos a desplazarse por negocios o como turistas; en marzo se autorizaba a Libia a abrir una sección diplomática en Washington –aún no una Embajada– y un diplomático estadounidense se instalaba en la Embajada de Bélgica en Trípoli, que representaba entonces los intereses de los EEUU en el país; en abril de 2004 las compañías petroleras comenzaban a invertir en Libia; a fines de junio se restablecían de forma plena las relaciones diplomáticas; y el 20 de septiembre el Presidente Bush firmaba la orden ejecutiva que levantaba definitivamente el embargo bilateral vigente desde 1986. Aparte de la colaboración antiterrorista y de la revolucionaria decisión del Coronel Gaddafi de proceder a desmantelar unilateralmente sus programas de armas de destrucción masiva,[44] anunciada en diciembre de 2003 y llevada a la práctica en los primeros meses de 2004, Libia había tomado también otras decisiones que allanaron definitivamente el camino, a saber: la indemnización a las familias judías expulsadas del país entre 1967 y 1970, y la apertura en el verano de 2004 de un corredor humanitario para enviar ayuda urgente a la región sudanesa de Darfur conectando el puerto de Bengasi con la frontera de Chad y Sudán.

El calendario y las características del desarme libio, por su trascendencia, por su originalidad y por el interesante precedente que crea, merece una descripción y una valoración en el marco de nuestro estudio. Desde principios de enero de 2004 agentes de la CIA y del MI-6 visitaban bases militares, arsenales y laboratorios en el país magrebí y entre enero y febrero aviones de la Fuerza Aérea estadounidense trasladaban a los EEUU centrifugadoras destinadas por Libia al enriquecimiento de uranio, contenedores de hexafluorido de uranio –comprado en 2001 y 2002– y otros materiales, reflejo de una importante y reciente inversión libia en armas de destrucción masiva hasta 2003, en el marco del caótico programa nuclear militar denominado “Proyecto 1001”. En dicho programa intervino activamente el padre de la bomba paquistaní, Abdul Qadeer Khan –quien a mediados de 2003 se encontraba de visita privada en Libia– y se ha alimentado con materiales procedentes de diversos países.[45] Por lo que se refiere a las armas químicas, entre el 27 de febrero y el 5 de marzo de 2004 Libia destruía en su territorio y bajo supervisión internacional 3.300 obuses destinados a llevar cabeza química. Asimismo admitía en un informe enviado al Presidente de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, Rogelio Pfirter, que poseía 23 toneladas de gas mostaza así como agentes necesarios para la fabricación de gas sarín. Finalmente, y siempre en términos de seguridad, Libia da al Magreb una importante profundidad estratégica en la región del Sahel, al igual que Argelia; la vocación africana del Coronel Gaddafi ha quedado claramente de manifiesto en los últimos años, con su activo papel en la transformación de la OUA en UA y con la dotación a esta última de instrumentos de seguridad cuya operatividad aún es pronto para evaluar.[46]

Sin embargo, podemos recordar ejemplos de prácticas más multilateralizadas en el ámbito magrebí y euro-magrebí que, aunque no son abundantes, sí es importante evocarlas en la medida en que pueden ser el embrión de una práctica futura novedosa. Como ejemplo de honrosa excepción en el ámbito de la cooperación en materia de seguridad y defensa de los Estados magrebíes entre sí debemos destacar la entrega el 27 de octubre de 2004, por parte de las autoridades libias a las argelinas, del terrorista Amari Saïfi (Abderrazak el Para), número dos del GSPC, que había sido capturado junto a otros diez terroristas en marzo de 2004 en la región chadiana del Tibesti por guerrilleros del Movimiento para la Democracia y la Justicia en Chad (MDJT) y que acabó en manos de los servicios de seguridad libios.[47] La detención de El Para se debió a la activación en la región del Sahel de una iniciativa propiciada desde fuera pero que puede llevar a estimular los contactos en la región tratada: la denominada Iniciativa Pan-Sahel, consistente en reforzar la vigilancia y los medios de los países magrebíes y sahelianos y en emprender operaciones como la citada del Tibesti en la que murieron 43 terroristas del GSPC y en la que participaron, bien directamente en la acción, bien en su planificación y puesta de marcha, fuerzas y medios estadounidenses, franceses, argelinos y chadianos.[48] Por otro lado, es muy importante destacar cómo cuatro de los cinco Estados de la UMA –Argelia, Mauritania, Marruecos y Túnez, vinculados los cuatro al Diálogo Mediterráneo o Iniciativa Mediterránea de la OTAN– han participado en dos reuniones muy importantes con el resto de socios mediterráneos de dicho Diálogo y con sus homólogos de la Alianza: la de Jefes de Estado Mayor de la Defensa, en Bruselas el 17 de noviembre de 2004, y la de Ministros de Asuntos Exteriores también en Bruselas el 9 de diciembre del mismo año, dos hitos por su nivel y por su carácter multilateral en la primera década de existencia del Diálogo.[49]

La contribución de España al reforzamiento de la seguridad y la defensa en el Magreb y en el eje euro-magrebí

La cooperación bilateral española en materia de seguridad y defensa con los cinco Estados miembros de la UMA

Con Marruecos las reivindicaciones territoriales y el “efecto Perejil” siguen teniendo su importancia pero ni han frenado en momentos críticos ni frenan ahora, en el momento óptimo de relaciones bilaterales que atravesamos, la cooperación entre ambos Estados. En materia de seguridad (interior y exterior) y defensa hemos de destacar la reunión de ambas cúpulas de los ministerios de Interior respectivos, celebrada en Madrid el 10 de mayo de 2004, y más recientemente la concesión de condecoraciones por el Consejo de Ministros de 14 de enero de 2005, que entre las 21 personalidades marroquíes seleccionadas, encabezadas por el Rey Mohamed VI, incluía a los Generales Husni Benslimane y Hamidu Laanigri, Directores de la Gendarmería Real y de la Seguridad Nacional respectivamente.[50] Las relaciones bilaterales son fluidas en este ámbito como lo demostró la visita del Ministro de Defensa José Bono en julio de 2004 y la posterior del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) Félix Sanz Roldán entre el 16 y 19 de diciembre invitado por el General Abdelaziz Bennani.[51] En el ámbito específico de la cooperación efectiva en materia de defensa destaca como novedosa la cooperación hispano-marroquí en el ámbito de la contribución a la operación de mantenimiento de la paz de la ONU en Haití, la MINUSTAH, a la que ambos países han decidido enviar de común acuerdo un contingente con fuerzas de ambos Estados, integrándose el contingente marroquí en un batallón bajo mando español.[52]

Con Argelia las relaciones se centran en desarrollar el Acuerdo de Cooperación en Materia de Defensa hispano-argelino, firmado el 20 de julio de 2003, y se mantiene el ritmo previsto en la agenda bilateral;[53] en el terreno específico de la cooperación en materia de defensa la visita a Madrid en enero de 2004 del Jefe de Estado Mayor de la Defensa de Argelia, General Mohamed Lamari, servía para lanzar el programa de trabajo bilateral para el año; y en un terreno más general, la visita oficial a Argel del Presidente Rodríguez Zapatero, del 14 al 15 de julio de 2004, le permitía copresidir reuniones que, aunque muy centradas en lo económico y comercial y en especial en el apoyo al proyecto Medgaz de construcción de un gasoducto directo de 200 kilómetros entre Beni Saf, cerca de Orán, y Almería, también concedió atención a la lucha antiterrorista.[54] En lo que a esta última respecta, el Ministro Miguel Ángel Moratinos anunciaba durante su visita a Argel el 3 de mayo de 2004 la creación de una comisión bilateral para luchar contra el terrorismo.[55] Es interesante destacar de cara al futuro el atractivo escenario de apertura y de profesionalización del Estado y de las Fuerzas Armadas argelinas que se abre, un escenario en el que la experiencia española podría ser atractiva para nuestros vecinos.[56]

Con Túnez hemos de destacar la visita a este país del Ministro de Defensa José Bono, en los días 15 y 16 de diciembre de 2004, durante la que se reunió con su homólogo, Hédi M’henni, y con el Primer Ministro Mohamed Ghannuchi. Durante esta visita España anunció la cesión a Túnez de la patrullera “Javier Quiroga” de la Armada destinada a reforzar la lucha de Túnez contra la inmigración irregular y que antes de ser entregada sufrió un proceso de adaptación en la base naval de Cartagena.[57] El ritmo de las relaciones bilaterales es el apropiado, y la V Reunión de Alto Nivel (RAN) que crea el marco global en el que también se da impulso a la cooperación en seguridad y defensa tuvo lugar el 8 de septiembre de 2004 con la visita del Presidente Rodríguez Zapatero a Túnez.

En el ámbito de la seguridad interior, la Guardia Civil se ha destacado en los últimos años por desplegar vínculos de cooperación con los cuerpos equivalentes existentes en cuatro de los países del Magreb –Argelia, Marruecos, Mauritania y Túnez–, con los que ha llegado a diversos niveles de colaboración. Desde la cooperación desplegada con Marruecos en el marco de la Asociación de Fuerzas de Policía y Gendarmerías Europeas y Mediterráneas con Estatuto Militar (FIEP),[58] hasta los marcos estrictamente bilaterales establecidos con el propio Marruecos, con Argelia, con Mauritania y con Túnez, pasando por el marco de cooperación potencial creado por la Conferencia de Ministros del Interior del Mediterráneo Occidental (CIMO) con Libia, o por el real en el grupo ad hoc impulsado por el Proceso de Barcelona en materia de información y de lucha antiterrorista –en el que participan los Estados mediterráneos de la Unión, incluido Portugal, con sus socios de la orilla sur– se abre un amplio abanico de posibilidades de contribuir a crear una región más segura y estable combatiendo conjuntamente desafíos y amenazas de seguridad cada vez más agresivas y globalizadas. La cooperación Guardia Civil-Gendarmería Real marroquí cubre desde espacios tradicionales de carácter policial clásico hasta la prevención y la gestión de los nuevos riesgos de seguridad tales como los tráficos ilícitos de todo tipo –drogas, armas, seres humanos– o el terrorismo, y era descrita recientemente y de forma pormenorizada por el Agregado de la Gendarmería Real en la Embajada del Reino de Marruecos en España, el Coronel Ahmed Lemkhir.[59] A pesar del reforzamiento del control de sus fronteras por ambos Estados –desde diciembre de 2004 la operatividad del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE) de la Guardia Civil llega hasta Granada–, las avalanchas de irregulares no han cesado, como lo muestran las producidas en el verano de 2004 en Ceuta y Melilla. La detención por la Marina Real marroquí, el 26 de agosto de 2004, de 180 irregulares en aguas de Alhucemas, y de otros 33 en las mismas aguas dos días más tarde, o la realizada por la Gendarmería Real a mediados de agosto de 58 hondureños en la costa del Sáhara Occidental ilustran sobre el alcance del problema. Por otro lado, la readmisión por Marruecos de 30 subsaharianos el 27 de enero de 2004 y el lanzamiento de las patrullas mixtas Guardia Civil-Gendarmería Real a partir del 17 de febrero del mismo año habían supuesto un cambio sustancial en la cooperación desarrollada hasta entonces; la readmisión de los subsaharianos marcaba un hito en la aplicación del Acuerdo Relativo a la Circulación de Personas, el Tránsito y la Readmisión de Extranjeros Entrados Ilegalmente firmado en febrero de 1992 y cuya aplicación debe, aún a día de hoy, ser profundamente mejorada.[60] Para Marruecos reforzar sus relaciones con España es aún más importante dado que, según informes del Fondo Monetario Internacional (FMI) de agosto de 2004, las remesas enviadas por los inmigrantes marroquíes en España a su país se han multiplicado por cinco entre 2000 y 2004.[61]

El papel de España en la definición de una región euro-magrebí más integrada y estable en materia de seguridad y defensa como refuerzo de la seguridad en la región mediterránea

Junto a las contribuciones estrictamente bilaterales es importante destacar la existencia de marcos de carácter multilateral que España ha contribuido a crear y a mantener y sigue haciéndolo. Por un lado destaca el grupo de cinco países que llevó a cabo en la primera mitad de 2003 las dos fases de la “Operación Ulises” de control en el Mediterráneo Occidental y que comprende a España, Francia, Italia, Portugal y el Reino Unido; por otro lado, el grupo también de cinco países europeos –Alemania, España, Francia, Italia y el Reino Unido– reunidos en Jerez de la Frontera en mayo y en La Baule en noviembre de 2003 para coordinar esfuerzos en la lucha contra los riesgos transnacionales. Este último grupo fue el marco en el que, el 17 y 18 de octubre de 2004 en Florencia, se planteó la posibilidad de crear “campos de tránsito” en África del Norte para los subsaharianos que desean emigrar a la UE, una idea apoyada por Alemania, Italia y el Reino Unido pero rechazada por España y Francia así como por Argelia y otros países norteafricanos. Tales posiciones encontradas se pusieron de manifiesto en la reunión que los Ministros de Asuntos Exteriores del Grupo 5+5 celebraron en Orán el 24 de noviembre de 2004 como continuación de la Cumbre que en diciembre de 2003 había reunido en Túnez a los Jefes de Gobierno de los diez Estados y la reunión de Ministros de Asuntos Exteriores celebrada en Argel el 12 de septiembre.[62] Aunque en esta reunión de Argel se trató de forma monográfica la cuestión de la inmigración irregular, se decidió también dinamizar las actividades del Grupo 5+5 incluyendo el ámbito de la defensa; así, el 21 de diciembre los Ministros de Defensa o sus equivalentes de los diez Estados firmaron en París un compromiso de trabajo en común en materia de seguridad que incluye aspectos como la vigilancia marítima, la protección civil y la seguridad aérea.[63] Para acelerar el proceso subregional se habían reunido previamente en Roma, el 2 de octubre de 2004, los Ministros de Asuntos Exteriores de España, Francia, Italia y Portugal para discutir tanto sobre cómo dinamizar el Proceso de Barcelona como para impulsar la cooperación en el marco del Grupo 5+5.[64]

Para completar la visión de los marcos diplomáticos de carácter subregional es preciso referirse a la Conferencia de Ministros de Interior del Mediterráneo Occidental (CIMO), que el 25 de junio de 2004 celebró su décima sesión ministerial en Túnez, con la participación de Mauritania como observador. En ella se siguió ahondando en las cuestiones que desde hace ahora una década han centrado el interés prioritario de sus participantes, a saber: la lucha antiterrorista, que ahora ocupa una posición central; la coordinación contra el crimen organizado; las respuestas a la inmigración irregular; y el apoyo mutuo para afrontar las catástrofes naturales en el Mediterráneo Occidental, con las inundaciones de Argel o los terremotos de Bumerdés (Argelia) y Alhucemas (Marruecos) aún muy presentes en la memoria.[65]

De los marcos bilaterales y subregionales se viene avanzando en la última década a la definición del mayor que es el mediterráneo, marco ya regional que hoy reposa en la Cooperación Euromediterránea en el marco del Proceso de Barcelona y en la Iniciativa Mediterránea de la OTAN, marcos ambos que España ha contribuido a diseñar primero y a reforzar y profundizar después.

En el marco del Proceso de Barcelona las cuestiones de seguridad comienzan a adquirir un protagonismo imposible siquiera de vislumbrar hace bien poco tiempo. La celebración en La Haya, en los días 29 y 30 de noviembre de 2004, de una reunión intermedia de Ministros de Asuntos Exteriores del Proceso –preparatoria de la ministerial solemne conocida como Barcelona VII y prevista en Luxemburgo en mayo de 2005– era reflejo de un gran dinamismo diplomático en la región que en lo referente a la seguridad y a la defensa había incluido una reunión ad hoc en el ámbito del Proceso de Barcelona sobre asuntos de seguridad y defensa el 10 de noviembre de 2004 en Bruselas, y que pretende ampliar sus trabajos en el primer semestre de 2005 a la proliferación de armas de destrucción masiva en la región.[66] En suma, el Proceso de Barcelona aparece cada vez más como un marco útil para plantear una reflexión multilateral en materia de seguridad y para introducir, de forma progresiva, instrumentos llamados a crear confianza entre los socios, facilitando así la consecución de los objetivos fijados en su Plan de Trabajo, siempre y cuando cuestiones que hoy lo bloquean como el conflicto árabe-israelí en términos Norte-Sur y el conflicto del Sáhara Occidental en términos Sur-Sur, entre otros, comiencen a encontrar soluciones.[67] En dicho escenario benigno todo el bagaje hasta ahora obtenido en materia de seguridad por el Proceso de Barcelona, y que abarca desde la herencia directa de ocho años de Diálogo Mediterráneo de la Unión Europea Occidental (UEO) –desde que fuera lanzado en 1992 por empuje español hasta el año 2000 en que las competencias en materia de gestión de crisis de dicha organización pasaron a la UE– hasta los resultados de los trabajos del Grupo de Altos Funcionarios reflejados no sólo en su reflexión permanente sobre la deseable Carta Euromediterránea de Paz y Seguridad sino también en las Medidas de Asociación (Partnership Building Measures) aprobadas y en aplicación,[68] podrá profundizarse y ampliarse reforzando con ello la seguridad y la estabilidad en la región.

La Alianza Atlántica ampliaba en 2004 su oferta a los siete países participantes en la Iniciativa Mediterránea de la OTAN gracias a la Iniciativa de Cooperación de Estambul y terminaba el año dando un salto cualitativo en sus relaciones con dichos socios.[69] La reunión el 8 de diciembre de 2004 de los Ministros de Asuntos Exteriores de la Alianza con sus siete homólogos de los socios mediterráneos constituye un importante hito en el marco de un proceso que se mejora y en el que destacaremos, a título de ejemplo, la reunión de Jefes de Estado Mayor de los siete socios del Diálogo –o de sus representantes para los casos de Egipto, Jordania e Israel, por diversos motivos– con sus homólogos aliados el 17 de noviembre en Bruselas, que precedió a la ministerial de Bruselas y la prevista segunda reunión de Jefes de Estado Mayor de la Defensa a celebrarse el 12 de mayo de 2005 y que deberá demostrar la continuidad y la utilidad de dicho diálogo; aparte de su valor como encuentro multilateral en Bruselas se trató de cuestiones hasta poco antes consideradas tabú como es la cooperación antiterrorista.[70]

Conclusiones

Las áreas de trabajo conjunto en el futuro entre España y los países de la UMA en los ámbitos de la seguridad y la defensa, algunas ya plenamente operativas y otras aún potenciales, se han diversificado enormemente en los últimos años. Junto a los espacios tradicionales de diálogo y de cooperación en la dimensión bilateral –centrados en la realización de visitas y de maniobras conjuntas y, en algunos casos, en la cooperación técnica y la venta de material militar– se va imponiendo una dimensión multilateral que tiende a incluir todo tipo de temas, que permite el tratamiento de muchos de ellos de una forma más desdramatizada y que paulatinamente va haciéndose cada vez más desinhibida.

De nuestro estudio se desprende que muchos de los instrumentos necesarios para desarrollar tanto unas relaciones bilaterales como otras multilateralizadas en espacios como son el hispano-magrebí y el euro-magrebí ya están inventados; sólo falta ahora, para que alcancen su plena operatividad, que se dé la importancia que merece a cuestiones como la conflictividad intra-magrebí, enormemente perniciosa pues bloquea los avances globales necesarios en un combate también global como es el antiterrorista; la dimensión euro-magrebí y magrebí de otros conflictos que se producen en nuestra vecindad inmediata como es Oriente Próximo y Oriente Medio o la lucha global contra el terrorismo islamista; o las grandes cuestiones que exigen de un tratamiento riguroso y sostenido en el tiempo como son las vecindades hispano-magrebí y euro-magrebí en un contexto de UE ampliada y en transformación.

Lo que sí está meridianamente claro hoy en día es que la dimensión “seguridad y defensa” de nuestras relaciones con los vecinos del Magreb es tan importante como las dimensiones tradicionalmente tratadas, como son la económica y financiera, la cultural o incluso la político-diplomática. Hoy la seguridad es un concepto más amplio y flexible que antaño, y todos los actores euro-magrebíes lo perciben así, y empiezan a esforzarse para conocer y para comprender las percepciones de seguridad de los vecinos en dicho espacio y para asumir que muchos de los desafíos de seguridad percibidos son compartidos. Esta realidad supone un gran avance. Por otro lado, la naturaleza de los desafíos a los que nos enfrentamos europeos y magrebíes es tal que no existen ya soluciones a tomar en solitario. Para hacer frente al terrorismo transnacionalizado, a los desafíos medioambientales o a los tráficos ilícitos no bastan ni bastarán las soluciones unilaterales, sino que sólo la reflexión en común y la acción concertada nos permitirán diseñar respuestas útiles y aportar soluciones verdaderamente eficaces.

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[1] En el presente estudio vamos a centrarnos en la revisión de los desafíos de seguridad más recientes, centrados en los últimos meses y como mucho en los dos últimos años. Esto se justifica por la emergencia de nuevos riesgos que, aunque tienen un origen antiguo, se han agravado en los tiempos más recientes, llevando a los Estados de la UMA a definir políticas para afrontarlos, tanto dentro de sus fronteras como en los contextos subregionales magrebí y euro-magrebí. Para tener una visión con perspectiva histórica tanto sobre la génesis en la definición de las amenazas y riesgos en el Magreb como sobre los marcos formales de carácter bilateral y, en menor medida, multilateral existentes en la región recomendamos las siguientes obras: Antonio Marquina (ed.), El Magreb: concertación, cooperación y desafíos, Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe-Agencia Española de Cooperación Internacional-Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, 1993; Fernanda Faria, Politiques de sécurité au Maghreb. Les impératifs de la stabilité intérieure, Instituto de Estudos Estratégicos e Internacionais, Lisboa, 1994; Fernanda Faria y Alvaro Vasconcelos, Security in North Africa: Ambiguity and Reality, WEU Institute for Security Studies, Chaillot Paper nº 25, París, septiembre 1996; y Javier Jordán Enamorado, La seguridad militar en las relaciones de España con los países del Magreb. Análisis de la política de defensa española 1990-1999 (Tesis Doctoral), Departamento de Ciencia Política y de la Administración, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Universidad de Granada, 2002.

[2] Sobre el reforzamiento de la política exterior española hacia el Magreb y sobre la multilateralización de dichas relaciones véase Carlos Echeverría Jesús, “La política mediterránea de España desde 1975”, en Javier Tusell (coord.), La transición a la democracia y el reinado de Juan Carlos I, Espasa Calpe, S.A. (tomo XLII de la Historia de España Menéndez Pidal), Madrid, 2003, pp. 815-829.

[3] Las políticas de seguridad y de defensa de los principales Estados del Magreb, Argelia y Marruecos, han sido estudiadas pormenorizadamente por el autor y pueden consultarse en Carlos Echeverría Jesús, El papel de las Fuerzas Armadas Reales en el Marruecos de hoy, Real Instituto Elcano, Documento de Trabajo nº 2003/10, 28/II/2003; y Carlos Echeverría Jesús, Las Fuerzas Armadas argelinas: desafíos nacionales e internacionales, Real Instituto Elcano, Documento de Trabajo nº 2004/3, 1/III/2004.

[4] Sobre la importancia de la contribución magrebí a nutrir las filas de redes y grupos terroristas islamistas véase Carlos Echeverría Jesús, Los terroristas de origen magrebí en el yihadismo internacional, Informe del Instituto Universitario de Investigación sobre Seguridad Interior (IUISI) nº 9, Madrid, enero 2005. Sobre la amenaza representada por este terrorismo para los países de la UMA véase Carlos Echeverría Jesús, “Radical Islam in the Maghreb”, Orbis. A Journal of World Affairs, vol. 48, nº 2, primavera 2004, pp. 351-364; y Mohamed Darif, “El radicalismo religioso en el Magreb”, Afkar/Ideas, nº 3, verano 2004, pp. 75-78.

[5] “Argelia. Lucha antiterrorista”, Informe Semanal de Política Exterior (en adelante, ISPE), nº 420, 2/VII/2004, p. 7.

[6] “Norte de África. Ante el nuevo año”, ISPE, nº 440, 17/I/2005, p. 7. El año 2005 comenzaba precisamente recordando la vigencia del terrorismo más sanguinario que Argelia ha sufrido durante largos años; 18 soldados morían el 5 de enero en una emboscada del GSPC en la región de Biskra, a 400 kilómetros al sur de Argel. Véase “Dieciocho militares argelinos caen abatidos en una emboscada de terroristas islámicos”, ABC, 6/I/2005, p. 26; y Luis de Vega, “El ‘yihad’ aún colea en Argelia”, ABC, 13/I/2005, p. 29.

[7] Operaciones policiales en Vitoria, Madrid y Alcañiz (Teruel) el 14 de diciembre de 2004 coincidieron con la detención en Rabat de seis miembros del Takfir Wal Hijra acusados de apología del terrorismo. Ibidem.

[8] “Magreb. Lucha antiterrorista”, ISPE, nº 408, 10/V/2004, p. 7.

[9] Coincidiendo con el enfrentamiento de enero en Meknes el Ministro marroquí de Justicia, Mohamed Buzubaa, afirmaba que el Gobierno había subestimado el peligro terrorista. Véase “Los autores del 11-M. Redes islamistas”, ISPE, nº 402, 22/II/2004, p. 5-7. Sobre la red Salafiya Jihadiya véase Michael M. Laskier, “A Difficult Inheritance: Moroccan Society under King Muhammad VI”, Middle East Review of International Affairs (MERIA), vol. 7, nº 3, septiembre 2003, p. 11.

[10] Le Journal de Dimanche, 24/VIII/2004. En las mismas fechas también Le Figaro revelaba que otros ciudadanos franco-magrebíes se encontraban en Irak en el triángulo suní, adonde accedían desde Siria y Arabia Saudí.

[11] El Hakim había sido reclutado en la mezquita de Levallois-Perret, dominada por los salafistas y ya clausurada por las autoridades francesas. Véase “Terrorismo. Irak y el yihadismo internacional”, ISPE, nº 434, 29/IX/2004, p. 7.

[12] Véase la reflexión sobre las “zonas grises” o zonas caóticas que tanto proliferan en África Subsahariana de Nabil Lamrani, “Zonas grises y terrorismo. Segunda parte”, Newsletter, Centro de Estudios Internacionales (CEI-Rabat), nº 3, junio 2004, p. 1.

[13] “Magreb. Lucha antiterrorista”, ISPE, nº 408, 10/V/2004, p. 7.

[14] “Norte de África. Ante el nuevo año”, ISPE, nº 440, 17/I/2005, p. 7; “Mauritania. Acuerdos petrolíferos”, ISPE, nº 428, 18/X/2004, p. 7; y Carlos Echeverría Jesús, “Approach to the Conflicts Related to the Management of Water Resources in Africa: Causes and Solutions”, Conferencia de Clausura en el Seminario Internacional de la UNESCO Conference on Conflict Resolution in Water Management, Zaragoza, 6-8 octubre 2004, en www.ugr.es/~ceas/Estrategia/unesco.pdf.

[15] Véase el informe “L’immigration clandestine: une évolution préoccupante”, El Djeïch (revista mensual de las Fuerzas Armadas Argelinas), nº 497, diciembre 2004, pp. 29-32.

[16] Datos oficiales de la Gendarmería Nacional en “L’Algérie face au phénomène de l’immigration clandestine”, El Djeïch, nº 497, diciembre 2004, p. 32.

[17] “Marruecos. Después de la visita del Rey”, ISPE, nº 442, 31/I/2005, p. 7.

[18] El 29 de noviembre de 2003 enviaba a Lagos el primer vuelo de ese tipo con 416 nigerianos irregulares, seguido de otro enviado el 28 de diciembre con 480 expulsados. Por otro lado, la Gendarmería Real realiza frecuentes redadas en las proximidades de El Aaiún hasta la actualidad, práctica que empezó a ser visible en las fechas citadas; a título de ejemplo destacaremos la realizada por dicho cuerpo de seguridad en la capital del Sáhara Occidental el 31 de diciembre de 2003 y en la que fueron detenidos 51 subsaharianos. Véase “Magreb. Ante el año que comienza” ISPE nº 393, 19 Enero 2004, p. 7.

[19] Italia se enfrenta como España a una creciente presión migratoria irregular: en un sólo día, el 12 de septiembre de 2004, 748 irregulares llegaron a Lampedusa y 130 a Sicilia, que se añadían a los 282 detenidos en Lampedusa el 16 de agosto. Véanse “Magreb. El debate sobre la inmigración”, ISPE, nº 424, 20/IX/2004, p. 7; y “Libia. Continúa el deshielo”, ISPE, nº 426, 4/X/2004, p. 7.

[20] Véase una interesante aproximación “desde el sur” a las necesidades de control de fronteras en el Mediterráneo, e incluso a sus bondades y beneficios para la orilla sur de la cuenca en Hassan Ouass, “La vigilancia electrónica de fronteras en la orilla sur del Mediterráneo”, Diálogo Mediterráneo, nº 34, septiembre 2004, pp. 25-27.

[21] Anis Doukkali, “Marruecos y la ‘política europea de vecindad’: más que la asociación y menos que la adhesión”, Newsletter, Centro de Estudios Internacionales (CEI-Rabat), nº 3, junio 2004, p. 4.

[22] Véase una reflexión típica sobre seguridad en la zona de contacto Norte-Sur del Mediterráneo elaborada por el analista de la Asociación de Estudios Internacionales de Túnez Khalifa Chater, Asymétrie et sécurité globale, EuroMeSCo Brief nº 5, junio 2003.

[23] Sobre el intento de golpe en junio de 2003 véase Carlos Echeverría Jesús, “Intento de golpe de Estado en Mauritania”, Ejército, nº 749, julio-agosto 2003, pp. 103-105; y “Mauritania. Acuerdos petrolíferos”, ISPE, nº 428, 18/X/2004, p. 7.

[24] “Argelia. Negocios y diplomacia”, ISPE, nº 431, 8/XI/2004, p. 7.

[25] Véanse los informes del autor citados en la nota 3.

[26] “Argelia. ¿Otra potencia nuclear?”, ISPE, nº 398, 23/II/2004, p. 7.

[27] Véanse otros compromisos internacionales de Argelia en materia de control y eliminación de armamentos en Carlos Echeverría Jesús, “Argelia y la guerra contra el terrorismo”, Ejército, nº 756, abril 2004, pp. 107-108.

[28] Dicha dimisión parecía justificarse por la participación de James Baker en la campaña para la reelección de George W. Bush como Presidente pero también por la designación presidencial del mismo como Embajador Especial para la Deuda de Irak. Véase “Sáhara. Tras la dimisión de Baker”, ISPE, nº 414, 21/VI/2004, pp. 6-7.

[29] Anis Doukkali, “El Sáhara: Después de Baker”, Newsletter, Centro de Estudios Internacionales (CEI-Rabat), nº 4, julio-agosto 2004, p. 3.

[30] Rabat mantiene sólidos vínculos con algunos Estados subsaharianos pero permanece aislado del marco continental por excelencia representado por la OUA/UA. Destaca en este sentido la gira de Mohamed VI en 2004 por Benín, Camerún, Gabón, Níger y Senegal. Véanse “Marruecos. Mayor proyección exterior”, ISPE, nº 417, 12/VII/2004, p. 7; y “Marruecos. ¿Aislamiento en África?”, ISPE, nº 425, 27/IX/2004, pp. 5-6.

[31] “Argelia. Negocios y diplomacia”, ISPE, nº 413, 14/VI/2004, p. 7.

[32] Ibidem.

[33] El Ministro Mustafá Sahel acababa de visitar Argelia, del 20 al 21 de julio, para preparar la reunión de trabajo del Grupo de Trabajo Argelia-Marruecos sobre seguridad. Véase “Argelia. Lucha antiterrorista”, ISPE, nº 420, 2/VIII/2004, p. 7.

[34] Véase “Manoeuvres militaires Maroc/OTAN”, El Djeïch, nº 493, agosto 2004, p. 24.

[35] Dicho estatuto otorga también a Marruecos una posición privilegiada “conforme a las disposiciones de la legislación sobre la ayuda financiera y la venta de equipos militares a países extranjeros”. Véase “La visita de trabajo del rey Mohamed VI a EEUU: ¿Cúal es el calibre de un paso para un partenariado estratégico?”, Newsletter, Centro de Estudios Internacionales (CEI-Rabat), nº 4, julio 2004, p. 1.

[36] La autorización para la ratificación del Tratado se producía en ambas cámaras en julio de 2004: el 19 de julio autorizaba el Senado (85 votos frente a 13) y el 20 de julio la Cámara de Representantes (323 votos contra 99). Véase Anis Doukkali, “El congreso adopta el acuerdo de libre intercambio entre Marruecos y los EEUU: un signo fuerte y positivo”, Newsletter, Centro de Estudios Internacionales (CEI-Rabat), nº 4, julio-agosto 2004, p. 4.

[37] El denominado Foro del Porvenir se celebró en Rabat en los días 10 y 11 de diciembre de 2004, reuniendo a los Ministros de Asuntos Exteriores del G-8 con sus homólogos de más de 20 Estados árabes y musulmanes. Véase “Magreb. El protagonismo de Marruecos”, ISPE, nº 437, 20/XII/2004, p. 7.

[38] “Marruecos. Mayor proyección exterior”, ISPE, nº 417, 12/VII/2004, p. 7.

[39] “Visite à Alger de Madame Michèle Alliot-Marie”, El Djeïch, nº 493, agosto 2004, pp. 14-15. Los preparativos de la reunión de octubre en París incluían en las mismas fechas de la visita de la Ministra Alliot-Marie a Argel las del Ministro francés de Asuntos Exteriores a Túnez y la del Ministro de Defensa español, José Bono, a Rabat.

[40] Se señalaban las visitas del Ministro de Asuntos Exteriores, Michel Barnier, quien había precedido en tan sólo unos días a la Ministra; la del Ministro de Finanzas, Nicolas Sarkozy, en junio de 2004; y tres meses antes, en marzo, del Presidente Jacques Chirac. Véase N’Hamed Naciri, “Partenariado euro-magrebí: la diplomacia francesa insufla una nueva dinámica en materia de defensa y de seguridad”, Newsletter, Centro de Estudios Internacionales (CEI-Rabat), nº 4, julio 2004, pp. 2-3.

[41] “Marruecos. ¿Aislamiento…”, op cit.

[42] “Argelia. Negocios y diplomacia”, ISPE, nº 413, 14/VI/2004, p. 7.

[43] “Libia. Continúa el deshielo”, ISPE, nº 426, 4/X/2004, p. 7. También sobre la normalización libia véase Domingo del Pino, “Libia: bienvenido de nuevo al ‘club’”, Afkar/Ideas, nº 2, marzo 2004, p. 30.

[44] Sobre los programas libios de armas de destrucción masiva véase Carlos Echeverría Jesús, “Libia-Occidente: ¿fin del conflicto?”, Ejército, nº 757, mayo 2004, pp. 100-101.

[45] En junio de 2002 una empresa surcoreana hizo llegar a Libia cuatro máquinas susceptibles de ser utilizadas para el equilibrio de centrifugadoras y, a principios de octubre de 2003, el mercante alemán “BBC-China” era inmovilizado en el puerto italiano de Tarento con piezas de centrifugadoras con destino al Consejo Libio de Investigación Científica en Trípoli. Por otro lado, el Juez Baltasar Garzón abría en 2004 diligencias para esclarecer la posible participación de empresas españolas, que habrían podido facilitar maquinaria de doble uso y formado a técnicos libios en los últimos años. Véase “El desarme de Libia”, ISPE, nº 401, 15/III/2004, p. 7. Sobre las actividades del Doctor Khan véase François Soudan, “Abdul Qadeer Khan. Le docteur de l’apocalypse”, Jeune Afrique/l’Intelligent, nº 2250, 22-28/II/2004, pp. 28-35.

[46] El líder libio mostraba esta vocación africana cuando a principios de 2004 iniciaba un acercamiento a la UE y al Proceso de Barcelona tras haber superado algunos de los obstáculos que aún le enfrentaban a Occidente. A fines de febrero de ese año se celebró una importante cumbre de la UA en la localidad libia de Sirte. Sobre la contribución libia al reforzamiento de la UA véanse “Mediterráneo. El proceso de Barcelona”, ISPE, nº 395, 2/II/2004, p. 7; y Cherif Ouazani, Cherif: “Union africaine. Naissance du Conseil de paix et de sécurité”, Jeune Afrique/l’Intelligent, nº 2256, 4-10/IV/2004, p. 18.

[47] Ignacio Cembrero (2004), “El Sáhara no es lo bastante grande”, El País, 1/XI/2004, p. 80.

[48] “Magreb. Lucha antiterrorista”, ISPE, nº 408, 10/V/2004, p. 7; y Carlos Echeverría Jesús, “Lucha antiterrorista: la Iniciativa Pan-Sahel”, Ejército, nº 760, julio-agosto 2004, pp. 107-108.

[49] Véase “Algérie-OTAN”, El Djeïch, nº 497, diciembre 2004, p. 11.

[50] “Véanse “Inmigración. Pateras en Canarias”, ISPE, nº 411, 31/V/2004, p. 7; y “Marruecos. Después de la visita del Rey”, ISPE, nº 442, 31/I/2005, pp. 6-7.

[51] “Norte de África. Ante el nuevo año”, ISPE, nº 440, 17/I/2005, p. 7.

[52] Najib Khaneboubi (2004), “Relaciones Hispano-Marroquíes: ¿Durará la calma?”, Newsletter, Centro de Estudios Internacionales (CEI-Rabat), nº 5, septiembre, p. 6. Sobre la necesidad de cooperar en materia de operaciones de mantenimiento de la paz entre los países euro-mediterráneos véase Carlos Echeverría, Cooperation in Peacekeeping Among the Euro-Mediterranean Armed Forces, WEU Institute for Security Studies, Chaillot Paper nº 35, febrero 1999; y Carlos Echeverría, “The Role of the Mediterranean Dialogue Partners in Peacekeeping Operations: A Concrete Area of Co-Operation with Western Countries and Organizations”, en Hans W. Odenthal (ed), Security and Stability in the Mediterranean at the Turn of the Century: Perceptions, Fears and Hopes, NATO Defense College, Roma, 1999, pp. 113-123.

[53] Véase Echeverría Jesús, Las Fuerzas Armadas argelinas..., op cit., pp. 30-31.

[54] “Magreb. Zapatero en Argel”, ISPE, nº 418, 19/VII/2004, pp. 6-7.

[55] “Magreb. Lucha antiterrorista”, ISPE, nº 408, 10/V/2004, p. 7.

[56] Véase la entrevista al General-Mayor Mohamed Tuati, “El ejército no debe erigirse en censor ni de la clase política ni de los dirigentes del Estado. Debe mantenerse imparcial”, Afkar/Ideas, nº 2, marzo 2004, pp. 7-11.

[57] “Norte de África…”, op cit., véase nota 52.

[58] La FIEP fue creada en mayo de 1996 como una red exclusivamente europea pero evolucionó hacia una red más abierta que hoy también incluye a la Gendarmería Real marroquí o a la Gendarmería turca.

[59] Véase Ahmed Lemkhir, “La colaboración con Marruecos”, Cuadernos de la Guardia Civil, nº XXIX, 2004, pp. 65-70; y, en el mismo número, Carlos Echeverría Jesús, “La cooperación de la Guardia Civil con los cuerpos equivalentes en los países del Magreb frente a los nuevos desafíos”, pp. 71-76.

[60] “Marruecos-España. Crisis improbable”, ISPE, nº 397, 16/II/2004, p. 6.

[61] “Magreb. El debate sobre la inmigración”, ISPE, nº 424, 20/IX/2004, p. 7.

[62] Véase “L’Algérie rejette l’idée de ‘camps de transit’ pour les immigrants en Afrique du Nord”, El Djeïch, nº 497, diciembre 2004, p. 32. Sobre la primera Cumbre del Grupo 5+5, celebrada en Túnez en los días 5 y 6 de diciembre de 2003, véase “Mediterráneo. Efectos de las disputas europeas”, ISPE, nº 390, 22/XII/2003, p. 7.

[63] Durante la comparecencia conjunta ante la prensa de la Ministra francesa de Defensa, Michele Alliot-Marie, y del Ministro argelino de Interior, Nureddine Yazid Zerhuni, el 17 de julio de 2004 en Argel, la Ministra francesa había hecho pública la intención de celebrar en el otoño una reunión de titulares de Defensa de España, Francia, Italia y Portugal, de un lado, y de Argelia, Marruecos y Túnez de otro. Véanse “Argelia. Lucha antiterrorista” ISPE, nº 420, 2/VIII/2004, p. 7; “Norte de África. Ante el nuevo año”, ISPE, nº 440, 17/I/2004, p. 7; y “Mediterráneo. Dinamismo diplomático”, ISPE, nº 436, 13/XII/2004, p. 7.

[64] “Mediterráneo. Barcelona, diez años después”, ISPE, nº 427, 11/X/2004, p. 7.

[65] “El Magreb y Europa se unen en la lucha antiterrorista”, Afkar/Ideas, nº 3, verano 2004, p. 7.

[66] “Mediterráneo. Dinamismo diplomático”, ISPE, nº 436, 13/XII/2004, p. 7.

[67] Véase la visión de un reputado especialista en cuestiones de seguridad y defensa en la región euro-mediterránea en Abdelwahab Biad, “El partenariado euromediterráneo, un proyecto desequilibrado”, Afkar/Ideas, nº 1, diciembre 2003, pp. 17-22.

[68] Destacaremos, entre otros, los cursos anuales para diplomáticos de la región euromediterránea en Malta, el Proyecto Piloto para la Prevención de Riesgos de Origen Natural o Humano o los intercambios de documentos y cuestionarios en materia de seguridad y defensa.

[69] El punto 38 de la Declaración Final de la Cumbre de la Alianza, celebrada en Estambul en los días 27 y 28 de junio de 2004, permitirá a los socios mediterráneos avanzar en su cooperación política y militar con la OTAN en ámbitos tan importantes como la lucha contra los tráficos ilícitos, la cooperación marítima o la lucha antiterrorista. Véase Istanbul Summit Communiqué en www.nato.int/docu/pr/2004/p04-096e.htm.

[70] La OTAN ha desarrollado en los últimos diez años múltiples actividades en las que vincula a los socios mediterráneos del Diálogo, y que van desde la realización de cursos y la concesión de becas en sus principales centros de formación, destacándose los de Roma y Oberammergau, hasta la celebración de ejercicios, la realización de visitas, tareas de asesoramiento y apoyo o la creación de órganos específicos para canalizar el Diálogo incluidos los enlaces en embajadas de países aliados en las capitales de los siete socios. Sobre la reunión multilateral de diciembre pasado véase “Magreb. El protagonismo de Marruecos”, ISPE, nº 437, 20/XII/2004, p. 7.